63. INSTRUCCIONES PARA QUE TE DEN CUERDA, RELOJ (Belén Sáenz)
Has de saber que tienes potestad para disparar tus saetas y clavar tus agujas. Ellos se empeñan tiernamente en llamarlas manecillas y ya no es necesario que los sorprendas a destiempo. Mira, hace algunas décadas aún esperaban que sus criaturas hicieran la Primera Comunión para permitir el abrazo de tu pecho metálico contra su piel y solo les era permitido pintarrajearse una esfera y una correa con bolígrafo o decir entre risas: «son las carne y hueso». El apocalipsis digital tampoco les ha librado de tu fría vigilancia de monóculo, de las riendas que les frenan el pulso. Siempre te están perdonando la descortesía cuando atrasas y la impertinencia cuando te adelantas. Y así te has ido convirtiendo en un dios a imagen y semejanza de aquel a quien creías estar sirviendo. En el emperador del tiempo. Un ídolo al que los humanos dotan de un corazón de rubí y ofrendan su vida medida por fracciones. Podrás exigirles todos los instantes que se te antojen y ello no debe apesadumbrarte, porque ellos prefieren el engaño a la hora de postrarse ante pies ajenos y saben a ciencia cierta que no estás hecho más que de ruedecillas y engranajes.
Belén, ¡Qué belleza de relato! cuanta ternura y saber literario has unido en él.
Eres una campeona y disfruto un montón con tus ideas originales y geniales.
Un besito virtual.
Muchas gracias, María Jesús. Qué generosas palabras. Me alegra que te haya gustado. ¡Besos!
Los objetos cotidianos, a menudo, los tratamos como si fuesen casi invisibles, cuando en realidad resultan indispensables. El ser humano ha triunfado gracias a la capacidad única de generar objetos ajenos a su cuerpo, como también por aprender a parcelar los horarios, que delimitan de forma productiva sus actividades. Si una criatura tan evolucionada no se detiene con frecuencia a apreciar la importancia que tienen los relojes, menos aún una de sus creaciones, de ahí que sea necesario que alguien haya tenido la lucidez de mostrarles su poder y trascendencia, como si de seres vivientes se tratase. Solo son ruedecillas y engranajes, pero también podemos decir que nosotros solo somos huesos y carne. Las cosas nunca resultan simples y se pueden contar de muchas maneras, siempre es de agradecer y de admirar que se haga de manera sublime y se comparta, de ahí que este relato sea una suma de aciertos.
Un abrazo y suerte, Belén
Qué palabras más bellas le has dedicado al emperador del tiempo. Me encanta por su originalidad y por la elección tan acertada de cada palabra, de cada imagen. Yo también dibujaba relojes de pulsera en mi muñeca con el bolígrafo, me lo has traído a la memoria. Pues eso, bellísimo. Besos, Belén
Si Cortázar fuera tu papá, estaría orgulloso de estas instrucciones que le has escrito al reloj, querida Belén. Cada palabra es ruedecilla y engranaje de un micro perfecto que me recordó a mi primer reloj: la esfera retrataba la cara de un gato parecido al de Alicia; las manecillas eran los bigotes y los ojos se movían al compás del tic-tac… Me quedo especialmente con esta frase: «te has ido convirtiendo en un dios a imagen y semejanza de aquel a quien creías estar sirviendo» porque es así, creemos que el reloj es el que nos sirve cuando que somos nosotros, los humanos, quienes vivimos esclavos de él…
Ha sido un placer leerte.
Cariños,
Mariángeles
Ángel, leo tu comentario llena de admiración porque sabes exprimir lo que una pobre idea que me ha venido a la cabeza, multiplicarla por dos, sumarle tus reflexiones y enriquecerla hasta límites que nunca hubiera imaginado. Gracias siempre por tu aportación. Un abrazo.
Muchas gracias por venir a comentar, María José. Era divertido pintarse relojes en la muñeca, porque era algo «de mayores». Me alegro mucho de que te haya gustado y te mando muchos besos.
Jajja, gracias, Mariángeles. No creo que Cortázar sintiera nada por estas letras, pero me atreví a rendirle homenaje y me gusta que lo hayas averiguado y que te haya hecho pasar un buen ratito. Muchos cariños para ti también que atraviesan el Atlántico.