66. Lealtades (Aurora Rapún Mombiela)
Las babas de la mano estrechada en un callejón establecían claramente la validez del contrato, así como la sumisión del contratado ante las órdenes del contratante. Él siempre había sido un hombre de palabra, sin embargo, desde hacía un rato, sentía como un escozor en la parte interna de la nariz, como una certeza de que por una vez debía ser desleal para hacer lo correcto. Desde su posición elevada, desvió el cañón del arma y le descerrajó a su suegro un tiro entre ceja y ceja. El alivio que sintió afianzó su convencimiento de haber actuado bien. Una vez desaparecida una de las partes contratantes, el vínculo quedaba roto. Recogió tranquilamente y se dirigió silbando al bar. Primero lo celebraría y luego actuaría convenientemente cuando recibiera la llamada desconsolada de su pobre mujer, huérfana y heredera de la fortuna familiar.
Algunos precios son demasiado altos. La lealtad se gana, no se compra. La que al romperse solo produce alivio merecía terminar, otra cosa el el método elegido por tu protagonista, contundente y sin previo aviso. El está seguro de haber actuado de forma correcta, como igual de correcta será su actuación, dada su sangre fría y cabeza calculadora, cuando finja ante su mujer.
Un abrazo y suerte, Aurora
Está claro que el suegro era un pieza, así que hace bien tu protagonista en quitárselo de en medio. Seguro que esa fortuna familiar no ha tenido nada que ver, jejeje.
Un fuerte abrazo, Aurora.