Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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61. Acopio

Don Antonio compró a un viajante dos palabras en desuso, cordojo y merculino, que ya nadie pudo volver usar. Siguió con rarezas como gangilón, tenería o morillero y otras poco utilizadas, tipo evanescente, ínfula o légamo, y así hasta las más frecuentes y necesarias. Cuando el maestro compró la palabra pan, en el mercado la sustituyeron por hogaza, panecillo, chusco, barra, trenza, zapata, chapata y pistolín, que también las adquirió para su colección, por lo que los panaderos y sus clientes tuvieron que comunicarse por señas. Poseído por una obsesión enfermiza, siguió acumulando palabras de todos los idiomas y archivándolas por riguroso orden alfabético.

Un día, los habitantes del pueblo llamaron a su casa y, por señas, le pidieron la devolución de, al menos, las palabras necesarias para su subsistencia. Don Antonio, con una mirada altiva y una sonrisa burlona, respondió una retahíla incomprensible para todos: a, abad, abajo, abalanzar, abalorio, abanderado, abandonar, abanico, abaratar…,  hasta que sus paisanos abandonaron la plaza, cuando aún no había llegado a la letra B.

Don Antonio murió arruinado y rodeado por miles de papeles y palabras, que hoy disfrutan, en silencio, los visitantes de la impresionante colección del Museo de Lenguas Muertas.

8 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Tu historia, con tintes surrealistas, es un homenaje muy imaginativo a un código que tratamos de dominar, porque sabemos que nos ayuda y de qué manera, el del vocabulario, esos términos que nos definen, con los que podemos expresarnos, tan necesarios, tan exclusivamente humanos, que han hecho evolucionar a nuestra especie. Hacer acopio de ellos, que no pudieran utilizarse, pondría en graves aprietos al mundo, sin duda alguna. Expresarse por gestos o señas puede que tampoco fuese posible, porque aluden, igualmente, a vocablos. Nosotros mismos no seríamos nada sin nuestro nombre.
    Un relato hecho de palabras, muy bien colocadas, para contar su importancia.
    Un abrazo y suerte, Ezequiel.

  2. Muchas gracias, Ángel.
    Desde la Torre de Babel, quedó clara la importancia de la lengua. La riqueza del vocabulario y la necesidad de preservarlo es una batalla constante, metódica y universal, para aunar los intereses comunes, la belleza de la palabra y la lucha contra las trabas del analfabetismo.

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