02. BABILONIA, BABILONIA
El tiempo, convertido en dulce ensueño, vagabundea por las callejuelas tortuosas de Babilonia.
El alfabeto cuneiforme cuelga en racimos de las palmeras ágrafas, las escribas redactan cartas de amor en el abdomen de las abejas, las cortesanas decoran su gineceo con incendios extintos.
Las portadoras de vida construyen zigurats sobre sus úteros, las parturientas rompen a gritos las aguas del Éufrates, y las sacerdotisas de la diosa Ishtar brindan por las recién nacidas en las estancias del templo donde se almacenan las constelaciones.
En los áticos de adobe sobre el río las marineras se emborrachan con jarras de cerveza y dátiles, y luego bajan a las tabernas a recitar huracanes a las mujeres ciegas que fríen tortas de mijo en la sartén de los solsticios.
A lomos de un toro alado, la Gran Reina reescribe la estela de leyes que el difunto Hammurabi hiciera grabar a las puertas de cada uno de los eclipses que componían su imperio.
Y en los mercados ya no se venden al por mayor ojos y dientes, pues la Señora de Babilonia ha impuesto que a partir de ahora, la justicia la habrán de impartir las domadoras de fieras a golpe de Satisfyer.
Un mundo fantástico, feminista y rompedor.
Muy original.
Hay quien piensa y dice que un mundo en el que las mujeres tuviesen la mayor relevancia funcionaría mejor. Esta Babilonia tan rica en matices y percepciones así lo parece, algo difícil de mejorar, una región donde los hombres están tan poco presentes que no se les nombra, ni necesita ni espera, ellas solas se bastan para todo, y parece que no les va mal, al menos, intensidad no falta, como la que desborda tu relato.
Un abrazo y suerte, Ignacio
Ignacio, has compuesto una oda al poder femenino, aunque el electrodoméstico del final me deja perpleja.
Un abrazo y suerte.