Descansillos (Luisa Hurtado)
El Chulo tuvo, por una vez, una verdadera buena idea. Empezó diciendo aquello de “la gente pudiente usa el ascensor, incluso las personas que están a su servicio montan en él o en el montacargas si lo hay; de modo que la pregunta es: ¿cuándo se usa una escalera?”. Los que le rodeábamos, acostumbrados y aburridos de sus continuos discursos, permanecimos en silencio. “En realidad, las escaleras de muchos edificios no se usan nunca; están por si las moscas, por si hay un incendio o un corte en el suministro eléctrico”. Permanecimos callados, las nubes de vaho ya desaparecían en el aire pero sabíamos que faltaba la conclusión, la idea loca, un último apunte con el que cerrar el tema de alguna forma brillante y ocurrente, algunas palabras que le permitiesen pensar que era un tío listo, que aún lo era aunque viviese en la calle, que de hecho lo era más que todos nosotros juntos. “Dicho esto, he aquí mi propuesta, podemos irnos a vivir a una”.
Desde ese día, en ocasiones, dormimos bajo techo y sin frío.