Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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ENCUENTRO B16 . SEGUNDA RONDA

JESÚS GARABATO – VICENTE F. HURTADO

Los participantes aquí señalados tendrán que publicar en el espacio reservado a los comentarios de esta entrada del blog, un relato INÉDITO de un máximo de 100 palabras (la frase propuesta no suma) antes de las 20 horas (hora local española) del VIERNES 25 DE MAYO y cuya ÚNICA CONDICIÓN es incluir en el texto de forma literal la frase propuesta, que ha sido extraída del poemario Una manzana en la nevera” de Sandra Sánchez. Vuestra frase, que puede ir localizada en cualquier lugar del relato es

QUE LE DABA SENTIDO A SU MUERTE

Una vez publicado no habrá posibilidad de corregir ni reeditar.

Tras la publicación de ambos relatos publicaremos al final de esta misma entrada un enlace a un formulario para la Votación Popular que permanecerá abierto hasta el SÁBADO 26 de MAYO a las 20 horas.

El resultado de este encuentro se hará público en una entrada general de la sección ENoTiCias.

Podéis votar en ESTE ENLACE.

4 Responses

  1. Jesús Garabato Rodríguez

    Ferdinand
    Sueña con el elegante caballero que había prometido llevarla al baile. Mientras, comienza a notar la más dulce de las caricias sobre el temblor de sus labios. Sorprendida, advierte que de su barbilla chorrea lentamente el moco frío y repulsivo de un limaco. Inmisericorde, lo arroja de un manotazo al suelo, desgarrándolo con sus pies desnudos.
    En el sanguinolento charco azul puede ver, contrita, cómo se diluyen sus anhelos. Al perder lo único que le daba sentido a su muerte, llora. Y amanece.

  2. NI COLORÍN, NI COLORADO
    Pateó el suelo del sendero y bufó. Su jinete había tirado con fuerza del bocado para frenarle.
    Junto al camino había una muchacha tumbada en un lecho de musgo seco. Lucía un vestido blanco y tenía las manos cruzadas sobre el pecho.
    Era como las otras: púber y con esa palidez descarnada que le daba sentido a su muerte.
    El hombre desmontó y se acercó. De rodillas, la besó. Después se bajó las calzas azules y desvistió el cadáver.
    El percherón husmeó tranquilo entre la hojarasca buscando retoños frescos.
    Intuía que el príncipe tardaría un rato en darse cuenta de que, tampoco a aquella, iba a despertarla.

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