ENTCERRADO 2 … de sueños y pérdidas…
Encantados de leer esos ENTCerrados de la primera propuesta, os dejamos la segunda del año y os recordamos las condiciones que debéis cumplir para participar:
El relato no puede sobrepasar las 100 palabras sin incluir en su cuenta el título y la frase de inicio y de final obligatorias.
El periodo para su publicación coincide con el del concurso general, o sea, hasta el próximo 14 de abril, incluido.
Cada autora o autor solo puede presentar un relato en esta propuesta.
El relato debéis publicarlo como “comentario” en esta misma entrada, y una vez hecho no se permitira correcciones ni cambios.
Estas son las frases obligatorias
Frase de inicio
Soñar despiertos era nuestro juego favorito
Frase final
entre los dedos.
Elegiremos 4 relatos para la final anual.
1 Nos vemos allí arriba
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Imaginábamos cuántos hijos tendríamos, si adoptaríamos perro o gato, si convenía más campo o ciudad. Contabas que habrías querido ser astronauta para viajar a la luna, yo solo con mirarte tocaba el cielo.
La probé después de que aquel borracho te arrollara y ya somos inseparables; al inyectarla me relajo y el dolor desaparece. Hoy te veo reflejada en la lluvia, paseamos junto a dos niños y una perra. Mi pulso se ralentiza y veo esa luz. ¿Será nuestro cielo? Así acaba este viaje que hará que pronto pueda sentirte entre los dedos.
(En 99 palabras)
2. Segundas partes nunca fueron buenas
Soñar despiertos era nuestro juego favorito hasta que, después de tres meses chateando, decidimos conocernos. Llevaba un año separada de un marido enfermo de celos y especialmente irascible desde que perdiera un dedo de la mano derecha en un accidente laboral.
Tenía miedo al amor, pero la soledad me pesaba demasiado. Para identificarlo me dijo que le faltaba un dedo en una mano. Me lamenté de mi mala suerte y con reservas acudí a la cita para descubrir, perpleja, que a éste también le faltaba el corazón. De nuevo mi añorada felicidad se me esfumaba entre los dedos.
Aunque solo sirva para que se entienda mejor, coloco un «del» que se me había caído…
«que a éste también le faltaba el del corazón»
3. MALES Y CONSUELOS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Ni un hacha hubiera podido separarnos. Nuestras mentes viajaban lejos de las clases en las que simulábamos atención. Ninguna asignatura podía competir con aquella creatividad disparada.
Ser tan parecidos pasó de regalo a condena cuando terminamos encaprichados por igual de Laura. Colgado cada uno de una de sus trenzas, en esa fantasía solo era posible un protagonista. Ella decidió.
Hay desgarros que el tiempo nunca repara, pero he aprendido a sobrellevar la carencia de la amistad que un día tuve y el amor que no supe merecer. Me confortan los poemas que salen de mi bolígrafo azul, siempre entre los dedos.
4. GRITOS EN EL CIELO
Soñar despiertos era nuestro juego favorito en el descampado. Después de hacer los deberes llegábamos con las bicis y nos tumbábamos, colocando el chándal sobre una piedra para hacernos almohadas. Luego nuestras madres ponían el grito en el cielo cuando tocaba colada de ropa escolar.
Allí reíamos chistes tontos, contábamos historias mil veces relatadas, soñando qué seríamos de mayores. Y veíamos grúas, nubes y pájaros graznando, moviéndose por el cielo azul. Como si todos bailaran, siguiendo un silencioso código secreto.
Intentábamos tocarlos. Pero, al igual que nuestro futuro, estaban tan lejos que se nos deshacían entre los dedos.
5. EL VIEJO FUTURO
Soñar despiertos era nuestro juego favorito durante el viaje. Dejábamos atrás el hambre y la miseria, la lucha diaria por la supervivencia en los barrios abigarrados de nuestro planeta. Trabajaríamos duro, pero al fin tendríamos un futuro. Por algo éramos los colonizadores de la nueva era. Todo eso nos contaron para embaucarnos, pero las promesas desaparecieron junto a la posibilidad de regresar. Te asignaron al barracón de mujeres, esclavas con las que desahogar sexo y frustraciones. Yo fui a parar al de los obreros de las minas, un trabajo de riesgo. Nos despojaron de nuestros nombres. Solo somos un número marcado a fuego entre los dedos.
6. ¡LA COMIDA NO SE TIRA!
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Cada tarde, al salir de la escuela, el Pecas y yo subíamos a la peña del Cojo. Allí nos embarcábamos en busca de la isla del tesoro. Luchábamos contra tormentas, monstruos y gigantes. Casi siempre, el Pecas se prestaba a morir como un héroe. Éramos libres. ¡Teníamos todo el futuro por delante! Hasta que el otro día, en el recreo, nos llegaron los planes de las chicas: “Yo me casaré con el Pecas (aunque venga tuerto o manco de la mili), tendremos cinco hijos y trabajará en la fragua de mi padre”. Fue, entonces, cuando se nos escurrió el bocadillo entre los dedos.
7. Parar en seco
Soñar despiertos era nuestro juego favorito; aunque yo necesitara que lloviera paz en mi soledad dilatada, girar libre en mi veleta, caricias sencillas, no ilusionarme con el sinfín de cualquier horizonte, ni derramar tiznadas lágrimas; verlo sano y nuevo para abrir otros senderos y contagiarnos de la realidad; ternura para las páginas abiertas de nuestros hijos, anotar con pasos seguros un inicio hasta sus metas, acampar en sus vidas como un mediodía trasparente; contagiarnos de la limpieza de sus ojos somnolientos y un enjambre de cosas que calman y quitan barro al corazón.
Cuanto alborozo y serenidad sentiríamos junto a ellos y las nuevas lilas abriéndose entre los dedos.
8. Reinicio
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, así que nos entregábamos a ello poniendo todos los sentidos. Nos sumergíamos juntos en un mundo tentador cual caramelo, de sueños dulces y coloridos con música alegre de fondo, de sueños cálidos con aroma a emoción. Pero siempre acababa llegando el momento en el que el aburrido sentido común reclamaba participar. Entonces nuestras miradas cómplices se cruzaban, serias e intensas y, con media sonrisa, fingíamos que las ilusiones se convertían en arena para dejarlas escapar otra vez entre los dedos.
9. Cristaleras mágicas
Soñar despiertos era nuestro sueño favorito porque no tenía reglas y podíamos convertirnos, por arte de magia, en exploradores del futuro. También jugábamos al Clavo y marcábamos límites sobre el barro. Otras veces, buscábamos vidrios rotos y papeles fulgurantes que enterrábamos, superpuestos, bajo los árboles de la plazoleta. Luego, cuando el sol se marchaba, descubríamos nuestro tesoro escondido y, ensimismados, observábamos el pequeño resplandor que brotaba de nuestras cristaleras. Más tarde, con las rodillas heridas y las manos sucias, regresábamos s a la realidad de aquel barrio sin luz y, antes de entrar en casa, nos sacudíamos los sueños que, empecinados, se aferraban entre los dedos.
10. AFONÍA DE VIDA
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Entre los cedros, besos furtivos y torpes caricias gritaban sigilosamente nuestro amor. Pero el miedo acorraló nuestros sentimientos y la vergüenza recluyó nuestro espíritu.
Él quedó entre surcos desangrando su existencia y enterrando su pasión. Yo inmolé mis emociones abrazando la locura de la urbe. Pero doy gracias, María y dos hijos me han hecho rozar la felicidad.
Ahora vuelvo al páramo para cumplir su último deseo. Lanzo sus cenizas al viento viajero, algunas, ancladas al recuerdo y a los sueños, se me escurren entre los dedos.
11. CONCIERTOS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito tras las clases del Conservatorio. Entre besos y risas recorríamos carreteras hacia conciertos nocturnos, tanteando el corazón escondido de las ciudades: yo le pondría mi voz encendida a los acordes de tu guitarra, que florecería en los surcos prolíficos y armoniosos de un tiempo infinito.
Entonces palpábamos la clave de la dicha en la melodía tibia de los crepúsculos.
Hoy un estruendo mudo en el asfalto ha rasgado las cuerdas de la última canción que te resbalaba entre los dedos.
12. PRIMER PRINCIPIO DE LA LEY DE LOS DESEOS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. El primer trimestre, nos centramos en el lavavajillas que anunciaban en la tele, el que seca y abrillanta. El segundo en aquella boiserie tan mona donde poner las bandejas regalo de mamá. Así pasamos por aquellas cortinas de organdí y blonda tan señoriales, el aparador con espejo para el hall, las alfombras persas y la lámpara de cristal de roca, el equipamiento deportivo de los niños. Hasta que un día todo hizo plof sin previo aviso. Tú cambiaste de escuela y el futuro común se nos escurrió como una anguila entre los dedos.
13. LAS CARICIAS DE MAMÁ
Soñar despiertos era nuestro juego favorito para levantar el ánimo a mamá. Sabíamos que le hacía falta cuando encendía el tocadiscos y Dylan se adueñaba de nuestro salón. Solían empezar mis hermanos, con sus trajes de astronauta, sus golazos, sus microscopios, y luego yo, con mi toga, mi estetoscopio, o mis pinceles, según el día, y enseguida conseguíamos desalojar la pena de sus ojos. Entonces, corría a cambiar el disco, y ponía casi siempre algo movido de los ochenta, que nos permitía bailar juntos, y entonces sentíamos como la felicidad volvía a brotar en su cuerpo, empezando entre los dedos.
14. LOS SUEÑOS Y LA TEORÍA DE LA CONSERVACIÓN
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, pero siempre poníamos plazos a esos sueños: cuando las cosas marchen mejor; cuando crezcan los chicos, en cuanto nos jubilemos…
No deberíamos haber esperado tanto para embarcarnos juntos en este crucero. Ahora, tendrás que regresar sin mí, pero estoy contento de que hayas encontrado una buena compañía para la vuelta. Me cae bien ese hombre que ha pintado de nuevo una sonrisa en tu cara. Siento que él puede ayudarte a superar mi marcha mientras abres tus manos y se escapan, hacia el mar, mis cenizas de entre los dedos.
15. LA SIESTA
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, pues éramos muy jóvenes.
Aquellas siestas, en los veranos tórridos de nuestra Extremadura, sudando abrazados, notando nuestros cuerpos púberes como respondían a las manos, muchas veces torpes, son el recuerdo más vívido de mi prima.
Nuestra entrega era total y nos mirábamos en silencio cuando nos abandonábamos al orgasmo.
Muchas tardes repetíamos o experimentábamos nuevos juegos con nuestros cuerpos, hechos para amarnos.
Después, mi cabeza sobre su pecho incipiente, ligeramente salado, hacíamos planes de futuro, de los hijos que tendríamos, de dejar el pueblo e irnos a la capital.
Cuantas veces nos quedamos dormidos así, con su vello púbico entre los dedos.
16. DESEOS CUMPLIDOS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Nos imaginábamos subiendo hasta lo más alto y conquistando el espacio. Con el paso del tiempo se fueron cumpliendo nuestras fantasias. Hoy Edu es ascensorista y yo trabajo en una atracción de feria: Viaje a la Galaxia. En el parque coincidimos volando las cometas de nuestros hijos, con el hilo entre los dedos.
EdH2019
17. LÍNEAS DIVERGENTES
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Por eso pasaba horas dibujándote mis sueños en las palmas de las manos para que vieras tu vida entera en pequeñito, conmigo amándote. Garabateaba niños en tu línea del futuro y te trazaba caminos alargando las rayas para andarlos junto a ti desde las yemas.
Tú sonreías como si supieras leer el destino que te había escrito y yo me acurrucaba sin miedo en tu porvenir. Luego te frotabas las palmas y me adormecía al calor del roce. Entonces aprovechabas para sacudir las manos con fuerza hasta que no te quedaba ni rastro de mí entre los dedos.
18. SHAMBHALA
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Tú siempre te pedías ser la reina de ese lugar mágico que creamos para los dos, y yo era el valiente capitán que protegía el sitio con la ayuda de un ejercito de perros callejeros. Allí estábamos a salvo de los caprichos de tu padrastro borracho de deseo y alcohol y de los reproches de mi madre culpándome de todas sus desgracias. A mí me mató el caballo y a ti, ahora, otro de los malnacidos que se cruzó en tu camino. Te espero, mi reina, en nuestro escondite, y por si te has olvidado, te dejo su nombre entre los dedos.
19. «SIN RETORNO»
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Se nos da tan bien que, cuando le oímos llegar, nos convertimos en viajeros increíbles. Unas veces somos Fogg y Picaporte, otras Ahab, el Capitán Nemo, o Fergusson.
Luego, si desaparecen los gritos, regresamos junto a mamá, para colmarla de besos y caricias. Pero hoy, ella nos estaba esperando con la primera hoja de un libro suyo entre los dedos.
20. QUIMERAS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito mientras la noche nos constelaba de estrellas la mirada. No nos importó que la travesía fuera peligrosa y el destino incierto. Luchamos contra el oleaje con todas nuestras fuerzas, cuerpo a cuerpo, aferrados a la misma quimera. Éramos tan inocentes que nos dejamos arrastrar por cantos de sirena. Cegados, nos alejamos de la realidad y nos adentramos en la tormenta.
Cuando logro escapar del rojo neón que esclaviza mi cuerpo, una y otra vez, recuerdo aquella playa donde nos dejábamos mecer por las olas y se nos incrustaban sueños de arena entre los dedos.
21. ENGAÑAR AL HAMBRE
Soñar despiertos era nuestro juego favorito y lo practicábamos a todas horas. Pedro quería ser guardia civil de mayor, como su tío, porque en sus cartas contaba que nunca faltaba un plato de sopa caliente para la cena y los domingos comía pan blanco hasta hartarse. Yo lo escuchaba embelesado y se me hacía la boca agua imaginando una mesa repleta de comida.
Por aquella época jamás teníamos el estómago lleno, pero imaginábamos mil planes para saltarnos las vallas de los huertos y atiborrarnos a fruta madura y a huevos robados, mientras la infancia se nos escurría entre los dedos.
22. SUEÑOS VÍVIDOS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, era lo único que no nos pudieron arrebatar. Más allá de las alambradas volaban nuestros anhelos, nuestros deseos, las ansias de poder abrazar a nuestros seres queridos. Cada cual se aferraba a sus recuerdos.
Yo, en la vigilia de la noche, cuando el sueño no llegaba, sentía tu presencia, tu olor y, puedo jurar que alguna vez he notado como, al abrazarte, tu melena se me escurría entre los dedos.
23. LEED, NIÑOS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Anita y yo habíamos leído y releído la colección Vidas Ilustres, regalo de la abuela por la comunión, y la imaginación nos galopaba entre susurros en la oscuridad del trastero. Decidimos que mamá bien podía ser Marie Curie y que papá encajaba en el papel de Houdini. Visualizarlos, a él con el jersey atascado en la garganta y sin atinar a sacar los brazos por las mangas, y a ella con el cuerpo sacudido por descargas radioactivas del microondas, endulzaba en cierto modo nuestra infancia, que se nos escurría huérfana de amor entre los dedos.
24. SUEÑOS NADA MÁS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. Eso rebajaba la tensión del ambiente. A veces, si nos caía bien, queríamos escapar con el que tocara y todo su dinero a disfrutar de algún país caribeño, todos juntos. Otras le poníamos sobre aviso, nos daba el doble y nos largábamos lejos de allí a empezar de cero. Pero cuando no quedaba otra que acabar y apretar el gatillo, nuestros sueños se esfumaban con el humo, haciendo figuras, casi hermosas, entre los dedos.
25. LA QUÍMICA
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, por eso aquella mañana les planteé un reto.
Se asustaron mucho al principio, confiaban plenamente en mí y les pareció extraño lo que les proponía. Aunque el pavor era un neón en sus ojos, me siguieron. Enfilamos el pasillo principal y ya dentro del laboratorio pude oler su miedo.
Abrí la puerta que custodiaba el brebaje, el que tendríamos que beber para dormir y soñar eternamente.
Cuando el primer chico acercó su boca a aquella pócima, tropecé torpemente con la pata de un taburete. Les guiñé un ojo y rieron aliviados, al saber que el temido sueño eterno se escurría entre los dedos.
26. NUESTRO ÚLTIMO VIAJE
Soñar despierto era nuestro juego favorito, tú serías doctora y yo ingeniero. Correteando por el jardín saboreando lo que la vida nos había regalado, no podíamos imaginar lo que nos depararía. El accidente lo cambió todo, nos separaron y nos impidieron volver a vernos. Nunca te olvidé, siempre estabas presente en mis anhelos, en mis éxitos y en mis fracasos. Una vida me ha costado encontrarte y ya no me separaré de ti, te acompañaré en tu viaje sea cual sea el destino.
Dos cuerpos unidos rodaron por la proa hundiéndose en el océano, una mano levantada asía el agua que se escurría entre los dedos.
27. VIVIR DEPRISA
Soñar despiertos era nuestro juego favorito cuando éramos jóvenes y navegábamos entre nubes de cerveza. No contábamos las horas, las exprimíamos como únicas, como las últimas. No teníamos nada que celebrar, pero tanto por beber. Incluso, dejamos de fumar por no tener tiempo para toser. Durante la madrugada, la música taladraba nuestros cerebros, ya agujereados por el éxtasis y el alcohol. Entonces, lo único que nos faltaba era el tiro de gracia: volar. En el momento en que logramos despegar, la vida se nos escapó entre los dedos.
28. LA PÁGINA ANTERIOR
Soñar despiertos era nuestro juego favorito cuando pasábamos horas leyendo en el salón. Aquellos sueños mudaron en desencuentros y tras años en los que he procurado pasar página, he regresado y lo he encontrado allí, en el sillón, con una novela a medias. Conversamos, me dice que le cuesta trabajo leer, aunque es de la mejores que se han escrito nunca. De repente, le llega un momento de lucidez y arroja su lectura al suelo con violencia. Luego me ignora mientras recoge el cuaderno y pone todo su empeño en escribir una nueva página, concentrado en que el recuerdo de la anterior no se le escurra entre los dedos.
29. Sueños rotos
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. A veces matábamos palabras que queríamos borrar de nuestras vidas
—Mierda… ¡pum!
—No joder, mierda no. ¿Cómo voy a empezar las frases cuando algo no me gusta?
—Pues coño o joder o me cago en la puta…
—coño, joder, coño, joder… tú siempre pensando en lo mismo.
—No será en el tuyo.
—¡Vete a la mierda!
—Mierda ¡pum! Me debes un beso.
Le besé, casi le di un golpe en la mejilla, enfadada, sin conseguir borrarle esa sonrisa estúpida que exhibía después de fastidiarme.
—Eloy, pum…
—No, ¡joder! Eloy no…
Y así, sin poder ya remediarlo, se me desvaneció entre los dedos.
30. EL CONGRESO
Soñar despiertos era nuestro juego favorito en aquel paraíso de aguas turquesas y caracolas en la orilla. Mientras veíamos cada tarde la puesta de sol, nos dejábamos arrebatar por la pasión y nos revolcábamos bajo las palmeras o en mi bungalow, sin importarnos llenar de arena la cama, donde lamíamos la sal de nuestros cuerpos hasta el amanecer.
Sin haber dormido apenas nada, te ponías el uniforme e ibas a atender los desayunos al comedor, mientras yo acudía a las soporíferas ponencias de los más eminentes estomatólogos del mundo, girando distraída la alianza de oro entre los dedos.
31 Tesoros
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. En esos días de esparto cavábamos túneles hacia otra dimensión y los marcábamos con cruces en un mapa del tesoro. Pero a diferencia de los codiciosos piratas, nosotros compartimos el botín y reciclamos cada barco herido. Hicimos de sus restos de cartón murallas que una vez conquistadas se tornaban alfombras para lanzarnos por pendientes intrépidas. Arrugamos las hojas del guión de la vida para darles patadas o llamar la atención de Margarita. Sentados en un soportal, nos bebimos la calle y jugamos a atrapar el tiempo, que se escurría como arena entre los dedos.
32 OSCURANTISMO
Soñar despiertos era nuestro juego favorito.
Hasta que una vecina nos vio y nos denunció, acusándonos de estar poseídos y de adorar al Maligno.
El juicio fue rápido y nos condenaron a morir en la hoguera.
Varios siglos después, un doctor bautizó nuestra enfermedad como «narcolepsia».
Y, en ese preciso instante, mi hermanita y yo sentimos que alguien acababa de ponernos unas briznas de dignidad y justicia entre los dedos.
33 NADA.
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, allí junto al fuego hecho de cartones e ilusiones rotas en las heladas noches de la ciudad, con un río de vino peleón desembocando en un estómago vacío, y el ruido de una moneda manchada alertando nuestros oídos.
Juan se reía de nosotros, para él soñar no era más que engañarnos a nosotros mismos; el deseo del alquimista de convertir la piedra en oro, o alcanzar un amor platónico.
Ayer, cuando la luna mostraba su cara más inquietante, nos rompió el corazón con una navaja abierta entre los dedos.
34. la realidad fantástica del papá de rosa
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. A la salida del cole mi padre me llevaba al caballito. Él hacía el papel de fugitivo. Yo vigilaba desde sus hombros. Me preguntaba: «¿Rosa, los osos redondos hoy nos persiguen? Yo, con miedo, asentía y mi padre echaba a correr. «¿Cuántos vienen? ¿Son muchos? No temas, Rosa, llevo un tirachinas ¿ves?». No hizo falta que lo usara, Los osos desaparecieron al doblar la esquina.Al día siguiente, dinosaurios enormes nos perseguían. Mi padre preguntaba: » Rosa, tienes miedo. No, no me daban miedo. Aquella vez no le dije que, por si acaso, llevaba un meteorito escondido entre los dedos.
El título del comentario anterior es: La realidad fantástica del papá de Rosa.
35. SUEÑOS (NO) COMPARTIDOS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito: para un piso, para los estudios de la niña, para cuando nos jubilemos… Nadie sospechaba de un matrimonio anodino haciendo cola como los demás clientes del banco. Pero al llegar nuestro turno, frotábamos la culata del colt y pedíamos lo que queríamos. El empleado miraba la pistola, después la lista, la pistola… y, como el genio de la lámpara, nos concedía uno o dos deseos, según la recaudación.
Hasta que un día le guiñaste un ojo a la cajera y ella te sonrió. Después me miraste, tachaste el último deseo de tu lista y dejaste caer lo nuestro, con disimulo, entre los dedos.
36. Candilejas
Soñar despiertos era nuestro juego favorito. París, Londres, después América… recorreríamos el mundo con nuestro espectáculo de acrobacia y humor: “El payaso enamorado de la Luna”. Ahora, los lápices de colores con los que solías pintarme la cara descansan sobre la repisa del lavabo, junto a las toallitas desmaquilladoras y un cepillo de dientes algo más que gastado. Del perchero de la entrada cuelga un sombrero ridículo, que en tiempos hacía reír, y en el armario descansan unos zapatos desmesuradamente grandes. Los sueños, que nos iluminaban entre candilejas antes de actuar, desaparecieron contigo cuando la cuerda con la que te sostenía se me escapó entre los dedos.
37. Las carga el diablo
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, mientras matábamos el tiempo, inconscientes de que en ello nos iba la vida. Aquella calurosa tarde nos adentramos, una vez más, en el ruinoso palacio de la marquesa. Todo empezó como un juego y nadie imaginó que el lúgubre ambiente reavivara viejas rencillas. Tampoco que aquella antigualla fuera capaz de matar una mosca. Pero, tal vez sin sospecharlo, todos colaboramos en la escenificación del ritual, que terminó por accionar el obsoleto mecanismo del arma. Tras un aleatorio planteamiento, el nudo se enredó y el desenlace se precipitó inevitablemente. Alguien perdió los papeles y el gatillo se le rebeló entre los dedos.
38. AMOR QUE JUEGA
Soñar despiertos era nuestro juego favorito,
era un juego que anima y desespera,
parecía el paso del invierno a primavera,
como un amor que aún no se había escrito.
Una fidelidad que persevera.
Amor humano y enamoramiento,
dar todo por nada con desprendimiento,
una compensación afectiva duradera.
Intercambio de gratificaciones,
capaz de superar todos los credos,
con los padres, los hijos, con cualquiera.
Relación de amistad y simpatía.
Enamorarse de amor que te vacía
y pugna por escapar de entre los dedos.
39. LA IGUALDAD NO EXISTE
Soñar despiertas era nuestro juego favorito mientras estábamos cómodamente instaladas en cualquier nube. A mí me gustaba imaginarme en lo alto de un iceberg y a ella en lo más profundo, cerca del mundo abisal, o bella como el rocío, deseada, en cambio yo anhelaba ser la que colmara el vaso, en otras ocasiones me veía en un plácido y cristalino lago mientras ella se visualizaba brava en la cresta de una ola… Porque, aunque los humanos se empeñen en afirmar que nos parecemos mucho, las gotas de agua somos muy diferentes pero muy solidarias, y si nos intentan aplastar nos escurrimos entre los dedos…
40.
Soñar despiertos era nuestro juego favorito en las tardes de verano. Mientras los demás se zambullían en la piscina, nosotros, medio ocultos por nuestras coloridas toallas, simulábamos ser la pareja perfecta, sin escatimar caricia alguna. Pero el día que optaste por compartirme con tu mejor amigo, descubrí, como por arte de magia, la mejor manera de utilizar aquel cordel de rafia que siempre llevaba enredado entre los dedos.
Veo que me hejado el título. Es «Expeditiva».
41. ESOS INDESEABLES INVITADOS
SOÑAR DESPIERTOS ERA NUESTRO JUEGO FAVORITO, para ahuyentar las llamas de ese infierno diario. En nuestro mundo onírico todo cambiaba de forma: los sucios barracones se convertían en refinados restaurantes; los pijamas de rayas, en disfraces carnavalescos y nuestro aspecto famélico se debía a la dieta vegetariana. Por unos instantes, breves, olvidábamos los alaridos, desechábamos el olor a quemado y nos creíamos una gran familia de fiesta. De pronto, unos invitados no deseados irrumpían y se acababa la “celebración”. A seguir con los rituales cotidianos: elegir al próximo anfitrión para el viaje sin retorno en el que se le escaparía la vida ENTRE LOS DEDOS.
42. TODAVÍA
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, ¿recuerdas? Aquellas ilusiones sostenían el paso de los días en la cuerda floja del porvenir.
El sol se hizo más viejo y el cielo más gris cuando te fuiste. Quizá nos salvó el valor (y el acierto) de rescatar el álbum de fotos que guardaba desde lo vivido hasta lo imaginado por ambos. Cada noche te sueño a partir de entonces, aunque me susurras, mientras duermo, que eres tú quien te dejas soñar al ser invocado por mis recuerdos. ¿Qué más da? Lo importante es que hemos retomado nuestros planes, seguros de que ya nunca se nos escapará el futuro entre los dedos.
43.ATADURAS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito aquella primavera. Todos los días una página en blanco nos esperaba en cada esquina. Abrir los ojos, aroma de café, sentir la brisa fresca, sol de mediodía, comer fresas dulces, olas que susurran, pasear al atardecer, besos, acariciar nuestros cuerpos, respiración jadeante, gritar por dentro, incontables estrellas.
Hasta que una tarde le propuse escribir un libro juntos. Ella no respondió, se quedó mirando el horizonte. Y vi que la felicidad se escapaba, como el agua entre los dedos.
44. Apocalipsis
Soñar despiertos era nuestro juego favorito para descubrir cómo acabar con todos. Así, desde el principio de los tiempos, los cuatro, juntos o separados, buscamos la manera de vencer la resistencia que nos oponen. Montados a caballo los hemos visto suplicar por algo que llevarse a la boca, enfrentarse unos contra otros sin tregua, perder su fortaleza al ser incapaces de superar el sufrimiento… hasta que nuestro hermano mayor, sobre su corcel negro, los recoge cuando más débiles se muestran. Pero ellos son obstinados, lo soportan todo, se multiplican sin descanso, y a pesar de nuestra ambición siempre son muchos más los que se le escapan entre los dedos.
45. ESPERANZAS
Soñar despiertos era nuestro juego favorito.
Lo hacíamos todas las tardes mientras cuidábamos que las vacas de la tía no invadieran las tierras del Cura.
Después de reposar la comida, mis hermanos y yo, unidos a los niños y niñas de la aldea, trasladábamos las vacas desde la Casa Grande hasta el prado.
Una vez allí, tras asegurarnos que estaban lejos del maíz del señor Cura, nos subíamos al hórreo.
Desde aquel lugar privilegiado oteábamos el horizonte mientras hablábamos, incansables, de la esperanza de lograr una vida acomodada.
Y esta la veíamos, indefectiblemente, alejada de esos verdes campos.
Pero desconocíamos la realidad de nuestra pobreza, que se nos escurría entre los dedos.
46. La búsqueda.
Soñar despiertos era nuestro juego favorito, soñábamos ser más inteligentes, atractivos, valientes y poderosos, solo entonces alcanzaríamos la felicidad. El despertador sonaba cada mañana trayendo consigo el cansancio de una vida casi ajena. Tres cafés cargados nos permitían lanzarnos a la rutina diaria, ansiando, desde el primer sorbo, volver a soñar despiertos. Él parecía sentirse satisfecho con el gris predominante de nuestra vida, pero yo intuía que el secreto de la felicidad soñada se ocultaba cerca, y no me equivocaba, la felicidad siempre estuvo dentro de mí, esperándome, mientras mi ego gris y yo la buscábamos afuera, soñando que al intentar alcanzarla se nos escurría entre los dedos.
47. Despertar con el gallo
Soñar despiertos era nuestro juego favorito tumbados en la hierba. Los días que las nubes adornaban el cielo pasábamos horas contemplándolas. No teníamos preocupaciones, tan sólo regresar al hogar al anochecer.
Aquél día encontramos la puerta abierta y la casa vacía. No había rastro de nuestros padres, como si el aire se los hubiera llevado al cielo. Estuvimos varias jornadas esperando su regreso, hasta que nos dimos cuenta que los animales y la huerta nos necesitaban.
Las nubes pasan desapercibidas, no tenemos tiempo de observarlas ni acariciar nuestros anhelos. Ahora los sueños se desvanecen entre los dedos.
48. Y los sueños, vida son
Soñar despiertos era nuestro juego. Bastaba con unas cuantas botellas de gel que papá traía de los hoteles. Entonces, nos regíamos por la simplicidad que capitanea el pensamiento infantil: Las botellas más alargadas y esbeltas cumplían el papel de maestros; las más achatadas y menuditas eran escolares que colocábamos en fila india, como hacían en el colegio de monjas, y pedíamos silencio para entrar a clase. Un azulejo era un pupitre, y los sentábamos por orden de lista. Tardes de domingo casi infinitas… Todo acababa cuando un alumno se derramaba y el gel se escurría entre los dedos.