Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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La visibilidad

dino 6Cada vez que nuestra mirada se vuelve imprecisa nos dispersamos en abstracciones borrosas y buscamos apoyos y referencias en tópicos, frases manidas y espacios comunes: labios de fresa (o de caramelo), mirada fría como el hielo (o como el acero), cascadas de lágrimas que resbalan por las mejillas (o que brotan, como las lechugas, de los ojos)… Es decir, perdemos nuestro tiempo y se lo hacemos perder al lector. El primer paso, por tanto, será desempolvarnos la vista y descubrir nuestra propia mirada: la intransferible, la original.

Vale, sí, pero ¿cómo se hace eso? ¿Es fácil? Seguro que sí. Ante una misma realidad (un repentino aguacero en la playa en pleno agosto) aparecen muy distintas reacciones en función de las personas que lo observan o lo viven. Cada uno lo interioriza según su historia personal, organiza la realidad con su propia mirada. Las imágenes que quedan grabadas en cada uno son muy subjetivas. El propietario del chiringuito se emocionará al ver la barra llena de clientes inesperados; la mamá apremiará a sus niños para salir del agua ¡ya!; los de la caseta de salvamento se sentirán aliviados por la descarga de trabajo; el chico que corría por la orilla agradecerá verla despejada de bañistas…

Hablemos de la imagen. Una imagen no es la realidad en sí, sino el reflejo individual que cada uno elabora de lo que le llega a través de los sentidos, de sus recuerdos, de sus fantasías. La clave para aportar una mirada personal no reside tanto en inventar como en desarrollar nuestra atención: observar con detalle, recordar minuciosamente, fantasear con nitidez. En resumen, todos compartimos el mismo campo de percepción, pero cada uno lo somete a un filtro de interpretaciones que configuran nuestra propia imagen del mundo. Esta imagen será más potente cuanta más atención prestemos a los detalles.

¿Y cómo lograr esa imagen potente? Una imagen potente, para serlo, engendrará acciones. Esto no hay que olvidarlo nunca, pues el principal elemento de un relato es un personaje que actúa.

Debemos asegurarnos también de escoger imágenes atractivas, impactantes, para que dejen una huella visual en la mente del lector. Evitar que su mirada resbale sobre nuestro texto como lo haría con la figurita de porcelana que acumula polvo en la estantería del salón.

Por último, aclarar que estamos hablando de la visibilidad en sentido amplio, extensible no solo a la vista sino al resto de sentidos. Debemos generar un sueño repleto de imágenes, olores, sabores, que atrapen la atención del lector. Y esto se consigue, por supuesto, por medio de las palabras. Sobre todo sustantivos y verbos. Son los más capacitados para evocar imágenes. Los adjetivos y adverbios, en cambio, no son más que muletas en las que podemos apoyarnos en algunos tramos, muy útiles, pero de las que no se debe abusar y a las que no conviene recurrir en exceso si pretendemos que nuestros textos avancen con firmeza hacia el cerebro del lector.

 

21 Responses

  1. Mel

    Pobre Dina, mira que dejarla en cueros, digo en escamas, o plasti-bolas o lo que tenga, queda claro : su vestido es importante, habla de ella. Esta es una señorita de campo con trencitas y todo.

  2. Antonia

    Las lágrimas resbalando por las mejillas y antes brotan de los ojos, sacan lo peor de mí.Es difícil, no obstante mostrar esa acción, pero seguro que entonces lo mejor va a ser que no llore 🙂
    Felicidades Susana por tu espacio, que siempre es un aliciente para aprender y mejorar, y también por tus figuritas, vestidas con tu imaginación.Las pinzas son graciosísimas por lo grandotas, ahora bien, yo suelo tender el vestido por abajo. Podríamos opinar también sobre eso.
    Bien, sin tópicos, un abrazo.

    1. Susana Revuelta

      Que va, hija, las pinzas son de 2 cm y los plastidinos de 6 cm, que lo acabo de medir. Igual desproporcionadas sí, pero muy pequeñas. ültimamente los de los chinos me sonlíen cuando entlo, les suena mi cala. Tol día ando buscando mini-inspiración en sus estanterías. De momento, tengo en proyecto al del carnaval.

    1. Susana Revuelta

      Juana, como he comentado más abajo, hay que confiar en esa mirada propia y hacerla girar en torno al resto de detalles que puede haber en una escena. Ahí es donde se halla.

  3. Rafa Heredero

    Parece un consejo sencillo… cuando te leo la explicación o cuando veo cómo están escritos algunos textos con sus propias imágenes. Otra cosa es tener la capacidad de ponerlo en práctica. Casi me apunto a no llorar, como Antonia.
    Un abrazo.

    1. Susana Revuelta

      Rafa, ¿qué te voy a decir? Tú si que manejas bien los recursos. Así que si no hay que llorar, pues no se llora. De hecho, conforme releo la teoría y vuestras respuestas, me voy dando cuenta de que los relatos muchas veces evolucionan (y para bien) a costa de nuestras limitaciones: si no sé describir esto, pues escribo lo otro. Y vamos encontrando nuestro espacio y hasta modificando la idea inicial. Realmente todo un entretenimiento.

  4. Antonia

    Ana, en casos como este, lo mejor es lavarse con el vestido puesto y tenderse con él y de paso te bronceas y el pelo se queda con brillo.
    Consultar antes el tiempo.

  5. Antonia

    Rafa, tampoco ríamos a mandíbula batiente. Lo mejor va a ser «poner cara de poker» Ufffffffffffff, que difícir lo tenemo broder que decía «Er Navaja».

  6. Susana Revuelta

    Bueno, Antonia, si el personaje tiene que llorar pues que llore. Eso no lo vamos a cambiar. Pero si no sabemos cómo sustituir «Luisa sintió una cascada de lágrimas que brotaban de sus ojos y resbalaban por sus mejillas» que hemos escrito en el borrador de nuestro texto, hagamos otra cosa. Podemos ponerle gafas. Todos los gafotas sabemos que al llorar, e incluso instantes antes, los cristales se empañan. Entonces ya tenemos otra imagen donde centrarnos y recrearla con detalles. A esto se refiere la teoría que os he puesto ahí arriba de lo que cada uno elaboramos con nuestras experiencias. Podría entonces ocurrir que «Luisa sintió que una bruma se interponía entre sus gafas y la esquela del periódico que tenía delante. Lo cerrá de un manotazo y salió de la cafetería tropezando con una silla». No sé, un giro por ahí. Y mejor no mencionar cuando el personaje va a llorar: lágrimas, llanto, tristeza, … Queremos verlo, no que nos lo cuenten.

  7. Susana Revuelta

    A ver, que estoy lanzada. Otro ejemplo, el archifamosísimo «manto blanco» o «alfombra blanca» que yo también he utilizado en alguna ocasión al referirme a la nevada que cubre los campos. Pues lo mismo. ¿Qué tal poner un detallito en esa imagen que resalte la blancura sin aludirla explícitamente? «Lo único que rompía la monotonía del paisaje helado era el esqueleto cuajado de témpanos de aquel roble solitario». Bueno, esto me ha quedado más poético y no es lo que yo diría. Pero se trata de que se vea que ha nevado mucho, ¿no?

  8. Susana Revuelta

    Peeero si vemos que nos trabamos y que no somos capaces de resolver la situación, que no sabemos describir algo, cosa que ocurre muy a menudo, hacemos como el agente que estaba escribiendo el informe de un accidente con víctima (sí, el del chiste). Como no sabía escribir arcén, dió una patada a la cabeza del accidentado hasta situarla en la calzada, que eso sí sabía escribirlo. Si la casacada de lágrimas o el manto de nieve no nos dejan avanzar, a tomar por saco el llanto y la nieve. Ya se nos ocurrirá otra reacción u otro paisaje, faltaría más.

  9. Mel

    ¿? y simplemente decir que lo único que destacaba entre la nieve que había caido toda la noche era el esqueleto congelado de un templario colgado del roble solitario¿?, NO me he podido resistir, tanto lío con el manto blanco, alfombra espumosa y demás zarandajas, si ha nevado, ha nevado y ya esta no¿?

  10. Susana Revuelta

    Pues eso, Mel, eso. Lo tuyo mejor, porque incluyes elementos de la trama en el ya odioso manto blanco y lo aprovechas para hacerla avanzar. Perfecto.

  11. Antonia

    Dejó la mesa tan llena de agua salada que los bomberos tuvieron que venir con bombas de achique.

    Perdió fluídos acuosos por los orificios visuales.

    Sacó del bolso el pañuelo y luego tuvo que ponerlo a secar junto al radiador.

    Pasó la lengua por los labios húmedos. Sabián a sal.

    Bueno, va a haber que encontrar los relatos para ajustar el suero salino vertido por los órganos de la visión.

    Creo que eso va a se más difícil que no berrear a moco tendido.

    1. Amélie

      Decidme, decidme cómo se puede escribir o insinuar que alguien llora porque yo no tengo recursos y lo de «las gafas que se empañan» como que no lo acabo de ver. Muy graciosas las sugerencias de Antonia.
      Por lo demás, muy bien esta sección y me encantan los dinos.

  12. Susana Revuelta

    Primero, ni idea de lo que son los orientales, Antonia, me he despistado.
    Segundo, Ginette, lo de llorar, vaya tela. Y más teniendo en cuenta lo muy a menudo que lloran nuestros personajes. He puesto un ejemplo muy tonto, la verdad, con las gafas. Lo que intento yo misma es olvidar la cascada de lágrimas. Cuando se llora se mezcla lo físico con lo emocional: lágrimas, mocos (sí, mocos, aunque no parezca muy bonito verlo escrito), los oídos taponados, las manos desbaratando una colección de fotos de la pareja juntos, …
    Lo que mejor expresa el sentimiento es ver cómo procesa el personaje la situación. Alguno se derrumbará directamente, una hija atenderá a su anciana madre sin tiempo a pensar en sí misma, el hijo pródigo se regalará una dosis extra de alcohol…
    Todo eso mostrarlo, sin anticipar que hay lágrimas. Provócalas.

  13. Antonia

    Susana, lo de los orientales era referente a vestir a la «dina» para carnaval, los orientales son los chinos que te sonlien y el recurrir a Epi era porque él tiene un baul lleno de disfraces, creo.
    Uff, he tenido que repasar para acordarme sobre qué iba el tema 🙂

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