Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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Mnstrscp 2018 – R1 – Encuentro2

Los participantes con los seudónimos :   BERNINI– NUREJEV – CAMILLE CLAUDEL

Esta ilustración entra en concurso. Parece ser que todos los bebitos vienen de París, incluidos los monstruoscópicos…

 

Un relatazo digno de este concurso que cumpla con las siguientes bases:

PLAZO : Antes del domingo día 16 de septiembre a las 24 horas peninsulares españolas 

Relato que TRANSCURRA en : TORRE EIFFEL

Deberá contener una de estas dos frases (o las dos, si os atrevéis)

          a) Maltratador precoz: en la guardería, arrancaba cabezas de muñecas.

          b) ¿Por qué no me callas?

EXTENSIÓN máxima de 150 palabras (frasecita(s)) no incluida(s)

TODO LO DEMÁS: estilo, época histórica, temática etc es LIBRE

Deja aquí tu relato

Votación de este encuentro

Votación a mejor ilustración de Arquitectura

 

7 Responses

  1. Diablote

    coincido contigo en que es mono, esos cuernos, rojos, brillantes, como los de su tito Diablote. eso sí, las ropas tan horteras como el tío Ángel. ¿Será niño, será niña?

  2. Melisima

    El amigo de NUREJEV

    Toda la vida se pasó Quino intentando demostrar su inocencia, pero el pobre era un enclenque mental, qué le vamos a hacer. Ya de crío le tacharon de maltratador precoz en la guardería: arrancaba cabezas de muñecas y, si pillaba una cucharita o algo, les sacaba los ojos también. Un sádico es lo que es, murmuraban los maestros de primaria. Un psicópata en ciernes, dictaminó el psicólogo del instituto cuando descubrí en su mochila una lagartija viva atravesada en canal con un pelo de marquetería.
    Solo me tenía a mí. Y yo solo le tenía a él. Con eso me bastaba, con tener aunque fuera un único amigo.
    En el viaje de fin de curso fuimos a París y un día nos llevaron a visitar la Torre Eiffel. Yo estaba excitadísimo, convencido de que el asqueroso de Nacho resbalaría, caería desde arriba y todos acusarían a Quino.
    Pero había demasiadas medidas de seguridad. Tendría que esperar otro momento mejor.

  3. Melisima

    Atardecer en París de CAMILE CLAUDEL

    Mi chica odia las alturas, tu chico teme que se produzcan atentados.
    En el ascensor intercambiamos esta información junto con un par de pisotones. Reímos cómplices.
    Ya arriba, nos mezclamos entre los turistas que fotografían París a través de la trama metálica.
    – ¿Tú crees que la protección está para impedir suicidios? – preguntas.
    Asiento.
    – Seguro. Cuando tenga que separarme de ti, querré suicidarme…
    Ríes.
    Hablo.
    Te resumo mi vida en cien palabras.
    – Aunque no lo parezca, soy malo. Fui un maltratador precoz: en la guardería arrancaba cabezas de muñecas. ¿No te da miedo?
    Vuelves a reír.
    – De adolescente, fumaba a escondidas
    – ¿Y ahora? ¿Cuáles son tus maldades?
    – Enamorar mujeres de ojos almendrados en la Torre Eiffel – contesto.
    Me miras a los ojos. El sol desciende sobre los Campos Elíseos.
    ¿Por qué no me callas? Si me dejas seguir hablando, terminaré pidiéndote que te quedes conmigo para siempre y soportes las maldades que estrenaré en la vejez.
    – Cuéntame más – dices en cambio.

  4. Melísima

    Caída libre de BERNINI

    Habría preferido el París plomizo, de un gris mortecino y lánguido que nos habían contado, al París azul radiante en el que estábamos. Paseamos por la orilla del Sena como dos enamorados de viaje romántico en la ciudad del amor. El tañido de las campanas de Notre Dame revolvió nuestros sentimientos; entrelazamos las manos sin querer y nos sinceramos. Me contó que había sido diagnosticado como maltratador precoz: en la guardería arrancaba cabezas de muñecas. El psicólogo le recomendó canalizar aquella inclinación generando adrenalina extra. Por eso estaba allí; y por la causa, claro. Esperamos un buen rato en la cola de la torre Eiffel. Teníamos calor, pero los trajes aéreos no se notaban nada debajo de la ropa. Tecnología punta. En el tercer nivel, desde la plataforma, nos desnudamos como dos strippers y saltamos al cielo parisino, convertidos en hombres pájaros. Desplegamos la pancarta, sin dejar de sentir sobre los míos, el dulce tacto de sus dedos.

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