Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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Mnstrscp2019 – R2 (fantasia)- E10

R2 – E10 : Kriptonita

Los participantes con los alias :

SCROOGE – ROBINSON CRUSOE – SOLDADITO DE PLOMO – RUMPELSTILTSKIN

  • * deberán escribir un texto de MÁXIMO 150 palabras (título no incluido)
  • * antes del domingo día 17 de noviembre a las 12 de la noche (hora peninsular española)
  • *donde nos hables de objetos malditos o las maldiciones mágicas, aquellos que traen desgracias al mundo o a su dueño. Puedes idear uno nuevo o reutilizar la Caja de Pandora, la Kiprtonita de Supermán, el retrato de Dorian Grey, la maldición de Tutankamón…

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7 Responses

  1. Genio en nombre de Robinson Crusoe

    Sr. Carámbano de Robinson Crusoe

    A mí me echó mal de ojo un perrito chihuahua. Y todo porque me reí al verlo temblar de frío. Recuerdo que en ese momento su dueña tiró de la correa y que él, mientras se alejaba, me mantuvo la mirada. Desde entonces su inclemente condena me tortura a diario. Ocurre que me levanto normal, pero luego, a media mañana, noto como va descendiendo mi temperatura, empezando por abajo siempre y extendiéndose después, de forma paulatina, al resto del cuerpo. Es por la tarde, tras dejarme el torso en letargo, que el fenómeno sobrepasa mis hombros. Un vaho helado sale ahora entre mi cuello y la camisa que me eriza la piel de la cara. Pronto el mentón será un bloque de hielo y mi gesto un rictus impasible. A media noche saldré a recorrer las calles. Los que saben de mi gélida mirada cambiarán de acera al verme.

  2. Genio en nombre del soldadito de plomo

    Recuperar la armonía del Soldadito de plomo

    En el inicio de los tiempos, el genio de la caja con resorte nos lanzó una maldición, celoso por mi relación con la bailarina de papel:
    —Próximas melodías vendrán que os paralizarán —dijo contundente, aunque pronto la olvidamos.
    En nuestra habitación de los juegos, las tizas hacían dibujos de colores y las plastilinas creaban seres fantásticos. Los soldaditos de plomo nos manteníamos alerta en nuestros puestos. Éramos felices. Una tarde, el primo mayor del niño conectó un diabólico aparato a la red del que salían unas impúdicas piezas, nada que ver con Chaikovski. Todos los juguetes clásicos entraron de inmediato en un letargo casi mortal. Menos yo, porque mi querida bailarina me enseñó a apreciar todo tipo de música en nuestros encuentros secretos. Por eso, en el momento en el que los niños se fueron a merendar, pude tirar del cable para salvarlos de aquel condenado reguetón.

  3. Genio en nombre de Rumpelstilskin

    LA SIMA MALDITA de RUMPELSTILTSKIN

    El sol se ponía al horizonte cuando vimos regresar a Raúl. Había ido solo al lugar del yacimiento a por su cámara olvidada. En la cena estuvo callado y serio contrariamente a su costumbre. Durante la noche gritó, estaba delirando con fiebre muy alta que apenas conseguimos bajar. Por la mañana por fin su cara se relajó; parecía dormido. En realidad, lo estaba, eternamente.
    El hecho revolucionó a todo el campamento, algunos no quisieron volver al yacimiento a excavar, decían que algo maligno se ocultaba ahí. Alertado, el ministerio nos conminó regresar a Londres.
    En el aeropuerto de Nairobi, después de facturar y subir al avión ayudé a Irina a colocar su mochila en el compartimento superior cuando de pronto apareció una especie de araña peluda que rápidamente se escabulló debajo de los asientos.
    Al llegar a Londres, Irina estaba callada y seria.

  4. Genio en nombre de Scrooge

    LA BOLA MALDITA de Scrooge

    Me gustaba tanto la bola de cristal que encerraba una escena invernal, que en un despiste del viejo dependiente me apropié de ella. Ya en casa, la agité con todas mis fuerzas. Abundantes copos de nieve comenzaron a cubrir la habitación que había en su interior. Estaba maravillado. La di la vuelta y la agité de nuevo sin quitar ojo, quizás por eso tardé en percatarme del frío que hacía de pronto. Todo mi cuarto tenía una capa blanquecina de nieve recién caída y, sentado frente a mí, el viejo dependiente me miraba ceñudo; asustado le pregunté qué quería y le ofrecí la bola. Su respuesta fue una risa siniestra tras la cual desapareció. Empeñado en volver a la realidad agité de nuevo la bola, fue al hacerlo cuando vi mis manos arrugadas y llenas de manchas y al mirarme al espejo, la cara de un viejo tatuada de espanto.

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