Multiverso
No supimos caber en casa. Horacio el primogénito, se instaló en el reloj de pared fascinado por el sonido armonioso del carillón. Las peques se extraviaron en un día complicado de lluvia y nadie las devolvió al hogar. Mamá, como compraba cada día naranjas, se fue a vivir con el frutero para ahorrarse las idas y venidas. Papá, con sus tentáculos y ventosas, fue haciendo suyos los cuartos que quedaban libres. Yo pronto me acomodé en el hueco de la escalera del bloque. Me apropiaba de los cachivaches que caían de las ventanas de los vecinos y mami me traía manzanas los domingos. Con el tiempo, me acostumbré a leer con poca luz, jugaba solo al ajedrez, escribía poesía, espiaba a los vecinos y poco a poco hice nuevas amistades. Sobre todo, después de atravesar el espejo de la entrada para encontrarme con Alicia.