26. El último paseo
No recuerdo a mi padre más allá de las fotos cuarteadas que mi hermana Sara conserva. Sólo sé de él que fue una sombra obligada a esconderse. Sin embargo, aunque también la perdí pronto, no olvido el rostro sereno de mi madre que, como una luna vigilante, se asomaba a nuestro cuarto antes de irse y tras un cuento corto y un beso largo, nos rogaba que, pasara lo que pasara, no despegásemos los labios. Que iba a dar un paseo, que enseguida volvía… Poco después, se escuchaba la cruel armonía de unos pasos marciales asaltando los peldaños, y dos soldados impasibles y un policía despiadado golpeaban la puerta y se la llevaban a rastras: así todas las noches de todos los días. El miedo me robaba el aire y Sara detenía mi temblor con un abrazo firme. Luego, un silencio amenazante ocupaba la casa hasta el amanecer. Entonces, su canto agridulce apartaba la niebla y volvíamos a verla con el pelo rapado, la mirada agachada y la piel dolorida. Aquellos hombres de intenciones renegridas decían que buscaban a mi padre, pero sabíamos que venían por ella. Por eso, desesperada, se arrojó por el hueco de la escalera.
Terrible testimonio el de tu protagonista, testigo directo del drama de sus padres, imposible de ocultar, una realidad espantosa que genera víctimas y se nutre de inocentes.
Un abrazo y suerte, María José
Durísimo relato que, por desgracia, no nos es ajeno… Y que no se olvide nunca! Me ha puesto los pelos de punta. Bien hecho, María José!!
La crueldad de algunos humanos no conoce límites, amparados en las diferencias políticas o religiosas, da igual, solo se trata de crueldad y sadismo. Las vidas de dos adultos y dos niños destrozadas y marcadas para siempre.
Muy, muy triste. Has sabido transmitirlo.
Maria José, me has dejado el corazón encogido. Tan duro y tan real a la vez. No debemos olvidarlo.
Un abrazo y suerte.
La guerra es el acto más feroz en el que los vencidos tienen que soportar castigos, insultos, humillaciones, en definitiva, abusos de toda índole. Esto fue así y es así en todas las guerras. Todos sufren, pero las mujeres y los niños padecen las represalias más vejatorias. La violencia es un fracaso y una indignidad por parte de quien la práctica. Y no podemos ni debemos olvidar.
Muchísimas gracias, Ángel, Susana, Rosa y Rosalía por la generosidad de leer y comentar.
Un abrazo para todos 🤗🤗🤗🤗