27. Multiverso
No supimos caber en casa. Horacio el primogénito, se instaló en el reloj de pared fascinado por el sonido armonioso del carillón. Las peques se extraviaron en un día complicado de lluvia y nadie las devolvió al hogar. Mamá, como compraba cada día naranjas, se fue a vivir con el frutero para ahorrarse las idas y venidas. Papá, con sus tentáculos y ventosas, fue haciendo suyos los cuartos que quedaban libres. Yo pronto me acomodé en el hueco de la escalera del bloque. Me apropiaba de los cachivaches que caían de las ventanas de los vecinos y mami me traía manzanas los domingos. Con el tiempo, me acostumbré a leer con poca luz, jugaba solo al ajedrez, escribía poesía, espiaba a los vecinos y poco a poco hice nuevas amistades. Sobre todo, después de atravesar el espejo de la entrada para encontrarme con Alicia.
Como em esa película coreana oscarizada: «Todo a la vez en todas partes», en tu relato todo es posible a un tiempo y en diferentes escenarios, con esa escalera como hàbitat posible y completo para el protagonista.
Un abrazo y suerte, Mei.
¡Ole! Te aplaudo con las orejas. Leerlo ha sido como estar dentro de una película de Tim Burton. Como no podía ser de otra forma para un relato tan fantástico, tu protagonista tenía que atravesar el espejo.
Un abrazo y suerte.
Aquí hay algo mas que fantasía. Esa madre que vivía con el frutero y las ventosas del padre que todo lo invadía. El primogénito en el mundo del reloj, las niñas perdidas y el prota escapando de aquella casa de locos refugiado bajo la escalera y la fantasía. ¿Es más profundo de lo que parece en una primera lectura?
Maravilloso.
Tenía que ser tuyo.
Un abrazo.
Ángel, Rosalía, Rosa, Yolanda, muchas gracias por comentar.
Me encanta. Todas las ubicaciones tienen su lógica, por supuesto. Y a mí me encantaría ir al encuentro de Alicia (si puedo volver, eh!).
Un abrazo.
Carme.