Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

492. LOS DOS JOROBADOS, de El Bosque Embrujado

– Oyendo por allá y escuchando por aquí…, me dijeron que en un bosque vivían “Dos Jorobados”.

Pero llego un día que, sorprendentemente, uno de ellos vio que al otro le había desaparecido su joroba…
– ¿Cómo te los has hecho?, -preguntó-.
Este le explico que había sido muy fácil: Que en una casa, al otro lado del bosque, vivían unas Brujas. Una noche se acercó, se quedó quieto junto a su puerta. Entonces escuchó como las Brujas cantaban:
– “Uno de Enero; dos de Febrero; tres de Marzo;  cuatro de Abril; cinco de Mayo; seis de Junio; siete de Julio”…
– ¡San Fermín! -se adelantó gritando el jorobado.  
            Oyéndolo, las Brujas saliendo de la casa…, le quitaron su joroba.
            El otro hombre, sorprendido y esperanzado, se dirigió la noche si-guiente, a la casa de las Brujas, con la seguridad que sería la última vez, que arrastraría su joroba…. No tardó mucho en oír su canto:
– “Uno de Enero; dos de Febrero; tres de Marzo;  cuatro de Abril; cinco de Mayo; seis de Junio; siete de Julio”…
– ¡Ocho de Agosto! -exclamó el segundo jorobado-.  
            Las Brujas al oírlo,  en vez de quitársela, le añadieron la del otro jorobado…
        

491. UN LUGAR PARA DESCUBRIR, de Légamo

Cuando vivía mi abuelo y yo tenía pocos años me contaba que muy cerca de su pueblo natal, en la comarca de Saja Nansa, existía un lugar secreto en el bosque. Me explicaba que desde una roca con forma de cacahuete se contempla un precioso valle vestido de amapolas silvestres, arropado por macizas laderas y decorado con cimas de nieve de forma quebradiza. Para llegar a este lugar, a pie de un río, se hallan un puñado árboles que según mi abuelo viven eternamente por contener veneno en sus hojas. A estos árboles se les denomina tejos, y al llegar al último tejo solitario, un camino te guía a una inmensa braña. Tras ella, te adentras en un espacio rodeado de acebos y robles para alcanzar la cima con su roca con forma de cacahuete.
Llevo años buscando ese lugar. El río, los tejos, la braña, la roca en forma de cacahuete… no lo he encontrado.
Hoy me dirijo a vosotros: lugareños, leñadores, lectores, viajeros… Si alguno de ustedes se tropieza con este lugar no se lo digáis a nadie, pues es un lugar secreto.

490. LAVANDA, de Roble

El viento soplaba un poco más fuerte de lo estrictamente necesario, haciendo que las hojas de los robles se movieran de una forma un tanto sospechosa. El camisón de Aurora se mecía al compás de las hierbas, un poco altas, que le rozaban las pantorrillas, la sensación era agradable. Las primeras gotas de lluvia aparecieron sin previo aviso pero provocaron un perfume sin igual, una mezcla de lavanda y tierra mojada, divino, con un poder evocador sin precedentes. Aurora se dio cuenta que estaba empapada, el camisón se le pegaba al cuerpo como una segunda piel…
Suena el despertador, el sol entra a raudales por la persiana entreabierta, la noche tormentosa ha dejado paso a un día espléndido. Aurora ha tenido un sueño muy agitado, pues se levanta empapada en sudor. A través del espejo se ve enredado en su pelo unas minúsculas flores de lavanda. Ella no las ve, pues está muy atareada intentando subir a la silla de ruedas para desplazarse al baño y tomar una ducha. Se siente bien, muy bien.

489. ESPERA EN EL BOSQUE, de Anaconda

En este anochecer frío y nublado, estoy esperando a la vera de este intrincado sendero ubicado en un tétrico rincón sombrío del bosque. La incipiente oscuridad parecen no cubrirme, pero si la paciencia. No hay nada que no ocurra si una anaconda asesina tiene la suficiente convicción de esperar. Esperar es la clave. Esperar hasta que la presa aparezca, hasta que la presa se acerque. Esperar…esperar…
Esta senda parece una garganta infinita en la oscuridad que no conduce hacia ningún lugar. Espero con el tesón de un verdugo y no muevo un solo músculo. Estoy inmóvil, imperceptiblemente inmóvil, tan inmóvil como una piedra, como si se hubiera detenido el propio tiempo.
 En este universo de quietud, mis pensamientos se encadenan y percibo este silencio profundo con una fúnebre convicción. ¿Es sólo por necesidad de alimentarme? Mi naturaleza es asesina y sólo yo comprendo que esta ansia de depredar es una necesidad que me carcome día y noche.
En esta tenue oscuridad, con este insaciable deseo de matar lo veo venir al viejo cazador caminando lentamente por el sendero y siento regocijo mientras me preparo. Por ahora esta espera ha terminado, pero otra nueva espera seguirá asechando conmigo en el bosque.

488. CONTUBERNIO (LA ÚLTIMA DECISIÓN), de Nueces

El sanedrín del bosque ha decidido que el oso tiene que abandonar estas tierras porque, desde que llegó, arrasa con cualquier cosecha que se encuentra en su camino: la de nueces, la de avellanas, la de miel y también la de frambuesas y arándanos. Los lobos, desde que él llegara, ya no molestan a las crías del resto de los habitantes del bosque y todos pueden campar ahora a sus anchas, sin miedo… aunque con hambre.
El más sabio de todos, el búho, asegura que el hombre es el único ser al que el oso teme. Se decide así, por unanimidad, que se llamará al hombre para que expulse al oso, pero nadie ha olvidado todavía que también fue idea del búho llamar al oso para expulsar a los lobos.

487. EL AVIÓN, de Olmo

El avión aterrizó puntual. Allí estaba Beto -sonrisa acogedora- a pie de escalerilla. Metro 80, pelo corto azabache, ojos claros en un cuerpo fibrado de piel canela. Trabajador del aeropuerto se permitía esta cortesía con sus amigos, y yo, amigo de un amigo, merecí su atención.
Ya en nuestras conferencias, yo en Madrid y él desde Buenos Aires, aprecié su actitud sin prejuicios, pero admito que aquel primer contacto/abrazo estuvo más allá de lo imaginable.
El estudio de la perdida de los bosques nativos argentinos, el palo rosado en el norte y el alerce y algunas araucarias y cipreses en el sur, motivó mi viaje.
Recogiendo el equipaje intercambiamos furtivas miradas, preguntas y comentarios sobre Chema. Caminamos despreocupados hasta el parking apreciando la proximidad de nuestros cuerpos, encajamos los bultos en el coche entre roces y sonrisas y nos acoplamos dentro.
-¿Qué querés que hagamos?- preguntó Beto.
-Y vos ¿qué? – añadí, mientras calladamente mi corazón infartado fantaseaba: …transitar tu orografía… mirarme en tus ojos… abrazar tu tronco… anidar en tus labios… enredarme en tus brazos… anegar tu  pecho… fluir en tu vientre… descubrir tu sexo…–.
-Beto ¿querés venir al bosque conmigo?…- aventuré a insinuarme.

486. LA LLAVE, de Zarzal

He cerrado la puerta con llave para que mi padre no pueda salir. La puerta de casa de mi padre. Ayer, en un descuido, apareció en el bosque, apoyado en un pino, perdido. Un vecino nos avisó, podía haberse caído, fracturado la otra cadera… Al verme, me miró como un chiquillo que, aprendiendo a caminar, ha visto alterada su valentía ante un percance y se alivia al regresar a la seguridad de papá. Pero el papá es él, no yo, y él no aprenderá a valerse por sí mismo con la progresión natural de un bebé; al contrario: la decadencia será irremisiblemente progresiva, se sentirá indefenso en el pinar que tanto disfrutaba.
Se había hecho una pequeña herida en la mano, y temía que le regañara. De vuelta, no paró de tocarme la mano derecha, en el dorso, disculpándose con frases inconexas. Me mostré duro amonestándolo, para que no repitiera estas excursiones.
Cuando cerraba la puerta con llave he visto mi vieja cicatriz, casi imperceptible, donde señalaba mi padre, y he rememorado uno de mis primeros recuerdos infantiles: un niño jugando feliz, choca inadvertidamente con un zarzal, y se provoca unas aparatosas heridas. Ya no me acordaba de aquella cicatriz.

485. IMPARABLES, de Boletus Edulis

El noticiario de las nueve (de obligatoria visión para todos) abría con la misma noticia de siempre, el avance imparable de los bosques:
“… última semana se estima en 200.000 ha el territorio afectado, con un incremento del diez por ciento sobre el mes pasado. De continuar este ritmo, se cree que la especie humana podría desaparecer del planeta en un plazo muy breve de tiempo. En las zonas más afectadas de Asia o América del Norte hace tiempo que materiales como el asfalto, cristal, acero, hormigón, etc. solo son un recuerdo; la vegetación los ha devorado. Mientras se reúnen los países en una enésima cumbre sobre la amenaza forestal sin llegar a firmar acuerdos definitivos, los bosques de todo tipo continúan su imparable y arrasador avance… Algunos países miembros han solicitado a la Organización de Naciones permiso para poner en marcha medidas de choque como la tala indiscriminada, el uso de agentes químicos contaminantes o la destrucción total de hábitats amenazadores…”
Hacía mucho tiempo que no veía un árbol, casi no recordaba como eran. Roble, pino, haya, tilo, abedul, eucalipto, álamo…escribí en una hoja. Caí en la cuenta de que en las noticias jamás sacaban imágenes, ¿nos estarán engañando?…

484. BOSQUES SECRETOS, de Cala

Doy romeros salseros, agapantos y rosas. Ofrezco periplos, frescor, texturas y fragancias naturales; perfumo diariamente.
En otoño, y primavera… suelo ser bosque de hiedra, acero y madera. Atraigo al  placer de mis paseos.  Destilo olor de hojas trepadoras; soy plasticidad, formas, color,  agua y cauce.
Ofrezco lo sencillo, lo fascinante lo espectacular. Soy Bosque Secreto. Mis caminos, en su entorno ambiental; observan la red de otros senderos. Sus veredas, brindan bancos cuadrados, cielo azul, nubes ovales, de blanco  algodón deshilachado.
Siendo yo,  naturaleza inquieta, siento inclinación hacia las elegantes formas del Árbol de Júpiter. Soy testigo de conversaciones,  maneras de disfrutar el mundo, del torrente de unos  ojos, de la  boca que sabe contar  lo que se necesita oír, de secretos, piropos… Atraigo y me atraen.
Sois dichosos, más bellos; bajo la sombra de mi floresta. La soledad que airea mis jardines no es soledad retenida, abre puertas y ventanas. Os  proporciona sensaciones y espiritualidad; serenidad a los sentidos. Convivencia, luz, color, silencio, atmósfera… Deseos de  sentir lo  radiante,  junto a la calidez del sol.
Relaja mi mirador, provoca silenciosos besos sobre la piel  amada, alegres abrazos en su cuerpo, y leves roces en su mano templada…

483. LA PASAJERA DEL BOSQUE, de Quiróptero en la Noche

Había pernoctado helada de frío sobre la copa de un gigantesco draco milenario, acurrucada en ese curioso moño de hojas verde canoso que se desmelena con tirabuzones de flores blancas o frutos rojos.
La vi desperezarse, caldeándose lentamente con los primeros rayos de sol que iluminaban la isla, y también dejarse caer de rama en rama, descolgándose con la habilidad del mono.
Luego, alcanzadas las desnudas cepas retorcidas del tronco, se deslizó por una de sus múltiples hendiduras hasta que atajó el descenso salvando el último tramo con un salto digno de ardilla voladora.
¡Por fin se sentía libre para recorrer el mundo! ¡Libre del maldito bucle esquizofrénico de humedad y calor de aquella selva africana donde estuvo atrapada!
Sin pensárselo, serpenteó entre el enramado de hojarasca hasta alcanzar una escorrentía, se dejó llevar por el agua de un regato que tornó en afluente de río y finalmente desembocó en el mar.
Ahora Rocío flota en el océano, dormitando, empapándose del calor que le hará volar con la levedad del vapor, anhelando subirse a una nube para emprender singladura hacia un nuevo destino.
Debería hablarle de los bosques de Cantabria… Puede que le apetezca dejarse caer por allí una madrugada.

482. LA NATURALEZA DEL AMOR, de Brezo en Roca

Ese día, un día húmedo y maravillosamente perfumado, a causa de la brisa y proximidad del mar, amanecieron corriendo uno detrás del otro.
Por la enorme carretera gris que magullaba poco a poco sus desnudos pies, parecían cantos planos saltando en un río, tras haber sido lanzados hábilmente por un niño.
 La noche anterior la pasaron salivando, jadeando a escasos veinte metros el uno del otro, acurrucados entre la espesura de los bosques del norte, a la espera de un encuentro fortuito, que les arrastrarse a la más noble de las persecuciones, y a su correspondida evasión.
-Es maravilloso ser amado, pero saber que he sido amado por ti, dios de los vulpinos, me hace sentir el ser más afortunado de toda la tierra.
Dijo tristemente la liebre, mientras miraba en la carretera el cuerpo recién atropellado del zorro.
-Ahora, las primeras luces del alba sólo traerán mi sombra.

481. EL PARAISO… ¿EXISTE?, de Amanita 2

Azul y Paz se conocían desde muchas décadas atrás, recorrían juntos los diversos y distintos ambientes de la Tierra, tratando de encontrar ese espacio ideal donde poder quedarse y establecer su residencia, cansados ya de la vida nómada que venían arrastrando.
       Aquel llamativo bosque les atrajo intensamente, la frondosidad de su arbolado y vegetación, la riqueza y musicalidad del conjunto de variados sonidos que en su interior se escuchaban,  la contagiosa tranquilidad que envolvía pausadamente a todos y cada uno de los seres que en el vivían o se encontraban…, no lo pensaron mas.
       Pronto hicieron gran amistad con plantas, árboles, animales y, debido a su carácter errante, ocupaban indistintamente los mas diversos lugares de tan celestial escenario; Un día dormitaban al si de un centenario roble, como el siguiente compartían el nido de las golondrinas, pasando luego a establecerse unas horas con los exaltados renacuajos en las mansas aguas del nítido arroyo;  También disfrutaron intensamente los largos y organizados pasadizos con las hormigas y gozaron de arriesgados equilibrios sobre perfectas telas de trabajadoras arañas.
Y así siguieron todo el tiempo del mundo pues al poco, hicieron una nueva amistad y los tres… Azul, Paz y Felicidad…, viven allí juntos.

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