Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

SEP98. DESCOLORES, de José Mª Morales Delgado

Mi padre era payaso, yo niño prodigio y salíamos a la pista juntos. Él sacaba cosas con colores y me preguntaba «¿de que color es esto?»:“Verde” y el publico se reía. Sacaba otra cosa y si acertaba decía: “este niño está perdiendo facultades”, y así en ese juego entre padre e hijo el público se divertía.
Eran tiempos de higos y a mi me encantaban los “negros”. Una vez en una función sacó un higo “negro” y me preguntó “¿de que color ves este higo negro?» yo dudé unos segundos y le contesté: azul. Aquel día fue esplendido, el público lloraba de risa.
Cuando acabó la función vino un señor y le increpó a mi padre “¡No ve que el muchacho va a tener problemas¡” Mi padre sin inmutarse cogió una bandeja de higos negros y le contestó:” mi hijo cuando sea mayor tendrá problemas pero les dará su solución”. Y cogiendo un higo  le preguntó: “¿de qué color ve este higo negro?, y  él sin pensar respondió: “azul”, y mi padre le contestó: “igual que yo”. El hombre le tendió la mano y  dijo:” tiene razón su hijo no tendrá mis problemas gracias a usted.

SEP97. JIRONES DE SANGRE Y FUEGO, de Rubén Gozalo

Cuando la fruta está madura, es más fácil de masticar, de digerir y sabe más dulce. Aun así, Rosario deja la manzana sobre la bandeja y se estremece, como el rumor de las olas que en ese momento agita el mar de ideas que sobrevuela su cabeza. El dolor no se marcha. En ocasiones, la diarrea es tan fuerte que nota decenas de cuchillas incrustándose en su estómago. Es un sensación atroz, irracional, que no entiende de armisticios ni treguas. Comenzó con una pérdida de peso inexplicable. Luego llegó la fiebre, los vómitos y el cansancio. Su marido le confesó que era algo normal. Un día, en el trabajo, le empezaron a temblar las rodillas y sus ojos se nublaron igual que los de un miope cuando se desprende de las gafas. Conforme transcurrieron las semanas, su risa se apagó y su cuerpo se redujo a huesos y piel.
—¿Ha terminado? —le pregunta la mujer embutida en una bata blanca.
Asiente con la cabeza y cuando vuelve a estar sola, se quita el pañuelo de seda que viste su cráneo, se acaricia la calva que luce desde hace meses y se pregunta en silencio, si alguna vez terminará esa pesadilla.

¡¡ QUÉ GRANDES!!

Ya que hemos abierto  una especie de sección de «buenas noticias de la familia ETC«, aprovechamos el chivatazo de Paloma para comunicaros que nuestro amigo Nacho Rubio está en racha, y acaba de meterse como finalista  en el II Concurso de la Asociación Cultural de Escritores Noveles: 10 relatos seleccionados entre más de 1000… merece nuestra más sincera enhorbuena. 
Pero la noticia, para nosotros, es mucho más interesante ya que además, el concurso también supone una selección entre los participantes para la edición de un libro, y ahí, entre los que van a estar, hemos encontrado un montón de asiduos de ETC: Miguelangel Flores, Sara Lew, Elisa Brioa, Alejandro Pozo, Gloria Arcos, Rafa Heredero, Rubén Gózalo, Blanca Oteiza, Luisa Hurtado, Nicolas Jarque, Miguel Pereira, Paloma Hidalgo, Calamanda Nevado, Laura Garrido…
¡¡¡muchas felicidades a tod@s!!!
Seguid avisándonos de estas noticias que tanto nos gusta compartir

SEP96. MANZANAS, de Mar Horno García

Siempre me gusta tender la colada al atardecer en la cuerda que hay entre los dos manzanos del huerto. Así, no se ahorca, como decía mi madre, que no soportaba que las sábanas le quedaran tiesas como muertos cuando el sol las achicharraba. Después me siento en la mecedora del porche y espero a que él asome por el sendero, con su andar lento, tras acabar su jornada. Cuando me ve, levanta la mano a modo de saludo,  y, yo, siento entonces que las entrañas se me hacen espuma. Hoy no subirá por el camino, como todos los días, pero de todas formas me he sentado a observar con deleite su ropa recién lavada ondear al viento: su camisa, sus pantalones, sus calcetines, su pañuelo, él… ¡Lo que me ha costado colgarlo! Lo veo balancearse, ya sin gracia, y me parece que está a punto de caer de un momento a otro, como fruta madura, aunque algo podrido. No como las manzanas de la cesta que, desde hacía unas semanas, le llevaba a la Encarna cuando se iba trabajar un poco más temprano que de costumbre.

 http://marhorno.blogspot.com.es/

SEP95. HOY NO HA SALIDO EL SOL, de A. Lorenzo Hernández

Hoy estoy triste, amada mía. Las cerezas siguen sin madurar, el arroyo está seco y tú no estás aquí.
Estoy  palpando este futuro gris que empieza a despuntar. Habrá un tiempo en que la fruta madurará sin  olor que perfume el ambiente, habrá un tiempo que engullirá el tacto aterciopelado de los melocotones y los sabores solo serán esencias, mínimas y escasas. Habrá un tiempo en que el verde se convierta en adorno y la piedra en disfraz del asfalto.  Las frutas que antaño alegraban  veredas en los parques envejecerán sin madurar,  los árboles frutales, las flores y tú   encerrados  entre paredes de cristales dejarán de reír y los colores perderán los matices; entonces intentamos enterrar la conciencia junto a una semillita, en botes reciclados. De la misma manera que ya los muertos no alimentan amapolas, de la misma manera que se ha enlatado el canto de los gallos, así, casi sin darnos cuenta,  de la misma manera,  amada mía, que he dejado de cargar la pluma para escribirte cartas, que ya no necesito bolígrafo y papel, de la misma manera que te dejo un te quiero entre las ondas y  puedes aplastarlo con un dedo sobre una tecla ambigua.

SEP94. EL PRINCIPIANTE, de Gabriel Bevilaqua

Tras varios meses el libro ha madurado. Con suma delicadeza lo desprende del tallo y corre hasta el atril. Una a una pasa sus páginas y, al llegar a la última, blasfema como un desquiciado. Luego se hunde en un largo silencio del que emerge con un murmullo:
―Hice todo correctamente: planté la semilla bendecida por las brujas en una maceta con tierra de camposanto, recité el conjuro en latín y derramé la sangre nutricia de aquella muchacha que iba a casarse.
Entonces, desde algún lugar recóndito de la memoria, le habla Simone de Beauvoir:
―La gente feliz no tiene historia.
Y el principiante comprende el porqué de las páginas en blanco.

 http://elefantefunambulista.blogspot.com.ar/

SEP93. VERDE DONCELLA, de Carmen Martínez Marín

Érase una vez una verde doncella…Así empezaba siempre el cuento a su nietecita Clara, sin palabras rebuscadas; sí con muchos giros y vericuetos inesperados que hacían que la niña abriese los ojos con gran admiración hacia el abuelo. Tenía el arte de contagiar entusiasmo, él conocía bien la narración oral. ¿Y cómo sigue?.. Espera, espera que todavía no hemos llegado al final. Con su voz temblorosa, pero templada, lo hacía largo, lento y con muchos detalles. Clara expectante nunca dejaba de sorprenderse. Sabía que él lo agradecía. Boquiabierta prestaba  atención hasta  la frase mágica…Y  aquella verde doncella, sólo le faltaban unos días de sol para adquirir el brillo y la mácula sonrojada por los rayos, para dejar de serlo. Abuelo, esa soy yo. Él  siempre le respondía lo mismo: sí, tú algún día serás como la fruta madura.
Pasaron los años y Clara supo que “Verde doncella” era aquella manzana que el abuelo, después de sacarle brillo, frotándola sobre sus pantalones le daba del huerto. Ahora que él ya no está, ella lleva la producción. Cuando las envasan en cajas, repasa el calibre, el brillo y la maduración. Se acuerda de las noches de cuento del abuelo.

 http://aymaricarmen.blogspot.com/

SEP91. TRES HERMANAS, de Mª Carmen Gómez Caro

He abierto el álbum al azar y mis ojos se encuentran con la primera foto. En un día claro, sentadas en el suelo del patio, estabais las tres hermanas, niñas aun, sonriendo. La mayor tendría siete años, la pequeña gateaba, y la mediana miraba curiosa sus sandalias rojas. Erais mi trocito de cielo,” las tres de todos mis cuentos”.
De la noche a la mañana crecisteis y comenzó la primavera. Y trajo amores y fracasos, exámenes, fiestas, gritos y llantos, renuncias, engaños. La vida fue bailando con mis tres niñas su música de reveses y entereza.
Cierro el álbum y miro por la ventana, como si desde allí pudiera ver todo lo que se fue. Tuve miedo alguna vez, lo admito, pero se quedará callado en lo más hondo del olvido. Porque el  tiempo pasó, sanaron heridas, se abrieron caminos, volvieron las risas.
Hoy estáis en la treintena, y llegáis a mi casa hablando de libros, repartiendo besos, acunando a vuestros hijos, y os veo otra vez sentadas en mi patio sonriendo, como si nunca os hubierais ido. Sois la fruta madura de este árbol orgulloso, las tres hermanas “como en los libros de cuento”.

SEP90. TORTILLA DE PATATA, de Aurora Royo

Reconozco el inicio del verano porque el patio de mi casa se llena con los aromas y los sonidos del  proceso de preparación de la tortilla de patata, el  reiterado sonido de los tenedores batiendo contra el fondo de los platos. Por fin empieza el calor y los vecinos dejan abiertas las ventanas de sus cocinas.
Por eso todos los septiembres son especiales para mí. Terminado el calor, se amortiguan los sonidos de la tortilla de patatas, la oscuridad vuelve a hacerse con el atardecer y el silencio de mi patio me hace sentirme triste y vacía.
Sin embargo, este septiembre es el más especial de todos. Pasada la barrera de los cuarenta me siento como fruta madura.

SEP89. EL ASILO, de Òscar Pareja Bañón

Desde el exterior, el asilo parece enterrado pero una vez  cruzas su torcido y viejo umbral, te das cuenta que no es así, que dentro hay más luz y vida de la que puedas imaginar. Los viejos pasillos llenos de claroscuros se confunden con los nuevos artistas callejeros que trazan dibujos sobre las paredes. Rugen y susurran sus cimientos, provocando temblores en la débil luz de un quinqué que se adentra en la oscuridad e ilumina la ascensión del polvo a cada paso.
        En cada habitación, un fragmento de vida. Un objeto que recuerda a su dueño. Un cesto de manzanas rojas, junto a un fragmentado espejo. Un enorme tridente vestido de algas fosilizadas. Una vieja rueca que contiene una gota de sangre que golpea, invisible, su pedal. La enorme maqueta de una torre encantada. Un vestido roido de piel de Dálmata que sigue oliendo a tabaco. Una baraja de cartas a las que le faltan un fragmento. El llanto de unos zapatos deteriorados por la ausencia de su par.
         Al cerrar la puerta de dirección, extraigo la caperuza de mi hija. Ellas me dicen: \»Bienvenida, hace tiempo que te estábamos esperando. Madame Mim te acompañará a tu habitación\».

SEP88. UNA VISITA DESEADA, de Daniel Sanz Merino

Envolví su manto de noche entre mis dedos, la así de su brazo y sin esperar su consentimiento, me la llevé de allí.
Su carita reflejaba el más cruel de los castigos… la desilusión.
¿En quién iba a creer ahora? ¿Qué le quedaba en la vida? Si el ser que más amaba, se le diluyó de entre los dedos y se deshizo, como se deshace el hielo, al darle el sol.
«Cómo fruta madura». Pensé al instante de mirarla a los ojos y ver su expresión ausente, ida, y no de otra cosa que no fuera el pensarle, regalar sus últimos pensamientos a quién tanto daño la causó…
No pude por menos de abrazarla y regalarla mi aliento, sintiendo en la penumbra de la noche, la soledad de su perfume, su desvaído abandono; su necia manera de dejar que se le fuera la vida por un inocente culpable… (¿Tienen la culpa acaso los humanos de dejar de amar, más fácil quizás, que cuando aman?)
Sentí entonces los latidos desbocados de su corazón, y comprendí al instante… ¡Él la mató!
No, no se negó… ¿Quién es capaz de resistirse ante la oportuna visita de la muerte?

  http://soldenoche-daniel.blogspot.com.es/

MÁS INSPIRACIÓN… DESDE EL HOTEL MOOSE

Ya sabéis que una mujer sólo se enamora una vez en su vida y si la cosa no ocurre hasta entrados los cuarenta años… En fin, ¡hay que apresurarse!
Veréis, no estaba vacunada contra el amor mediante algún flirteo juvenil. Empecé a trabajar como institutriz desde muy joven, y una institutriz no tiene demasiadas oportunidades para poner a prueca su templanza. Así que el golpe, aunque tardío, había sido muy fuerte. Es ahí cuando una mujer se encuentra consigo misma: cuando se enamora. No importa si es vieja o gorda o aburría o simplona. Siente ese cosquilleo debajo de las costillas y se cae del árbol como una fruta madura. No me importaba que Roger Mifflin y yo hiciéramos una pareja tan extraña como la del doctor Johnsson y su esposa, sólo estaba segura de una cosa: que en cuanto volviera a ver a aquel diablillo me entregaría totalmente a él… si el quería, claro. Por esto, el viejo Hotel Moose e para mí un lugar sagrado. Es allí donde supe que la vida todavía me reservaba cosas frescas, cosas mejores que amasar pastelillos para Andrew.

CHRISTOPHER MORLEY, La librería ambulante, Edit. Periférica

(Lectura propuesta por Rafa Heredero)

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