Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

JUN74-1000. EL LIBRO, de Calamanda Nevado

A mi amiga  Margarita le encanta leer, prestar, comprar, hablar, o pedir… libros. Es su hobby. Los quiere tanto que, desea vivir rodeada de ellos, y no le importa comprarlos; aunque su poder adquisitivo, no es alto. A menudo nos dice, en confianza: “no me importa tener la casa llena de libros. Es estupendo poseerlos, verlos, y releerlos”.  A mí cuando me ha prestado libros, igual que a muchísima gente,  me ha dicho, “tranquila, léelo cuando puedas”, ya lo devolverás.
Recuerdo particularmente uno que, no le devolví.
Una mañana, hace unos años, camino de casa, la encontré. Ese día, ella deseaba recuperar su libro. -No lo tengo margarita, seguro, seguro.- Insistió durante largo rato, “si, lo tienes”. Dicho desde el cariño, no ofendía. El libro en cuestión había andado durante un largo periplo de tiempo, por numerosas manos. Ella y yo lo sabíamos, y esto nos desconcertaba. Era idea la que yo acuñé, cuando defendí mi posición, y convicción.
Semanas después, limpiando mi librería, casualmente, encontré el libro. Me embarga desde entonces, una mezcla de pena y vergüenza hacia ella. Me faltó valor, y no se lo he devuelto. Tampoco le he pedido prestado, ninguno más. Seguimos queriéndonos mucho.

JUN74-1000. CASAS, de Lidia (excepcionalmente…)

¡Vamos, vamos! a la casita azul donde dos seres se aman entre aguas, donde se miran, donde se abrazan…
¡Sigamos adelante, adelante! a la casita verde, la que tiene un molino como peineta rodante, pérdida entre lomas y pendientes suaves.
¡Corramos a cobijarnos bajo esos dos árboles, allí a lo lejos… juguemos al escondite, al pilla-pila, al te veo-veo.
Y a la noche, cansados nuestros párpados, pongamos una hoja verde y una piedra azul sobre ellos. El aire silbante sea nana a los oídos heridos. Los pies hinchados sean sirenas en aguas. ¡Dormid, todos, dormid! hijos queridos.

JUN74-1000. HISTORIAS PARA DORMIR, de Mei Morán

La mamá le había puesto su cojín favorito debajo de las nalgas. Se sentó con importancia, princesa en el reino de su casa. Despertó al anciano que dormía la sexta siesta del día, sacándole de alguno de aquellos sueños gastados que no dejaban de repetírsele. De un respingo el abuelo se enderezó e hizo señales de estar preparado para la hora de la lectura.
De pronto, Alí Babá persiguíó sin parar a Blancanieves, Alicia acabó enamorándose del lobo y Caperucita se puso las botas de las siete leguas para escapar de las artimañas de la bruja. Garbancito, debajo de la col, temía el hambre atrasada de los siete cabritillos y Pinocho se encaprichó del patito feo para jugar con él en la bañera.
La niña no dejaba de zarandear al abuelo que parecía caer sin remedio en un sopor pesado. La madre le recriminaba que con ese galimatías de cuentos era imposible aclararse y que aburría al pobre hombre. Que cuando aprendiera a leer ya sería otra cosa.
La nena cerró los libros y, con una sonrisa radiante, preguntó al abuelo si le habían gustado las historias. Él no contestó, había entrado en la séptima siesta, la más larga.

JUN74-1000. EL HUERTO DE LAS PALABRAS, de Paloma Hidalgo Díez

El abuelo decía que los cuentos que me contaba habían crecido en el huerto; me explicaba que cada tarde plantaba palabras entre las tomateras y entre las lechugas y que de ellas brotaban las historias que a mí tanto me gustaban. Yo no le creía, ¿cómo iba a sembrar palabras en la tierra? Sin embargo, no le decía nada porque me encantaba escuchar aquellas aventuras mientras regresábamos a casa cada día, tras recogerme en el colegio.  Una noche, cuando todos dormían, me levanté para comprobarlo. Y allí estaba él,  sentado en su huerto,  repitiendo a la luna las frases del libro con que mi maestra nos había enseñado  a leer el año anterior. Bajo la luz de un candil de petróleo, con mi viejo libro entre las manos, recitaba con esfuerzo las palabras escritas en él. Volví a la cama, pero no pude dormirme pensando en el coraje de mi abuelo,  en los miles de cuentos que aún tenía que contarme, y en lo mucho que le quería.

JUN74-1000. 1000 CUENTOS de Paloma Casado Marco

Dijo que venía de muy lejos, y a nosotros nos extrañó que llegara precisamente ahora, cuando la posada estaba a punto de abrir sus puertas. Nos pidió dormir una noche, y aunque faltaban los últimos remates, no pudimos negarnos. El cansancio evidente en su rostro, y la oscuridad de la noche, se aliaron para convencernos de instalarle en una de las habitaciones recién pintadas, que nos apresuramos en vestir con sábanas y toallas nuevas.
Se levantó muy temprano y, tras tomar el desayuno que le habíamos preparado, nos regaló una bolsita de tela donde guardaba unas extrañas semillas.
– Plantadlas ahora, -nos dijo-, comprobaréis dentro de unos meses qué frutos extraordinarios os ofrecerá el árbol que va a nacer en un tiempo muy breve.
Tendréis que cuidarlo con cariño, y regarlo con agua de lluvia e ilusión a partes iguales.
Y ahora, después de un año, han comenzado a brotar de sus verdes ramas, los cuentos. Unos son pequeños pero sabrosos, otros más lustrosos. Los hay verdes, rojos y amarillos que nos hablan del paso del tiempo. Ya estamos a punto de recolectar mil.

JUN74-1000. DESGASTE, de Ángeles Sánchez Gandarillas

Médico y paciente, estaban sentados uno frente a otro y a la vista de la analítica; el reumatólogo comentó las cifras al paciente.
–   Vellido, está todo bien. La única anomalía es que tiene algo bajos los niveles de hematíes.
–   Me alegro doctor, pero, no sé, me encuentro muy cansado.
–   Bueno hombre, lleva sesenta años con esa enfermedad y está muy medicado, eso, ocasiona al cuerpo mucho desgaste; es como si tuviera usted, deje que calcule…, unos noventa años.
–   Ya, ya, eso será. ¿Podría hacerle una pregunta?
El médico le miró con interés por encima de sus gafas.
–       Por supuesto Vellido.
–       Verá, ¿el alma también se desgasta?
El galeno le miro de hito en hito, soltó el bolígrafo recostándose sobre el sillón. Abrió la boca pero, no logró articular palabra; se quitó las gafas y juntó las manos bajo la mesa. Buscaba y rebuscaba una respuesta para aquel anciano que lo miraba ansioso.
–       ¿Por qué lo pregunta Vellido?
El médico esperó las palabras de aquel hombre de ojos claros, y visiblemente preocupado.
–       Es que, verá, -dudo por un instante y suspiró profundamente.
–       Seguir enamorado de mi mujer me resulta agotador…

JUN74-1000. 1000 CUENTOS, de Vidal Fernández Solano

Como cada noche, miras a través de tu ventana y contemplas las estrellas que brillan sobre el desierto, añorando tu libertad.
Es la hora. Sales del harén y diriges tus pasos silenciosos por los pasillos del palacio hacia las estancias de tu esposo.
Te sientes aburrida, hastiada de esta infinita falacia, mil veces reinventada, que echó a andar hace ya tanto.
Una noche más, sólo una, y tu vida volverá a ser tuya.

JUN74-1000. 1000 CUENTOS, de Susana Revuelta Sagastizábal

Dado que ni los propios ciudadanos parecían percatarse del alcance de las nuevas medidas adoptadas por el consejo de jerarcas, un grupo de inconformistas, indignados con el nuevo estado de las cosas, ideó un plan para hacer entender a la plebe el abuso a que estaba siendo sometida y, lo que era más grave, las consecuencias que se avecinaban.
Así, inocularon en el acervo popular mil cuentos para explicar el panorama y sacudir la conciencia de un populacho tan pasota.
Proverbios, sentencias, tonadas,… comenzaron a oírse y divulgarse: «la gallina de los huevos de oro», «el cuento de la lechera», «no vendas la piel del oso antes de cazarlo», «poderoso caballero es don dinero», «quítate tú para ponerme yo», «las gallinas que salen por las que entran», «mismo perro con distinto collar», «a buen hambre no hay pan duro»… pero nada; seguían impasibles, asistiendo a las arengas de los provocadores como vaca al tren.
Entonces, algunos insurgentes empezaron a ganar adeptos y antes de que la fiebre se extendiera y descontrolara, los estrategas inventaron el fútbol y la tele.
Y parece que hasta ahora el cuento no les ha ido nada mal, la verdad.

JUN74-1000. LA FRAGUA DE LAS QUIMERAS, de Marta Trutxuelo García

Vacío, como una poesía sin palabras, y sola, como una metáfora en una ecuación matemática, así se encontraba este concurso. Pero ese silencio ensordecedor se ha quebrado cuando una brisa surca la estancia y hace bailar unos dedos sobre el teclado. La danza se asemeja a una fragua de la que chispean tramas de humor, entre sus líneas salta un héroe victorioso tras resolver una conspiración y bajo la tinta descansa la víctima de un delito. Sujeto y predicado continuan su baile hasta acabar devorados por un ingenioso complot terrorífico.
Negro sobre blanco, los poemas juegan con la métrica, los principios y finales corretean burlando al hilo argumental, mientras los relatos eróticos retozan en aquel oscuro rincón. Y arriba, ahí están, a veces sugerentes, otras atractivos y desternillantes, como coronas de reyes, los siempre sorprendentes títulos.
Se cuentan por cientos los cuentistas que, con sus puzzles de 200 palabras bajo el brazo, han seguido el Sendero de Bonaco y, cautivados por la melodía del Molino del Agua han entonado “esta noche te cuento”. En la red de redes volverán a tejerse ideas inspiradoras y esta web se llenará de aprendices que urdirán otras mil y una nuevas historias.

JUN73. CLIMA, de Irene Pastor

La tormenta es inminente. Cruza el pasillo como un rayo y estalla el sucesivo latigazo de la puerta, el estrépito del trueno. Tensa calma. La certidumbre de que ese sollozo débil anuncia el diluvio. La oscuridad de cortinas y contraventanas evitando el sol radiante de la calle. El viento corre el pasillo buscando una rendija por donde escapar.

JUN72. DRAGONES, HADAS Y GENIOS, de Amparo Martínez Alonso

 —Abuelita… ¡Cuéntame por qué las hadas, los genios y los dragones vivieron juntos!
—Cuando comas.
—¡No me gusta la carne!
—Pues nunca serás grande y fuerte como tu abuelo.
—¡Vale!
—Luego, las otras tres…
—A que había muchos dragones, abuelita. Y a que el viento era malo.
—Sí, había muchos dragones en el valle. Las hadas vivían más arriba: en la nieve azulada, rozando las nubes. El viento las separaba de los genios. Solo se juntaban cuando él no soplaba; entonces celebraban grandes fiestas,… a las que no invitaban a los dragones.
—Porque eran muy grandes y les molestaban.
—Pero un día todo cambió como el viento. Aullando, desordenó la nieve, desmadejó los cirros y los cúmulos en que vivían los genios. ¡Huracanado, alborotó todo a su antojo! Solo los grandes dragones resistieron su enfado… Las hadas y los genios bajaron al valle en busca de ayuda.
—Y el abuelo cogió al viento por la cola y lo lanzó muy lejos. Por eso tengo alas, ¿verdad abuela?
—…Porque las hadas nos regalaron alas y los genios, el fuego.
—Cuando sea mayor lanzaré llamas como el abuelo.
—Antes tienes que comerte las tres vacas.
—No me gusta la carne.
—¡Grrrrrr…!
—Vale.

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