Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

RAME

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta penúltima propuesta es el concepto balinés de RAME, la belleza del caos. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de NOVIEMBRE

Relatos

242. BOSQUE ENCANTADO, de Lobo 2

Cuando la pitonisa le dijo que un espejo le mostraría la cara de su peor enemigo, no creyó que eso pudiera ser posible. Sin embargo, allí estaba él, en ese bosque encantado, cual Narciso, con su propia cara reflejada en un espejo de agua.

241. EL BOSQUE ENCANTADO (para los más pequeños), de Duendecillo

La brújula de la Seño no funcionaba y estaban perdidos. Tenían miedo.
 Y de repente Gabriel vió algo extraño:
       Seño, ¡¡mira!!  ¡Alli hay un oso!
La seño sintió un escalofrío. Miró fijamente la silueta. Era un oso, pero había algo raro…No se movía.
       Tienes razón Gabriel, es un oso, pero no se mueve.
Y al acercarse se dieron cuenta de que el oso…
¡ERA DE PIEDRA!
       la leyenda dice que hay un bosque en el que si dejas de caminar te conviertes en piedra…Así que escuchadme bien, NO PAREIS DE CAMINAR, PASE LO QUE PASE.
Al principio lo consiguieron, caminaban sin descanso. Pero de repente Gabriel se paró al ver unas moras muy gordas. No llegó a oir el grito de la Seño,…se transformó en piedra. El resto caminaban en círculo llorando sin saber que hacer.
Entonces la Seño se acordó de la Rana Lola, sabía tocar el violín. Con su música se ablandó el intenso frío en el corazón de Gabriel, después se ablandaron los huesos y la tripita; las piernas, brazos y, por fin, la cabeza.
¡Lo habían conseguido! Gabriel estaba salvado. Entre gritos, risas y muchas lágrimas corrieron hasta salir del bosque.

240. HORIZONTE DEL FUTURO, de Mantillo

No sabía cómo había llegado a aquel lugar. Puede que estuviese soñando. Ante él se extendía la enorme muralla verde que componía el vasto bosque; la niebla reptaba trémula entre la espesura, como si fuese su aliento. Un cuervo solitario emitió su graznido mientras el sol iluminaba el extraño mar iridiscente que bramaba impaciente junto al acantilado.
Se internó con cautela. Tras un breve paseo descubrió los restos de una antigua ciudad abandonada, que yacía desparramada bajo el abrazo protector de las ramas y lianas de los innumerables árboles. Se sorprendió cuando vio aparecer a un hombre desharrapado, de aspecto salvaje, con gran barba y melena, el cual portaba una rudimentaria lanza. Pasó junto a él sin darse cuenta de su existencia, parecía que seguía el rastro de algún animal.
Siguió caminando entre los vestigios de una civilización extinta hace mucho tiempo. Las hojas muertas cubrían toda la superficie como un piélago de olvido. Un extraño animal se cruzó en su camino. No supo reconocerlo.
Alcanzó la cima de una loma, viéndose rodeado por innumerables piedras grises que aún se levantaban, desafiando a la eternidad. Eran lápidas.
Se acercó a una de ellas y, estremecido, pudo leer su nombre grabado.

239. SANTA CATALINA, de Arbvolado

Envuelto por haces de luz, me doy al camino abierto de par en par, y muy distinto a cualquier asfalto que se precie del tránsito más pesado. Humedad de la buena, rocíos, perfumes silvestres, van rodeándome sin premura, dejándose gozar. Hace tanto que mi alma-piel tenía necesidad de tamaño nutrimento, hecho de paisajes por doquier, trinos como encantos, hojas guirnaldas al caer en suspensión. ¡Cuán libre me siento ahora!, emancipado del oído continuo para atender la marcha de motores escupiendo smog, y de los sentidos en guardia ante posibles ataques porque sí. El único ruido es tan natural que suma al silencio en torno; pero este escenario me habla, y dice pájaros amaneciendo, dice árbol sonriente ante mi menuda presencia. Un día traeré conmigo a la más pequeña, aquella que ilumina mis sueños, para que sepa temprano sobre la abundancia escondida en las flores, de la enseñanza que rumían aquellos rebaños cara al sol y las lluvias. Es preciso que conozca dónde no entran la codicia ni el poder desmedido. Y que juntos disfrutemos un despertar indecible a cuanto albedrío se pueda contener

238. FORMAS DE MIRAR, de Cisne

-Un cuadro tuyo. Eso quiero para mi cumpleaños, pero de estilo impresionista.
Desde que su abuelo le había animado a apuntarse al curso de pintura, su forma de mirar el mundo  había cambiado. Lo veía desde otra perspectiva. Por eso la petición que le había hecho no se le iba de la cabeza: ¿estilo impresionista?
Buscó en Internet. Por fin sabía lo que tenía que hacer. Cogió los pinceles, preparó la tela y… Utilizó toda la gama de los verdes. Pinceladas rápidas y empastadas para plasmar la variación cromática. La  huella de la luz en el color, eso era lo que había que lograr. Cuando lo terminó, lo envolvió amorosamente y esperó a que llegara el gran día. Estaba ansioso por ver la cara de su abuelo. Le abrigaba la seguridad de que le gustaría.
Y llegó.  Y convenció;  aunque no a su madre:
-Pero esto…  ¡es una hoja pintada de verde!
– A ver… ¿a ti qué te sugiere? -le preguntó el abuelo
-El verde, dices, pues…  no sé…  naturaleza, supongo: monte, bosques, árboles, plantas…
-¡Objetivo conseguido!
Y con un guiño de abuelo a nieto se fueron en busca del rincón perfecto para colgarlo.

237. MI BOSQUE, de Bruja

Erase una vez un bosque encantado de estar encantado, estaba seguro de ser el mejor bosque encantado del mundo… y hete aquí, que tuvo la oportunidad de demostrarlo. Proclamaron un bando por todo el reino convocando un concurso para conocer cual era el mejor bosque encantado de la nación.
Se puso muy nervioso pensando en cómo demostrar que erea el mejor. Pensó en hacer una detallada exposición de los poderes extraordinarios que tenía. Podría decir cómo los árboles bailaban todas las noches moviendo sus ramas al son del ulular de los búhos, y que las luciérnagas jugaban bajo las hojas secas caídas, formando un conjunto de luces y sonido digno de comparar con el mejor espectáculo de las Vegas.
Mientras hacía estas cábalas, vio a una pareja de enamorados que entraba a pasear por sus senderos, los rayos del sol se filtraban entre las ramas de los árboles formando haces de luz que iluminaban las flores, el arroyo tintineaba mientras esquivaba las piedras posadas en su seno. Todo era precioso, y mientras disfrutaba de verlos, escuchó lo que decían.
– «Amor mío, este bosque es encantador»
En ese preciso instante supo que ganaría el concurso.

236. EL COLOR DE LA VIDA, de Sirope

Se acostumbró a vivir al tacto, descubriendo todas las situaciones apurando silencios y sonidos, distinguiendo semblantes escudriñando aromas. Se adueño del espacio adelgazando el aire que envolvía su cuerpo. Fue aprendiendo a vivir sin perros ni bastones, con su sexto sentido clavado en los cuatro sentidos que exprimía.
Sólo una pena. Una. ¿Cómo se sienten los colores?
Ninguna explicación, ningún ejemplo, sólo una bruma que nunca averiguaba si se correspondía con el blanco o con el negro.
Ella llegó aquel día con su brillante idea.
-¡Al menos, conocerás el verde!
No acarició ninguna expectativa, pero cuando pisó aquel bosque, el olor era intenso ¿sería verde?, el suelo abrazaba sus pasos y el aire susurraba la melodía que dirigía el baile de ramas y de hojas.
Cuando tuvo en sus manos aquella hojita delicada, con los nervios tallados, con gotas de rocío temblorosas, con aromas a fresco y a profundo, tan pequeña y tan llena, tan completa … lo supo.
¡ Había vivido el verde!

235. ESCONDIDOS EN EL BOSQUE, de Tejón

Gabriel se arrancó la corbata y la colgó en una de las ramas del bosque, después miró a su alrededor buscando a Eva. Detrás de una enorme roca pudo distinguir sus zapatos de tacón.

Escondiéndose entre los árboles, Gabriel llegó a unos matojos cercanos a la roca, desde donde se podían escuchar los pequeños jadeos nerviosos de Eva. Se agachó, manchando su traje italiano, y reptó hasta el otro lado del pedrusco. Los pies de Eva se apresuraron a salir de sus zapatos y se colocaron como los de una atleta a punto de comenzar la carrera de su vida. Se recogió la falda de ejecutiva por encima de las rodillas y esperó.  Gabriel salió de su escondite y se abalanzó sobre Eva. Ella se impulsó y empezó a correr entre los árboles del bosque, escuchando únicamente unos pasos gemelos detrás que se acercaban cada vez más rápido.
De repente, la mano de Gabriel la agarró de la cintura, la acercó a un árbol, y apoyándola en él, la beso. A penas les quedaban unas pocas horas de aquel día, después cada uno debería volver a su rutina y dejar aquel maravilloso encuentro escrito en los árboles.

234. LA REVELACIÓN DEL VIEJO SAUCE, de Trevol

Nadie la vio salir, como pudo esquivó a los guardias que custodiaban el castillo, hasta que consiguió llegar al antiguo pasadizo.
Mariela, su dama de compañía la esperaría fuera con Veloz, su mejor caballo.  Arropada por la templada brisa del atardecer primaveral, se adentró en el frondoso bosque a lomos de aquel maravilloso ejemplar.
Le buscó en cada sombra dibujada por la quietud de aquel enorme y viejo sauce, y en cada crujir  de sus ramas ya caídas.
Desesperada, bajó de su caballo y gritó cuanto pudo…
–           ¿Dónde estáis, amado mío?
El eco de su  grito despertó al viejo árbol.
–           Hoy no vendrá – pudo oír a sus espaldas.
–           ¿Quién sois?  – preguntó con voz temblorosa, girándose para buscar a quien pronunciaba aquellas horribles palabras.
Entonces el viejo sauce habló…
–           Un amor no correspondido lo hechizó  y convirtió en ciervo. Esta mañana, durante la cacería Real, vuestro padre, el Rey,  dio muerte al amor de vuestra vida.
–           No, no, no es verdad – gritó desesperada una  y otra vez.
 –           Señora, señora ¿Estáis bien?  –  la voz de Mariela, consiguió sacar a la princesa de aquel sueño.
Aquella mañana la cacería Real quedaría  suspendida, por órdenes del Rey.

233. RAICES, de Encina

Buscando mis antepasados, contacte con Ayuntamientos e Iglesias, hasta que di con unos primos de mi padre, y  me invitaron a conocer el pueblo de mis abuelos.
Y alli estaba yo viajando a Almeida de Sayago donde ocurrio esto que os cuento.
Al dejar la ciudad de Zamora comenzaron a desfilar ante mis ojos casitas de piedras, prados llenos de ovejas salpicados de arboles y circundados por cercos hechos de piedra sobre piedra que subian o bajaban según el capricho del terreno, yo que nunca habia visto  esta forma de cercar un terreno me quede maravillada. Me sentia como Heidi recorriendo esos caminos bordeados de arboles. Asi transcurrio mi viaje de cuento por mas de media hora.
Al llegar tenia una comision de vecinos que junto con mi prima Pepita me esperaban. Curiosos ellos, de verla a esas horas, en la plaza del pueblo y a falta de mejor cosa que hacer.
Cuando salimos a recorrer la comarca,vimos grandes y añejos arboles.
Mi primo Pepe dijo: -ves esos arboles??? se llaman encinas, estos mismos arboles vieron a tu abuelo marcharse a argentina-
Y eso -amigos mios- es encontrarse con tus raíces!!!

232. VIDA EN EL BOSQUE, de Encina

Un bonito dia de primavera, cogi mi libro y me fui al bosque. Alli estaba disfrutando mi lectura mientras los sonidos del ambiente me envolvian.
Al tiempo senti algo extraño, mire a mi alrrededor y vi una mariposa cuyas alas parecian tener mil colores, se alejaba y volvia como si quisiera que la siguiese, fui tras ella persiguiendola, hasta que se detuvo, mire a todos lados y alli estaba una hembra de ciervo dando a luz, pujaba y pujaba hasta que deposito en el suelo su precioso contenido, comenzo a lamerle al tiempo que con ternura le daba pequeños topetasos para que se levantara -todo el bosque pareció silenciarse, expetante, ante el maravilloso acontecimiento- paso un minuto, dos…tres el silencio era casi total, y el pequeño cervatillo, con patas  temblorosas comenzó a levantarse, se puso en pie y los primeros pasos fueron para prenderse de la tetilla de su madre para alimentarse.
Y el bosque estalló en sonidos, el agua bajaba resonando a borbotones, los pajaros trinaban a todo dar y yo…yo aun inmovil, mire el azul del cielo y pense – humano, no extermines esta belleza-

231. EL MORO, de El Lobo Feroz

Anochecía cuando llegaron a los límites del bosque. Los viajeros estaban perdiendo la esperanza de llegar con aquel tiempo a la Posada de las Merindades, sita a unos centenares de metros del final de la frondosa pineda. Jalonada esta por centenarios árboles como encinas y sabinas, la fuerte nevada estaba borrando toda huella del discurrir del camino, solo adivinado por los troncos de los árboles que, a modo de guías, lo señalaban. Los caballos inclinaban la frente intentando protegerse del azote de la ventisca que comenzaba a arreciar por momentos.
-Dios mío, ¿qué vamos a hacer?, se lamentaba la viajera. Vamos a perecer helados si nos quedamos atrapados. El Moro, de raza Mastín del Pirineo, adaptado a esas duras condiciones climáticas y buen conocedor del contorno, -antaño vivió en la venta-, intuyendo el problema avanzó unos metros y con sus ladridos, alertó de una oquedad en el terreno preservada por una frondosa sabina. Allí podrían pasar la noche protegidos, personas y animales.
Hecho esto desapareció, dejando preocupados a los pasajeros. Al cabo de dos horas, reapareció ladrando con fuerza. Tras el venían gentes de la posada en su socorro. La mujer, no pudo reprimir el llanto abrazando  al can salvador.

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