Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

426. LLUVIA VERDE, de Musgo 4

Mientras el narrador hablaba, Pepe se abstrajo unos segundos para poder contemplar mejor su entorno. La tibia fogata danzaba en el centro de aquel anillo de caras anhelantes, la negrura de la noche lo envolvía todo, y el cielo de verano, en todo su esplendor, parecía gotear diamantes encendidos. Satisfecho, volvió su atencion hacia el relato.
– …Piensen que en esos tiempos, una gran parte de nuestro planeta estaba cubierta por hermosos bosques. Bosques de gran espesura en su suelo e imponentes árboles inmensos. Por eso, a nadie le extrañaba ver algun gnomo de vez en cuando, pués aunque son muy elusivos, eran tantos en cantidad, que siempre alguno podía ser avistado entre el follaje. Así, cuando los bosques empezaron a desaparecer y los gnomos a morir, no hubo tanto lugar en el cielo para alojar  todas sus almas. Un día de gran tormenta, cayo una lluvia torrencial en todos lados. Esa lluvia, queridos niños, fue de un color verde esmeralda…
Las caras fascinadas de los pequeños escuchas mostraban diferentes emociones. De pronto, Pepe sintio una gota fría caer sobre su hombro y luego otra en su cabeza. Levantó la vista al cielo y se sorprendió al  verlo súbitamente encapotado.

425. LA GUARDIANA DEL BOSQUE, de Jara Sarmiento

Acércate un poquito más, no te haré daño. Quédate en esa piedra. Cierra los ojos muy fuerte. Ábrelos y mira. Arriba se agrupan unas estrellas, y otras, rebeldes como tú, prefieren reinar en su patio de luces, solas. Y ahora abajo. Puntos de luz entre la hierba. Son las luciérnagas. Ya sé que quieres atraparlas, para eso viniste con tu tarro de cristal y tu tapa agujereada. Puedes, sí, pero no debes. Mira lo que ocurrió con el ciervo. Y no me digas que no te dolió. Todo por el cazador y su escopeta. Ya, que tenía hambre. Pero tú no tienes. Tú eres frágil, un cuerpo liviano que mueve las hojas de los árboles y engaña a los niños haciéndoles creer que es el viento. Te puedes alimentar de bayas y de setas. Hace noches que no oigo el ulular del búho. Hace días que no veo a la liebre ni al tejón. Deja ya de molestar a las criaturas, o te mando de vuelta al País de Nunca Jamás, con Peter Pan, para que te dé una buena zurra por haberle robado la mermelada. Te hablo en serio, mi querida Campanilla.

424. NATURALEZA VIRTUAL, de Lobo Blanco

Elías quería jugar a las escondidas en un bosque, en un bosque de antaño donde todo era tan verde y natural. Mágico.
Su cumpleaños se acercaba y les había pedido a sus padres que lo llevaran a uno como regalo. Recordaba la sorpresa que esto les había causado, de seguro pensaban que pediría una consola de video juegos de ultima generación; pero no, Elías quería sentir algo real en un mundo donde todo cada vez era mas virtual.
El día había llegado, sus padres le dijeron que tenían una sorpresa y que lo llevarían a un lugar que le gustaría. Se pusieron barbijos para salir, Elías sabia que en el bosque no lo necesitaría, ahí el aire era puro.
-Llegamos- le avisó su padre. Para decepción de Elías no lo habían llevado a un bosque sino a un museo.
Entre reproches y lloriqueos llevaron al niño a la sección naturaleza y lo hicieron entrar a una sala donde las paredes eran gigantescos televisores que simulaban ser parte de un bosque. Lágrimas mojaron las mejillas de Elías, lagrimas reales en un bosque virtual. Nada mágico.

423. NUESTROS NOMBRES, de Belladona

Fuimos juntos a la salida del colegio, cada uno con su bici, tu una Bh, cada día un parche, te decía yo, la mía una Orbea, siempre se estropea, me contestaste riendo.
Era un bosque más de los que rodeaban el pueblo, pero aquel día parecía distinto, más verde, más brillante, el sol se filtraba entre los árboles y nosotros jugamos a escondernos, una ardilla curiosa nos observó durante unos segundos, luego siguió a lo suyo. Cansados nos sentamos debajo de un enorme pino, y por unos minutos permanecimos en silencio, de repente te levantaste y te vi buscar algo por el suelo, al momento sonriendo volviste y te pusiste a raspar el tronco del árbol, grabaste nuestros nombres en él, para siempre me dijiste y yo no supe que decir, solo mirarte muy seria. El sol empezaba a ponerse y tuvimos que volver, en el camino de vuelta, fui feliz, quizás como nunca después lo he sido.
Ahora en mi puño cerrado, guardo la punta herrumbrosa con que escribiste nuestros nombres, espero, el sol no tardará en caer.

422. EL SUEÑO DEL BOSQUE, de Leming

–           ¡Qué horrible pesadilla, madre!  Anoche soñé que estaba perdido en un bosque negro, tenebroso, de árboles altísimos y muy juntos, entre los que apenas pasaba forcejeando con sus lisas cortezas. El suelo era blando, viscoso, y si lo herías manaba sangre que corría hasta formar un río carmesí. Yo me caía dentro del río, ¡y no podía llegar a la orilla!
–           No tengas miedo, hijo, fue solo un sueño. Nuestro gran Dios, al crearnos la raza superior, nos dotó de poderosos anticoagulantes que detienen la sangre de nuestro alimento; por eso nosotros, los piojos,  viviremos por siempre felices sin temer el ahogo ni el hambre. Y ahora, a seguir comiendo…

421. FUMAR MATA, de Coto de Caza

La estampida de las fieras al crepitar las ramas, la confusión de aleteos y plumas en el aire… Nada de eso llega a tus oídos. Apenas percibes un remoto olor a madera y follaje quemados. Si mirases por el retrovisor, divisarías a lo lejos una nube de humo y cenizas —te recordaría a esa niebla que arruina tus batidas de caza— que envuelve el tapiz de ocres y naranjas hasta cubrirlo por completo.
Indiferente, sigues con tu rutina. Elevas el volumen de la música, pisas a fondo el acelerador y enciendes otro cigarrillo.

420. DESESPERANZA, de Gato Montés 3

Dicen que uno está irremediablemente muerto en el mismo momento en que se percata de que ya no es un niño, de que nunca volverá a serlo.
En ese mismo instante, nuestro bosque desaparece, deja de ser ese lugar maravilloso en el que esconderse; el espacio protector que se extendía a lo largo y ancho de todo el barrio y donde las madres, oteando desde la atalaya de una ventana,a grito pelado reunían a sus crías para la merienda reparadora…
El muchacho inocente que soñaba con un beso de su compañera de 4º d EGB, ahora es incapaz de encontrar la vereda para llegar al bosque; se mira en el lago del cristal y sólo alzanza a ver reflejado en él, a un animal herido por el tiempo:
La espesa bruma de la mediocritud nos arrebató el arte de navegar en los charcos.
Para paliar sus efectos descorazonadores, le hablamos a un dios en el que ni siquiera creemos porque no hay nadie más a quien suplicar que vuelva a salir el sol; porque no hay nadie al otro lado del teléfono que pueda arrancar de nuestra piel el acre olor a eterna deseperanza.
Estamos solos.

419. POR UNA SONRISA, de Trasgo

Le devolvió la sonrisa. Jamás hubiera pensado que aquel bichejo asqueroso pudiera despertar en él un sentimiento tan profundo. Y volvió a sonreír, para comprobar que realmente su corazón no le estaba engañando. No lo hacía.
Dumdum abandonó la casa y se dirigió a lo más recóndito del bosque. Allí se encontraba su hogar, entre ramas de arbustos. El trasgo se echó a descansar sobre una enorme seta roja. Y volvió a pensar en ella. Su carita redonda, su pelo dorado, sus grandes ojos verdes, tan verdes como los suyos, y esos dientes, blancos como el nácar… La imagen le resultaba horrorosa, pero la sonrisa le siguió pareciendo sincera.
Hacía muchos años que día tras día, al atardecer, el pequeño duende regresaba a aquella casa para hacer de las suyas: ruiditos a medianoche, cambios del lugar de las cosas, insoportables goteos de grifos. Pero esta noche era distinta. Dumdum volvería cuando anocheciera sólo para ver dormir a aquel ser. Sus papás siempre le habían advertido de los humanos, pero pensó que quizá ella fuese distinta…

418. BRAVOS Y BRILLANTES, de Hayedo66

Teníamos la costumbre de subir a sentarnos en el adarve del muro que rodeaba la huerta de los padres de Martín. Allá, dominando ese pequeño mundo con nuestra mirada, solíamos compartir a menudo unos chorizos crudos con algo de pan que Chino sustraía hábilmente de la cocina de su casa.
Exceptuando al sonido del aire hilvanando vibrante las ramas del hayedo que se extendía ante nosotros, nada  se oía desde esas alturas. Ni siquiera a nosotros masticar aquellos manjares con la boca tan llena que no cabía más en ella. Nos mirábamos, asentíamos con la cabeza señalando los chorizos y seguíamos disfrutándolos mientras nuestra atención se perdía a lo lejos, más allá de donde alcanzaba la vista.
El aire llegaba templado, tan confortable que invitaba a adormecer los sentidos, a cerrar los ojos y perderse en aquella placentera sensación: atronaba el viento a nuestros oídos, y nos parecía estar cubiertos entre sus brazos; no existía el tiempo, pues era tan extenso como aquél bosque que teníamos ante nosotros; ¿para qué medir y preocuparse de lo que tanto teníamos?
Nuestro pelo se agitaba bravo y brillante, iluminado por el reflejo dorado de todo aquello que veíamos eterno…

417. ÉRASE UNA VEZ…, de Cascada

Érase una vez…Un bosque lleno de hadas. Mientras el sol brillaba, dormían en las grietas de los árboles, bajo los sombreros de las setas o detrás de los saltos de agua. De noche, cada estrella que brillaba en el cielo despertaba a una de las ninfas. Y ellas salían volando y visitaban a los niños que habían sido buenos para mirar en sus sueños y enterarse de cuáles eran sus deseos para después hacerlos realidad.
Una noche no les hizo falta salir del bosque para conceder deseos. Una niña se alejó del caminito jugando al escondite y se perdió sin querer. Al anochecer, la chiquilla lloraba y despertó a todas las hadas.
           ¿Por qué lloras? – le preguntaron.
           Quiero estar con mis papás – respondió entre sollozos.
           Haremos que tu deseo se haga realidad, pero no puedes decirle a nadie que nos has visto y que te hemos ayudado
           De acuerdo.
Las hadas movieron sus varitas y se escondieron. Enseguida apareció el papá de la pequeña.
            La niña guardó el secreto y cada noche se dormía pensando en las hadas del bosque que hacían los deseos realidad. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

416. EL DESTINO, de Boletus

Lo que amortiguó la caída fue su abultado traje de plumas y la alfombra con que la estación había cubierto el suelo, así que solo se llevó un buen susto y algunas contusiones. Herido en su orgullo se alejó de allí a pasitos y se adentró en el bosque.

Durante todo el día no fue capaz de atrapar ni una mísera lombriz. Comenzó a sentirse débil y se dejó caer en la hierba, abandonándose a su suerte. Empezaba a oscurecer cuando de pronto una bolita cayó a su lado. Se acercó hasta ella, se la tragó y enseguida empezó a sentirse mejor. Encontró otra y otra más allá y animado siguió el reguero de miguitas hasta llegar a un claro donde escuchó unos ruidos. Sintió curiosidad, aquellas dos voces infantiles no le infundían ningún temor, pero ya había tenido suficientes emociones por hoy.
Aquella mañana, su madre le había expulsado a picotazos del nido acusándole de parásito e impostor; y todo por culpa de su hermano pequeño, que tembloroso le contó cómo había  empujado a codazos a los otros huevos.
Agotado tras esta jornada, se acunó entre la hojarasca y no oyó acercarse a aquel monstruo de enormes ojos amarillos.

415. UN CUENTO DE PRINCESAS, de Princesa

Un día le conté  a mi niña un cuento que empezaba así:
Caminando por el bosque, se me acercó un gnomo,
…si claro un gnomo pensé, a ver  como le explico a mi niña,
qué es un gnomo.
Mejor le contaré que los siete enanitos y…,
claro después ella querrá que la lleve a verlos.
Tal vez, un día una princesa, ¡sí eso esta bien!.
Una princesa…
         ¿Cómo se llamaba? -preguntó susurrando,
    Julia, – le dije a media voz.
    Papá ¿Es verdad que mamá también fue princesa?
    ¿Por qué preguntas eso?
         Porque ella me contó, que antes de que yo naciera,
ella lo era todo para ti,
     y a ti… ¿te  alegró saberlo?
    Sí y no.
    ¿Por qué sí y por qué no?, -le pregunté.
     Sí porque así sé, que si fue tu princesa
vivió tiempos maravillosos.
¿Y por qué no? pues porque sólo yo
quiero ser tu princesa.                                                                     
La miré durante mucho tiempo.                                                     
Tenía los ojos cerrados,
una lagrimita le resbalaba.
La princesa ya estaba dormida.
Me levanté sin hacer ruido
y me fui para mi cama.
Besé a mi mujer y le dije:
¡Te quiero princesa¡
pero ya dormía.

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