Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

566. EL ENEMIGO, de Madera 4

El árbol habló con voz potente. Venía el hombre a invadir el bosque, a llevarse la madera, a dejar sin casa a los animales. Era justo que ante el enemigo, se prepararan para lo peor. Convocaron al viento y a las nubes. Prepararon trampas con disimulo. Aguardaron al acecho por si había que hacerle retroceder. El hombre llevaba una mochila en la espalda. Caminaba con cuidado, se paraba a olisquear el aire. Hizo algo más. Se abrazaba a los troncos y éstos, sobresaltados rugían de gusto. Intercambiaron sus energías durante mucho rato. El hombre lloró, porque sabía que en pocas semanas llegarían las máquinas para derribarlo todo. Esa madera se iba a convertir en unos pocos euros para los políticos. El árbol lo supo porque leía dentro de los corazones puros. Preguntó si había escapatoria y el hombre negó con la cabeza; a no ser que sacaran las raíces del suelo y cruzaran las fronteras en busca de una vida mejor.

565. LA SOMBRA, de Brizna

           Sentí el acre sabor de la sangre en mi boca. No pude esquivar la última rama. Correr a través del bosque en mitad de la noche no era aconsejable, pero sentía su presencia a mi espalda, sentía su aliento en mi nuca. No debimos adentrarnos en su búsqueda, pero lamentarme ya no servía de nada, sólo quería escapar, llegar a la cabaña, refugiarme bajo la luz de su entrada. Nunca creí que una leyenda así fuera cierta, pero lo que hizo desaparecer a Ana de mi lado ahora me perseguía de cerca. Decían que era una sombra más oscura que la propia noche, un agujero negro capaz de absorberlo todo haciéndolo desaparecer bajo su manto. Y ahora esa oscuridad me perseguía.
             No sé como, pero conseguí salir del bosque y llegar a la luz. Subí las escaleras del porche apresuradamente, y mientras recuperaba el aliento lo vi. Estaba allí, bajo  los árboles. Sólo era una oscura silueta  pero al mirarla esta vez lo comprendí todo. Ya era demasiado tarde. El tupido bosque empezaba a rodear lentamente la casa.

564. ESCAPANDO, de Violeta

Era de noche, dos amantes corrían  escapando del resto del mundo y sin pensarlo dos veces se dirigieron al bosque, corrían sin un rumbo fijo, temiendo por sus vidas.
Nadie entendía su amor y no tuvieron mas remedio que escaparse juntos pero les perseguían  y si les daban alcance les matarían seguro . Estaban desesperados, pues cada vez los sentían mas cerca , les estaban dando alcance  y la angustia fue subiendo cuando oyeron a los perros y veían los haces de luz de las linternas escrutando el bosque.
 Sería muy difícil despistarlos pero no dejaron de correr agarrados de la mano, sin soltarse esquivando  las ramas y las raíces que parecía que se apartaban a su paso.
En poco tiempo se sintieron acorralados, un ultimo beso con un gran abrazo intenso y profundo con el que sellaron su amor para siempre, un abrazo interminable que mimetizó sus cuerpos como el tronco de un árbol, tan intenso y verdadero era su amor que aun se les puede ver allí, en el centro del bosque formando el árbol mas hermosos que jamás se haya visto .Un abrazo eterno para un amor verdadero. Jamás los encontraron .

563. EL BOSQUE DE LOS SUEÑOS, de Flores

Anoche soñé con el bosque de sueños.
¡Era hermoso! con cientos de árboles mágicos; de las ramas de uno colgaban libros con maravillosas historias; había otro del que colgaban estrellas pero el más grande y más hermoso era un grandísimo abedul, en cada rama había atada una cuerda y al final de esta un papel brillante que se movía con el viento, parecían centellear y con cada reflejo parecían llamarme, corrí hacia él y al intentar tocarlos un hada salió de las ramas más altas. Revoloteaba a mi alrededor y  sus alas desprendía un olor maravilloso.
–  Soy la guardiana de los deseos de este viejo abedul del bosque de los sueños. Cada papel es un deseo de alguien de corazón puro y si brillan es que han sido concedidos, en unos días caerán al suelo y surgirán nuevos árboles mágicos.
– ¿Quieres tu pedir uno?
– Es que no se si tengo puro el corazón, titubee.
– inténtalo y ya veremos.
Tomé uno de aquellos brillantes papelitos que el hada me dio y con una rama que desprendía savia lo escribí.
Desperté sin saber si brillaba mi deseo pero recordaba perfectamente cual había pedido.
« tener el corazón puro»

562. LA PLUMA, de Violeta

Roberto era un escritor novel, iba caminando por el frondoso bosque ensimismado en sus pensamientos, la inspiración  le había abandonado y trataba de recuperarla en aquel  paraje .
Llegó hasta un claro del bosque, una preciosa pradera llena de flores silvestres  sentándose debajo de un árbol para disfrutar un rato de aquellas maravillas .
No habían transcurrido ni cinco minutos cuando de pronto delante de él se presentó un hada del bosque, era pequeñita, toda ella lila, su vestido, sus alas, su pelo…
En sus manos traía algo se fue acercando a él muy despacito y comenzó a hablarle:
-Mira , esto es una pluma mágica , es la pluma de las hadas del bosque , nos la regaló un mago, esta hecha con las ramas del árbol mas antiguo y sabio del bosque, muy pocas personas poseen una porque muy pocas lo merecen, pero todo buen escritor que se precie debería tenerla y solo sirve si su dueño realmente tiene imaginación, amor y un corazón limpio.
– Gra….gracias
llego a balbucear Roberto sin terminar de creérselo aún, recogiendo de las minúsculas manos una extravagante pluma verde con adornos dorados.
Volvió a casa, su musa estaba con él.

561. UNA TARDE DE TORMENTA, de Trueno

En lo más profundo del bosque, Enma retrata el paisaje insondable que se extiende ante sus curiosos ojos, unos ojos que observan como el cielo caprichoso se ha inundado de nubes deseosas por desfogar su furia sobre aquella tierra de hongos. Las primeras gotas de agua adornan en un extremo el variopinto lienzo de colores, provocando que ella oculte su dibujo con premura, mientras una congregación de pinos con aroma fresco e impúdico, envuelve la resuelta figura de la chica, aun acomodada sobre la tierra cada vez más húmeda. De forma vertiginosa emprende camino, coronada por rayos y truenos aledaños, que desatan implacables una intensa lluvia. Algún animal, con cierto atrevimiento, le acecha a su paso con sigilo y congoja. A lo lejos, una humilde cabaña intuye ferviente la llegada de su afligida visitante. Con la respiración agitada por el intenso caminar, y el pelo y la ropa mojados, Enma irrumpe en la casa, donde el calor de la leña al arder, la sorprende premeditadamente. En un extremo de la habitación, Rafael enfundado en su garrota, levanta la mirada de ojos azules, y con una tierna sonrisa se acerca hasta su nieta y la besa en la sonrosada mejilla.

560. NO SE ESTÁ MAL, de Dedalera

No llevo la cuenta de los días porque al principio pensé que esto no duraría mucho. Mal pensado. La parte más fría del año estaba terminando cuando me desorienté en el bosque, y ahora parece que de nuevo está comenzando el frío, así que imagino que ya hace bastantes meses desde que me perdí.
 Había oído que el bosque era enorme, que era fácil desorientarse en él, pero creí que era una exageración. Recuerdo haber pensado que alguien como yo, que estuve en un grupo de scouts hasta los trece años, sería perfectamente capaz de pasear por aquí sin ningún problema. Supongo que me equivoqué. El caso es que me perdí. Durante días intenté encontrar desesperadamente la salida, la vuelta al mundo civilizado. Pensé que me encontrarían. Pero el tiempo fue pasando y poco a poco, por necesidad, aprendí lo que se podía comer y lo que no y hallé lugares para resguardarme del frío y del calor.
 Todos los días imagino que encontraré el límite del bosque y conseguiré volver a casa. Recuerdo a mi familia: mis padres, mis hermanos, sobre todo mi marido… Entonces, pienso que al fin y al cabo aquí no se está tan mal.

559. LAS HADAS DE LOS SUEÑOS, de Dafne

Según cuentan las leyendas escritas incluso antes de que viviera el Rey Arturo, y tal y como está escrito en todos los libros de hechizos y conjuros, las hadas que fabrican los sueños viven en los bosques.
Encontrarlas es muy sencillo. Sus casas se esconden tras la séptima piedra con forma de caracola, contando a partir del centro exacto del bosque. Y los talleres de sueños, absolutamente todos, están ocultos en la hoja más pequeña de cada roble, entre sus ramas más bajas.
Las hadas de los sueños se diferencian del resto de hadas en que no tienen alas. Sus cabellos son, sin excepción, del color de la noche. Y, si se fijan bien, verán que sus ojos tienen forma de estrella.
Aunque no lo crean, las hadas comienzan a fabricar los sueños cuando el sol se encuentra en su punto más alto. Recogen todos los ingredientes básicos: deseos, pensamientos, supersticiones, amores, anhelos, rayos del sol y pétalos de flores. Solo cuando la luna es la única luz del atardecer, las pócimas de los sueños están listas. Entonces, desde el caldero bajo la hoja de roble sale el humo que llena nuestras almohadas de los sueños que solo las hadas y nosotros conocemos.

557. EL BUEN HIJO, de Tejo Viejo

Hay un camino detrás de casa que se interna en el bosque, cruza entre las lápidas y se pierde en la maleza, como hizo mamá, que se fue cuando cumplí tres años porque ya no me quería. Yo siempre quise ir a buscarla, pero lo tengo prohibido por papá.
Una noche desobedecí. Caminé durante horas, entre siluetas negras de robles y tejos difuminadas por la bruma, hasta que unos jadeos extraños me llevaron a una casita de tela en el centro de un claro. Dentro había gente. Uno salió a gatas y al incorporarse y verme gritó aterrorizado. Corrí de vuelta más asutado que un tejón entre leones, me metí en la cama y me tape con las mantas hasta casi ahogarme.
A la mañana siguiente papa sirvió el desayuno: huevos, leche, mantequilla, pan recién hecho y carne, de nuevo teníamos carne. Él no dijo nada en toda la mañana, pero me miraba y sonreía satisfecho, cómo si supiera de mi primera correría nocturna mientras guardaba en el baúl la casita de tela desmadejada.

556. ENTRE ABEDULES, de Abedul

Tenía la maravillosa costumbre de entregarse durante horas al día  a soñar, pero a soñar a propósito, a evocar un mundo paralelo, a construir un universo, a imaginar, a fantasear…. Era feliz en ese estado donde era capaz de levantar su propio mundo, con normas de nadie, con obligaciones inexistentes y una filantropía extrema que rezumaba cada una de sus ensoñaciones.
Dicen que a la entrada del Paraíso crecen los abedules, por eso paseaba durante horas entre ellos, dejándose hechizar por un bosque que le  devolvía la quietud, que le permitía volver a penetrar en su particular paraíso,  su mágica infancia. Que el mundo se estuviera volviendo disoluto no era razón para renunciar a los inocentes y cándidos recuerdos infantiles y menos aún a renunciar a ese brote espontáneo de emociones que le permitieran sentirse extrañamente optimista y siempre orgulloso de quien fue.
Entre abedules recordó los bellos versos de Robert Frost, y al igual que él, deseaba  encaramarse al árbol y columpiarse fuertemente en ellos, poder disfrutar en las alturas del sosiego, apartarse de la realidad madura, de  ser adulto y regresar al prodigioso mundo de los niños. Entre abedules había sido capaz de recuperar la felicidad.

555. LOS ÚLTIMOS DEL BOSQUE, de Duende Zahorí

Sólo quedan bosques en los depósitos de los museos: una evocación amarilla en libros desvencijados. Igual sucede con los árboles, los acordes del viento o el olor de las madreselvas. Todos extintos, convertidos en tenues trazos de memoria, esquirlas que socavan los recuerdos. En esos tomos carcomidos he descubierto imágenes de robles, colores que ya no existen, los caminos de las hormigas,  el árbol del que germinaban las mariposas… Se acabó huir. Esperaremos exhaustos en este caserón destartalado, en el mismo lugar donde antaño florecía la espesura. Ahora el bosque es un precipicio abrupto lleno de escombros y cenizas; un lugar donde anidan los cristales rotos. A lo lejos se escuchan las sirenas, el chasquido de los percutores y el ladrido furibundo de los perros. Se aproximan incansables.  Husmean la maleza, pero ahí debajo no perciben nada, sólo razones difuntas y argumentos roídos por la herrumbre. El cuerpo del abuelo permanece ovillado en el sillón mientras los niños corretean risueños entre las basuras.  Huele a frustración, revolotea la sombra del ocaso, se marchitan las quimeras. Papá me acaricia la nuca. Llora. No se percibe nada en la lejanía, ni siquiera el futuro. Somos los últimos.

554. LA VISIÓN, de Flores

Hacia tanto que no te contemplaba que me daban ganas de llorar, quería sentir tus manos coger las mías, necesitaba de ti, y no estabas aquí.
Al amanecer los rayos del sol entraron por mi ventana y desperté de un incomodo sueño. Escuché el sonido del viento entre los árboles y me pareció que susurraban mi nombre, me asome al bosque que rodeaba el hostal y te vi caminar por la orilla del río, corrí a tu encuentro y el aire de la mañana arremolinaba mis cabellos que un solo instante taparon mi rostro, los aparte a toda prisa y cuando miré ya no estabas, las lagrimas brotaron de mis ojos nublando mi visión y mi corazón
Una mano rozo la mía y la alegría me embargo.
Ahora ambos paseamos por este maravilloso bosque perdiéndome en él y en tus ojos.

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