Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

292. EL TÍO MATEO, de Haya

El tío Mateo perdió la voz el día que quemaron el bosque. Nadie supo si fue una pérdida repentina, o que simplemente decidió dejar de hablar, porque su voz ya no podía ser contestada por los pájaros que se vieron obligados a emigrar hacia otros árboles.
Y es que el tío Mateo, que en realidad no tenía sobrinos, vivía casi todo el día en el bosque. Era él, quién nos enseñaba a los niños de la aldea, a distinguir las diferentes plantas, el que nos relataba la vida de los animalillos con los que convivía en armonía, el que sabía todos los nombres de los árboles. Los días que no había colegio, todos le seguíamos en sus paseos, para recoger setas en el otoño, o moras, o castañas, o a buscar las fresas silvestres que eran nuestras favoritas.
Aquel fuego provocado por las malas gentes, fue consumiendo al tío Mateo hasta que tomó el aspecto de un duende anciano y bonachón de ojos tristes.
Un día desapareció de la aldea sin dejar rastro. Nunca encontraron su cuerpo, pero hay quien dice que el viento trae a veces el lamento de su voz perdida, el lamento del bosque.

291. CIENSAYOS, de ElCiensayos

Ludovico Fresas sintió que se aproximaba su hora. No había que discurrir: Ciento tres años, aunque sin apenas achaques, ayudan a advertirlo.
Echó a caminar para extraviarse en El Luco del Ábrego, cuya espesura nadie en la aldea conocía. Siete horas errático y supo que ya no volvería. En esas cábalas estaba, cuando junto a La Olma más antigua vio de súbito por vez primera al Ente Alígero, El Ciensayos.
Así que, existía. El Pájaro le miró. Asustaba, era el triple que un pavo real. Extendió sus impenetrables alas gigantes forradísimas de terciopelo, liquen y seda, y la espesura se tornó más negra. Pió algo insólito y definitivo. Ludovico se acercó obediente internándose en la tercera capa interior de su frondosa pelambre. El Pájaro, cerró sus alas, emitiendo éstas, iridiscencias señeras iluminando místicas el sancta sanctorum del bosque virginal. Pesadamente alzó el vuelo en lo fosco. Oculto y Feliz, Ludovico Fresas, El Último Guardabosques, iba para siempre con El Ciensayos a otro Luco más numinoso…

290. EL ABRAZO, de Sendero

Sentado sobre el tronco de un árbol que atraviesa el camino forestal por donde van caminando, no puede dejar de pensar en su mujer mientras acaricia la cabeza de su hijo, dormido a su lado. La guerra no termina y la amenaza de que lo detengan por sus ideas intimida, así que ha decidido contratar a un guía para que les lleve a la frontera y convertirse así en refugiado político, pero el precio es alto y alguien debía sacrificarse…
Está fumando –sabe que esta noche, en esa zona tan intrincada del bosque, no hay ningún riesgo de que se vea la brasa del cigarrillo–, cuando oye pisadas a su espalda, quebrando algunas ramas secas y el silencio. Se pone en pie de un salto y dándose la vuelta encuentra al guía atravesando unos matorrales, que con un lacónico “vamos” le indica que ahora pueden continuar. El hombre pasa junto a él sin mirarle, buscando a su mujer; está un poco más atrás y no se atreve a levantar la vista del suelo, pero él la abraza con infinita ternura. Después despiertan a su hijo y siguen al guía, que ya va veinte pasos por delante de ellos.

289. ASUSTADA, de Carballo

     La pequeña estaba asustada, después de que perdiera de vista a su padre, con el que había ido a recoger setas. La niña se había alejado de su progenitor sin percatarse mientras corría detrás de un bello cervatillo, que pastaba en el bosque. El padre, que inició su búsqueda por las zonas de matorral y cerca del pequeño riachuelo, por temor a que su hijita pudiera haberse caído, empezaba a desesperarse cuando de repente oyó la alegre risa de su amada hija, que se lanzó a sus brazos y le llenó de besos.

288. HOJAS DE OTOÑO, de Petirrojo

Esta noche te cuento que he soñado con volver a verte, y al despertar he recordado el tiempo compartido en aquel bosque, donde cualquier paisaje al alcance de nuestros ojos era idílico.
No pensaba volver a mirar por el retrovisor imágenes pasadas de nuestra vida, pero la nostalgia se hizo un hueco a mi lado y una sonrisa se convirtió en cómplice de la memoria.
Siempre nos gustó pasear juntos por aquellos senderos llenos de vida y de silencio. Caminábamos entrelazando las manos mientras escuchábamos el sonoro crujir de la hojarasca. Nos sentíamos acariciados por aquel sol de otoño mientras árboles frondosos guardaban nuestros secretos.
De regreso hacia el molino de agua, nos despedimos con un cálido abrazo. Decidimos vaciar nuestros miedos y ser valientes en nuestra relación: Separamos nuestros caminos.
 Desde entonces, cada vez que regreso a contemplar el paraje que fue testigo de nuestra historia, me persigue la melodía de un bolero: Nosotros, que fuimos tan felices…En ese instante, por un intervalo de segundo, me siento vulnerable y mi corazón se siembra de dudas. La duda es un interrogante sin respuesta que llama a deshoras. Como a deshora ha sido soñar contigo.

287. EL REGRESO, de Ardilla 4

Roble y bruma se confunden en el horizonte, te estremece el frío en el bosque que tanto amas. Las formas misteriosas de los árboles, se te antojan diferentes si la luna no te acompaña. El camino ha sido duro, ya no queda nada a tu espalda, sólo la estela oscura de una noche que no pasa.
No decaigas, a lo lejos se adivina el río y la fuente de tu amada; esta próxima tu casa en las montañas nevadas. Queda un suspiro no más para encontrar tu morada, para que el sendero anuncie que llegas a nuestra casa. Te esperaré junto al fuego, al lado de la ventana, esperando con anhelo que regreses con el alba.
La lechuza espera al día mientras despacio cabalgas; sigue la senda nueva que las piedras te acompañan, te susurran el camino con sus canciones tempranas….pon atención al pasar, escúchalas cuando hablan.

286. RICO ECOSISTEMA, de Hongo

-En este bosque, en la ladera de la montaña, cerca del río, hay un roble. En el roble, sobre sus ramas, un cuervo. En el suelo, bajo el árbol, una hoja seca. La hoja cubre un trocito de bosque y allí se encuentra un gusano alimentándose de un hongo.
-¿Es todo lo que puedes ver con tu bola de cristal? –protestó el aldeano-. ¡Un gusano no me sacará de la pobreza!
-Déjame terminar muchacho –dijo Babá la adivina-.Bajo la hoja seca de ese roble del bosque hay también una moneda de oro. Si se hace de rogar, el gusano que se nutre del hongo terminará por enterrarla con sus excrementos. Te voy a enseñar lo que pasaría si coges la moneda de oro: “Al levantar la hoja y recogerla, el gusano queda expuesto. El cuervo ve al gusano y se lo come. El graznido, de satisfacción, del cuervo al cervatillo asusta. Huye despavorido hacia la carretera, que cruza, provocando un accidente que incendia al bosque. El fuego llega al pueblo y del pueblo a la central nuclear que explota y… ” Bueno, decide la riqueza que quieres poseer, la de la moneda… o la del gusano.

285. UNO DE TERROR, de El Duende del Árbol

La placidez de caminar por el bosque hizo que casi arrollara al duende que la precedía, quien se había plantado en el sendero. Un segundo después la pestilencia acometió su nariz.
Obstruían el camino dos orcos tenebrosos. Su aspecto repelía; la miraban con ojos amarillos y colmillos de jabalí, en una cabeza cubierta de ásperos pelos negros. Cargaban con cerbatanas y colgaban de sus cinturas conejos y pájaros muertos.
El duende giró para regresar por el sendero; la joven humana también lo intentó, pero se enfrentaron a tres monstruos más.
–Me temo que la pasaremos mal –dijo el duende.
Uno de los orcos emitió palabras irreconocibles.
–Dime por favor qué está pasando –murmuró la joven con su garganta cerrada por el miedo.
–Quieren que la entregue. Me negué y les dije que usted es parte de nuestro reino.
Los gritos se encendieron y dos orcos desprendieron sus dardos, prestos a utilizarlos. La joven sintió que sus piernas aflojaban y cayó de rodillas con los ojos llenos de lágrimas. «No nos pueden matar ahora», pensó acongojada. Elevó su mirada al cielo, mas la espesura del bosque se cerraba sobre ellos. El hedor le revolvía el estómago: el olor de la muerte.

284. VIDA, de Bruja

Muy seco, muy retorcido, muy frágil, era el último árbol que quedaba en el campo de batalla, el fragor de la lucha había terminado con toda vida humana y las llamas del incendio con el bosque. Menos aquel árbol… seco, retorcido, frágil… pero vivo.
Pasaron los años, el campo seguía yermo, solo quedaba el árbol… ¡tan solo!… hasta que un día vio aparecer algo diferente cerca de sus pies. Lo fue vigilando durante un tiempo, hasta que de repente… hizo ¡plaf!… y apareció un cactus, ¡qué cosa!, nunca había visto nada así, y aunque al principio ese ser tan extraño y con tantos pinchos no le atraía nada, se dio cuenta que todas las mañanas se despertaba con la ilusión de verlo allí, a su lado. Un buen día trabaron conversación, el tiempo empezó a pasar mucho más rápido, y… surgió el amor, el cactus alargaba lo que podía sus pinchitos hasta llegar a rozar «su» árbol, y este se cuidaba de darle sombra. Por si no lo sabíais, los milagro existen y aquel amor hizo que la tierra se volviera fértil y lo que fue campo de batalla se convirtió en un magnífico bosque.

283. EL BAILE DE LOS EUCALIPTOS, de Ninfa

Eloy detestaba decir adiós. Le ponía de mal humor despedirse de los  huéspedes del hostal.
Antes de morir su padre sentía una curiosidad innata por las personas que venían al hostal. Se adaptaba con una facilidad natural  a su forma de hablar, o a que le contaran su particular forma de ver la vida, pero una despedida rápida,  mientras se bajaban unas maletas,  le devolvía a su soledad, que se tornaba  aún más profunda. Le dolía la certeza de que todo es temporal.
Una noche, completamente solo, el vacío impregnaba la piel de Eloy. Entró en el bosque de eucaliptos donde tantas veces había paseado con su padre.  Las luciérnagas le iluminaban el camino. El viento movía los eucaliptos y según soplaba  ese aire del norte, en una dirección o en otra, el aroma  de los árboles,  envolvía y arrastraba también,  el peso de su tristeza. Su cuerpo parecía más liviano, y el oxígeno y la menta que exhalaban los árboles le hicieron levantar los brazos, meciéndolos para tocar el viento sanador. Toda la soledad y amargura se escapaban a través de sus manos, balanceándose, bailando con todos los espíritus solitarios a los que no tuvo que decir adiós.

282. LUNA LLENA, de Olivo

  Otra vez ha vuelto a ocurrir. Otra vez se me ha hecho tarde y la noche me ha sorprendido solo, en medio del bosque. Debo caminar deprisa, pero con cuidado de no perderme. Sé que los mayores se cuentan historias escalofriantes ocurridas en estos parajes inhóspitos. Historias que no quieren que los pequeños sepamos, para no asustarnos. Pero yo soy un niño valiente y no le tengo miedo a la oscuridad. Además, por suerte, hoy hay luna llena y es más fácil seguir el camino de vuelta.
         Lo malo, sin embargo, es el castigo que me espera por no llegar a mi hora. Y que otra vez no sabré explicarles a mis padres por qué regreso con la ropa hecha jirones, todo despeinado, y las manos y la boca llenas de sangre.

281. INSTINTO DE MADRE, de Pájaro Carpintero

De puro agotamiento, se quedó sumida en un profundo sueño junto a un viejo roble. El animal que la había seguido a distancia, aprovechó para acercarse a su cuerpo. Olisqueó, lamió su carita y decidió echarse a su lado para darle calor y protegerla del ataque de alguna alimaña.
Apenas hubo luz, apareció un fornido hombre perteneciente al grupo de búsqueda. Al ver a la loba junto a la niña no vaciló en apuntar su arma contra el animal. La vieja loba se puso en pie, sabía que ese humano acabaría con su vida. En el preciso instante en que se terminaba el recorrido del gatillo, se oyó el grito de una mujer:
¡Noooo, no dispare, por favor!
Las miradas de la madre de Julia y de la loba se entrelazaron. Solo una madre podía comprender que el instinto de ese animal había salvado la vida de su hija, desaparecida en el bosque el día anterior. El cánido lamió por última vez la carita de la niña, que abrió sus pequeños ojos verdes y le devolvió su cariño con un beso en su hocico. Loba volvió a mirar a la madre con actitud de nobleza y se alejó lentamente.

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