Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

250. DE NINGUNA PARTE, de Saúco

Escupidos por el mar, yacían náufrago él y su barco en una playa desierta.
Arremolinados frente al zozobrado, resolvieron llevarle en una hamaca de hilos de cáñamo, hacia el denso bosque de la isla. Tenía el cuerpo magullado, lleno de heridas, cortes que sangraban copiosamente. En un estado continuo de duermevela, causado por los fuertes dolores, percibía lejano el vaivén sigiloso de unos hombres ágiles y silenciosos. Le curaban con emplastos vegetales de la selva y rituales de ayahuasca. Nunca vio a sus sanadores, atontado por el efecto sedante de la passiflora.
Un día sin fecha, se despertó robusto, en el velero recompuesto, lleno de provisiones, en medio del mar, rumbo a las tierras de las que había venido.

249. EL VEJESTORIO, de Fango

En mi juventud abundaban los bosques profundos y oscuros. Las copas de los árboles se perdían en las alturas y sus ramas eran tan frondosas que no alcanzaba el sol a rozar los helechos. Entonces mis piernas eran fuertes y mi ánimo alegre. En cuanto llegaba la primavera, los verdes montes me llamaban con voz de fiera por la ventana, llenando mi corazón de júbilo. Con la escopeta a punto, apenas podía esperar que mis obligaciones me permitiesen marchar, antes del amanecer, hacia la espesura, más negra que la noche. Tenía compañía, pero lo cierto es que en muchas ocasiones también fui solo, confiado y sin ningún temor.
Sin embargo, todo esto cambió con un suceso, a partir del cual me volví receloso. Ocurrió que una tormenta me pilló desprevenido. Lluvia y viento me azotaban a su antojo. Tiritando, no distinguía el sendero, resbalé en el fango y caí. Dolorido, giré la cara para zafarme de unas ortigas, cuando súbitamente, distinguí una cueva. Me apresuré a refugiarme y cási me caigo de nuevo, viendo a un vejestorio contrahecho frente a mí. Debí quedarme pasmado, porque me miró con enojo y me espetó:
“¿Qué estás mirando? Tú eres igual que yo.”

248. ANTES DE LA ÚLTIMA PÁGINA, de Carbayu

Tras cerrar el libro se quedó contemplando aquel paisaje de ensueño por unos instantes. Después, lentamente, cerró los ojos y llenó los pulmones de aire puro. Como cada inicio del otoño desde hacía muchos años, se permitía siete días libres para irse al norte; a los increíbles robledales de la cordillera cantábrica. Buscaba su árbol preferido (un gran “carbayu” como decían por la zona) y se ponía a leer a sus pies.
Poco más hacía durante aquella semana. Leía hasta que la luz declinaba. Después, contemplaba el atardecer. Le encantaba ver como la luz bajaba y la alfombra natural sobre la que descansaba se iba inundando de rojos, amarillos y marrones mientras el sol se despedía tras los majestuosos picos del cordal.
Aquella tarde se quedó un instante mirando su libro. Se lo sabía de memoria, pues era el que leía siempre en sus vacaciones. Mirándolo pensó: “Linda,  aún vive  feliz y ajena a todo lo que vendrá. Ajena al tiroteo. Ajena al dolor.”
Posando el libro y mirando el horizonte azul y naranja pensó: “¡Ojalá alguien parara ahora de leer y me dejara para siempre en este paraíso verde, feliz con mi libro junto a este viejo roble!”.

247. EL PLÁTANO GORDO, de La Secuoya Roja

Estaba deprimido por mi situación económica. Como millones de españoles me quedé sin trabajo. Lo primero en que pensé fue ir a la Casa de Campo; para mi es un bosque maravilloso, especialmente el Lago es mi sitio favorito. Allí están los “cedros del Atlas”, unos árboles colosales que pueden vivir mil años. Son tan majestuosos que parecen gigantes de cuento.
       Una vez en el Lago, di una vuelta alrededor hasta que me topé con un plátano de sombra gigantesco. Me impresionó tanto que me quedé mirándolo bastante tiempo. De súbito sentí una voz en mi inconsciente: Abrázame. Sin pensarlo me acerqué y abracé el árbol. Sentí una energía en todo mi cuerpo, como todas las células se regeneraban. Entonces perdí el tacto de mi cuerpo y observé atónito escenas del pasado como si se tratara de una película. Vi a personajes famosos como Goya pintando el retrato ecuestre de Fernando VII, a Alfonso XII yendo de caza y atrocidades: españoles matándose en la guerra civil.
Recuperé la conciencia y me di cuenta de que un ancho cartel que estaba detrás decía:
“El Plátano Gordo, único ejemplar de veinte metros de alto, cuatro de perímetro y más de doscientos años.”

246. MI NOMBRE ES BOSQUE, de Ascomiceto

Mi nombre es bosque. De liquen son mis barbas. De corteza mi atuendo, con muchos remiendos de musgos zurcidos. Mi pelo es fronda; calvo es mi invierno. Canto al viento. Lloro en las mañanas frías y en las muy frías apenas me despierto. Dicen de mí que siempre ando por las ramas, más tengo los pies bien en el suelo. Como tú, transeúnte de lo más íntimo, que posas tus ojos abiertos en todo y en nada. Sé bienvenido. Si esperas historias, nada prometo pues nada controlo. Si esperas  las musas yo no las tengo. Si buscas saberes, solo una cosa: antes estuve y después seguiré estando, cuando todo para ti acabe. Serás entonces de nuevo bienvenido. Bosque es mi nombre, transeúnte. Antes, ahora y siempre.

245. INVITACIÓN, de Nemeton

Un bosque no tiene dueño. No es necesario un orden establecido para que todo funcione, porque viene el viento, el tiempo o el agua y vuelve a reinventar un espacio y un orden nuevo, una fórmula distinta de sombras y temperaturas que crean otro nuevo equilibrio; porque el equilibrio no es uno e inequívoco, sino un juego de ecuaciones complejas que determina el fin de sus elementos. Hoy, en este pequeño claro desde el que te hablo, puedes multiplicarte o tender al infinito con la misma probabilidad de que despejen tu valor por debajo de cero. El bosque es el universo de la perfecta improvisación, el espacio en el que todo es posible, y por eso caben con la misma entidad cien mil millones de hormigas parlantes, que un pequeño fruto rojo con propiedades curativas, que cien princesas de reinados perfectos, que la violencia extrema de la destrucción animal, el poema, la leyenda, la canción. Sólo te pido, lector, que duermas tranquilo junto a este bosque, y que mañana, cuando nos visites sigas leyendo en silencio, como un largo renglón, el camino que nos atraviesa.

244. UN MACIZO, de Madera 2

Las temperaturas suaves no salen del soto del otoño. Las hojas, lentas caen de los árboles con su trémulo color amarillo. Han podado las moreras y les han abierto heridas dejándolas a la intemperie. Los barrenderos mecánicos llevan horas y horas recogiendo las astillas y el serrín en las calles.
       Quienes deambulan por las aceras, miran hacia arriba, buscando el ropaje de las tullidas ramas. Se encuentran con un sol que encandila y los pájaros revolotean buscando el cobijo del pequeño bosque urbano.
       En la mirada todavía le queda el recuerdo y el brillo de la escarcha sobre la hierba en los bancales, de los árboles en flor, de los carnosos frutos del verano…Siempre hablaba de  sus labores hortícolas en los paseos diarios.
        En su pueblo nunca hubo un bosque, ni cerca, ni lejos. Ahora, ya se encuentra en la estación de los tonos oscuros. Un macizo de cipreses alrededor, son su compañía. La cortejan para siempre.

243. PRODIGIO, de Raiz

Un vaho mineral se elevaba, cómplice, desde las entrañas del bosque y se mezclaba con las fragancias de la superficie en una danza nupcial que presagiaba futuros nacimientos.
Amanecía. Una gota de rocío quedó colgada de mil hojas reflejando su entorno con la lucidez de un espejo. Bastante cerca, el murmullo del río arrancaba arpegios de gloria en honor de un sol señorial que se asomaba entre las copas de los árboles.
Maite respiró armonía por cada uno de sus poros mientras una sensación de levedad se apoderó de su cuerpo, despojándola del lastre de su perpetua cotidianeidad hoy vencida. Allí se sentía otra, era otra. Era ella misma. Dos lágrimas de felicidad se unieron a la única gota de rocío que aún colgaba de mil hojas y también se convirtieron en espejos, esta vez, de su propia alma. No volvió a la ciudad, prefirió quedarse y vivir…

242. BOSQUE ENCANTADO, de Lobo 2

Cuando la pitonisa le dijo que un espejo le mostraría la cara de su peor enemigo, no creyó que eso pudiera ser posible. Sin embargo, allí estaba él, en ese bosque encantado, cual Narciso, con su propia cara reflejada en un espejo de agua.

241. EL BOSQUE ENCANTADO (para los más pequeños), de Duendecillo

La brújula de la Seño no funcionaba y estaban perdidos. Tenían miedo.
 Y de repente Gabriel vió algo extraño:
       Seño, ¡¡mira!!  ¡Alli hay un oso!
La seño sintió un escalofrío. Miró fijamente la silueta. Era un oso, pero había algo raro…No se movía.
       Tienes razón Gabriel, es un oso, pero no se mueve.
Y al acercarse se dieron cuenta de que el oso…
¡ERA DE PIEDRA!
       la leyenda dice que hay un bosque en el que si dejas de caminar te conviertes en piedra…Así que escuchadme bien, NO PAREIS DE CAMINAR, PASE LO QUE PASE.
Al principio lo consiguieron, caminaban sin descanso. Pero de repente Gabriel se paró al ver unas moras muy gordas. No llegó a oir el grito de la Seño,…se transformó en piedra. El resto caminaban en círculo llorando sin saber que hacer.
Entonces la Seño se acordó de la Rana Lola, sabía tocar el violín. Con su música se ablandó el intenso frío en el corazón de Gabriel, después se ablandaron los huesos y la tripita; las piernas, brazos y, por fin, la cabeza.
¡Lo habían conseguido! Gabriel estaba salvado. Entre gritos, risas y muchas lágrimas corrieron hasta salir del bosque.

240. HORIZONTE DEL FUTURO, de Mantillo

No sabía cómo había llegado a aquel lugar. Puede que estuviese soñando. Ante él se extendía la enorme muralla verde que componía el vasto bosque; la niebla reptaba trémula entre la espesura, como si fuese su aliento. Un cuervo solitario emitió su graznido mientras el sol iluminaba el extraño mar iridiscente que bramaba impaciente junto al acantilado.
Se internó con cautela. Tras un breve paseo descubrió los restos de una antigua ciudad abandonada, que yacía desparramada bajo el abrazo protector de las ramas y lianas de los innumerables árboles. Se sorprendió cuando vio aparecer a un hombre desharrapado, de aspecto salvaje, con gran barba y melena, el cual portaba una rudimentaria lanza. Pasó junto a él sin darse cuenta de su existencia, parecía que seguía el rastro de algún animal.
Siguió caminando entre los vestigios de una civilización extinta hace mucho tiempo. Las hojas muertas cubrían toda la superficie como un piélago de olvido. Un extraño animal se cruzó en su camino. No supo reconocerlo.
Alcanzó la cima de una loma, viéndose rodeado por innumerables piedras grises que aún se levantaban, desafiando a la eternidad. Eran lápidas.
Se acercó a una de ellas y, estremecido, pudo leer su nombre grabado.

239. SANTA CATALINA, de Arbvolado

Envuelto por haces de luz, me doy al camino abierto de par en par, y muy distinto a cualquier asfalto que se precie del tránsito más pesado. Humedad de la buena, rocíos, perfumes silvestres, van rodeándome sin premura, dejándose gozar. Hace tanto que mi alma-piel tenía necesidad de tamaño nutrimento, hecho de paisajes por doquier, trinos como encantos, hojas guirnaldas al caer en suspensión. ¡Cuán libre me siento ahora!, emancipado del oído continuo para atender la marcha de motores escupiendo smog, y de los sentidos en guardia ante posibles ataques porque sí. El único ruido es tan natural que suma al silencio en torno; pero este escenario me habla, y dice pájaros amaneciendo, dice árbol sonriente ante mi menuda presencia. Un día traeré conmigo a la más pequeña, aquella que ilumina mis sueños, para que sepa temprano sobre la abundancia escondida en las flores, de la enseñanza que rumían aquellos rebaños cara al sol y las lluvias. Es preciso que conozca dónde no entran la codicia ni el poder desmedido. Y que juntos disfrutemos un despertar indecible a cuanto albedrío se pueda contener

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