Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

39. ÉREBO CONSULTING

Hoy tienes que andarte con cuidado porque el jefe está cabreado. Una condición que viene con el cargo, sin duda, y que además adorna como una virtud la carta fundacional de esta gran compañía.

Ya sabes, «en los detalles habita el diablo». Es su frase. Esa y la de «a la puta calle» que pronuncia con una claridad prístina, una entonación precisa y un énfasis tan medido y dramático que al escucharlo uno sólo puede estremecerse. Y es que fuera hace mucho calor.

Te cuento compañero. Resulta que él andaba revisando el macro proyecto en el que está enfrascado el departamento desde hace tiempo. Siguiendo su pasión por el detalle revisaba cada paso dado, analizaba cada dato y medía el resultado conforme objetivos. Imaginaba feliz el momento en que el proyecto se cerrase con éxito. Se le veía satisfecho hasta que apareció el lacayo. Entonces, tras una breve discusión, se desató toda su cólera.

«¡Tantas décadas trabajando para que ahora un imbécil diga que no queda tiempo, que la competencia nos pisa los talones!» -berreó haciendo aspavientos con el rostro inflamado- «¡El gran señor quiere resultados inmediatos!» -rio enloquecido- «¡Adiós al planning!». «¡Pretenden que pongamos en marcha ya el apocalipsis!».

38. Un lobo de mar (Toribios)

Al niño le dijeron que iba a ver el mar. Y un puente colgante por donde pasaban la ría los coches y la gente. El niño contaba los días con impaciencia. Porque del mar tenía una ligera idea por las películas, y el puente lo había visto en una postal que mandaron sus tíos. Pero no es lo mismo. En el cine no se nota la brisa, y en la postal no se ve como se mece la barquilla, ni se oye el crujido urgente del acero. Así que el niño subió al tren de madera y empezó ya a sentir todo aquello, mientras se asomaba por las ventanillas crepitantes y se estremecía con el pitido profundo de la locomotora.

El primer día no pudo ver el mar porque un médico tenía que mirarle con un aparato que estaba muy frío. El segundo día llovió e hizo viento. El tercer día tuvo fiebre.

Pero le compraron un barquito. Uno de plástico, con el casco azul y las velas amarillas. Navegó con él todos los mares. Aún lo tiene. Lo acaba de encontrar cuando vaciaba el trastero de casa de sus padres.

37. Emoción colectiva

Compré las entradas desde el primer día que las pusieron en venta. Era el estreno más esperado del verano, llegaba la secuela del filme que destrozó los récords de Avatar. Tres años de espera llegaron a su fin y la gente esperaba impaciente fuera de las salas.

La expectativa unía al público, que llenó rápidamente el recinto. Todo indicaba que se podía confiar en las actuaciones, la cinematografía, los efectos especiales y la dirección. Transcurrieron veinte minutos, algunos expresaron la monotonía así: «Tranquilos, ya se va a acomodar la cosa». Ya cerca de la hora, los espectadores se manifestaron con silbidos y gritos. Otros pedían el retorno de su dinero. Mi prometida no me devolvía la mirada.

Transcurrida la hora, algunos abandonaron el lugar. Yo me quedé hasta el final, lo peor es que fueron más de dos horas. Cuando llegué a casa empecé a leer las secciones de espectáculos. Los críticos auguraban un fracaso para la película y, por lo general, habían escrito que no estaría a la altura de la primera.

Ahora decidiría entre rescatar clásicos antiguos para ver en casa o aguardar otros estrenos. ¡Ah!, y lo más importante, debía alegrar la vida de una novia enojada.

36. El Dorado

Mi padre encendía un Jean con deliberada parsimonia antes de leer las cartas del tío Toni. Dirigía una cadena de restaurantes en Venezuela. Con él todo era posible. Unas vacaciones colocó a los quince primos en un Seiscientos y nos llevó a comprar helados. En su última carta contaba que había preparado el catering para la visita del presidente Nixon. Me había enviado una foto con su coche, un espectacular Cadillac El Dorado rojo nunca visto en España. En la parte de atrás decía que el día menos pensado metía el carro en un barco y volvía a casa para enseñarme a conducir.
Mi madre protestó con la mirada cuando llegó aquella carta con remitente desconocido.
-Así se hace un hombre -zanjó mi padre.
Un amigo del tío decía que había tenido un entierro de caridad. Lo había acogido en su casa cuando le echaron por impago de la pensión. Recuerdo que salí al balcón, abrumado por un silencio que entonces no entendía. A la luz amarillenta de las farolas vi a un joven y sonriente tío Toni diciéndome adios desde el Seiscientos. Esta vez no llevaba a los primos. Con él se iba, sin ceremonias, mi niñez.

35. PREVISIONES METEOROLÓGICAS (Rafa Olivares)

Estaba anunciado un día gélido y desapacible. Frío, viento y lluvia, ideal para permanecer en casa y tratar de recomponer nuestra relación tras demasiados días de apatía y distanciamiento. Así que puse unos leños al fuego para caldear el salón, despejé la alfombra de estorbos, seleccioné suave música romántica y saqué dos copas y un Rioja reserva del 2004.

Cuando Sonia llegó, paseó una mirada distraída por el lugar, dijo que tenía una terrible jaqueca y que se iba a tomar una aspirina y a meterse en la cama. No recordé que el parte meteorológico hubiera dicho nada de polvo en suspensión.

34. Carne

Madre pega saltos al enterarse: voy a casarme. Hasta los ojos de mi hermana, tan débil la pobre, se llenan de farolillos multicolores. Como si en casa celebrásemos una verbena. No es para menos porque al fin hay esperanza. Siempre supe que mi futura esposa me aceptaría. Llevo meses preparándome. Esculpiendo cada palmo de mi cuerpo para convertirme en el hombre más hermoso del lugar. Y lo he logrado. Las otras jóvenes se retorcerán de envidia. Pero he elegido a Rosa por ser la más apropiada. Porque necesito ambos brazos si quiero abarcar uno de sus muslos. Robustos como un roble. O como las patas de un elefante. De esto último no estoy seguro: ya no existían animales en la Tierra cuando nací. Antes de ir a visitar a mi prometida, saco el hacha del leñero. Es mejor hacerlo cuanto antes. Así, el día de la boda, mi hermana ya estará recuperada. El médico nos aseguró que las proteínas la librarían de una muerte segura. Frente al altar, cumpliré entonces con mi parte del acuerdo —ahora le toca a Rosa—. Y será un matrimonio dichoso, aunque ella, a partir de hoy, deba caminar con una prótesis.

33 NOMINACIÓN (Fernando da Casa)

La academia ha seleccionado a los tres escritores vivos más importantes del momento. Dentro de un mes decidirá quién se lleva el premio.

Cuando me informaron de que me encontraba en esa terna, no me lo podía creer.

¡Por fin se reconoce mi valía!

Tantos años de esfuerzo, vocación indubitada, clases universitarias, admiración divina, lecturas apasionantes, cursos de escritura, preparación exhaustiva, proyectos faraónicos, ambición desmedida, fracasos editoriales, inspiraciones fallidas, trabajos alimenticios, lecturas interminables, envidias literarias, zancadillas epistolares, sonrisas hipócritas, codazos en ferias, fotos robadas, tertulias soporíferas, más lecturas forzadas, novelas de folletín, versos satánicos, rimas asonantes, ignorancia intelectual, bostezos clásicos, aplausos barrocos, firmas solitarias, premios corruptos, lecturas impuestas, textos sin sentido, ejercicios de muñeca, onanismo cultural, charlatanería hueca, alabanzas pagadas, relatos en cadena, ausencia de originalidad…

Yo ya he empezado mi campaña personal para lograr el éxito final.

Pero la sangre es demasiado escandalosa, no salta con facilidad. Me obliga a quemar la ropa.

Un empujón en un acantilado, sobredosis de pastillas, accidente con el coche… Revisaré, entre lecturas y escritos, cuál es el mejor método para que, esta vez sí, no haya dudas de quién es el mejor.

32. Así en la tierra como en el cielo (Francisco Javier Igarreta)

La hermana Imelda, postulante en el convento de las carmelitas de Villamaluenga, tortura sus torneadas rodillas postrada ante el altar, donde un exultante San Sebastián, asaeteado hasta la extenuación, sonríe entusiásticamente. Por más que Grijelmo, su joven confesor, trata de explicarle la peculiar idiosincrasia de los mártires, Imelda no acierta a despejar aquella patente contradicción tallada con saña en madera policromada. Le resulta difícil asociar la viva expresión de felicidad del rostro del santo, con el doloroso aspecto de sus sangrientas heridas. La verdad es que tampoco tiene muy clara la naturaleza de los gozos que, según Grigelmo, la esperan en la otra vida, como premio a las privaciones y sacrificios que tiene que soportar día a día en el convento. Aunque para Imelda, el mero hecho de dejarse acariciar los oídos por su melodiosa voz, ya es una bendición. Si, además, tiene ocasión de intuir tras la rejilla del confesionario el sensual aleteo de sus labios, miel sobre hojuelas. Más de una vez se ha sentido embargada en momentos así por un dulce arrebato. Incluso ha llegado a pensar si no será un atisbo del paraíso. Cuánto le gustaría saber qué diría Grijelmo.

31. El cuco (Susana Revuelta)

Se imaginaba el pollito recién salido del huevo que los gusanos que traía en el pico mamá debían estar deliciosos. Al menos eso le parecía cuando veía al otro pollo del nido alargar el cuello y atrapar vorazmente todo el condumio. Se estaba poniendo gordísimo, pero nunca quedaba saciado y lo hacía saber piando como un energúmeno, exigiendo más y más todo el tiempo. Así que la madre tenía que emprender varios vuelos al día para satisfacer su apetito.

En menos de una semana el pobre pollito, que no había logrado echarse al buche ni la triste pata de un grillo, terminó arrinconado en una esquina donde la madre, cuando regresaba con más comida, ya ni le veía. Pero él sí que la observaba con sus ojillos negros hundidos en el amasijo de huesos y plumas en que se había convertido, y se alegraba un montón cuando ella volvía con un ciempiés o una lagartija. «Qué menús más ricos», deliraba, cada vez más desfallecido.

Hasta que un día el otro pollo dio un estirón, ocupó todo el nido y le empujó fuera. Y mientras caía, y antes de espachurrarse contra unas rocas, soñó que se daba un festín de lombrices.

30. Habitación 307 (Miguel Á. Moreno)

Se desordenó el pelo con estudiada precisión, se humedeció los labios con la punta de la lengua y dejó caer el vestido estampado adquirido ese mismo día en la boutique de moda. El más atrevido de la colección. De pie frente al espejo, contempló su cuerpo desnudo. Se sintió hermosa. De repente, comenzó a ruborizarse al percibir el contacto de un miembro erecto que jugueteaba por su trasero. Notó unas manos suaves recorriendo su cuello, el aroma intenso de otro cuerpo presionando contra el suyo, el jadeo cada vez más frecuente de aquel ser desconocido cuyas intenciones quedaban claras.

Se dejó seducir hasta la frontera de la pasión, pero un escalofrío contuvo el instante esperado y hermoso. Un preámbulo del delirio, incontenible, que propició que aquel caudal amatorio regara su sexo y se elevaran al cielo en un gozo desenfrenado. Fundidos los dos cuerpos contra el suelo, permanecieron en silencio, sin mirarse, exhaustos, mientras la noche se despedía de los amantes para dar paso a un nuevo amanecer.

La mujer apuró el bourbon y escribió una nota para aquel hombre de la barra idéntico a su marido. “Te espero en la habitación 307”.

 

 

29 EL FALLO (A. BARCELÓ)

Está tan convencido de lo bueno que es su trabajo que imagina, como si las estuviese saboreando, las mieles del éxito: el reconocimiento de propios y extraños; el subidón de autoestima; las felicitaciones de aquellos que siempre le animan a intentarlo; el “mazazo en toda la boca” para los que sólo ponen zancadillas; la inyección económica; el empujón que supondrá para su carrera y para su vida en general… No necesita impulso para levantarse de la silla porque está prácticamente flotando. De repente, se desploma sobre el asiento del que, por fortuna, no ha llegado a levantarse. El nombre del ganador no es el suyo y siente el golpe que le devuelve a la realidad. Se acuerda del puto cántaro y se caga en la leche que le dieron al que escribió el cuento de la lechera, eso sí, con la sonrisa hipócrita del digno perdedor que le miente a su ego diciéndole que es la primera vez que le pasa y que éste es su primer gatillazo mental.

28. Expectativas

Carmela se levantó temprano. Los nervios la habían mantenido en vela buena parte de la noche y harta ya de dar vueltas en la cama se puso en marcha con una sonrisa entre los labios. «Vieja tonta», se burló de su emoción en el espejo mientras repasaba por enésima vez la lista de tareas de la mañana. Se aseó con rapidez y comenzó su labor. Aireó la casa, arregló su dormitorio y se encerró en la cocina dispuesta a preparar los platos favoritos de sus nietos. Alba y Manuel crecían deprisa pero aún les gustaba el pueblo y pasar unos días en casa de la abuela. La quincena que cada verano tenía a los niños solo para ella era su mejor regalo. Los mimaba, jugaba con ellos, consentía todos sus caprichos… Rejuvenecía con su vitalidad y su alegría.

Aún no era mediodía cuando terminó de cocinar. Se cambió de ropa, peinó con esmero sus ricitos rebeldes y se sentó a esperar en su mecedora favorita. Encendió la televisión y la apagó enseguida, cogió luego un libro y trató de leer pero… No, imposible concentrarse. Bumbum, golpeaba el corazón contra sus costillas, bumbum… «Vieja tonta», insistió con descaro su sonrisa.

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