Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
4
3
horas
0
7
minutos
2
2
Segundos
0
0
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

48. Una belleza absorbente

Se había despertado justo a tiempo de recordar el sueño. Lo anotó en un bloc y ya no durmió. Ese fue el comienzo. Luego, los tanteos, los múltiples borradores. Cuando estuvo preparado, se encerró en su estudio para componer la obra.

Los especialistas ensalzaron la belleza del texto. Destacaron el vocabulario depurado, el envolvente ritmo de la acción, la fuerza de los personajes. Y los editores le auguraron un éxito de ventas inmediato y duradero.

En una sesión de firmas de su libro se acercó alguien con cierto aire familiar. El autor, después de un instante de estupefacción, reaccionó airado al reconocer ante él a una figura escapada de su relato.

– ¿Cómo te atreves a presentarte aquí? ¡Vuelve a tu sitio!

– Mi sitio es el tuyo. Has creado una hermosa historia que te ha dado fama y te ha traído a esta orilla donde no hay fronteras y todos somos reciclables.

Fueron inútiles sus esfuerzos por volver a la realidad, por despertar de la pesadilla. Ya había sido incorporado como secundario a otra trama todavía inacabada.

47. ENERO VIVO

Un sol nuevo en la atardecida invernal

todos los verdes posibles en mi vida nueva.

Un paseo que barrunta primaveras cercanas

tu mirada clara atravesando el valle.

 

La humedad que refresca el alma

del río que fluye entre tu vida y la mía.

Momentos calmos en los que nos paramos

atrapamos el instante, los soles y un futuro amable,

vivido aquí y ahora, en el Valle del Trubia

el que habita en el mapa coloreado

que dibuja este momento divino…

cuando por fin vencimos al tiempo

en un invierno meditado.

 

 

**

 

46. Fusión (Aurora Rapún Mombiela)

En una playa escondida y poco frecuentada por el ser humano, se encuentra el lugar más bonito del mundo. Las piedras blancas absorben el sol y contrastan con el azul absoluto del cielo, las olas rompen en la orilla con el sonido de la inmensidad. Me tumbo directamente sobre los cantos rodados calientes, no necesito toalla, los brazos extendidos, los pies rozando el agua. Cierro los ojos, inspiro el aroma salado que transporta la brisa y me olvido de todo. No sé cuánto tiempo llevo así, disfrutando, pero percibo que me empiezan a crecer algas entre los dedos de los pies, trepan por los tobillos y se entrelazan en las pantorrillas. Sorprendentemente, siento la necesidad de comerme al pequeño cangrejo que ha trepado hasta mi ombligo y de beberme la ola que me ha cubierto entera. Poco a poco me voy convirtiendo en espuma y al final, con un ligero vaivén, me fundo con la belleza de la madre naturaleza. 

45. Los escondites de las bellas palabras

Era una mujer que en cada recodo de su cuerpo escondía bellas palabras.Siendo niña descubrió que le gustaba la palabra Risa y la escondió en la boca.                                                                             En su juventud, cuando el viento bailaba entre los rizos negros de su melena, escondió entre ellos la palabra Alegría.                                Más tarde, cuando le conoció a él, en su sonrisa escondió Ilusión y después Deseo y en el regazo Amor y también Hijos.                        Un día escondió Celos en sus oídos y Miedo sobre la espalda, pero enseguida los desechó y la palabra Perdón ocupó su lugar. Escondidas entre los días del calendario fueron pasando muchas palabras, algunas pasaron despistadas y otras que nunca le gustaron decidió olvidarlas.                                                                                   Años después, entre las hebras de plata de su pelo, escondió la palabra Sabiduría y entre los pliegues de las arrugas de su rostro,sé  cobijo la palabra Paciencia.En sus serenos ojos siempre escondió la palabra Ternura y entre sus manos se refugiaron la Dulzura y también la Calma.
Ella era mi madre y un día descubrí que entre sus brazos escondía la palabra Belleza.

44. La hora del recreo

 

Mi amada Violet, no creas que pienso en ti para evadir el miedo. Mis compañeros cuelgan en las cabinas los sujetadores de sus novias. Como si fueran patas de conejo. Yo prefiero recordarte sentada junto a mí en el Albert Hall. Temblando de emoción al escuchar el Opus 18 de Beethoven. Tan etérea que podrías vivir en una de las nubes que atravieso. Perdona por estas confidencias. Quizá te resulten de mal gusto. Pero aún necesito que escuches una más. Estoy a punto de incumplir las órdenes recibidas. Creo que desvarían. ¡Un puente barroco! ¿Cómo voy a destruir un puente barroco? Solo con imaginarlo me entran ganas de llorar. Ni que fuese un monstruo. Lo tengo decidido. Voy a desviar la trayectoria de la bomba. Caerá sobre ese patio feo que acabo de localizar en un colegio.

43. TERAPIA

Buenos días, me llamo Juan y soy adicto a la belleza. Buenos días Juan, repitieron diez voces fundidas en una para darle la bienvenida. Las voces pertenecían a personas con adicciones de lo más curiosas: miedo, soledad, oscuridad… Todos y cada uno de ellos se sintieron un escalón por encima del nuevo. Adicto a la belleza. Que vulgaridad.

La terapeuta de aquel grupo de extrañas adicciones invitó a Juan a desnudar los efectos de su patología.

El hombre expuso su infierno. Se ahogaba si no poseía cosas agradables a la vista, si no vivía en un lugar con un paisaje de ensueño, y qué decir de las personas que le rodeaban, le afectaba hasta el desmayo su aspecto físico no pudiendo convivir con nadie que no poseyera el don de la belleza, de hecho estaba empezando a sudar porque el adicto al miedo y otro par de asistentes no eran precisamente agradables a la vista. La terapeuta se percató de su malestar y se acercó para calmarlo. Cuando Juan tuvo sus ojazos verdes fijos en los suyos, sus manos perfectas deslizándose por su rostro y una sarta de dientes como perlas sonriéndole, supo que había elegido la mejor profesional.

42. Divergencias (Mónica Rei)

El señor  Skłodowski acarició con suavidad la tripa ochomesina de su esposa Bronisława.

—¿Tú que prefieres, amor mío, que nuestra hija sea inteligente o que sea  guapa?

Bronislawa exhaló el aire de sus pulmones y sonrió levemente antes de responder.

—Yo quiero que sea feliz.

El señor Sklodowski que, mientras escuchaba embelesado a su mujer, seguía acariciando su tirante barriga se acercó a esta y le susurró a la que iba a ser su quinta hija:

—Ya sabes Marie, tus padres deseamos que seas una mujer preciosa.

41. Invisible Niña Bonita

Daniela es una niña preciosa, sus ojos profundamente negros  y grandes esconden secretos de adulto que su sonrisa disimula ampliamente.

¿Cómo intuirlo?

De la mano de su madre camina cada día hasta el colegio con su uniforme de cuadros impoluto y planchado;  en el recreo sus compañeros se ensucian y despeinan, pero ella vuelve a casa con sus trenzas perfectas, no quiere enfadar a su mamá.

¿Nadie lo ve?

La bañera está lista y sus cuatro vitales añitos corren a disfrutar de su mejor momento del día,  hoy su linda carita se está hundiendo en el agua, su belleza se va diluyendo al mismo tiempo que una terrible sorpresa se dibuja en su rostro.

¿Mamá?

Un halo de densa oscuridad acaba de enturbiar esa mirada perdida, los maternales ojos ven a su niña dormida. Ella alcanza aquel frasco del armario y se sumerge en el sueño infinito para acompañarla.

 ¿Quién le dio el alta?

De repente aquel barrio tranquilo se llenó de ruidos de sirenas y de micrófonos interrogantes.

Sospechas había pero….la maternidad es algo tan bello….es inexplicable…..

Y ahora ¿qué?

Un número más. ¡No!

40. El abuelo de Antón

El abuelo de Antón.

El rostro surcado de profundas arrugas es testigo de la dureza de una vida a la intemperie y del paso del tiempo.
Cincuenta años labrando la tierra dejan unas manos ásperas y curtidas, de dedos gruesos y encorvados por la artrosis.
Tiene setenta y cinco años pero aparenta diez más.
Unas gruesas lentes le permiten ver y moverse con holgura.
Ayer le diagnosticaron cataratas y una incipiente sordera.
Siente impotencia y rabia.
La expansión de su círculo se va cerrando hasta ahogarle. Jamás se rinde.
Le queda la coherencia de la palabra y un corazón juvenil
Después de la siesta, pasea con su perro durante una hora y luego, desgrana el tiempo muerto hasta la hora de dormir viendo películas del oeste, al tiempo que saborea las galletas de toda la vida y un vaso de leche caliente con cacao.
Lleva una vida sencilla
Acaricia a Antón con sus ásperas manos, temeroso de lastimar su delicada piel.
El pequeño le mira arrobado y jugueteando con su bastón le abraza.
-¡Eres el abuelo más guapo del mundo! -Susurra
El corazón se le enternece. Deja de cumplir años. Nada más importa. En el olvido queda su fatigoso pasado.

39. Distopía 210120 (Luisa Hurtado)

No era caro, esa es la verdad, pero era preciso tener tiempo para especificar punto por punto todo lo que se deseaba.
Había que responder a los cuestionarios que superaban el centenar de preguntas, hablar y pasar el examen de los psicólogos, torear a los insaciables comerciales que durante todo el proceso permanecían a tu lado, ver millares de fotos para atar bien todos los cabos. Tanto era así que no pocos clientes se perdían en el proceso y no podían, transcurridos algunos días, concretar qué habían pedido, qué pagaban o en qué acabaría todo aquello.
Una vez que se tenía la lista completa de especificaciones, la oficina estética solo tenía que programarlo y tenerlo listo para la última cita, en la que el cliente convenientemente sedado y anestesiado era internado en la cápsula que hacía la operación, operación de la que salía por su propio pie, con otro cuerpo y otro rostro, listo para integrarse en esa sociedad en que la belleza se había democratizado, con un cuerpo muy parecido al de millones, indistinguible incluso, pero bello y grácil,

38. Entre sus redes

«Quítate la ropa, así… despacito», escribe, y según lo hace siente de nuevo esa tibia mezcla de ternura y lujuria capaz de invadirle hasta la última cana. Se siente atrapado por ella, enredado. Su belleza conforma un tejido confeccionado a base de urgencia y adicción. «Venga, ahora desabróchate el sujetador. Eres preciosa», teclea, y en su pantalón comienza a percibir sensaciones casi olvidadas.

Sonrojada ante el halago, ella duda unos instantes y responde: «Espera un momento, por favor, no te vayas». Luego se aleja un poco del ordenador y calcula dónde colocarse para que él pueda disfrutarla, observar su cuerpo entero. Se siente tan bonita ante él. Solo ante él. Pero antes tiene que hacer algo. Debe ser cuidadosa. Ahora sonreirá, se desnudará, bailará al son de su melodía, continuará haciendo lo que propongan las palabras alocadas y dulces del chico misterioso, pero antes debe seguir unos pasos previos. Primero: subir la música. Segundo: bajar la persiana. Y tercero, y más importante: revisar el pestillo de la habitación.

«Ya está», escribe ella.

«Genial, cariño –responde él, mientras sus ávidos dedos se abalanzan sobre la tecla de grabación-, tus padres jamás nos entenderían».

37. Música para marionetas

Nunca aprendí a bailar. Ni para esquivar las ratas de la Chureca, ni para sortear las balas que disparaban desde los edificios abandonados de Sarajevo. Un palo, te mueves como un palo. Solía decirme mi tercera novia cuando salíamos a la verbena de un pueblo pequeño de la Carballeda. Tal vez por eso me vino la muerte a visitar tan a menudo. Es bonito morir. Al principio se hace raro, ¿por qué a mí? Te preguntas con cierta confusión. Hasta que acabas por cogerle el gusto al protocolo mortal de cada tarde. No es igual descomponerse en medio de un estercolero, que desangrarse poco a poco tirado en el asfalto. Ni quedarse seco por un cruce de navajas mientras se apaga la música de King África o Carlos Vives. Ni siquiera me gustaba aquella chica. Tuve otras, como tuve también bandas sonoras más agradecidas. Como en todo, con la práctica se obtiene el virtuosismo. Y luego, cuando llegan los aplausos, unos hilos invisibles, o no tanto, te levantan y mueven tus pies, tus caderas y tus brazos a ritmos imposibles. Entonces tú saludas y descubres la belleza en aquellos ojos asustados, antes de que el telón vuelva a caer.

Nuestras publicaciones