Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

60. Pienso rayar todos los deportivos de tu barrio.

 

 

Lo nuestro fue un verdadero calvario. Desde que perdí la cabeza por ti, nuestra relación fue un suplicio insoportable  porque un día descubrí que por las noches eras de otro. Todo se precipitó cuando me abandonaste en un restaurante para huir  con tu amante en un deportivo azul

Cuando casi consigo olvidarte,  recibo una llamada tuya  para suplicarme que te perdone, que deseas volver conmigo. Me cuentas que tienes muchas ganas de verme y que hace tiempo que habías abandonado a tu amante porque resultó tan falso como su descapotable de juguete.

Como pensé que aún me querías, decidimos vernos esta misma noche en un bar del lejano barrio donde ahora vives, pero hace horas que vago por estas calles tan distantes del mundo, buscando una dirección  que nadie conoce. Ya no veo taxis y las calles están desiertas. Veo como familias de gatos callejeros cruzan la calle, como revientan las cucarachas bajo mis pies. Es muy tarde, tengo hambre y estoy muy cabreado por esta pesadilla a la que me has arrastrado. Te juro que no pienso marcharme sin rayar todos los deportivos de tu barrio.

59. VIOLETA MARCHITA (Belén Mateos)

Yo deseaba el azul agua marina de una manera obsesiva, ella el rojo. Yo babeaba por esa intensidad del color del cielo, del mar… ella se iba por el tono encarnado de la sangre. Le insistía en la coloración primaria ante la frialdad de su mirada, le reiteraba en ese pigmento secundario en la escala de los colores que conseguiría aplacar las lágrimas de la pérdida entre las aguas, pero ella mezclaba mis intenciones con el espectro de su alma.

Ya no podía hacer más. Me abandoné en la trasera del coche y dejé que ella condujera nuestra vida contra el cromatismo del arco iris tras esa lluvia persistente… una vez más.

 

En la quinta curva fusionamos una gama violeta que dejó su huella en el lienzo de la carretera con rayas blancas y negras.

La última ola nos llevó al encuentro de esa promesa que ella tanto deseaba.

58. PASEÍLLO

«Vámonos«, dijo ella saltando dentro del coche. «Sácame de aquí«.

Él la miró asustado; sólo quería impresionarla, charlar… No estaba preparado para ir más allá y su corazón empezó a latir a mil por hora. Ella se retiraba con soplidos laterales el mechón castaño que le caía sobre el ojo y toqueteaba curiosa e impaciente los mandos. Embobado, pensó: Qué bonita es…

«¿A dónde quieres que te lleve?«, preguntó intentando parecer resuelto.

«Lejos, muy lejos».

Esbozó su mejor sonrisa de Capitán América (aunque se quedó más bien en capitán calzoncillos) y apretó el botón. La máquina chirrió y, tras un estornudo suave, se apagó. «Vaya, tendremos que dar cuerda…». Ella le miró como si estuviera loco: «¿Qué?» Se bajó del coche con la misma rapidez con que se había subido.

«Ya me escaparé otro día. Además va a a llover».

Él se quedó allí, pequeño, dando vueltas a la cuerda, mientras observaba como ella entraba en su casa sin girarse siquiera para decir adiós. El viento jugaba con la falda de su uniforme y saltaba entre su pelo… ¡qué bonita es! Apretó el botón del coche, que esta vez sí arrancó, y volvió a tiempo para cenar en casa.

57. La excepción viste de azul eléctrico (Manoli VF)

Tía Hermelinda siempre había sido una mujer muy apañada que respondía frente a los cambios tecnológicos oponiendo sus propios recursos. Fiel a su forma de ser, cuando los primeros coches híbridos comenzaron a salir al mercado y sus vecinos trataron de convencerla de sus ventajas, tía Hermelinda les dejó claro que no necesitaba de sus consejos. Muy pronto, el barrio se llenó de electro-gasolineras y servicios de auto-cargadores, pero ella seguía desplazándose cada día en su auto azul eléctrico. Con la melena ondeando al viento y una sonrisa eterna salía en su pequeño descapotable a cuerda cual si fuese una actriz de cine. La cuerda del coche la llevaba justo hasta la dirección del ministerio del tiempo. Una vez allí, mi tía aparcaba su mini con sumo cuidado y subía las escaleras de tres en tres. Lástima que, por mucho que se apresurase, las reuniones de los ministros hacía años luz que habían dejado de celebrarse.

56. Cambio climático (Josep Maria Arnau)

Las sequías en el pueblo eran cada vez más largas. Donde había campos surgió el desierto. Llegó un momento en que el lago desapareció. Fue entonces cuando descubrieron las gafas de buceo y los restos de mi hermano. A su lado estaba el coche de cuerda que me regalaron el día de mi cumpleaños. No muy lejos hallaron al pretendiente de Brenda, con el reloj de oro del que tanto fanfarroneaba. Y a don Braulio, el padre de Brenda, que siempre se opuso a nuestra boda. Ella no sabía nadar. Nunca dejé que se bañara, hasta que nos mudamos aquí. Con la ingente fortuna también heredó esta casa al otro lado del océano, cerca de un lago. Cumplí mi promesa, le enseñé a desenvolverse en el agua y perdió el miedo. Ese día quiso ir sola, así lo he declarado. Jamás la encontraron. Cuando voy a la iglesia siempre rezo por ella. Luego pido perdón al Señor y que las sequías nos respeten mientras yo viva.

55. Choque generacional (Marta Navarro)

¡Me agotan! ¡Esta familia mía despedaza mi paciencia! Tradición, normas, responsabilidades… Sieeempre el mismo discurso, sieeempre la misma regañina, sieeempre esos odiosos aires suyos de superioridad. Muy joven, dicen ellos que soy, demasiado joven e inexperta todavía para comprender la importancia inmensa de nuestros ritos, de nuestras costumbres, de nuestros blablabla… ¡Ja! ¡Si supieran! No entienden nada. Mucha clarividencia, mucha perspicacia pero… nada de nada. Ni lo intentan, vaya. Y lo peor es que ni siquiera me escuchan, ¡maldita sea! Habitan un mundo inexistente. Un edén de fantasía. Un paraíso que se extingue bajo sus pies y no se dan cuenta. ¡Qué ciegos están! Traición llamaron a mi feliz innovación ¡Traición! Y al instante, de inmediato, mi varita y mis hechizos requisaron. Castigada como una criatura, ¡qué vergüenza! Los tiempos cambian y también nosotros algo con ellos habremos de cambiar, digo yo. Y, sí, por supuesto, reconozco que mucho más romántico, más adorable y cautivador, quizás, resulta transformar ratones y calabazas en carruajes y zapatos de cristal pero las niñas de hoy en día ya no sueñan ser princesas y gracias a mi (¿imprudente?) picardía, mirad cuan radiante y orgullosa conduce ahora Cenicienta su ferrari por toda la ciudad.

54. En el punto de mira

Desde que a Leonardo le tocó una cena con Marilyn Monroe en un concurso de radio y no pudo disfrutarla, debido a la inesperada muerte de la actriz, comenzó una lucha contra su cruel destino, fabricando una máquina del tiempo. Cuando culminó su invento, viajó hasta 1952 y apareció en pleno rodaje de Me siento rejuvenecer, una película en la que Marilyn hacía un pequeño papel. Tuvo la suerte de que se escapara un mono amaestrado, fundamental en el argumento, y, aunque tuvo que sufrir horas eternas de maquillaje, lo contrataran para sustituirlo. De esa manera pudo seducir a su amor platónico. El galanteo fue un éxito hasta que una estrella del béisbol se interpuso en su camino. Ante tal contrariedad, decidió quedarse en segundo plano, aceptando papeles de poca monta en las películas que Marilyn protagonizaba, para estar cerca de ella, no perderla de vista y escuchar sus confidencias. El día que descubrieron su cadáver, supo quién estaba detrás de aquello y decidió vengarse. Se montó en su artefacto, programó el lugar, la fecha, y aterrizó en la azotea de un edificio de Dallas el 22 de noviembre de 1963, justo cuando el coche del presidente doblaba la esquina.

53. ILUSIONES AÑEJAS (Edita)

Toda la vida he soñado con un descapotable, pero hube de conformarme conduciendo cualquier utilitario de segunda o enésima mano, hasta que se caía a pedazos y lo podía reemplazar por otro similar. Al fin, voy a conseguirlo. Mis hijos ya no me necesitan; mi querida esposa, la pobre, se ha ido;  y yo, para lo que me queda… Lo vi en un establecimiento dando el paseo diario. Regresé a toda prisa, asfixiado de emoción. Rebusqué por la casa mis ahorros escondidos y creo que he reunido lo suficiente para abonarlo al contado. Ahora mismo salgo a buscarlo. Cuando lo tenga en el garaje, antes de nada, lo pintaré de negro porque el azul brillante que luce me parece poco discreto para una persona de mi edad; además, si le arranco la llave de la cuerda, ganará elegancia. ¿Dónde habré metido la bolsa reutilizable del súper? Debo llevarla para traerlo, no vaya a ser que me lo pongan en una de plástico y la tenga que pagar.

 

52. La sospecha

 

Hugo oculta el filoso cuchillo en uno de los bolsillos de la mochila.

Lleva los ojos entrecerrados y brillo de carbones encendidos. Con pasos rápidos ha llegado a la esquina.

Labios cenizos con sabor a cobre

La sospecha ha crecido en su mente, como plantas rastreras en jardín sin dolientes.

Mercedes, su mujer ha cambiado en las últimas semanas.

Se pinta los labios exquisitamente, peinándose con frecuencia.  Se ha puesto guapa cuando él regresa a la residencia.

Ella no es así!

La vio saliendo de un auto azul estacionado en la esquina.

Un hombre que no conoce, a su lado camina. Un  extraño de pelo gris y largas patillas.

Mercedes sonríe al verlo, pero Hugo tiene ojos duros y un brillo homicida.

Apresurando el paso, lleva su mano al cuchillo oculto en uno de los bolsillos de su mochila.

-Te presento a mi padre.  Dijo ella.

51. Lucas

Que mamá tenga extraños poderes es vox populi. No supo guardar el secreto, y ahora Pablo Motos quiere llevarla al Hormiguero para que haga una demostración.

A Nancy y a mí nos encontró en el rastro. Después de comprarnos por cien euros a un coleccionista, nos acarició convirtiéndonos en niños de carne y hueso. Y el otro día, en la sección de Nespresso del Corte Inglés, rozó sin querer una foto gigante de George Clooney, que se hizo real y tuvo que venirse con nosotros para casa.

A todas horas recibe llamadas de gente importante, incluso de ese presidente que se peina como Chuqui, el muñeco diabólico. Ahora mismo está hablando con una alcaldesa famosa que ha requisado todos los folletos navideños de Toys ‘R’us. Quiere que mamá pase cuanto antes por su despacho, porque se ha encaprichado con un descapotable azul cielo a cuerda y le urge formar una flota de vehículos no contaminantes para su ciudad.

50- …tal astilla

Entorno la puerta con cuidado, por fin se ha dormido. Cada vez me cuesta más convencerlo de que los juguetes no se mueven solos cuando él cierra los ojos. Esta noche, incluso, he tenido que esconder el payaso de fieltro en el armario, porque Carlitos aseguraba que el muñeco era quien ordenaba a los demás que treparan a su cama y no lo dejaran dormir.

Mi madre dice que tanto ordenador lo pone nervioso y por eso tiene pesadillas. La pediatra, en cambio, no le da importancia. Dice que es normal a su edad y que es un niño sano e imaginativo. Claro que ellas no tienen que saltar de la cama en mitad de la noche para ir a salvarlo de los dinosaurios de plástico hambrientos.

Lo único que me compensa es cuando, como esta noche, consigo guardarme disimuladamente en el bolsillo  el descapotable azul. Le doy cuerda a tope, me siento al volante y te invito a ocupar el asiento de al lado. Tú sonríes y, juntos, dejamos que el viento nos despeine mientras él duerme tranquilo.

Al amanecer, regresamos con las pilas cargadas y, mientras lo besas en la frente, susurras: «de tal palo…».

49. MECANOFILIA

Mi padre es un apasionado de los coches. En la adolescencia, mientras sus hermanos fantaseaban con carteles de mujeres en ropa interior, él se excitaba bajo las mantas ojeando revistas de deportivos último modelo. Cuando cumplió los diecisiete cogió sin permiso el Seiscientos del abuelo para revolcarse con mamá en el asiento de atrás. Un mes más tarde, la aventura desapareció de sus vidas con la primera falta y la obligación impuesta por sus familias de casarse por la Iglesia. Después vinieron años de rutina y automóviles con sillita de bebé, limitador de velocidad y airbags de serie.

Por eso, cuando hace un mes papá aparcó delante de casa el descapotable azul recién estrenado, mamá se quitó el delantal y se pintó los labios, dispuesta a acompañarle hasta el fin del mundo.

Nunca sabremos si en el último momento decidió dar una vuelta para probar su potencia y le cogió gusto al acelerador o si ya tenía una muñeca a juego con su nuevo juguete.

Ahora a ella solo le queda el consuelo de que el descapotable no tiene asientos traseros, y papá siempre ha sido un hombre de costumbres.

 

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