Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

56 – Ref. – sábanas de matrimonio (240 x 270cm)

No es preciso lavar las sábanas para usarlas por primera vez. En caso de urgencia, basta con sacarlas de la funda de plástico, hacer la cama y tumbarse sin miedo.

Las sábanas están fabricadas con un tejido especialmente indicado para el contacto directo con la piel humana, un tejido al que no le afectan las manchas de sudor, ni tampoco las de otros fluidos corporales como saliva, lágrimas o sangre. Las manchas desaparecerán usando los productos adecuados, aunque en algunos casos puede ser necesario lavar a mano y frotar con insistencia.

Una vez limpias, secas y planchadas, hay que proceder a doblar las sábanas. Para ello, se juntarán las esquinas opuestas haciéndolas coincidir con cuidado, repitiendo la operación tantas veces como sea necesario (al principio cuesta más trabajo que la doblez sea perfecta, pero luego es más sencillo). Cuando alcanzan un tamaño pequeño y manejable, las sábanas se puedan guardar en un cajón de forma permanente, incluso para siempre.

Nótese que, si bien todas las labores anteriores son más fáciles de realizar entre dos personas, para guardar las sábanas en el cajón solo hace falta una de ellas.

55 – El riesgo de vivir

No lo haré.

Porque esas cosas no se hacen. No se debe.

Ahora que he tomado la decisión de negarme otro reto, tendido en esta cama que se ha vuelto un desierto, una sabana, un océano carente de olas, te asomas a mi momento ortegaygassetiano y te instalas en las arrugas de mi frente. Consigo la inacción de los recuerdos, aíslo un fotograma de la tira que me devuelve mi niñez cuando se apagan las luces debajo de mis párpados. Inmovilizo tu figura y el temblor de mis piernas, paralizo tu dedo amenazante y silencio tu voz. Ninguna lágrima encierra mis excusas, ninguna madeja de frases lía mi pequeña conciencia, ni nunca más, ni cuando sea grande, ni algún día, ni cállate, ni muérete, ni mi deseo de morirme y que sufras por mí y te duela la culpa del  dedo inquisidor, esas explicaciones y amenazas tan adoctrinantes.

Ahora que te has callado, que tus dedos dejaron de ser dedos, que no me he muerto para castigarte, que tú te has muerto para jubilarte de madre, paro el pasado debajo de mis párpados, como una foto en blanco y negro.

No lo haré. Tienes razón: esas cosas pueden ser peligrosas.

54 – TAREAS

Me encanta dejarme llevar por el olor a limpio de las sábanas blancas, mientras las cuelgas en el jardín para que se sequen antes de que desaparezca el sol. Lo haces cantando siempre tu canción favorita, que habla de amores pasajeros.

Te ves de nuevo radiante mamá, sólo tú puedes ser tan hermosa, tan especial, que hasta me dejas ayudarte para que te canses menos. Antes habías hecho la comida, limpiado toda la casa; luego te esperará planchar.

Papá se fue hace tanto tiempo que no recuerdo ya el día, será porque aún soy pequeño y no mido bien el tiempo.

Pero no me regañes otra vez porque no hice bien todos los deberes del colegio. Sé que no tienes tiempo para dedicarte a ello conmigo. Papá lo hacía tan bien.

53 – Ay, Dolores, Lola, Lolita

En este mundo, Dolores, debes tener claras dos cosas. Que el dinero abre muchas puertas. Y que algunos hombres con dinero son especialmente atractivos y seductores; pero en ocasiones, por esas mismas razones, resultan muy peligrosos. Ya que pueden hacer que pierdas la cabeza. Y el dinero.

No me mires así, Lola. Cuando seas mayor lo entenderás mejor.

Anda, ayúdame a doblar las sábanas y podremos descansar y tomar el sol en las tumbonas del jardín. Este invierno ha sido muy duro. Tanto frío no es nada bueno para mi delicada piel.

Vaya, ahí llega el vecino de enfrente en su nuevo Mercedes descapotable. Qué moreno está ya…

¡Ay, Lolita, hija mía! Deja de hacerle muecas, no seas tan descarada. ¿Qué te acabo de decir?

Entra en casa de una vez. Deja de chupar esa piruleta. Y ni se te ocurra ponerte el bikini rosa.

52 – Otros tiempos (Marta Navarro)

Tenía el gesto grave, la piel mate, muy seca, surcada por arrugas profundas como tajos de cuchillo, los párpados hinchados a causa del hambre, del frío y la falta de sueño. Apenas dormía, comía poco, mal, siempre a destiempo. Arrastraba su mirada una resignación honda y antigua, un cansancio de siglos, su corazón una dureza nacida de la mezquindad de los tiempos, de la costumbre de la miseria, de la más absoluta pobreza. Jamás nadie la vio llorar ni de sus labios escapó una queja. Seis criaturas colgaban siempre de sus faldas. Seis criaturas a las que alimentaba, vestía, cuidaba si enfermaban… Seis criaturas a las que nunca apretó fuerte contra el pecho ni sentó jamás a sus rodillas, con las que nunca bromeó al calor de la lumbre mientras pelaba judías o patatas ni enseñó a coser coloridos muñecos con retales y trapos, a las que nunca en noches de llanto consoló al dulce ritmo de una nana. Seis criaturas a las que jamás golpeó y de ningún modo maltrató pero a las que tampoco nunca abrazó y pocas, muy pocas veces, besó. Se llamaba Juana. Así la recuerdo. Mi madre. Y aquellos −ácidos, doloridos, amargos− otros tiempos.

51 . ARRIAD LA MAYOR (Andrés M.)

Las noches de agosto me sentaba en el patio para despojarme del sofoco diario. Había una enorme y desvencijada mecedora, era mi lugar de descanso. Al fondo, sobre el muro cuarteado de cal, mi abuela colgaba la ropa blanca después de remojarla durante horas con hatillos de añil en lebrillos de barro.

Los días de suerte, cuando había luna llena y la brisa corría entre las sábanas, yo jugaba a balancearme al ritmo de ellas y observaba los efímeros y azules reflejos de luna sobre los lienzos de algodón de la Antonia. Me encantaba imaginar que eran velas al viento y mi mecer, las olas rompiendo contra la quilla de aquel barco pirata. Cuántos navíos habré abordado con enormes tesoros, con un parche en el ojo y la espada en mi mano. En cuántos puertos lejanos habrán amarrado mis cabos para llenar las bodegas…

Construí con los palos de escoba el mástil, las vergas y trencé mis recuerdos y jarcias con las cuerdas de aquel tendedero. Guiado de las estrellas, navegué los mil mares sobre losas de piedra. Retazos de infancia cosidos con hilos de paño en un patio de Córdoba.

50 . CUANDO LAS SÁBANAS SE AIREAN (A. BARCELÓ)

Día tras día, me humedece con sus lágrimas y muchas veces se hace pipí sobre mí sin querer. Su madre está preocupada porque sabe que algo no marcha bien, pero él no quiere contarle nada, ni a ella, ni a nadie.

El miércoles, me utilizó para construirse un refugio entre cuatro sillas, se metió debajo y no quiso salir de allí hasta que mamá, enfadada con él, le obligó a hacerlo.

Ayer, antes de ir a la cama, jugó conmigo a disfrazarse de fantasma. Estuvimos asustando a unos malos imaginarios hasta la hora de dormir, momento en que me prometió que no volvería a mojarme jamás.

Esta mañana, nos hemos despertado secos los dos, me ha retirado del colchón, me ha extendido sobre la mesa y ha pintado algo sobre mí. Luego, me ha llevado al colegio y me ha colgado sobre la fachada principal.

El director acaba de dejarme sobre su mesa tras concertar una reunión urgente con sus padres. Van a alucinar cuando descubran que su chico ha hecho público que, en realidad, se siente chica. También alucinarán los padres de los chavales cuyos nombres llevo escritos, al enterarse que sus hijos pueden ser expulsados por practicar bullying.

49 . Mapamundi (Blanca Oteiza)

Como un fantasma su silueta se dibujaba bajo la sábana tan blanca como la luz del sanatorio. “Te he dicho que no puedes jugar entre la ropa” le repetían una y otra vez las voces. De niño con la mirada cabizbaja lloraba. Con los años esas lágrimas se habían convertido en carcajadas que resonaban ahogadas entre paredes acolchadas. Ese niño sólo quería ser niño: correr, jugar, reír, esconderse entre la colada. A ese pequeño le robaron los sueños el día que le dejaron en la puerta entre toallas. Siempre fue diferente, el rebelde que buscaba amigos donde los demás veían aire, el que hablaba con las ramas de los árboles del jardín, el que cantaba cuando llovía en mitad del patio. Alguna vez intentó escapar campo a través buscando tesoros bajo piedras de colores. Ahora el único color que ve son las pastillas que la simpática enfermera le suministra cada día. Les ha puesto nombre a cada una de ellas con países que sólo ha visitado en su imaginación. Es hora de tomar el avión y despegar.

48. GESTO (Concha García Ros)

GESTO

Siempre nos enamoramos de alguien que no existe, pero, a veces, cuando nos damos cuenta ya queremos demasiado a ese otro que duerme a nuestro lado. Esta es la historia de un amor o quizá de un espejismo, visto a través de la sábana tendida a contraluz.

Aunque me regañara yo seguía correteando entre la ropa tendida. Me gustaba el olor a limpio, ese aroma que mecía la brisa. Y me encantaba esa forma suya de fruncir el ceño cuando me sermoneaba. De adulto busqué ese ademán en decenas de rostros, hasta que al fin lo encontré. Mercedes, se llamaba, aunque eso lo supe después. Me gritó porque, al chocar con ella en la calle, le había tirado los apuntes a un charco que parecía reflejar toda mi culpabilidad. Y ahí estaba, la misma expresión, idéntica.

Y así es como ocurrió, construí toda una vida alrededor de un único gesto. Tan absurdo, sí. Ese mohín tan amado al principio, tan odiado después, cuando inevitablemente se pervirtió o quizá simplemente se dejó ver tal y como era.

Cuando extendí la sábana ya no quedaba nada de la fantasía, sólo un cuerpo rígido y frío que cubrir.

 

47 – LA LEY DE SÁBANA ( M. BELÉN MATEOS)

Mi madre era severa, como esas madres que se sonrojan a gritos tras una travesura.

No había día en el que su mano no me señalara castigando mi comportamiento, pero me encantaba cuando lo hacía mientras tendía la ropa con ese aroma a lavanda. Las ordenaba por colores igual que las pinzas; las sábanas blancas con blancas pinzas igual de radiantes, los calzoncillos de papá con esas amargas pinzas rojas, mis braguitas con las del color rosa nube, las suyas con aquellas verde esperanza…Y así el resto de las prendas que el viento se empañaba en hacer volar.

 

Los días de calma dejaba alguna sin sujetar y la contemplaba durante horas, como si quisiera que se fuera muy lejos para no volver, como si le diera alas para que emprendiera su destino hacia ningún lugar.

Yo la miraba escondida entre las ramas de la higuera y rezaba al cielo para que él no volviera nunca más a ensuciar la colada, esa que ella, al despertar, extendía sobre las inseguras y encallecidas cuerdas de nuestras vidas.

46 . CRECIENDO DEPRISA (Beatriz Carilla Egido)

El niño se acostó sin que le leyeran un cuento. En la opacidad de la noche escuchó cigarras, golpes, gritos, portazos y llantos. Sintió frío, pero nadie le arropó para que desapareciera el castañeteo de dientes. Se tapó los oídos, pero seguía escuchando la voz del miedo. Quiso levantarse para hacer pis, pero fue incapaz porque sus piernas parecían de goma. El pequeño mojó la cama y se durmió agotado. A la mañana siguiente su madre, con rostro desencajado, le ordenó tender los fantasmas al sol para madurar cuanto antes.

 

Mi página, aquí.

45. LAS PROMESAS DEL PADRE

Hoy, por fin, papá me ha regalado el teatro de sombras chinas. Me lo ha dejado montado y me ha confiado mis primeras figuras. «Cuídalas», me ha dicho; y se ha marchado. Son una mujer y un niño: una señora hacendosa y entregada, sin duda, y su hijo, obediente y cariñoso. Pero, cuando las he colocado tras la sábana y las he iluminado, mis certezas se han desvanecido. Ahora me parece que se mueven en un terreno ambiguo delimitado por el lienzo blanco que nos hurta a la vista sus auténticos perfiles y la luz que nos las dejaría al descubierto. Al llegar mi compañero de juegos, le he explicado mis dudas y me ha comprendido perfectamente. Entre los dos hemos ideado una historia que se ha ido desplegando ante nuestros ojos con inapelable exactitud. Hasta que ha llegado mi padre; ha sorprendido la inquietud en los ademanes de nuestras figuras y de un manotazo terrible ha derribado el teatro. Después me ha prometido pensar en algo para que logre comprender las dificultades de los seres humanos para vivir su libre albedrío. Y a Mefisto ha vuelto a echarlo de casa.

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