Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
0
7
horas
1
6
minutos
2
5
Segundos
5
2
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

59. Valeria y su historia

Valeria todos los días a las 7:45 horas llega a la estación. Los tacones, pronto resuenan en el anden, acompañados de voces, prisas y del traqueteo de alguna maleta. Valeria coloca sus gafas, aguza sus oídos, como en sus tiempos de cine con su marido. En pocos minutos se enfrasca en la vida de Doña Alma, sin más, le cotillea que enviudó hace tres meses. Sus hijos se la rifan por su pensión. Doña Alma casi pierde el tren, mientras enseñaba a Valeria fotos de sus nietos. La dueña de un caniche, en su trasportín, le cuenta que van a casa de su hija. Después de viaje con el IMSERSO. Su hija se empeña en que se eche novio «a mi edad»-fíjese-.Una chica altísima, la embiste con su lima, le explica que tiene las uñas frágiles, a pesar de tomar levadura. A carcajadas le dice que beber cerveza «no funciona». Paqui, la limpiadora, se une con su saludo diario, le susurra, a hurtadillas, que lo de su marido, ¡menos mal! es benigno y, por fin, se va la tóxica de su hermana a Valladolid. Valeria se va un día más con las neuronas abarrotadas de historias que ahuyentan su soledad.

58. La fotografía del doctor Padilla

En el club de fotografía se van a asombrar. Ha quedado perfecta. Ya la veré bien en casa, pero creo que podré presentarla al concurso. Y cuando les cuente que ha sido con la cámara del teléfono no se lo van a creer. Ojalá pudiera dedicarme a esto y dejar el sanatorio de una vez. Es buenísima: una pareja viajando en tren, dormidos, abrazados y relajados, y el paisaje que se insinúa por la ventanilla.

Ella estará ida después de un día sin medicación, aunque duerma. Y él… él nunca está así de tranquilo en el hospital. Allí está tenso siempre. No me importa ir a los cuatro bares del barrio de vez en cuando a buscar a los que les da por escaparse. Además, los taberneros ya los conocen, nos avisan, los entretienen mientras llegamos y no les dan alcohol. Pero esta vez se han largado del todo y para colmo en pareja. Y vaya pareja.

Ya estamos llegando. Nos están esperando con la ambulancia en la estación. Mejor espabilo primero al doctor Padilla, que supongo que me ayudará con ella si se despierta nerviosa.

57. SUEÑOS SIN DESTINO

Desde aquel marzo siempre vistieron igual, siempre la misma sonrisa en sus rostros, los mismos planes de futuro pero en trenes con distintos destinos, siempre la misma rutina, ella se relajaba sobre su hombro, el perdía la vista a través de la ventana y le contaba aquellos viajes a Europa que nunca pudieron realizar, le susurraba al oído como disfrutarían de sus nietos  aquellos días que jamás llegarían. Desde aquel marzo, noche tras noche el estruendo de la barbarie lo despierta del mismo sueño y de una vida que le había cambiado para siempre. Ella murió con aquella sonrisa angelical sobre su hombro, él totalmente destrozado, logró escapar del amasijo de hierros en el cual se había convertido aquel tren por la ventana que tantas veces le sirvió de pizarra para imaginar su futuro.

Ahora intenta disfrutar los días con sus nietos, siempre recordándola y teme que llegue la noche porque sabe que volverá a montarse de nuevo en otro sueño sin destino.

56. Ser felices

Se sentaron, abrazados y tranquilos, en un compartimento de segunda. Ningún pasajero les acompañaba.

Permanecieron ensimismados, ajenos al murmullo de voces que provenia del pasillo.

Dormitaban, siguiendo el monótono chirriar, para ellos armonioso y acompasado, de las ruedas rozando los raíles de la via.

Un año preparando el viaje con la ayuda de un ordenador, sus férreas voluntades y constante empeño en alcanzar sus sueños.

Habian pasado de sentirse victimas, a poder gestionar sus propias vidas.

A medida que los meses transcurrían aumentaba, para bien, su baja autoestima porque, sencillamente, buscaban ser felices.

Poder disfrutar de actividades sencillas. Pasear, abrazarse, mirarse, o, simplemente charlar tomando un café sin testigos pululando alrededor.

Odiaban  que les recordasen lo que tenían que hacer o tomar, a todas horas.

El tren aminoró la marcha.

En quince minutos llegarían al destino.

Por primera vez, ninguna enfermera les esperaría en la estación del balneario.

Sólo necesitaban las dos mochilas pequenas y sus cuatro muletas que reposaban en el portaequipajes del vagon.  (más…)

55. JUNTOS

Es sólo el ruido de los raíles al compás de los segundos que pasan, y pasan, dejando transitar el vaivén, otro, de la vida, juntos. ¿Por cuánto tiempo, mi amor?

Vamos a no sé dónde, quizás camino del epílogo, o por el contrario volvemos para reencontrarnos con el prólogo; tal vez el pináculo, de nuestras vidas, juntos. ¿Para cuánto tiempo, mi amor?

Dejémonos llevar, ya trascenderá, en algún tiempo, instante o no. Mejor que no llegue nunca, para poder seguir siempre… más juntos.

54. Principios (Mar González)

Todo tiene un principio. Fue en aquella cafetería de carretera donde nos conocimos. O, quizás, mucho antes, cuando me marché de casa y tuve que buscarme la vida sirviendo mesas.

Bueno, digamos que fue allí. Dijiste que estabas de paso, pero volviste puntualmente cada miércoles durante varios meses antes de invitarme a salir. Eran otros tiempos.

Quizás todo comenzó realmente el día que me cogiste en brazos para atravesar el umbral de aquella puerta. Ese piso destartalado y con papel floreado en las paredes que acabamos de dejar. Juntos lo fuimos convirtiendo, poco a poco, en nuestro hogar. Tres hijos, tu madre hasta que falleció, después los niños de la mayor… Mucha vida, risas, lágrimas y esfuerzos con los que no conseguimos pagar todas las facturas.

Puede que el principio sea ahora. El traqueteo de este tren que me acuna apoyada en tu hombro, como tantas veces.  Es el pequeño, quien se fue más lejos, el que ahora tiene un sitio en su casa.

Algún día, todo tendrá un final. Algún día. Ahora solo buscamos un nuevo comienzo

53. El último tren

Al coger aquel tren, sabían que ya no regresarían. Lo vivido en aquella ciudad formaría parte de su historia. Sólo la añorarían.

Al subirse, sabían que sólo se tenían el uno al otro. Que sólo ellos podían sostenerse y acompañarse en el futuro desconocido que avanzaba, veloz, por el ventanal del vagón.

Tras comprar los billetes se les dibujaron lágrimas en sus ojos cansados que resplandecieron las arrugas que vestían sus rostros, nublándoles la mirada y el paisaje de la estación.

Al dejar sus maletas en el vagón, recordaron la ropa que no llevaban, los zapatos desgastados que calzaban y los hijos que jamás lograron tener, aquellos que nacieron sin vida.

Antes de sentarse y dejarse vencer por el sueño, sabeedores del largo viaje que emprendían, se miraron el uno al otro. La misma primera mirada pero con más vivencias e historias compartidas. La misma mirada brillante de cuando se conocieron siendo unos niños.

Se besaron y se sentaron mirando al futuro. Ella posó su cabeza sobre su hombro y él la rodeó con su brazo. Se durmieron bajo el susurro de los combates y la sangre dejada atrás y de las palabras:

TE QUIERO

que siempre se decían.

52. Sin billete de vuelta

 

Pasaron  una noche furtiva en el hotel y cruzaron varias veces el umbral de la pasión. Cuando la tregua se formalizó a la mañana siguiente, sumergidos los dos en la bañera, Maxim, aficionado a las velas perfumadas y los encuentros románticos, le propuso una vida en común. Ella le regaló una sonrisa, y la mañana siguiente, somnolientos y muy juntos los dos, emprendían un inolvidable viaje en tren para establecerse en la lejana casa de Maxim.  Ella cerró los ojos, mientras un extraño fuego consumía su sueño.

Poco o nada imaginaba ella que las velas que Maxim encendía años atrás, a altas horas de la madrugada,  invocaban a dolorosos recuerdos de la mujer que amó hace años, cuyo nombre aun escucha en sueños y que todavía late en las muros de la casa que iban a compartir.

Ignoraba que el recuerdo de su ex amante atraparía a Maxim para siempre, y que ella, la mujer enamorada, arrastraría, día tras día, unos celos enfermizos para los que no compró  billete de vuelta.

51. Nunca el último viaje (Luisa Hurtado)

Es muy posible que la próxima parada sea la última, que se nos acabe el tiempo; pero mientras tanto estamos juntos, envueltos en la piel del otro. A nuestro favor está la vejez, somos los que más sabemos de vivir, de disfrutar de cada día como si fuera el último y de esos placeres pequeños que marcan la diferencia. Poco importa que cada minuto nos acerque quizás al final si ante nosotros hay un paisaje que podemos mirar juntos, que tengamos la piel surcada de arrugas si en ella se queda atrapada la caricia del otro, que nadie comprenda que siempre hay una oportunidad más para apurar cada instante.
El tren se acerca a la estación, en ella estarán nuestros hijos esperándonos, enfadados y sin hablarse, incrédulos; incapaces de comprender este amor que nos ha empujado a huir de ellos, de su incomprensión. Bajaremos del tren despacio, juntos y sonriendo, nos verán felices y quizás no alcancen a ver que nuestro corazón volvió a ser joven y que por él volveremos a escapar una y mil veces de la vida que han decidido para nosotros, esa en la que estamos tan solos y que ya no queremos.

50. Volver

Volver a pisar aquellas calles que un día estuvieron llenas de voces y risas  familiares. Y en las que ahora sólo hay ecos de un pasado ya lejano.

Volver. Para unir tus huesos con los de los tuyos, formando un enorme ovillo inacabable de nombres e historias, que siguen envolviendo y revolviendo recuerdos.

– ¿Estás segura de querer volver?

–Lo estoy.

– Ya queda menos. Durmamos un rato. Pronto descansaremos del viaje.

– Sí, esa es mi intención. Que, por fin, todos descansemos en paz.

49. DIONI & CLARI (Isidro Moreno)

—Al aeropuerto. ¡Rápido por favor!  —Dijo con la voz entrecortada por la excitación nerviosa.

Con máscaras de Dalí, a golpe de pistola, habían atracado la sucursal bancaria.

Al cabo de tres horas, la pareja de enamorados permanecían en la terminal de llegadas del aeropuerto ante la cinta de equipajes y rodeados de policías con perros.

A ambos no les cabía más tormento en sus cabezas ni palpitaciones en el corazón. El atraco al banco, la policía vigilando, las maletas que tardan, los perros olisqueando, los amigos de la partida que empezarían a echarles en falta… La maleta que por fin se divisa al inicio de la cinta; el disimulo ante policías y perros. Ya sólo un taxi más hasta la estación de trenes.

Al subir al vagón, la pareja de octogenarios fugados por amor en busca de una nueva vida, apreciaron gran alivio que duró hasta comprobar que la maleta no era la suya. Esta solo contenía ropa deportiva. En su maleta viajaban sus escasas ropas, sus muchas esperanzas, sus sueños y el botín del atraco.

Con el traqueteo del tren ambos empezaron a enumerar lo que aún poseían:

Ya sólo se tenían el uno al otro.

Y se durmieron.

 

IsidroMoreno

48. TODO LO DEMÁS (P. Hidalgo)

Me gusta ver abrazados a mis padres. Puedo suponer que tengo el pelo rebelde de mi progenitora, y las manos grandes como las del hombre que la conquistó. Imaginar que el ladeo de mi cabeza al andar, o la forma de cruzar las piernas tienen su origen en los genes maternos. Hasta conjeturar que ser llorona y friolera, o este peculiar tono de voz que tengo, puede venir de los paternos, como el resto de parecidos que se esconden por mi cuerpo, pies planos, dientes pequeños, piel oscura. Pero de lo que no me cabe la menor duda es de que todo lo demás, lo que de verdad me importa, es fruto del amor de este hombre y esta mujer, que duermen en el tren que nos lleva a conocer a mi familia biológica.

Nuestras publicaciones