Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

34. Nerea y los huérfanos (María José Escudero)

La señorita Nerea desprendía un intenso olor a mar mezclado con melancolía y, cuando se asomaba al balcón para sacudir las alfombras, una lluvia de sueños humedecía el patio del orfanato. Cautivados, mirábamos hacia arriba y alzábamos las manos para atraparlos, igual que atrapábamos monedas y peladillas en los bautizos de aquellos niños tan raros que, envueltos en algas y caracolas, solíamos rescatar cerca del acantilado.

La señorita Nerea, con su voz melodiosa, anulaba nuestra adiestrada voluntad de hijos abandonados. Incluso Marta y Jimena, esas dos almas rebeldes que parió la guerra, se habrían dejado peinar de nuevo las trenzas, si ella hubiese accedido a ser su madre sólo por unas horas. Pero la señorita Nerea iba y venía como las olas, perseguida por la brisa de una incurable tristeza.

Desde hace días, no sale a regar las flores, ni a vigilarnos con su distante dulzura. Tampoco agita el pañuelo en el aire para pedir ayuda. Por eso y,  aunque el sol se oculte para siempre tras las peñas, hemos resuelto liberarla de la bruma y escoltarla hasta la costa. Porque este asilo de huérfanos y penumbra no es lugar para una sirena.

33. Laila y yo (Bevilaqua)

Laila era una sirena atípica: aparte de no saber cantar, cabía en la palma de una mano. No obstante, era fanática de Boca Juniors, como yo. Tanta era la pasión de Laila por el fútbol que, ante mis reiteradas negativas, una tarde se plantó: “¡O me llevás a la cancha, o no te hablo más!”. Dos domingos sin que insultáramos al referí al unísono le bastaron para doblegarme. Así que envolví un frasco de mermelada con cinta, exceptuando una porción de unos treinta grados, por donde Laila pudiera ver…

Aquel domingo todo pintaba a pedir de “boca”: ganábamos dos a cero y mi amiga no dejaba de darme las gracias. Pero nada termina hasta que termina. Faltando un minuto para que el árbitro pitara, un mocoso, al que no debía gustarle el fútbol, comenzó a gritar: “¡Una sirena, tiene una sirena dentro del frasco!”. En resumidas cuentas, la fiscalía acabó acusándome tanto por tráfico de personas como de animales. Me condenaron a dos años en suspenso y me prohibieron volver a la cancha. Pero lo que realmente me duele es que, desde que le instalaron una pecera en el palco oficial, Laila ya no me devuelve las llamadas.

32. PASIÓN AL PIL PIL (Modes Lobato Marcos)

Te amo.

Te amo con todos los átomos de mi ser.

Y sé que, aunque no me conoces, tú también me amas a mí.

Y soy tan tuyo que hasta los dioses del tiempo sangran de envidia.

Y eres tan mía que hasta los huesos del tigre agonizan de celos.

Por eso esta mañana, cuando te has despedido de tu marido, he entrado en tu casa.

Y te he abierto mi corazón, te he confesado mis sentimientos y después te he abrazado, te he besado, te he devorado…

Es curioso, tu carne sabía a pescado.

31. DE CANTOS, MITOS Y CULPAS (Isidro Moreno)

El presidente de Cofradías hablaba al nutrido grupo del colectivo pesquero. Una tragedia había acabado con siete pescadores que faenaban en alta mar.

El orador aludía retóricamente a esos trabajadores y a su dura profesión. Enardecido por el mar, su mitología, la crueldad y peligros marinos, se refirió a los curtidos marineros como hechizados por sublimes cantos de sirenas y, en su delirio con el mar, a veces traspasaban unas peligrosas fronteras sin retorno.

Apareció en el escenario, sobre silla de ruedas, una señora de larga y pelirroja melena, entrada en años y arropada por una manta.

Pidió permiso y, tomando el micrófono, arengó con alabanzas a los sufridos pescadores pero, a continuación, elevó volumen y tensión en defensa de las ancestrales sirenas, siempre culpadas de las desgracias y desapariciones de pescadores, a pesar de ser harto conocidos los frecuentes hábitos de estos marineros cuando, bajo oscuros sentimientos, la bebida o amores desairados…, acaban cometiendo errores de trágicas consecuencias.

En aquel momento, se despojó de su manta, exhibiendo bajo la cintura, una larga y brillante cola de pez; mientras, entre el público, unas voces femeninas entonaban una hipnotizante melodía coral que sumió en sublime y placentero éxtasis a los congregados.

 

IsidroMoreno

30. La pescadería (Miguel Angel Páez)

Para salir de la crisis, inventamos lo del ‘B&W Fish Monster Day’, que se celebra hoy.  En este día, solo vendemos nostalgia escamada de blanco y negro, mosntruos decolorados y criaturas raras. No hay pescado azul, ni atún rojo de la almadraba, ni salmonetes anaranjados de pupilas verdes. Sin color. Solo ofertamos el sepia, que es muy vintage.

Nuestra tinta de calamar gigante ya fue top ventas el año pasado,  y hoy,  la fila humana esperando,  hace presagiar que en breve,  nos quedaremos sin ella.  Dicen que la utilizan como tinta para impresoras,  que es muy fluida y que da mucho de sí.  Cualquiera sabe.

Ayer nos llegó una partida de navajas grises melladas,  que dispusimos ordenadamente,  cubiertas con hielo picado,  junto a los erizos sin púas.  En la edición anterior, se vendieron como churros los pulpos de doce patas y los peces con sierra de calar;  pero hoy tiene toda la pinta que vamos a dar el sartenazo con las colas de dragón de cuento. Por eso, acabo de mandar a Rosita al balcón a poner  un telar bien grande anunciando la cola del dragón de San Jorge, que además de grisácea,  es con mucho,  la más apreciada.

29. QUIETUD

En los barrios altos, con la misma elegancia que preside sus calles y balcones, las criadas, imitando el ostentoso donaire de sus señoras, sacuden los manteles por la ventana y los agitan al viento con una inusual quietud, y las migas caen plácidamente sobre las aceras como copos de nieve, y los pajaritos picotean esos esponjosos restos con los que alimentan a sus polluelos, que crecerán fuertes y sanos, dejarán el nido y formarán sus propias familias en las ramas más altas de los árboles más resistentes. Los barrios altos tienen esa sutil delicadeza para con el orden natural de las cosas.

28. EL TRAPO (Purificación Rodríguez)

A ver si sacudiendo el trapo del polvo él se fija en este balcón y después en mí.

Llevo días colgando este pez de seda, lo más exótico que encontré en la tienda china, pero no hay manera. Fracaso total.

A mí no me gusta esta enorme cola llena de escamas, pero seguro que a un marinero le llamará la atención, tarde o temprano. Y él se tira muchos meses en el mar, allá por Terranova, que a saber por dónde andará eso.

Volvió la semana pasada, desmejorado y enfermo, según me dijeron los de la lonja, pero yo lo encontraré igual que siempre porque lo amo más que nunca.

Mediodía. No tardará en pasar para la taberna, con su andar desgarbado, su cara de rape y sus rizos negros volando al viento. Distraído, como de costumbre..

Pero seguro que hoy, por fin, me verá agitando este dichoso trapo y me dedicará una sonrisa.

A mí o al pez. No sé, pero algo es algo.

27. El butanero (Susana Revuelta)

Vivir en un quinto sin ascensor tiene sus encantos y no son precisamente las vistas, que el piso da a un patio cerrado. Ver, ver, solo veo tendales y geranios. Pero cuando se acaba el gas, suelen subir la bombona unos maromos de pelo en pecho que cortan la respiración. A veces viene un gordinflas que enseña la raja del culo y llega arriba resoplando, pero esta mañana la trajo uno nuevo.

En cuanto abrí la puerta me enamoré y, sin darme cuenta, comencé a desnudarle con la mirada. Me pasa a veces. Primero le desabroché del todo la camisa; fue fácil, con esos corchetes que ponen ahora. Después le solté el botón del vaquero y le bajé la cremallera. No llevaba calzoncillos y me puse muy nerviosa. Me quedé embobada mirándole el sexo henchido, palpitante: un cosquilleo me recorrió los muslos y noté cómo se me endurecían los pezones. Todo mi cuerpo temblaba.

Entonces oí la voz censora, quisquillosa; la voz interior que decía: «Paquita, te estás congestionando. Relájate, que solo es un chaval… y tu Antonio está al caer». Así que le despedí con unas monedas y salí con el batín abierto al balcón a quitarme el sofoco.

 

26. Contra natura

Y, en descabalgando San Jorge de la montura, no vio salir de la gruta al dragón al cual venía a dar muerte, como esperare, sino a la más bella muchacha que imaginarse uno pueda. Los cabellos color de miel de la doncella lo cautivaron; la elegancia de su porte y la gracilidad de sus movimientos lo terminaron de hechizar. Apenas recuperado de tamaño encantamiento, redobló la sorpresa del caballero el hecho de que la fermosa criatura, en lugar de practicar la cristiana fabla para dirigirse a él, escupiera fuego por la boca. Dedujo que había de hallarse ante el fruto de la unión contra natura entre la bestia y la princesa que le fuera entregada, años ha, para apaciguar su furia.

Se corrompió, de pronto, el aire y vibró el suelo con una fuerza tal que devino temblor bajo sus pies; bramó el dragón al asomar la monstruosa cabeza fuera de la cueva y desplegar las alas. Descartó entonces el caballero la empresa que hasta allí lo llevare y, dejando caer el acero, hincó la rodilla en tierra para encomendarse al Altísimo y a todos los santos del cielo con el propósito de obtener, ansí, la bendición del futuro suegro.

25. CÁNDIDA Y DRAGÓNIDA

Aunque el amo aún permanecía dormido en la cama, Cándida entró en la habitación. Esas eran las instrucciones que la había dado. Abrió la ventana de par en par. La luz mostraba la danza del polvo suspendido en el aire. Limpió meticulosamente la estancia. Se asomó al vano para sacudir el polvo, y lanzó al viento las partículas luminosas, y vio cómo se arremolinaban como locas en un torbellino ascendente. Creyó notar un incomprensible revés del aire que desordenaba su melena y trastornaba su ser. Sintió frío y calor a la vez. Sobre la sábana inmaculada y blanquísima que había colgado del alfeizar se fue revelando poco a poco un dibujo oscuro. Y la caricia tierna y bondadosa de sus manos se hizo aguijón. Su piel se escamaba, los dedos le crecían desmesuradamente. Todo su cuerpo se transformó. Unas incontenibles ganas de matar le inundaban el corazón. Se desnudó completamente, tirando una a una las prendas de su uniforme de criada sobre la cama del amo. Luego, las prendió fuego. Y mientras escuchaba los gritos y el crepitar de las llamas, se envolvió en la tela de la revelación, desplegó sus alas dragónidas y levantó el vuelo.

24. Ojos llenos de bolsillos

Solo los ojos de un enamorado pueden ver lo que esconde el bolsillo cosido a tu corazón. El resto se fijará en la cola de pescado que alfombra la casa en la que sirves, como si Circe no les hubiera prevenido del atrayente peligro que encierra.

Acabarán atrapados por cantos de polvo y suciedad, creyendo alcanzar el mar y sus leyendas. Las sirenas no existen. Tú lo sabes bien, sobre todo de nueve a doce, cuando te ganas unas monedas para alimentar el ego fracasado de quien no sabe vender las fotos que te hace.

23. COBRE Y ORO (Mercedes Marín del Valle)

Mi abuela tenía una larga y delgada trenza que antaño fue una melena preciosa, espesa y rizada. Ella contaba a menudo, que en otra vida fue un pez mitológico y ajustaba mucho su corpiño para acentuar
su silueta de reloj de arena.
Su casa estaba llena de elementos marinos y en una caja de nácar guardaba pequeños guijarros moldeados por las olas, restos de conchas y púas de erizo, moradas y verdes.
Mientras ella relataba sueños y delirios envueltos en palabras de las que no sabía su significado, pero que sonaban melodiosamente en su boca, retozaba en su alfombra repleta de algas, pólipos, ofiuras y caballitos de mar.
Una mañana de viento imposible y temporal costero mi abuela dejó para siempre la vida terrestre.
En un baúl de tachuelas doradas y tiras de cuero encontré una reliquia de 1627, un llamativo y exótico estandarte que decidí colocar en la balconada que daba a la calle principal.

De manera fortuita y bajo el título “Metamorfosis” me encontré, años después, conmigo misma en una galería de arte. Sonreí porque solo yo sabía que su rostro y sus preciosos rizos de cobre y oro completaban la estampa que deliberadamente mostraba a medias.

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