Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

66. YO ME RETRACTO

No quiero ni imaginar mi mueca… Quiero seguir viviendo. Necesito respirar y prometo encontrar sentido a mi existencia.

Mi vida pende de un hilo así como mi cuerpo pende de esta soga que abraza mi cuello, que baja de la viga de un feo cobertizo en una vieja casa, como yo, abandonada.

Ahora me arrepiento de haber pateado la banqueta y aquí, con mi ridículo balanceo, sigo pateando al aire en busca de algún soporte o de la puta banqueta que a pisar no alcanzo.

No, no quiero ni imaginar mi mueca… Qué lenta es la asfixia y cuán largometraje de vida me evoca. Patear ya es inútil, lo sé, pero cejar no puedo. Sólo quiero vivir, pisar, respi…

 

IsidroMoreno

65. En defensa propia

Dicen que las mujeres lloran frente al espejo y los hombres los rompen. Pero no siempre es verdad.
Celia no consigue verse reflejada en ninguno. Y no son precisamente las lágrimas las que le nublan la vista. Recorre probadores de tiendas, baños de estaciones y ascensores buscando otros. Se resiste a creer que son todos iguales. «Alguno habrá que sepa apreciar cómo soy» piensa.  Por eso se  maquilla de rojo los labios y embadurna sus ojos con espesos potingues; poniendo especial énfasis en tapar las oscuras bolsas que le rodean la mirada. Quiere marcar un territorio que antes no dejaba indiferente.  Se atormenta  pensando que ya no la adora como antes, cuando la piropeaba y le hacía sentir la más bella de todas las mortales. No alcanza a comprender su invisibilidad. ¿Qué culpa tuvo ella de aquel arrebato? ¿Debía tolerar que le devolviera una imagen arrugada? ¿Unas ojeras penosas? Y ese rictus… ¡no lo soportaba!
Lo cierto es que él, con sincero talante, tampoco tuvo la culpa cuando ella despertó con ganas de quebrarse ni cuando sus puños cerrados la emprendieron con él. Sus añicos, diminutos y afilados, sólo actuaron en defensa propia.

64. Llovía todo el tiempo

Mi primer recuerdo lúcido fue considerar a mi madre una miserable porque me untaba en las tostadas poquísima Nocilla, no como en el anuncio. No la odiaba, pero nunca nos caímos bien. Luego, lo normal, suspensos en matemáticas, unas tetas pequeñas, el novio de mi mejor amiga acariciándome, la soledad suplantando a mi sangre, la polla de algún profesor de la facultad, el diploma de Magisterio ardiendo, los ojos llorosos de mi padre, gritos, portazos…

Tengo un recuerdo que no puede ser real: llovía todo el tiempo. Llovía sin nubes, llovía dentro de la casa, llovía bajo mi piel… Luego, el tipo aquel del paraguas que no se iba. El cabrón consiguió que escampara. Probamos un tiempo, nada planeado. Tuvimos a Dani y comencé a actuar en algunas obras. Cuando tuve a Berta, cogió su paraguas y se largó. Lloré solo un día porque al día siguiente tenía mamografía y la audición para aquella primera película de Zlateck. Ayer cumplí cincuenta. Berta huyó hace tiempo, dice que soy una miserable, que la he ignorado desde lo de Dani y creo que tiene razón. ¿Qué cómo me ha tratado la vida? ¿Quieres un titular o un epílogo? Vamos, no me jodas.

63. Remesas defectuosas (Jerónimo Hernández de Castro)

Es el mejor. A pesar de publicar constantemente su secreto, no hay ingeniero biofacial como él: Lo importante es la elasticidad de las comisuras, insiste. Si no se trabaja desde la primera puesta en funcionamiento, la sonrisa original de fábrica se pierde pronto y se desploma enseguida en sucesivos pliegues de tejido plástico, que retuercen el gesto del humanoide para siempre.

Él mira cada androide con ternura, como si fuera una criatura única y acaricia con golpecitos sus mejillas inertes, para dotarles de esa pizca de alma que pueda ser autocaptada por su precaria inteligencia artificial.

62. Hasta que la muerte nos separe (Montesinadas)

Cuando nos besamos ante el cura y los invitados, nos comprometimos, y era nuestro deseo, amarnos toda la vida. Un sueño que, con el paso del tiempo, se volvió en nuestra contra. Sin saber cómo, perdimos habilidad para relacionarnos, los pucheros y payasadas ya no bastaban para dar por terminada una bronca casi desde su inicio. Los pecados veniales, que dejaban los enfrentamientos en tablas, desembocaron en reyertas mortales, sin penitencia que los redimiera.

Aquellos susurros cariñosos vieron llegar contestaciones violentas, las palabras, dulces y mimosas de otro tiempo, se tornaron en munición de artillería pesada, insultos y ofensas que buscaban hacer el máximo daño al enemigo devolviendo el dolor mil veces aumentado.

Olvidamos cómo pedir perdón y, cada mañana, toca ir al frente. La intimidad se ha convertido en un juego esquivo para evitar el roce, como si estuviéramos envueltos con alambre de espino. Entre los dos, un ensordecedor ruido de hierros y la falta de aire fresco. Vivir juntos es como habitar en el interior de un tanque. Mirarnos a los ojos disparar sobre las trincheras que han brotado entre nosotros, un campo de batalla por el que transitamos, atentos a nuestra espalda, preguntándonos quién disparará primero.

 

61. Un rayo de esperanza

Ya llevo dos años en este agujero. Procuro mantenerme vestida y lo más arreglada posible. Me ayuda a sentirme persona. Me peino con los dedos hacia atrás. Como el agua no es muy abundante, la propia grasa permite que se me quede repeinado, como si llevara gomina…¡Gomina!…No sé ni cómo soy capaz de recordar esa palabra. Ese objeto. Ese concepto. Todas las paredes rugosas de este lugar están llenas de marcas. Decidí empezar a hacerlas el segundo día de mi cautiverio. Pensé que me ayudarían a calcular el tiempo y a tener algo que hacer. A veces las cuento, las sumo, las resto. Eso me permite aguantar. Sigo conservando la esperanza de que me encuentres y me saques de aquí. Por favor, ven hoy. Es mi cumpleaños. Por favor, asómate de una vez por todas a ese agujero en el suelo y sácame de aquí.

59. CASTING

La habían llamado para un casting. Les gustaba su físico para hacer un papel en La boca crispada de las hadas. Acudió con un vestido blanco y vaporoso. Una joven le entregó el texto que tendría que representar. Tenía solo cinco minutos para prepararse. Leyó con atención, cerrando los ojos de vez en cuando para concentrarse en la expresión facial y en los gestos que utilizaría. Sólo le preocupaba la acotación tras la última frase.

Se descalzó y ocupó el centro del escenario. Toda la luz era para ella.

ꟷArrodíllense ꟷordenó, mirando severamente a la cuarta pared. Estiró su cuello de cisne hacia el cielo, a la vez que se ponía de puntillasꟷ. A la luz de la luna ꟷcontinuó con la mirada perdida en vuelo altoꟷ, una hiena adora lagartijas ꟷcontrajo su barbilla en un mohín de desconsuelo y orientó las comisuras de sus labios hacia sus pies descalzosꟷ, sobre psilocibina ardiente ꟷgritó, estiró sus brazos en alto con las manos abiertas y cayó desplomada sobre las tablas del escenario.

El director y su equipo aplaudieron con ganas. Ella permanecía inmóvil aunque ya no sonaban aplausos. Parecía muerta. Siempre se tomaba sus papeles muy en serio.

58. CONTAGIO

Fui una bella durmiente narcotizada por el sueño de hombres flácidos con billeteras de piel de dólar y pellejo sobre su carne decrépita.

¿Por qué me habrán descalificado del concurso de mises?

57. Salvando el planeta (Pepe Sanchis)

Llámenle intuición femenina, pero hace tiempo que tengo la certeza de que esta nueva obsesión de mi marido no acabará bien. Me lo acabo de encontrar llorando a moco tendido frente al televisor, donde Piqueras ha informado al mundo mundial del feliz nacimiento de un bebé gorila en el zoo de Sebastopol. Dice que es la mejor noticia que le han podido dar en toda la semana.

Y es que desde que lo prejubilaron lleva dedicando todo su tiempo libre, que es mucho, muchísimo, yo diría que demasiado, a informarse sobre todo lo relacionado con el calentamiento global y la desaparición de animalitos protegidos.  La otra noche me confesó que sufría mucho por el deshielo del casquete polar. Aprovechando la ocasión le lancé una buena indirecta, pero no se dio por aludido. Está seriamente preocupado por los osos polares y su futuro.

Entonces me acordé de Manolo, lo más parecido a un oso y/o gorila que conozco, y hemos quedado a esa hora de la siesta cuando echan los documentales de la 2. Al fin y al cabo, la reproducción de la especie humana también es un asunto preocupante…

56. VIGILANTES (Carmen Cano)

Voy encendiendo las luces de la casa para no tropezar en la oscuridad. Esto es la cocina. Hay un vaso sobre la mesa y una botella de agua. Bebo lentamente y observo las líneas de los armarios. Está todo recogido. Abro uno por uno. Aquí está. Parto un buen trozo y me lo llevo a la boca. Dulce, muy rico. Si me descubren, se enfadan. Él me vigila de noche. De día llegan ellas. Deben de ser mis primas, porque me cuidan bien y me preparan la comida y la ropa.

Orino y me lavo las manos. En el espejo ella me mira. Es mi madre, que ha vuelto. Lleva los cabellos recogidos, pero le caen algunas mechas encanecidas. Me mira con atención. Está a punto de decirme algo.

-Teresa, apaga ya la luz y ven a dormir, cariño.

Desaparece de pronto. Ahora me veo a mí misma, tragándome las lágrimas.

-Mamá, no me dejes aquí con este extraño .

55. Playa sin mar (Anna López Artiaga / Relatos de arena)

Pensé que me harían compañía y los llevé a mi nuevo apartamento. Drama y Comedia daban vueltas en su mundo transparente y golpeaban el cristal cuando me veían cerca. Yo los premiaba con unos copos de harina para peces  —gusanos, larvas e insectos, prensados y secos— y ellos los devoraban. Aunque debería decir que solo Drama tenía verdadero interés por la comida. Comedia prefería jugar: nadaba en círculos, hacía burbujas en la superficie con su boca redonda y roja, y saltaba —como si fuera un delfín amaestrado— haciendo sofisticadas piruetas.

Hasta que una mañana, encontré a Drama solo en la pecera. Golpeaba el cristal, como si pidiera comida, pero sus ojos de pez intentaban decirme algo. En el suelo, Comedia se retorcía y agitaba, intentando acostumbrarse a aquel nuevo elemento. No lo consiguió. Aunque lo devolví presurosa al agua, sus agallas se habían secado y resultaban inútiles. Flotaba, agonizante en la superficie, y no tuve valor para verlo morir. Lo cogí y lo lance al váter con rabia. Tiré de la cadena.

Después, le eché doble ración de comida al pez superviviente. Quizás un ambiente de abundancia lo convencería de que era mejor no explorar los límites de su prisión.

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