Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

41. Caso perdido

Le podría decir que sí, que aquí hacemos milagros, que de una cara esculpida a trompicones por la vida conseguimos modelar un rostro amable, sin arrugas ni surcos, digno de admirar. Es verdad que enterramos patas de gallo, allanamos el entrecejo preocupado, endulzamos la amargura de un rictus, vaciamos las bolsas repletas de insomnio de los ojos; pero el sufrimiento, la congoja de la existencia, las tribulaciones que han tallado ese semblante, seguirían prisioneras tras el remiendo y se rebelarían con el tiempo, buscarían inexorablemente su camino porque Usted, me atrevo a anticipar, continuará siendo un alma en pena.

40. DEBUT EN TABLAS (Rafa Olivares)

Sonsoles Niñoles tenía claro desde bien pequeña que quería ser actriz. Por eso cursó estudios de arte dramático, destacando en expresividad facial, que completó con clases de canto y baile. Además de cinco idiomas en los que alcanzó una dicción perfecta, incluso con giros y acentos comarcales. También aprendió a maquillarse y a transformarse en cualquier tipo de personaje, ya fuera de su propio sexo o del opuesto. Después de varios e intensos años de preparación, se lanzó a buscar trabajo y tras algunos intentos fallidos logró su selección en un casting, en dura pugna con un hombre estatua habitual de céntricas plazas y avenidas. Por fin, Sonsoles vería su sueño cumplido en un teatro importante de la capital, con la obra de un célebre escritor y en el papel estelar del personaje que figura en su título: Cinco horas con Mario.

39. PARÁLISIS AGITANTE Virtudes Torres

 

Desde hace tiempo dedica más minutos a mirarse en el espejo.

No busca estar preciosa, eliminar esa arruga que acaba de aparecer, delinear más el contorno de sus ojos. Tampoco pone labios de pez ni ensaya besos.

Ejercita los músculos de su cara. Eleva la ceja un milímetro, estira los labios hacia arriba…

¡Dios, cómo cuesta! Cada día el esfuerzo es más duro.

El espejo se empeña en devolver la MÁSCARA que ahora va formándose en su rostro.

Traga saliva y, esta vez sin esfuerzo alguno, una lágrima corre por su mejilla.

38. «Mayo se me escapa» (towanda)

Ha decidido partirse en dos. Para desligarse, durante horas, de todo lo sucio que sucede bajo su cuello. Para poder regresar a su esquina junto al callejón, donde alguien habrá vuelto a vomitar sobre orines atrasados. Cerca del altar de cartones en el que una anciana enferma solloza en vino por el gato que acaban de matarle. Sometida al sexo con la docilidad de una oveja vieja y donde solo desea que las bestias recorran, mudas y efímeras, su cuerpo. El asco gotea. Se condensa en una única lágrima que aparta de un manotazo nada más brotar, mientras escucha orinar distintas melodías de deseos satisfechos. Es su forma de sobrevivir en una ciudad que late de espaldas. Cuando amanezca, subirá a su cuarto. Apartará dinero para el casero. Para su madre… Para las clases de teatro. Y en la ducha, el jabón arrancará las huellas, los mohos y lo podrido que le han envuelto como segunda piel. Bajo el agua, volverán a unirse sus dos mitades y, frente al espejo –seca, ya limpia– se observará ensayando distintas muecas mientras declama, una vez tras otra, su frase. Apenas cuatro palabras, con las que, esta vez sí, desea convencer en el casting.

37. Campeona en un pueblo perdido de Nebraska

Me invitaron a aquel concurso de muecas y creía que podía ganar, sabía que podía ganar. Primero las eliminatorias, el nivel era bajo; soy una actriz, soy una gran artista por dios que era verdad. Inexpresiva, me dijo aquel profesor, que sabrá él, pensé yo; mírame ahora, soy una actriz, en un concurso de un pueblo perdido de Nebraska pero una actriz famosa, al fin y al cabo.

Llegan las semifinales, dos muecas sencillas y el rival a la calle. Ejercito la cara, la copa ya es mía; de un pueblo perdido de Nebraska pero ya es mía. El rival aguanta, dos, tres, cuatro y hasta cinco muecas y se queda quieto, helado, yo igual. Pasan las horas, el hombre había muerto, había ganado pero mi cara se quedó rígida con el mismo rictus, adiós a mi carrera, adiós a aquel hombre. Al menos había ganado aquel concurso en un pueblo perdido de Nebraska.

36. ATRACCIÓN IRRESISTIBLE

No sé, tal vez me lo piense mejor y puede que acepte ese papel. Aunque la historia no me convence demasiado, Juan Antonio Bayona es un gran director. Quizás él pueda transformar un guión mediocre en una película magistral- pensó Cate- mientras fruncía el ceño y gesticulaba de una forma muy graciosa.
Le tendré que dar una vuelta más- se dijo- mientras encargaba un hermoso vestido para deslumbrar en la próxima gala de los Oscar.
Llevaba tiempo queriendo rodar a las ordenes de un director español. De hecho, sobre su mesa aguardaban dos guiones, uno que sería dirigido por Pedro Almodóvar, y otro, por Alejandro Amenabar.
La idea de hacer cine en España le atraía poderosamente. Por eso había contestado afirmativamente a los dos maestros, ambos magníficos, pero tan diferentes. Le apetecía tanto rodar en la piel de toro, que le diría a su equipo que estudiara la manera de compatibilizarlos.
Si es factible quiero actuar bajo las órdenes de estos brillantes directores- se dijo- y además, como el proyecto de Bayona se filmará dentro de dos años, también podré hacerlo.
-No, si al final acabaré convirtiéndome en la musa de los directores españoles….-pensó.

35. Los otros lenguajes

«Te odio», me repetía una y otra vez de forma compulsiva, pero era evidente que estaba mintiendo. Me lo dijeron sus ojos azules, sus brazos cruzados, sus manos ocultas y visibles solo de vez en cuando para acariciarse la nuca, cubrirse la garganta, taparse la boca o palparse las orejas y la nariz. Era tan evidente que mentía… Además, tragaba repetidamente saliva, miraba hacia arriba y hacia la derecha sin dejar de hablar y darme explicaciones que yo no le pedía, al mismo tiempo que me lanzaba miradas esquivas. Miré sus pies apuntando también a la salida… No podía tener pruebas más evidentes y no podía dejar que se saliera con la suya. Mentía, mentía con una crueldad exasperante, aunque aquellas lágrimas y aquellos pucheros me tenían confundido y estuvieron a punto de hacerme desfallecer en más de una ocasión. «Te odio, no quiero verte nunca más», repetía una y otra vez cuando le cerraba la puerta del sótano. Y así un día y otro, aunque cada vez con menos fuerza.

34. NADIE NOTA NADA (Sergi Cambrils)

Hay quien necesita encerrarse unas horas al día para llorar y vaciarse; ahogar sus gritos desesperados en el cojín donde yacen sus propias lágrimas y, a modo de terapia, cuando se extingue esa incómoda presión en el pecho, conversar con los geranios que aún sobreviven al entorno sombrío de su casa para vomitarles la bilis de su desdicha. Se recupera pronto, pero se asfixia y sale a la calle a respirar otro aire, a cortar con ese tormento del alma. Su fortaleza le cambia el rictus y la convierte en otra persona capaz de interpretar una pose dicharachera. Así nadie nota nada.

33. CATE, FOREVER (Purificación Rodríguez)

Tienes un cuerpo hermoso, pero ni siquiera lo necesitas. En “Blue Jasmine”, del mejor Allen, era sólo tu rostro el que nos robaba la pantalla. Contenido, sereno, elegante pero expresando a la perfección múltiples estados de ánimo, sutiles emociones, el cruel conformismo, la devastadora decepción del fracaso hasta la rebeldía final.

Eres grande. Allí donde apareces, deslumbras. Como una rara esmeralda entre tantos cristales mediocres, muy brillantes pero muy huecos.

Sigue así, Cate. Y, por favor, nunca seas una estrella.

32. La última elección

Una vez más, me enfrentaba a la burocracia cumplimentando un formulario.
Frente a mí, la funcionaria que me atendía, a falta de aclarar mis dudas, se limitaba a mirarme con esa cara de “Tú verás, a mí me da igual”.

No lograba decidirme entre las innumerables alternativas que se abrían ante mi libre y aún capacitada voluntad :

– el día del cumpleaños del solicitante
– el día del libro
– el día de año nuevo
– al despuntar el alba
– con la puesta de sol

Había tantas opciones como días y horas tenía el año y comencé a encontrarme algo mareada ante la indecisión. Se suponía que aquello era un trámite más para paliar ese momento tan trascendental que me iba a augurar la inminente muerte, pero no era nada fácil elegir. Me angustiaba desconocer en qué lugar, manera y fecha sería más conveniente dejar el mundo terrenal. No tenía datos empíricos en los que basarme para sellar mi destino de la forma más correcta, legal y llevadera.

Al ver que estaba montando cola detrás del “espere su turno”, decidí abandonarme a la suerte y marqué la casilla donde decía:

– en la hora que me toque .

31. Forastera (Alvaro Abad)

Apareció resplandeciente en medio de la calle una tibia mañana y los lugareños no daban crédito. El cabello tan rubio y un escultural y blanquecino cuerpo totalmente desnudo provocaron que a la hora del pan más de diez hombres y otras tantas mujeres la rodearan sin dejar de mirarla y de hacer cábalas.  Aquello no tenía ninguna explicación a su alcance.

Una vecina llegó para cubrir con una manta a la desconocida, lo que ocasionó que varios de los hombres perdieran el interés. Aunque seguía sin tener respuesta a la estrambótica situación, el grupo femenino había decidido que en la calle no la podían dejar. Pidieron voluntarios para acoger a la enigmática huésped y de entre los hombres levantaron las manos dos solterones y el cura, pero no fueron aceptados. Y, aunque se ofrecieron más anfitriones, finalmente,  previendo e inventando problemas por acoger a la extraña, todos fueron abandonando el lugar.

Durante días permaneció la joven bajo la manta mientras el vecindario, otra vez,  se dividía entre opiniones dispares.

Una noche alguien recogió a la solitaria aparecida y condujo hasta el siguiente pueblo. En una retirada calle, y a pesar de la extraña melancolía que reflejaba su rostro, la abandonó.

30. La caja tonta (Susana Revuelta)

Para cuando el ascensor llegó a su piso, él ya se había aflojado la corbata y soltado el cinturón y ella llevaba el sujetador de bandolera. Al apartamento entraron hechos un manojo de piernas, brazos y lenguas. Él la puso de cara a la pared, sujetándola por las muñecas, y empezó a lamerle la oreja. Ella gimió empujándole con el culo hacia la ventana, susurrándole «nos van a ver los vecinos», notando al mismo tiempo su erección. Él le quitó las bragas, ella le bajó la cremallera del pantalón. Él se dejó caer en el sofá, ella se sentó encima en cuclillas… hasta que uno de los dos se apoyó en el mando de la tele y ambos perdieron la concentración al oír la voz del presentador, que preguntaba cuál era el nombre del río más caudaloso de Australia. Seis letras.

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