Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

29. FASCINACIÓN (Edita)

 

Desde que he descubierto tu fotografía, no puedo hacer otra cosa que mirarla. Abandono mis quehaceres para volver a ti; me acuesto a las tantas con disculpas peregrinas; engullo cualquier cosa comestible acuciada por el ansia de clavar mis ojos en los tuyos… La gente ha empezado a notar mis ausencias, las ojeras y esta inoportuna delgadez incipiente. Lo curioso es que no me importa: jamás me he sentido tan ilusionada. Cuento los minutos que nos separan, cada vez más escasos, como si fueran días de penitencia y, cuando tu expresión inunda por fin la pantalla del ordenador, cambio el aire que respiro por una paz desconocida; durante horas, permanezco inmóvil, sin poder pensar con lucidez.

En los ratos que logro desconectarte, busco la razón de semejante paranoia, trato de descubrir por qué los pucheros de tu rostro me subyugan hasta tal extremo. Anoche, en un duermevela, una especie de sueño o alucinación me ha dado pistas: esa imagen es la que yo quisiera ver en el espejo cada mañana. Para conseguirlo, tendré que cortarme las canas, quitar los pendientes, desandar unos treinta años y, lo más difícil, aprender a fruncir el ceño y la barbilla al mismo tiempo.

 

28. La mueca de Cate

 

—A Cate Blanchett —contesto.

Estoy en plena sesión de psicoterapia. Va de complejos y de esto ando bien servida.

—¿Y cómo cree que hubiese sido su vida pareciéndose a esta mujer? —me pregunta mi terapeuta.

—Pues, obviamente (me encanta esta palabra, la digo a menudo, incluso a destiempo), mucho más fácil, interesante. Y si no… ¡mírela!

En un segundo he buscado una foto de Cate en internet. Está haciendo lo que se podría llamar una fea mueca de «comme-ci comme -ça», contestando, tal vez, al mítico «¿te ha gustado?» post-revolcón. Pero en ella resulta encantador, irresistible.

Entonces mi terapeuta me suelta en plan farragoso eso que, gratis, obviamente, cualquier amiga podría haberme soltado: que no se es más feliz por ser más guapa, que las hay mucho peor que yo, que con los retoques del photoshop cualquiera… Y me voy animando, y me siento afortunada por tener la cara que tengo. Tanto es así que, terminada la sesión, me atrevo a gesticular a lo Cate cuando el hombre me recuerda que son ochenta euros. No parece apreciar. Coge el dinero sin apenas mirarme y no me devuelve mis buenas tardes. No soy Cate. Obviamente.

27. RETORNO

Le juré que volvería y aquí estoy. He brotado entre las calas y las gardenias. Soy la flor que corona la pequeña planta que ha nacido entre ellas. Intento llamar su atención con ese mohín que tanto le gustaba y agitando mis dos únicas hojas para que me vea, y por un momento creo haberlo conseguido. Falsa ilusión. Viene hacia aquí pero con la azada en alto, dispuesto a limpiar de hierbajos el lugar en el que sepultó mis cenizas.

26. La mejor

Siempre fuiste como una madre para mí, lo sabes bien. Me protegiste, me cuidaste, me guiaste, me allanaste el camino. Tú, siempre tan recta, tan formal, tan perfecta… Mas he de confesarte que si por ello alguna vez pudiera haber tenido la tentación de querer parecerme a ti, ese deseo hubiera desaparecido hoy de un plumazo.

Verás, podía pasarte que fueras tan maravillosa porque lo eras sin intentar sustituir a mamá en mi corazón, y eso me mantenía serena; pero lo de esta tarde…

No contabas con que estuviera en casa, claro; aceptarás que la profesora del taller de teatro tenga derecho a enfermar… Te decía que he vuelto a casa antes de que tú llegaras del trabajo. Me ha extrañado que no hicieras ruido alguno y he salido de mi habitación a ver: ensayabas frente al espejo y he comprobado con horror que lo has conseguido, que has superado a nuestra madre en esa mueca de burla que sacaba a pasear frente a mis debilidades; sí, esa que tanto me enfadaba y que yo nunca fui capaz ni de garabatear. A ti, hermanita, hoy te ha salido perfecta.

También en esto tenías que ser la mejor, ¿verdad?

25. La vida detrás de la persiana

La vida es alzar la persiana por las mañanas. Elegir qué ropa ponerte, qué camino volver a retomar. Tachar un día en el calendario… o anotar una hora más. La hora en la que caben todas las horas; en la que dejas aparte todos tus papeles, para mirarte al espejo y encontrarte contigo de verdad. Si a esa hora tienes cincuenta años y acaban de regalarte un vale para una clínica de estética entiendes que la belleza interior cobra una nueva realidad.

24. Eva es un nombre ficticio (María José Escudero)

Eva, a veces, recuerda que está viva y respira en alto. A veces, también sueña y, si no fuera porque su marido ha colocado un quitamiedos en el alféizar, arrojaría el delantal por la ventana y se escaparía a conocer el mundo montada sobre la alfombra del pasillo. Y es que Eva, a pesar de los sentimientos que la sujetan, hay momentos que se siente capaz de aflojar todos los nudos. Pero hay otros, sobre todo cuando los anhelos la acechan, que se arrima al botiquín y coge una pastilla, luego, echa un trago y entona una canción suave, ligera —como un sortilegio para espantar los susurros provocadores del extractor y olvidar el silbido imperioso de la olla—. Después, pica algo de la nevera y, empujada por la costumbre, retoma sus faenas. Así, entre trago y pastilla, fregar y planchar la ropa, se le va pasando el momento. Entonces, con una mezcla de fastidio y desencanto, se mira en el espejo y se pregunta: “¿Qué he venido a hacer aquí?”.

Al final del día, Eva se acuesta y se repliega. Y los sueños los deja estacionados debajo de la cama, junto a las chancletas.

23. TUS OJOS ZARCOS (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

En el metro me topé contigo.

─ Sí, es ella, me dije. Es la rubia de la plaza de los Chisperos.

─ Hola Loli, susurré.

─ Hola, ¿quién eres?, dijo alzando hacia mí sus ojos azulísimos.

─ Soy Jesús. Todas las semanas bajaba a tu quiosco de Luchana y charlábamos un rato.¿Recuerdas?

─ Ya no estoy allí, me jubilé, respondió.

─ Yo también estoy jubilado. ¿Sigues jugando ajedrez por teléfono con tus colegas?

─ Sí, me dijo, pero ahora menos. Y tú, ¿qué haces?

─ Pues paseo, leo y escribo relatos en un blog compartido con unos cuantos amigos.

─ ¿Cómo es eso del blog?, me preguntó interesada.

─ Pues te mandan una fotografía y escribes lo que ella te sugiera. Este mes han enviado una en la que se ve una mujer haciendo un puchero.

─ ¿Una alfarera?, me inquirió.

─ No, sonreí…

En ese momento se levantó su perro guía y azorada me preguntó si estábamos ya en Gran Vía.

─ Adiós, Jesús.

─ Hasta más ver Loli.

Me disculpé, por mi inadecuado saludo, con un inmediato “perdón”. Volvió la cabeza y posó por un instante, divertida, sus hermosos ojos zarcos en la punta de mi nariz.

20. LENGUAJE GESTUAL

Hace tiempo mamá era feliz. Cuando nos despertaba por la mañana lo hacía con una sonrisa, nos daba un montón de besos, y sus cánticos los podíamos escuchar desde el último rincón de la casa.

Pero de repente todo cambió. Fue el día que descubrimos cómo se maquillaba un moratón que le había salido por la noche en el pómulo, cuando dejó de tararear sus canciones preferidas, y la expresión de su rostro se llenó de pena.

Mi hermana y yo también estamos tristes, por eso y porque papá ha tenido que marcharse lejos a causa del trabajo. A todas horas le preguntamos a mamá si volverá pronto, pero ella nunca contesta, sólo gesticula con el rostro y aprieta con rabia su puño en torno a la llave del sótano que, desde el día que se marchó papá, lleva colgada al cuello.

19. (MÁS)CARAS (Mariángeles Abelli Bonardi)

Corte carré, mirada de hielo, acento ruso: Agente Irina Spalko. Misma mirada que Lady Tremaine: porte altivo, dos hijas, una hijastra cenicienta. Tanto, y a la vez, tan poco en común con Lady Marian, gallarda heroína de Sherwood, cuya larga cabellera muta sus castañas ondas en las ondas rubias de Galadriel, elfa de orejas puntiagudas y brillante resplandor; resplandor que viaja hasta posarse en el aura de Daisy Fuller: pelirroja, tutú de bailarina, “Goodnight, Benjamin”.
Ante el espejo, la cámara, el obturador: fui todas; soy ninguna. Hoy, a cara lavada: simplemente Cate.

18. Frustraciones

Ensayó a hacer cara de tristeza y desencanto.  El resultado: una mueca incalificable con la que no logró convencer.  No le concedieron nada.  Tuvo que volver a empezar; ahora sí, esforzándose por lograr resultados efectivos.  Entre tanto, se reían a carcajadas cada vez que recordaban su mueca artificial y se le volvían a reír en su cara cuando llegaba suplicante.  Los abordó entonces con sonrisas fingidas, pero no motivó ningún cambio; no la tomaban en cuenta para nada importante.  Se volvió aduladora, empalagosa, zalamera… Finalmente, no logró conseguir nada de ellos.

17. HOY VOY A MORIR (Sandra Sánchez)

Se levantó de la cama con esa idea clavada. Como si fuera una tarea inaplazable. Hizo una mueca delante del espejo a ver si lo ridículo del gesto le quitaba hierro al asunto, pero el pensamiento siguió ahí fijo, punzante, amenazador…
En el coche aguzó los sentidos; cualquier volantazo,adelantamiento, distancia u otra cosa la llevaría irremediablemente a un accidente mortal. No fue allí. Subió temblorosa a la tercera planta de su trabajo temiendo que se descolgara el ascensor; tomó el café sorbo a sorbo por miedo a un atragantamiento fatal; llegó a pensar, incluso, en la idea absurda de que un compañero la empujara por las escaleras. Nada. La obsesión le agujereaba de tal manera el cerebro que casi podía sentir el daño; pero la muerte no llegaba y la tensión, la estaba dejando exhausta. Al anochecer se relajó un poco – no del todo, un derrame cerebral o un infarto no tiene hora-  pero el baño caliente le estaba viniendo bien, así que dejó que el pensamiento se fuera deslizando lentamente por el desagüe. Antes de acostarse, se asomó a la ventana. Estaba todo tranquilo, en calma. Ella también. No se había muerto. No pudo evitar cierta desilusión.

16. El verdadero rostro ( Paz Monserrat Revillo)

Tú no quieres ir. No crees en brebajes, sangrías o fórmulas mágicas. Nada te asusta más que entregarte con pasividad a una intromisión. Pero estás desesperada y acudes a él. Después de someterte a sus rituales,  aquel que tiene en sus manos tu destino y tu dolor, quien conoce lo que tú solo adivinas,  te envía con una tarjetita y una recomendación a otro de su especie. Y resulta que en ese lugar, sin necesidad de recurrir a ninguna bola de cristal, te muestran tu futuro. Entretejido con tu presente y tu pasado. Descubres la imagen genuina de tu ser, sin caretas ni disfraces. Sonrisa encantadora o mueca absurda. Un retrato de tu esencia para toda la eternidad, con sus recovecos, sus abalorios y sus amalgamas. El oro y el  plomo de una vida, pura alquimia y metamorfosis.

Una vez vislumbrado tu verdadero rostro en la ortopantomografía que te solicitó el dentista, ya nada es igual.

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