Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

En quince minutos (Por Iván) (Fuera de concurso)

La cafetería está abarrotada. Entra y pide un café. Algunas personas le dirigen una mirada curiosa durante un momento y luego siguen a lo suyo. Todo el mundo sabe que el circo está a dos manzanas. Dentro de quince minutos empieza la función de la mañana. Comenzará su particular farsa y todo serán bromas, chistes y risas, pero lo cierto es que está harto de ser un payaso. De ser un payaso, y del circo. Harto de viajar de cuidad en ciudad.

Piensa en su pequeña Elisa. Ahora debe tener seis años. Hace casi dos que no la ve. Su ex mujer también se cansó del circo y de seguirlo de aquí para allá y se instaló en una pequeña ciudad. Ahora ella vive con otro hombre y él casi no puede ver a su pequeña. Su pequeña Elisa, con sus enormes ojos azules y unos mofletes que hacen que apetezca comérsela a besos.

Oye ruido a su espalda, se gira y ve que alguien le está sacando una foto. No le sale sonreír. La farsa comienza en quince minutos.

Bocanegra (Jesús Fernández) (Fuera de concurso)

El comedor estaba lleno, pero él estaba vacío.Ya no era un payaso, pero como tal se sentía. Menús baratos y comida grasienta por menos de un dólar, ¿Alegría?, se preguntaba mirando los posos de su café frío.

La alegría se viste de colores y él es solo un payaso en blanco y negro.

60. Sirimiri

Sirimiri

La niña nos nació embarullada, con la cabeza vuelta, parecía que le hubiera dado un aire; los pies cada uno por su lado, que cuando echaban a andar se le enredaban los pasos y parecía un cangrejo en retirada. Los ojitos miraban al frente, pero solo veían de lado. Movía los brazos como si fueran aspas de molino, para atrapar musarañas en el desván mientras canturreaba solo consonantes. Nos enseñaba a vivir; le gustaba ponerse por la mañana el traje de la alegría y acababa cada noche ebria de risas. El único día que se quedó muda fue cuando huiste sin regresar. Llovía y, escondido tras una cortina de agua, nos dejaste de puntillas para que siguiéramos buscando la aguja en aquel pajar. La criatura preguntó alguna vez por ti, aunque luego se ponía a devanar algarabías con las lanas de la abuela y te dejaba estar.

59. Retorcida

Mi pequeña me contó entre sollozos que estaba expulsada una semana del colegio porque el Director le tenía manía desde que le había dicho que el profesor de matemáticas y su mujer, la del Director, compraban en el mismo supermercado y siempre coincidían, sospechosamente, en los pasillos del fondo. El mismo profesor, me siguió contando, que se rumoreaba que estaba liado con la de latín y que también le tenía manía y por eso le había suspendido todas las evaluaciones. Pedí cita con el Director para hablar del asunto.

-La expulsión se debe a que su hija es… demasiado retorcida.

-¿No la estará usted discriminando por su pequeña deformidad, verdad?

-No, en absoluto, con retorcida me refiero a maligna, biliosa y mal bicho.

58. SORORIDAD

Me despachó con unas cuantas sacudidas nerviosas al aerosol, sin demorarse en mis contornos o recrearse en los detalles. Ni siquiera firmó, como si le avergonzara que los transeúntes unieran su nombre a mi silueta. Nunca volvió por allí, ni para dirigirme una mirada cómplice sin detener el paso. Y para colmo había usado una plantilla: me pregunté a cuántas otras como yo habría plantado en las esquinas de la ciudad. Definitivamente, para mi grafitero solo fui una más.

Me sentía tan poca cosa que cuando llegaron las lluvias me aterrorizó desdibujarme. Por eso giré la cabeza, con el temor de ver unos churretes negros que me goteasen espalda abajo y fueran borrando mi cuerpo de toda memoria, sin empatía, compasión o remedio.

Entonces lo vi. Caminaba muy deprisa. Se protegía del agua con un paraguas roto y miraba hacia atrás con gesto de terror, como si él también esperase descubrir goterones negros sobre la acera. Como si a él también lo hubiesen despachado sin contemplaciones y temiera desdibujarse. O peor, que lo borrase la figura que lo seguía mimetizada con las sombras. Pero aun así tan nítida. Tan parecida a mí.

 

57. YXY

Josemari despliega su paraguas en una calle de cristales en acecho y visillos despiadados. Arrastra su ambigüedad por una ciudad de fantasmas y mercurio. Una sombra le persigue. Su propia sombra desgajada. Aquella maldita sombra quejumbrosa y contumaz que llamaban Marijose.

 

56. SOMBRAS (Ton Pedraz)

Llegaron hasta nosotros clandestinas. Al principio sólo se dejaban advertir durante la noche, y en los rincones más recónditos de la ciudad. Muchos comentan que se trata de una epidemia, de espectros que, si cruzas con ellos la mirada, te colonizan. Lo cierto es que el miedo se está apoderando de la población y apenas se ve gente por las calles. Aseguran que son letales mientras amanece, cuando su silueta se recorta acechante sobre los muros desnudos de los edificios, y te embaucan reclamando tu atención, haciendo lo imposible para que te fijes. Por eso, cuando camines, nunca vuelvas la mirada, si no quieres convertirte en una de ellas.

55. Asombroso

Hay sombras que deciden claudicar, despegarse definitivamente del cuerpo al que dan sombra. Son casos insólitos, anecdóticos (apenas un 0,001 por cada 100 mil habitantes, según el Instituto Nacional de Sombras) Lo malo de ser sombra disidente es que estás condenada a la clandestinidad. Yo me despegué hace muchísimos años de la niña a la que venía asombrando desde hacía casi 15 años en la calle Leganitos, torciendo hacia Gran Vía. Desde entonces permanezco aquí, moviéndome en un radio de pocos metros alrededor de la esquina. Me alquilo por minutos. Por 20 euros seré tu sombra fiel durante una hora. Por 20 euros más, me desdoblo, sin complejos. Y por 50 euros… Si supieras de lo que soy capaz de hacerte por 50 euros, te asombrarías.

EXTRAÑO PEDIDO (fuera de concurso)

Me sentí como un payaso cuando llegué a la “cena turca” (turkey dinner) en una concurrida cafetería de una ciudad del interior de Estados Unidos e hice mi pedido. Mi pésimo inglés de hispanoparlante recién llegado al grandioso país no incluía la palabra “pavo”. Cuando pedí los kebab que había degustado hace años en algún restaurante turco en mi ciudad de origen y, además, acompañados de humus y ayran, el mesero me fulminaba con la mirada y mis vecinos de mostrador (el gordo de abrigo oscuro, la muchacha del sobretodo de cuadros, la vieja de negro con extraño moño en el cabello…) voltearon a verme con tal mirada de condena que tuve que tomar las de Villadiego. Nunca volví a pisar ese local, aunque era el comedero que me quedaba más a mano en el camino de regreso a casa.

54. HASTA LOS HUESOS (P. Hidalgo)

La lluvia le espera a la salida de la fábrica donde pone remaches. Con el cuello de la cazadora bien subido empieza a andar. Y a mojarse. El chasquido metálico, lejano, del pedal de la máquina de coser de su madre, las protestas de la albura de la rama de cedro donde su mujer cuelga el columpio al principio de verano, y los balidos de las cabras que cuidaba, le empapan con la primera ola. Con la segunda, el olor a combustible en la lancha que le trajo a Europa, el del puesto del mercado donde compró la maleta, y el tacto de la corteza de los terebintos. Mientras la marea de recuerdos se repliega, dejándole los ojos llenos de sal y la boca llena de arena, le parece, como siempre, ver la sombra distorsionada su hija, su pequeña, en la esquina. Acelera el paso sin prestar atención a los charcos, para llegar pronto a la siguiente, calado hasta los huesos bajo su paraguas.

53. ¿Por qué no estás, papá?

Aquella tarde llovía, siempre llovía por las tardes en ese pequeño pueblo. Jorge, acudía cómo todos los días al trabajo bajo un paraguas raído y desgastado por el tiempo. Al escuchar aquellas voces infantiles, no pudo evitar girarse para ver cómo un grupo de niños se dirigían a la escuela acompañados de sus padres, que charlaban animados contándose novedades, deberes pendientes y comentando alguna anécdota del grupo de whatsupp de la escuela.

Seis meses sin saber nada de Marta. Eso le atormentaba. Últimamente la veía a todas horas. La veía mientras dormía, mientras comía, mientras paseaba cómo ahora. No podía soportar el dolor de saber que su madre había decidido irse a vivir a Tenerife sin contar con él, sin decirle nada, de un día para otro. Bajo el paraguas protector, maldecía en silencio esperando que de un momento a otro,su hija, lo único que le importaba en este mundo, saliera de la esquina de siempre gritando «The floor is lava, Papa»

Esperando el momento del reencuentro, siguió andando por la calle mojada y en algún lugar, muy lejos pero muy cerca, una niña, no muy mayor, no muy pequeña, se escondía en la esquina para sorprender a papá.

De como una tortuga cambió su vida (relato fuera de concurso)

Como por casualidad, le llegó al WhatsApp la convocatoria de un curso intensivo de construcción de personajes. Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de hacer una incursión en el mundo del teatro. Su vida era tan aburrida que se había cansado incluso de escribirla. Lo primero que vió al llegar a la sala fue una tortuga Ninja, que se presentó como Leonardo mientras le tendía una nariz roja.

Desde que se la puso, no ha conseguido quitársela y es curioso porque ha dejado de sentirse tan payasa. Y es que ahora, está segura de que las casualidades no existen.

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