Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

55. LA VERDADERA FORMA DE UNA SIRENA, UNA HISTORIA VERDADERA (Sotirios Moutsanas)

Mi familia solía  veranear en un pueblo  griego, rural y alejado de las ciudades.  En esa época, era un niño travieso, rebelde y desobediente. Todavía conservo estas maravillosas cualidades. Un día bajé a escondidas a la playa con mi flotador y empecé a nadar mar adentro. No sé por qué razón el flotador comenzó a desinflarse.  En vano intenté regresar a la orilla. Mientras el mar me engullía como una ballena al plancton, ella apareció de la nada. Su aspecto era horrible, como un monstruo salido de mis pesadillas. La mitad de su cuerpo era como un pez, y terminaba con una enorme aleta. Su cuerpo era escuálido, sus manos tenían membranas como los patos. Sus ojos pequeños y opacos, sus labios finos, no tenía nada de pelo y en su cuello había una especie de branquias. Me llevó cerca de la orilla a una velocidad endiablada y esbozó una amplia sonrisa con unos dientes afilados, puntiagudos parecidos a los de los tiburones y se desvaneció en el horizonte.

Muchas veces la veo en mis sueños. Se me acerca sigilosamente y mete su larga lengua  viperina en mi boca. Me despierto empapado de sudor y siempre digo las mismas palabras:

“GRACIAS A DIOS HA SIDO SOLO UNA PESADILLA”

54. El empoderamiento de Eva

PRIMERA RUPTURA
Descompuesta, humillada, apaleada, sin recursos, joven aún muy joven, sin trabajo, como único abrigo la amistad y la familia, con una niña, sin perder la sonrisa, y con su vida, con la necesidad de huir para sobrevivir, con esos ojos que destilan un brillo magnético, y con una obligación: salir adelante, cueste lo que cueste para que su hija tenga una oportunidad.

SEGUNDA RUPTURA
Redescompuesta, abatida psicológicamente, con miedo, no tan joven, pero con más miedo, con trabajo, sin fuerzas, con casa, con una hija independiente, con la necesidad de quedarse a vivir lo que le espera a partir de ahora, con una obligación: recomponerse y valorarse, abrir los ojos y darse cuenta de que ella es única, libre, valiosa, valiente, con ganas de reír, con ganas de amar, rodeada de gente que la quiere. Con el deber de darse su oportunidad.

Y el tiempo, que lo cura todo, le da el poder de reafirmarse como persona y como mujer, y se levanta por las mañanas y ante todo se mira al espejo y encuentra ese ser mágico que ha sido siempre, que los trolls con los que vivió en otra época, mantuvieron en la oscuridad.

53. PALACIO RESIGNACIÓN (M. Belén Mateos)

Cerré los ojos esperando el beso que aquella criatura me ofrecía; a medida que se acercaba, un aroma nauseabundo impregnaba mi cuerpo. Su aliento pestilente me hizo contener la respiración y su tacto, áspero, extrañamente cálido, me acarició entera.

 

Ahora habito en palacio, me visto con sedas y opulentos abalorios, me cantan y versan juglares. Mi aposento lo adornan con lirios y lo perfuman con las más exquisitas esencias. Por el contrario, me ofrecen repulsivos manjares en bandeja de plata.

Arrepentida, cada noche me asomo al balcón para contemplar mi adorada charca y sus ondulantes nenúfares a modo de rosas.

 

52. DRÍADA

Yo era un chico de ciudad, el típico urbanita. Hasta el verano que pasamos en la casa del pueblo. Nada mejor que hacer que ordeñar las vacas, cosechar berzas del huerto, hacer queso con la abuela y contar los días que faltaban para que esa pesadilla acabara.

Una tarde la conocí mientras paseaba por el bosque y a partir de entonces todo se volvió mágico.

Ella me enseñó a invocar por su nombre a los vientos que bajan del monte, a camuflarme entre los helechos, a seguir el rastro de los lobos por su olor y a entender el idioma de los urogallos.

Desde entonces he regresado cada año. Ella siempre igual de joven y bella. Yo cada vez más viejo y más enamorado. De mi ninfa y de su bosque.

La noticia la escuché por la radio del coche. Cambié el rumbo y conduje desesperado, con las ventanillas cerradas para evitar que entrara el humo que el viento agitaba sobre las copas de los árboles. Las autoridades comunicaron que no había que lamentar víctimas humanas, pero cuando las llamas se retiraron el pueblo entero pudo contemplar, impotente, cómo miles de ninfas agonizaban apoyadas sobre los robles carbonizados.

51. DESORDEN DE LAS RAZAS (Belén Sáenz)

Oíd bien. Aquí llegan los merlotes. A lomos de transparentes guldas de mar hemos conquistado el promontorio añil de los sueños, y dix las comadres que a los niños malos que mean la cama les zampuyamos el cogote con un basto de la baraja.

Atended ya. Si se os demostrara nublemente que existimos nosotras, las pírgulas de las bibliotecas, las de la médula empolvada ¿seguiríais gribando sin poneros guantes? ¿Fulvaríais entonces las páginas de los brilos en busca de emociones y aventuranzas?

Escuchad ahora. Somos los setembrinos, nacidos en la madrugada de sirenes, el octavo día de la nesama. Conocemos los sigréculos de mil vidas antelares. Si quisiéredes saber dónde se esconde la leficidad, has de consultar el azogue que tenemos incrustado en nuestro espeto.

Sabed de nosotros, criaturas y existencias todas del orbe gentricular. Venid: Hubo un tiempo en que llevábamos el esqueleto debajo de la carne y parblábamos con los albios y la guinlia. Pero eso fue hace muchas éviras, en el planeta azuláncano que perdimos en el lodo cieno. Cuando no se nos había desgastado esa alma humana que algunos aún conserváis recelosos y que en ocasiones todavía nos asoma y nos asombra.

50. EL GUARDIÁN

Contar cada segundo, anular todo pensamiento, deseo y sueño. Ese ha sido su amparo: a lo que ha dedicado los días y las noches. Y su destino es perder el juicio atrapado en ese cuerpo petrificado, abandonarse y desaparecer.

Su corazón, sus venas, sus ojos se deshacen. Se convertirá en arena y llegará el fin. Su cuerpo se desintegra arrastrado por un soplo cálido de viento, lejos, hacia el mar.

Pero el primer latido del corazón retumba dentro de él como un seísmo. Un dolor intenso, insoportable.

Siente el calor del sol y la lluvia en su piel, una alegría histérica por volver a la vida. Pánico al tomar conciencia de lo que está sucediendo. Un miedo infinito.

Hoy es el día. Es consciente de que con solo una orden sus piernas abandonarán esa fría quietud. No tiene prisa. Ahora lo sabe. Antes de blandir su espada, disfruta de ese instante eterno.

Atardece. El sol inunda la mar, y la ciudad se estremece al escuchar el grito olvidado por los siglos de los siglos del ángel guardián sobre el cementerio.

49 . Alivios

Cuando tenía mocos o calentura mi madre me subía a ver a la Curiela. Andábamos monte arriba hasta llegar a la antigua paridera del raso. Daba igual la hora que fuera, avisaba a nuestro padre de que salíamos y tiraba de mí hasta alcanzar su destino. Yo pensaba que era por los dos hijos que ya había perdido. O por el valor que cobraban un par de brazos a la hora de la labranza. El caso es que me arrastraba por la vertiente hasta alcanzar aquel chamizo lleno de magia, como si una extraña fiebre la poseyera en verdad a ella. Entrábamos sin llamar, tanto de día como de noche, y nos recibían una serie de estatuillas y fetiches, de amuletos y reliquias que dibujaban, a la luz mortecina de la lumbre, sombras fantasmagóricas sobre las paredes de cal y piedra. Un viento frío la acompañaba cuando aparecía de repente. Joven para vivir tan apartada, guapa a pesar de su aspecto descuidado. Me conducía hasta el chiscón del fondo para aplicar paños calientes con sus manos de seda. Después se retiraba con mamá al lado del fuego y conjuraban la enfermedad con toda suerte de aspavientos y gemidos.

48 . ¡Cua, cua, cua! (Lorenzo Rubio)

Desde que mi novia voló de casa, lloraba encerrado en el aseo. Con la bañera llena de agua caliente, me relajaba con los patitos de goma que compré para cuando ella quisiera quedarse embarazada, de mí.

Un día añadí sales aromáticas. El agua tomó una tonalidad rosa y, de repente, los patitos graznaron. ¡Habían cobrado vida! Desnudo, correteé por los pasillos enloquecido, hasta que resbalé y me di un buen golpetazo.

Pero no, no me había vuelto loco. Los patitos estaban vivos. Y eran tan preciosos que consiguieron que sonriera. Los adopté como hijitos. Les cambiaba el agua, los alimentaba, les daba cariño, y hasta los bauticé: Gomitas, Comebichos, Travieso (porque más de una vez paseaba a su aire por la casa), Alicaído y Despechitos.

Pero los hijos crecen. Se convirtieron en unos hermosos patos de goma (salvo Travieso, que resultó ser un cisne) y ya no cabían en la tina. Así que los trasladé a la laguna del pueblo. Lloramos todos, los patos, el cisne, yo… y mi exnovia que estaba allí. Había llevado a ver palmípedos a los sobrinos de su prometido. Creo que se arrepintió al comprobar el excelente padre que hubiera sido del niño que esperaba.

47. «Haylas» (Alberto Moreno)

Tengo cáncer. Los reyes son los padres. Tú me besas. El calvo de la lotería es en realidad un señor de Trinidad y Tobago que no hace magia ni nada. Tú me abrazas tan fuerte… Las burbujas de Freixenet son simples chicas, que además no suelen ir así por la calle. Y me haces el amor tan sólo con mirarme. Papá Noel no puede estar a la vez en la puerta del Carrefour y en la del Corte Inglés, es imposible. Soy tan feliz que a veces creo que todo es un sueño. Copperfield no hizo desaparecer la Estatua de la Libertad, pero mamá se llevó a papá al poco de morirse. Y a él no le importó, total, ya había terminado de arreglar el establo. El caso es que ella sí lo hizo desaparecer, y eso que no era maga. Tú tampoco. Sin embargo, el médico no entiende qué es lo que hace mejorar tanto mis análisis.

                                                                                                                                                                                                                                              (a Casti)

46 . Amor

Mi hermana tiene poderes, es capaz de convertirse en cualquier animal con tan solo proponérselo. Cuando estoy triste, a mí me gusta que se transforme en jirafa. Estira, estira y estira el cuello hasta que, por fin, alcanza a darme un beso.

45. DEL HILO AL OVILLO (Rafa Olivares)

Año 1587. Aquel muchacho ya era popular en la aldea por una peculiar curiosidad, su piel era capaz de soportar temperaturas extremas. Ello daba para mucha chanza y divertimento pero los servidores del Santo Oficio atribuyeron al fenómeno alguna influencia del maligno. Por evitar males mayores, el chico se unió a un grupo de juglares y titiriteros trashumantes y puso leguas de por medio. Al principio echaba una mano en cualquier cosa, pero no tardó en ofrecer su propia actuación en la que retaba a los más osados entre los lugareños a resistir más que él en calderos de agua hirviendo o cubiertos de un grueso manto de nieve. Por las apuestas que cruzaba, pronto se hizo con una considerable fortuna. Un buen día, cuando ya se le consideraba invulnerable e inmortal, el joven desapareció y nunca más se volvió a saber de él.

 

Año 1972. Un empresario desconocido descubre, fabrica y comercializa un tejido resistente a elevadas y bajas temperaturas. Nada se sabe del origen del capital que ha posibilitado tan importante inversión, por lo que la UDEF emprende indagaciones. El nombre del producto les lleva a investigar a un extraño personaje del siglo XVI, un tal Doménico Neoprenus.

44. Pérez

Las ratas husmean el aire. Buscan, hambrientas. Asaltan la despensa y arrasan con todo. Caen, con estrépito, los platos de la alacena.

Sorprenden a los padres durmiendo. Los atacan. Los gritos desde la habitación de matrimonio se confunden con los del chiquillo, que acaba de recibir un bocado feroz en el cuello. El pequeño se incorpora del lecho y trata, en vano, de frenar la hemorragia llevándose la mano a la herida. Las sábanas se tiñen de sangre. El animal se ensaña con el niño, araña y muerde brazos y piernas, hunde el hocico en la carne blanda del abdomen, recién abierta. Desgarra músculos y órganos, avanza implacablemente buscando una salida. Los alaridos se van atenuando. Ahora son sólo gemidos. La resistencia es cada vez menos enérgica. Inexistente, al fin.

Asoma la bestia por la boca entreabierta del cadáver y consigue salir. Baja por la pata y se detiene ante algo que brilla al pie del camastro. Por pura curiosidad. Olisquea con prevención el dientecito que el niño había escondido debajo de la almohada y que, durante el forcejeo, ha caído al suelo. No le ofrece mayor interés y abandona el cuarto a la carrera.

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