Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

15. Calle abajo (Manoli VF)

Una ya tiene sus años y ha visto muchas cosas recorriendo estas calles de Dios, pero aquel tipo no era bueno, no, que lo sabré yo. Arrojó unas monedas a mi plato y servidora ya iba a ofrecerse para leerle la buenaventura cuando vi que muy mala la gastaba el mocito, muy mala, sí señor. Debió de verme el susto pintado en la cara porque se echó a reír mientras yo rezaba todo lo que sabía, ya que cuando ríe el diablo alguien llora, y al malparado le seguía la misma muerte, en forma de una niña en la sombra.

14. Daniel (fuera de concurso)

Adora la lluvia. Esa lluvia dulce y regeneradora que limpia almas y estigmas, que resbala por los cuerpos orgullosos y sin incertidumbre. La que se lleva la sangre de las aceras y las lágrimas del rostro,  abraza desequilibrios en los tejados, retumba en los canalones desgarrando telarañas ancestrales. La que provoca arcoiris. La que termina en las alcantarillas, esas  venas urbanas oscuras y misteriosas que siempre le inquietan, para arrastrar lejos, muy lejos, la suciedad de la gente.

La que, aquel anhelado otoño de metamorfosis,  diluyó, por fin y para siempre, la sombra de la infeliz Daniela.

13. EMPRENDEDOR (Ángel Saiz Mora)

Cinco años después de haber terminado los estudios seguía sin trabajo. Iba camino de entregar una solicitud como dependiente de supermercado cuando pasó junto a aquella esquina. Por algún motivo, el grafiti de una niña con la cabeza al revés activó su intuición de periodista sin experiencia, para redactar su primer, poco creíble y, casi seguro, último reportaje, en el que daba cuenta de que bajo la tapa de una alcantarilla podían escucharse inquietantes gritos. Era un disparate, producto de una mente frustrada, pero nada tenía que perder. Lo envió a varios medios. En temporada baja de noticias, con la audiencia asqueada de política, un diario digital publicó su escrito. De él se hicieron eco las redes sociales. El barrio se llenó de curiosos. La esquina, la alcantarilla y la niña aparecieron en televisión. Transeúntes anónimos aseguraban haber escuchado lamentos. En la radio emitían supuestas grabaciones. Un programa de ocultismo dedicó un monográfico.

La información dudosa, de puro relleno, quedó diluida con el inicio del mundial de fútbol, pero había logrado un contrato, aunque fuese precario.

Mientras tanto, en un lugar recóndito de las profundidades, se decidió el traslado de la puerta del infierno a un punto menos transitado.

11. LA CONCIENCIA (Paloma Casado)

Creíste que no habían quedado huellas. Afuera, la calle se extendía intransitada, desierta. Las joyas y el dinero de la usurera cupieron en una simple bolsa que no hubiera levantado sospechas si te hubieras encontrado con el sereno del barrio, pero tampoco. El que la anciana tuviera el sueño tan liviano resultó ser un daño colateral que no había formado parte de tus planes. Fue todo tan rápido, tan instintivo coger ese atizador al alcance de la mano, tan frágil el viejo cráneo que se partió con un leve crujido… ni siquiera le dio tiempo a reaccionar al encontrarte. Solo un gritito apagado por los cortinajes. Pero ahora, al doblar la esquina la has encontrado cambiando de dirección su cabeza para mirarte. Intuyes que te va a seguir el resto de tus días hasta hacer que cometas algún error, por ejemplo, que vuelvas al escenario del crimen o que intentes vender las alhajas con precipitación. Solo ahora, sabes que sí, que quedaron huellas en tu mano y en esa oscuridad que cubre tu corazón como una pesada capa. Y te preguntas si la conciencia es una sombra de Dios o del Diablo.

10. EL PODER DEL AMOR (María José Sánchez)

Te llevaba en el pensamiento. Sí, te llevaba. Esa tarde lluviosa y triste. Esa tarde gris, desapacible.Tanto fue así que creí verte al doblar una esquina; tu imagen invadió mis pupilas y allí quedaste, inmortalizada. Estabas igual que la primera vez. Entonces tenías once años. Yo era un alma soñadora de quince. Descubrimos el amor por sorpresa, sin apenas pretenderlo. Pero cuando nos dejamos envolver en sus redes, pese a nuestra candorosa inocencia, no pudimos resistirnos a entregarnos mutuamente.
La suerte, demasiado caprichosa, mostró su cara amarga y la relación terminó. Tus padres pusieron tierra de por medio. Servidor, muy a duras penas, lo asumió.

Dicen que si proyectamos los deseos con fuerza, si los visualizamos, hay muchas más posibilidades de que se cumplan. Y no me refiero a tu vívido recuerdo. Hace un mes, a alguien se le escapó que habías vuelto de Argentina acompañada de una preciosa criatura, que, según tengo entendido, es clavada a mi. Sentí que quizá la vida me brindaría una segunda oportunidad. No me equivoqué.
Sigues siendo la princesa que robó mi corazón adolescente. Aunque ahora tus besos saben a tranquilidad. Te amo, Ana María, y también amo a la pequeña Ani. ¡Bendito destino!

9. Por siempre mi niña.

  • “No te distraigas por el camino, ves directa a la escuela, no hables con ningún desconocido, ¿entendido?”.
  • “Tranquilo papá, y ves, que tú también llegarás tarde”.

Cada mañana acudo a esa esquina a despedirme de ella. Hoy es su aniversario, son quince años los que cumple, suficientes para poder usar sus primeros tacones, pero eternamente llevará calcetines de colegiala. Destrocé aquel despertador, el que no escuché aquella mañana, el que paró el tiempo para siempre en nuestras vidas. Creí que debía desayunar bien, le di prioridad, le esperaba una mañana intensa con un par de controles importantes. Era una estudiante excelente.

8. Sonríe si es que sí (Toribios)

A Carol lo que más le gusta es traspasar paredes. Lo otro, lo de mover objetos con la mente solo lo hace cuando se enfada. Por suerte, aún nadie se ha dado cuenta, porque siempre creen que las cosas caen solas. Puede leer también el pensamiento a poco que se esfuerce. De niña lo hacía mucho, y se libraba así de los castigos, pero pronto aprendió que estar todo el día con ese zumbido en la cabeza es más un problema que otra cosa. Traspasar paredes, en cambio,  solo tiene ventajas. Le permite asistir a espectáculos gratis y, sobre todo, le sirve para no tener que dar la vuelta a las esquinas. También lo usa para salirle al paso a Daniel, el chico que le gusta. A veces se asusta al verla aparecer tan de repente. Le gustaría leer su mente para saber si la corresponde, pero se corta porque piensa que estaría haciendo trampa. Aún no sabe cómo contarle todo esto que le viene pasando desde siempre. Mañana le mandará un mensaje en clase de mates. A ver cómo reacciona.

7. Los experimentos a veces fallan (Virtudes Torres)

Cuando se tiene en las manos la oportunidad de ser Dios el ego se engrandece y la locura se apodera hasta el extremo de tratar de variar las normas establecidas por la naturaleza.
Jesús, estudiante de medicina, hacía sus propios experimentos a escondidas, en el sótano de su casa.
Había amputado y después suturado dedos, manos y hasta pies de mendigos a los que antes había drogado y, que después cuando se despertaban, quedaban sorprendidos por la operación, sin saber por quién ni dónde habían sido intervenidos.
Aquella noche iba a dar un paso decisivo, según decía merecedor del Nobel de medicina.
En el sótano dos camillas. En una un niño, en la otra una niña. Pondría la cabeza de un cuerpo en el otro y viceversa.
A la mañana siguiente descubrió con horror que uno de los pequeños tenía la cabeza al revés. Y el otro había desaparecido. Salió a buscarlo, sin éxito, encontrando a su vuelta el sótano vacío. Ahora son dos los pequeños que deambulan por las calles yendo y viniendo al tiempo y asustando a todos los andantes.
De Jesús nada se sabe.

6. LA HIJA DE PERSÉFONE (Eduardo Martín Zurita)

¿Por qué pintas nada más que bodegones y marinas y bosques gilipollas para las putas tiendas de decoración? Porque te desmoraliza ese maldito marchante. Tienes que comprar un paraguas para su lluvia de estupideces. No se te va de la cabeza ni con el alcohol y hace que te sientas fracasado. Pedo, ¿a que sí? Venga, pintorzuelo, reconócelo, estás como una cuba. Muy pedo del Grand Marnier. Asómate al ventanal, casi ves doble. Asómate al ventanal. Uy qué cabronazo el gris del día. Conviene que lo respires, venga. Anda, una niña girando el cuello noventa grados. Para fijarse en la alfombra voladora que la ha traído. No, qué va, mira una alcantarilla. Está toda ella manchada de porquería la pobre. No, si no estuvieras tan curda contemplarías una silueta recortándose en la pared, levitando. La niña parece una extraterrestre. Pero qué estás diciendo. Una pequeña diosa del inframundo. Eso. Y el tipo que ha vuelto la cabeza para mirarla tiene la cara de alucinado que va a poner el marchante. Vamos, coge el lienzo, los pinceles…
¡Toma, marchante, capullo descorazonador! ¡Toma obra maestra! De esta millonetis, tío. Y sin comisiones. Un genio, con el título del cuadro ya y todo.

4.- Confusión. (Alvaro Abad)

Me sorprendo bajando la cuesta cuando ya había empezado a subirla. El proceso comienza de nuevo sin previo aviso y sus efectos son inmediatos. Las pendientes basculan sobre su eje central y, como los balancines de los parques infantiles, bajan su parte superior y elevan la inferior. Desafiando cualquier lógica,  los inamovibles principios de la física dejan paso al absurdo y las calles rectas se tornan curvas creando un nuevo e irracional enunciado sobre la flexibilidad de lo que  tradicionalmente se creía inflexible. Las curvas se estiran generando nuevas avenidas con una perfecta perspectiva mientras un nuevo y claramente definido punto de fuga aparece en el fascinante pero turbador horizonte ondulado.

Permanezco inmóvil porque no quiero bajar hacia arriba ni subir cuestas abajo. No estoy preparado para ver cómo las colinas se hunden hasta formar nuevos valles y cómo los ríos comienzan a escalar escarpadas montañas. No asumo que los arboles extiendan sus raíces al sol ni que las azoteas  bajen para formar nuevas plazas.

Miro hacia atrás mientras la lluvia brota del empedrado de la calle y puedo ver la sombra de una niña que, confundida como yo, no sabe si tiene que ir o si tiene que volver.

3. PELIGRO INMINENTE (María José Viz)

Juan y Andrés tomaron un buen almuerzo, con buen vino, en la Bodeguilla de San Roque.  Bastante perjudicado, Juan se despidió y, bajo la lluvia fina y persistente de Santiago, continuó por la Algalia de Arriba, dispuesto a llegar a la Praza de Cervantes y volver al piso compartido. Al día siguiente debía retomar las clases en la Universidad. Cientos de veces tuvo que pasar por esa angosta calle, pero nunca se sintió inquieto al hacerlo, hasta esa tarde gris. Al llegar al cruce con San Miguel dos Agros, vislumbró la sombra de una persona. Levantó su paraguas para ver mejor. Se trataba de una niña, que lo observaba de manera extraña. Juan, intimidado, avanzó, girando la cabeza, para ver qué hacía ella. Entonces, horrorizado, pudo ver el destello de un largo cuchillo en sus manos. Lanzó un grito, tiró su paraguas, y corrió sin detenerse hasta la Praza Roxa. Empapado y nervioso, llamó a Andrés, que se carcajeó al escuchar la curiosa historia de la niña asesina.

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