Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

24. LITERAL

En el fondo no me extraña nada.

De algún sitio me tenían que venir esas ganas permanentes de divertirme a toda costa. Luego está la falta de responsabilidad que me echan en cara los profesores del instituto, porque no me tomo en serio ni siquiera los exámenes. Y ojalá pudiera controlar esos ataques de risa que me entran sin venir a cuento. Como cuando me metía en vuestra cama los domingos por la mañana y acabábamos los tres revolcándonos a carcajadas con cualquier tontería.

Yo pensaba que era por la adolescencia, pero el caso es que desde que te marchaste mi vida se está volviendo cada vez más descolorida, tirando a gris.

Cuando le preguntan por ti, mamá dice que siempre has sido un payaso. A partir de ahora yo voy a dejar de defenderte, porque me he quedado sin argumentos.

 

 

 

 

 

 

 

23. Invisible (Patricia Collazo)

Soy invisible. Fue perder el empleo y empezar a desvanecerme. Mis vecinos dejaron de saludarme. Ya nadie toca mi piso si cogemos juntos el ascensor, ni comenta lo tormentosa que se ha puesto la tarde.

Mis ex compañeros, después de los iniciales mensajes de ánimo, han dejado de cogerme el teléfono y me ignoran si fuerzo el encuentro a la hora de salida.

La parte de mi familia que he conservado (que se reduce al gato y tres peces, porque mi esposa se fue con mis hijos a casa de su madre) solo me presta atención si llevo algo susceptible de ser comido en la mano. Por lo que sospecho que en realidad no me ven, si no que ven un tarro de alimento para peces flotando en el aire o una lata de comida para gatos caminando por la cocina.

Hoy he acudido a una entrevista vestido de payaso. Total, si no me ven, lo mismo les dará cómo vista, pensé. Y he acertado. Me han dicho que ya me llamarán, como en las sesenta y cuatro entrevistas anteriores. Y me han observado con esa mirada de vaca viendo pasar el tren. Tal como sospechaba, como si fuera transparente.

22. Siglo XXI

Charlie ha perdido la risa, quizás la haya olvidado o se la han robado, pero perdió ese gesto tan suyo, y con él su trabajo. Busca a quién pueda darle  una pista sobre su paradero, sentado en el bar de su amiga Melanie, que extravió la esperanza y sirve cafés a clientes anónimos sin mirarles la cara.

Se sienta en la única banqueta vacía y pregunta si alguien la ha encontrado. Un señor bien trajeado le ha dicho que no la ha visto, y le ha dado la espalda malhumorado porque no sabe dónde está su alegría. Igual ha hecho la señora que ha perdido la bondad, y no quiere hablar con alguien tan estrafalario y triste. Una anciana pregunta, aunque nadie la escucha, si alguien sabe dónde están sus ganas de vivir. Un caballero con sombrero y gesto adusto, se queja de que no encuentra su felicidad, y al  fondo del bar, un padre y un hijo discuten sobre sus ilusiones perdidas.

Al cerrar, los clientes salen, cada uno con su congoja, sin escuchar a un vendedor ambulante que pregona su mercancía: Vendo risas ficticias, alegría inmotivada, esperanza inútil, falsa bondad, vidas truncadas,  felicidad fingida e ilusiones rotas.

20. ARRIBA. ABAJO. NORTE. SUR.

Un payaso no es un buen payaso si no controla su rictus. Rictus alegre. Rictus triste. Payaso melancólico. Payaso feliz. Es una cuestión de orientación. Más de sentido que de dirección. La carretera es la misma, pero no la ve igual el prisionero que huye de la ciudad que el soldado que vuelve a casa. Hacia el norte. Hacia el sur. Un beso en la frente no es un beso en los labios. Hacia arriba. Hacia abajo. Una mano en el regazo nunca será igual a una mano explorando bajo la falda. Un payaso es un buen payaso cuando no le tiembla el pulso al dibujar el trazo de su sonrisa fingida, concluye el tipo, mientras la taquimecanógrafa rubia que tiene al lado, en la barra del bar, piensa que está pirado. Aunque no puede evitar que le guste esa sonrisa (hacia arriba) que contrasta con la pintada en su rostro (hacia abajo). También piensa que falta una hora para volver a la oficina. Que no estaría mal ir hacia el Metro. Coger la línea azul. Y, si la sigue, poner rumbo a su casa. Hacia el norte. Y, si no lo hace, volver al trabajo. Hacia el sur.

 

19. CEO

Aún le queda pasar por el súper y por casa de Margaret. Cuatro horas por la mañana sacando brillo a la casa de la vieja, pero la ha llamado, algo se te ha pasado por alto, tienes que volver, le ha dicho; tal vez un pelo en la bañera o la huella de un dedo en el taquillón de laca china del recibidor.

—Un café, por favor.

En la barra queda poco sitio. El camarero, como los médicos en las salas de urgencias, no mira a nadie. A la mujer del abrigo Príncipe de Gales —regalo de Margaret a la que tanta pena le da tirar nada— se le está haciendo tarde, pero necesita el café, lleva muchas horas levantada… ¡y lo que le queda!

Se hace un hueco a base de empujoncitos. No volveré a entrar en esta cafetería, siempre abarrotada, se dice.

Pero aunque todos los días piense lo mismo, nunca cambiará de lugar. Aquí, entre tantos payasos y payasas, se encuentra a gusto. A la mujer del abrigo Príncipe de Gales le molesta incluso que dejen entrar a gente como el hombre que está a su izquierda, con esas inconfundibles pintas de CEO de gran multinacional.

17. EMIGRANTES (GINETTE GILART)

«Vente pa Nueva York Pepe», me decía constantemente Tomás, mi amigo de la infancia, «aquí encontrarás trabajo». A él le fue bien, llegó a montar su propio negocio, el Tom´s Diner, donde me refugio cuando estoy aterido de frío y cansado de hacer el mimo en las calles del Upper West Side. Rodeado de personas ensimismadas y aburridas recuerdo mi pueblo blanco y la guitarra de Paco. Tal vez me animo y bajo a Florida, dicen que allí los inviernos son más cálidos.

16. SOLEDAD Y REMORDIMIENTO

Tom necesitaba acudir cada noche al Turkey Dinner.
Era su manera de mezclarse con la gente, de sentirse acompañado, de creer que todavía formaba parte de aquella sociedad, que consideraba le había dado la espalda.
Cada mañana, inexorablemente, ocultaba su rostro bajo una espesa capa de maquillaje, y trabajaba en aquel tétrico teatro de variedades, para ganarse la vida.
Cuando terminaba, acudía al local y se acodaba en la barra durante horas.
Y aunque cada uno iba a lo suyo, siempre con prisas, y a pesar de que muy pocos entablaban conversación, al menos durante ese tiempo conjuraba su soledad y sus remordimientos.
Una vez, incluso, llegó a hacer amistad con una bella joven. Esa fue la única ocasión en la que estuvo a punto de confesar su oscuro pasado.
Sin embargo, todo acabó de repente, cuando un representante le ofreció a la mujer poder trabajar en una película.
Ahora, su historial de asesino en serie le continúa persiguiendo y le obliga a permanecer atado a ese triste maquillaje de por vida.

15 -Tercer miércoles de noviembre

La madre que las parió, hijas de puta, me han dejado con un billete de ida y vuelta a Chicago y cinco dólares en el bolsillo.

Aquí, en la cafetería de la estación terminal, es hora del primer tren para llegar a tiempo a las oficinas. La gente, adormilada, combate con café el frío de noviembre. Pasan de mí, no sé si existo. ¿Es esto un sueño? Qué les pasa, ¿es que están acostumbrados a todo o quizás a nada? Lo que sucede fuera de sus cabezas les importa un comino. Mañana será acción de gracias, mi madre estará rellenando el pavo. Si me viera…

De madrugada, el revisor del tren me despertó. No sabía dónde estaba. Un tremendo dolor de cabeza me impedía recordar. ¿Qué hacía dormido en un vagón de segunda a 300 millas de mi pueblo en la estación de Chicago?

Tardé tiempo en recomponer mi mente. Aquella turbamulta de la fiesta de novatos, y yo… profesor de filosofía. Quién me manda confraternizar con los estudiantes. Qué me pusieron en los whiskies, o simplemente fueron demasiados. Recuerdo sentir, atontado, cómo aquellas chicas garabateaban mi cara, y me vestían, pero de este tren… no me acuerdo de nada.

14. CUENTA ATRÁS (ÁNGEL BARCELÓ)

Otro desamparado del mundo que trata de ganarse la vida como puede. Vestido de payaso, pasa horas sin mover un músculo, sentado en un taburete en medio de la plaza, esperando a repetir una silenciosa coreografía en cuanto caigan unos céntimos en el platillo de metal. A veces, transcurre demasiado tiempo inmóvil, las extremidades se le duermen y no puede ponerse en movimiento como tendría que hacerlo. Muchos se lo perdonan, otros lo increpan, la voluntad no es a cambio de nada. Él no se inmuta, calla y observa.

Todas las tardes, a la misma hora, pasa a tomarse un café, saca una especie de libreta y anota. Vicente, el camarero, le conoce y sabe que no es de mucho hablar. Le atiende rápido y bien, no es menos que nadie y no merece peor trato. Lo que no sabe es que él hace tiempo que está incluido en su lista.

Hay un ejército de observadores silenciosos destinados a seleccionar personas como Vicente. La indiferencia de los demás les camufla mientras trabajan sin descanso, pues queda poco tiempo para terminar de elaborar el censo de las almas que merece la pena salvar.

13. CITA DE TRASNOCHE (Mariángeles Abelli Bonardi)

Cuando se apaga el último foco, abre el carromato donde despunta su frustrada vocación de chef.

Despacio, con parsimonia, deshilacha la pechuga del pavo. Han comenzado a llegar, y  ella le pone la oreja a las cuitas mientras todos retiran su vianda:

Sopa para el tragasables, que está hastiado del regusto a metal.

Isla flotante para el trapecista, porque aún le pesa el atracón navideño.

Niños envueltos para los siameses que intentan, sin  éxito, practicar el desapego.

Y entonces llega él, pura sonrisa y estrella en el ojo, a buscar la suya…

Más tarde, cuando haya cerrado el carromato, cepillará su pelo, trenzará su larguísima barba y le dará a probar en la boca, ya despintada por los besos, esa receta en la que tanto se ha esmerado: Torta Paradiso.

12. Desayuno en el centro de la ciudad (Manoli VF)

Me gusta desayunar en el centro. Perder mi identidad entre la gente, porque a nadie le importa el payaso de turno y no tengo la obligación de estar triste ni alegre. Me gusta entrar con mi cara de arlequín, sin que nadie se vuelva a mi paso. Sentarme en la larga barra del bar y pedir un café negro y un zumo de naranja de máquina. Fijar mi vista en la cafetera, en los platillos de café alineados sobre el mostrador, y olvidarme de que estoy desayunando. Olvidarme de que estoy sentado allí. Olvidarme de que sigo siendo un payaso.

11. Noticia helada (Blanca Oteiza)

Afuera el invierno abraza a quienes desafían a la nieve. Los abrigos alineados dan la espalda a quien sólo busca un rato de calor. La espera se hace larga en las tardes oscuras. Al espectáculo hace tiempo que no asiste la gente. El declive se hace patente en la mirada perdida del actor. Es triste, tanto que las lágrimas borran el maquillaje que esconde su sonrisa. Para el resto de rostros es invisible, pasan a su lado sin percatarse de su soledad.
Le doy unas monedas extra al camarero y le indico que se cobre el café que apura el payaso. Éste me mira sin saber si reír o llorar. En el maletín llevo los documentos que autorizan el derribo del circo. El solar que deje será rellenado por lujosas oficinas.
La carpa espera en la fría esquina.

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