Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

28. «Esta es la historia de Don Calcetín»

Don Calcetín era un calcetín que había nacido para serlo, vestir un pie, calentarlo, protegerlo del duro calzado…; su función era importante, era ayudar a una persona en su caminar.

Don calcetín, que siempre iba acompañado de su media naranja, se quedó viudo y eso cambió totalmente su realidad. Como vivía en una casa en la que nunca se tiraba nada, Don calcetín se quedó en una esquina, arrinconado en el cajón de los calcetines. Don calcetín se sentía solo y triste.

Un día, inesperadamente alguien abrió el cajón y ¡lo eligió!, no era el pie grande para el que había nacido, era uno más pequeño, que lo tomó con mimo y lo llevó consigo.

Nunca más volvió a su antiguo hogar, y menos aún a esa esquina olvidada.

Lo rellenaron de trapos, le cosieron botones, lanas de colores y fieltro.

Ya no era un calcetín, ahora era una muñeca con ojos, nariz, boca y hasta con varios vestidos.

Don calcetín, que pensaba que no había mayor felicidad que cumplír la misión para la que uno había nacido, se dio cuenta de que había estado equivocado; tras su metamorfosis la felicidad era aún mayor.

Ahora se llamaba Enriqueta.

 

27. LAS DESCONOCIDAS PRETENSIONES DE UNA MOMIA VULGAR (Edita)

Estaba empeñado en pasar a la historia. No como Fraga, con la faraónica Ciudad de la Cultura inconclusa; quería hacerlo a lo grande, igual que un descubridor científico. Lo complicado era dar con el asunto oportuno, y más viviendo en una época en la que ya todo está inventado.

Durante años, cada mañana descartaba lo que había ideado la víspera. Hasta que una noche de insomnio, lo visitó la inspiración: crearía un arte nuevo; uno en el que pudieran expresarse todos los artistas frustrados, aquellas personas que aseguraban llevar un Dalí o un Neruda dentro, por ejemplo, y que no eran capaces de expulsarlo.

Y empezó a diseñar su proyecto. Primero, empleando para la causa todas las horas de ocio, incluidas las vacaciones; después, viendo que el tiempo se le echaba encima, solicitando la reducción de jornada, pero acabó abandonando el trabajo para dedicarle el día entero. Aún así, le parecía que no avanzaba lo suficiente y se vio obligado a robarle horas al sueño. Confundía el ocaso con el alba, e incluso dejó de comer.

Cuando los vecinos llevaban meses sin verlo, dieron parte a las autoridades. Lo encontraron momificado entre montañas de extraños bosquejos que nadie supo descifrar.

(Relato fuera de concurso)

26. GARABATOS

De vez en cuando se tumbaba en el prado, al volver del colegio, para observar el sol colarse entre las nubes. Lo miraba fijamente durante un instante y luego cerraba los ojos apretándolos muy, muy, muy fuerte. A continuación, se recreaba con los chispazos que bailaban en el lienzo de sus párpados cerrados: formas abstractas, sinuosas y de múltiples colores danzaban caóticas. Por último, se quedaba pensativo mirando al horizonte y ordenando esas líneas en su cabeza. Se embelesaba oyendo trinar los pájaros, como si éstos se colocaran sobre una partitura imaginaria. Su madre comenzó a llamarlo, pero él seguía ausente. Finalmente el graznido de un cuervo le sobresaltó. La posición del sol le reveló lo tarde que ya era. Corrió hacia su casa, buscó su bloc de dibujo y las pinturas y plasmó todas aquellas visiones. Sin embargo no pudo rematar el cuadro. Tuvo que esconderlo de prisa antes de que su madre le reprochara lo mismo de siempre: «¿Ya estás con esos garabatos otra vez? ¡Holgazan! Y los deberes sin hacer…

25. CUESTIÓN DE MAGIA (Ángel Saiz Mora)

(Relato fuera de concurso)

 

Presentó a su marido como Toni el Grande. Él sacó de la oreja de su ayudante varios pañuelos coloridos.

La gente mantuvo la vista baja cuando ella se paseó por el vagón con un saquito en el que nadie introdujo nada.

-A últimos de mes la gente anda justa. Hay que insistir –justificó la mujer.

– Habrá que sacar la artillería pesada –dijo Toni el Grande.

Se quitó la chistera. Con golpes de varita y una mano extrajo un conejo blanco. El animal acabó de un brinco entre coche y andén, justo antes de que las puertas se cerrasen. Las ruedas implacables, como todo en ese día, dieron cuenta de él.

Regresaron a casa cabizbajos.

El matrimonio conectó el viejo ordenador. Por videoconferencia su hija les dijo cómo habían transcurrido las clases. Aún quedaba un trimestre para que terminase ese curso en el extranjero, que apenas podían costearle.

-La verdad, no sé cómo podéis pagar esto. A veces creo que sois magos –comentó la joven.

Rieron nerviosos. Al menos, hoy no había preguntado por la mascota que les dejó a su cargo.

Se acostaron sin cenar, temprano, para no hacer gasto eléctrico. Mañana tomarían otra vez el metro.

24.Incandescencias (Manoli VF)

En mi casa el arte respiraba fuego. Fuego que incendiaba las casas de los vecinos desde lejos. Nunca entendí el humo que extendían mis poemas, la rabia abrasadora que destilaban las acuarelas de mi hermana, o el volcán que emergía de las esculturas de bronce de mamá, despertando  lenguas de lava que no cesaban de escupir sobre nosotros. «Familia de locos» era el nombre que daban, de forma unánime cada vez que en alguna reunión común salí­a a relucir alguna de nuestras aficiones. Papá callaba, agachando la cabeza ante la gente como si pidiese perdón, y al llegar a casa, desataba un huracán que le salía del pecho y arrasaba con todo lo que encontraba. Durante días fingía­mos vivir como seres civilizados y mantení­amos apagada la chimenea pero, en cuánto el aliento del frí­o se acercaba a cualquiera de nosotras, todas las letras, colores y figuras, que habitaban en silencio en nuestros corazones volvían a provocar incendios.

23. SPELLBINDER

Supo a temprana edad que su aptitud para persuadir era su mayor habilidad. Apenas había estudiado,sin embargo, tenía una capacidad innata para pronunciar el discurso apropiado en el momento preciso. Su dicción, aunque imperfecta, cautivaba hasta casi hipnotizar, a sus interlocutores, lo que le sirvió para desempeñar un trabajo a su medida vendiendo, especulando, trapicheando.
Capaz de aceptar cualquier compromiso sin sudar ni despeinarse, no pasó mucho tiempo antes de que poderosas empresas le ofrecieran suculentos honorarios.
Sus negocios giraban a ritmo de centrifugadora y el color del dinero tiñó sus pupilas.
Un día cualquiera, un día en el fondo esperado, el incesante virar cesó y su mundo entró en erupción. La lava pegajosa y ardiente discurrió con rapidez incendiando su reputación y su peculio. Fraudes, deudas y atropellos corrieron de boca en boca, ahogando su delirio en una colada de barro.
La cántara de leche se hizo añicos y, como en el cuento, sus sueños grandilocuentes enmudecieron bajo las cenizas.
El artista del lenguaje, el orador fascinante cambió su traje y corbata por un pijama ordinario.
En el silencio de la noche su voz cadenciosa susurra historias que, como cantos de sirena, atraviesan los corredores del hospital.

22. Lecciones de arte.

No sabía pintar, pero llenaba mi vida de colores.

No tenía ni idea de cantar, pero sus palabras sonaban siempre melodiosas.

Nunca manejó bien el lápiz, pero siempre supo dibujar una sonrisa en mis labios.

No sabía tocar ningún instrumento, pero sus manos hacían brotar música de  mi cuerpo.

Nada entendía de escultura, pero modelaba nuestras horas haciéndolas dulcemente eternas.

No pudo concluir su obra, pero me enseñó que no sólo se aprende arte en los libros.

21. El Escritor que quiso ser Artista

Un lluvioso día primaveral, el anciano subió al desván de la antigua casa. Toda ella estaba llena de recuerdos polvorientos, olvidados, distribuidos al azar entre uno y otro lugar, desde el sótano hasta la planta más alta: figuras toscamente talladas, lienzos en los que se distinguía una masa indefinible de vivos colores, una guitarra con las seis cuerdas oxidadas y con arañazos en el mástil…. Todo representaba los  intentos fallidos del hombre que, siendo joven, intentó ser el centro del universo artístico.

Pero en el desván, en polvorientas y agrietadas cajas de cartón, escondía sus posesiones más valiosas. No había triunfado como guitarrista, ni como pintor, ni como dibujante, ni como escultor, pero sabía escribir hermosos poemas, relatos estremecedores, novelas inolvidables…. obras maestras.

Entonces, el anciano sacó las hojas, que tanto le habían mostrado sobre sí mismo, de esas cajas de cartón, y leyó, leyó febrilmente sus propias obras después de tantos años, y se emocionó, pues ahora era lector, y no escritor, de sus propios proyectos. Las letras impresas por la tinta de su vieja máquina de escribir le revelaron la verdad, y entonces comprendió. La literatura estaba en el alma, no en la mente de un estudioso universitario.

20. Encadenando notas (Esperanza Tirado)

Aún sonaban los ecos de las cuerdas de su violonchelo en el Auditorio cuando, en el hospital, su corazón dejó de latir. Su estrella, llena de talento, alegría y dedicación, se apagaba en la Tierra para ir a tocar a otras galaxias.

Hasta el Cielo se contagió y cambió su azul de verano por un grisáceo luto casi invernal. Después no paró de llover en varios días, acompañando en la tristeza de la pérdida a compañeros, familiares y melómanos anónimos.

A pesar de ser inmortal -o precisamente por eso- Olga hizo enmudecer su piano, dejándolo huérfano, y también ella apagó su Estrella en la Tierra.

La música resta una nota cuando un músico sube al Cielo. Pero las que quedan se unen, sonando aún con más energía.

Por todos los que se fueron. Por todos los que siguen. Por los que abandonaron a medio camino. Por los que llegarán… Encadenando notas para procurar que el mundo suene bien afinado.

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Homenaje al violonchelista de la OSPA Juan Carlos Cadenas, fallecido en agosto de 2017 a los 50 años de edad. Y a la pianista y profesora Olga Semushina, colaboradora de la OSPA, fallecida unos días después.

19. La marca amarilla (La Marca Amarilla)

A la edad de cuatro años aquel niño nunca había visto un lápiz. Una mañana de septiembre su madre le llevó al parvulario y él, ante tamaño quebranto de su apacible existencia, no paró de llorar hasta llegar a la escuela.
Ni las caricias de su madre, ni la mano izquierda de la profesora, consiguieron apaciguarle.
Pasados unos minutos me cansé de llorar, y mi madre, apenada, tuvo que marcharse a sus quehaceres. Aprovechó entonces la profesora para acompañarme a una mesa con una cartulina blanca, y me dijo que pintara lo que yo quisiera. No tenía ni idea de qué hacer, me fijé en el bote amarillo y metí un pincel que después acerqué al centro de la cartulina. Me quedé mirando el punto amarillo sin saber cómo continuar.
Y aquel niño embelesado, tímido, desconfiado, que hasta entonces no había visto un lápiz, empezó a pintar una pequeña obra sin significado e inacabada, pues la profesora indicó que de inmediato saldrían al recreo.
Nunca volví a ver aquella cartulina blanca con su punto amarillo, pero todavía me acuerdo de la anécdota. Y os aseguro que nada tiene que ver con mi seudónimo.
¿O sí?.

18. RIP

Ayer falleció en plena actuación nuestro trapecista bieloruso Dimitri Popevsku. Con él, se extingue la saga, que en paz descansen. A nadie de nuestro entorno se le escapa que el artífice de su muerte fue nuestro mago, el maestro Dominique Lafontain, un auténtico genio del “escapismo en tiempo real”. Pero no esperen que le denunciemos. Dominique es, tal vez, el único mago del mundo capaz de hacer desaparecer la red en el momento exacto (ni un segundo antes ni un segundo después) en el que el trapecista va a caer sobre ella. Resultaría, pues, contraproducente para el circo entregar semejante talento a las autoridades. Cada vez nos cuesta más encontrar trapecistas para reponer las bajas que causan los entretenimientos de Dominique, pero no podemos permitirnos el lujo de prescindir de su inmenso potencial. Y nos da pavor pensar en cómo sería su venganza, para qué nos vamos a engañar.

17. UN ARTISTA (Sergi Cambrils)

Entre estas cuatro paredes –rectifico, seis, hay techo y suelo, gracias a Dios–, doy rienda suelta a mi imaginación. Quizás demasiado. La barba me ha crecido y no me he dado ni cuenta. Seguramente huelo mal, solo me lamo un poco por las mañanas. ¿Por qué debemos lavarlo todo con agua? Prefiero humedecerme con el rencor y el desprecio de mi saliva, y crear una versión de mí mismo nunca vista. Expresar alegría se ha vuelto imposible, igual que mezclar estos colores de mierda. Odio la música de fondo que me pongo, pero me alimenta; me hace superior, cruel, lívido de furia. Y remueve en mí el vicio; ese mismo que tuve con las máquinas tragaperras.

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