Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

102. Una mujer 99% feliz

Desde muy jovencita, Manuela había soñado con un matrimonio perfecto y el 99% lo había conseguido. Se había casado con Manuel, el hombre perfecto – buen piso, buen coche, buen trabajo. En su casa cantaba la gallina, mientras el gallo callaba, probando las palabras de su mamá ”Marido rico y necio, no tiene precio.” Manuel era hombre de la casa: preparaba la comida, planchaba camisas y usaba la aspiradora mejor que ella. Así pasaron diez años felices.

Pero el 99% no es el 100%… Una noche, Manuela despertó y encontró la cama vacía. Manuel volvió, a hurtadillas, de madrugada. Eso se repitió cada miércoles. Los jueves Manuel se mostraba agotado, pero de buen humor. Manuela lo confesó a sus amigas. ¡La misma situación! Los celos las mataban.

Cierto jueves, Manuel no volvió a casa. En el sofá, Manuela borraba sus lágrimas junto a sus amigas, cuando presentaron la siguiente noticia en la tele: la policía había detenido un grupo de borrachos disfrazados de superhéroes, que desfilaban vestidos de trajes de lycra, gritando canciones de películas de animación. Entre Batman y Hellboy, Manuela reconoció a Manuel. Lo que no pudo entender era por qué su marido llevaba precisamente el traje de La Mujer Maravilla.

101. Superman también es humano

Desde que Lois Lane se marchó con su profesor de yoga, Superman se pasa las tardes tumbado en el sofá, con una lata de cerveza en una mano y el mando del televisor en la otra, mientras los malos campan a sus anchas por la ciudad de Metrópolis. Lleva semanas sin cambiarse de ropa y el traje apesta. Cuando termina una lata, la estruja con las yemas de los dedos, como si fuese una bola de papel, y la lanza contra la pared. El piso se ha convertido en un vertedero y la basura se acumula en un rincón, formando una gran montaña. Debería levantarse y hacer una superlimpieza, apenas le llevaría un minuto, pero se siente sin fuerzas. Hay días en que se tiraría por la ventana, si eso sirviese para olvidarla. Por la noche, llevado por sus instintos más bajos, utiliza su visión de rayos X y se masturba viendo follar a sus vecinos. Antes de correrse, siempre acaba pensando en Lois. Todavía confía en que vuelva. Después, va a buscar otra cerveza a la cocina, abre el frigorífico y se queda mirando ese trozo de kriptonita que, por si acaso no lo hace, un día decidió guardar.

100. SUPERDESCENDENCIA (Margarita del Brezo)

—Que sí, que sí, te aseguro que es auténtico —repite ante las dudas del hombre que lo examina bajo la luz exangüe de la única farola que queda en aquel callejón apartado de miradas indiscretas.

Si le pregunta, que seguro que lo hará, como hacen todos, contará lo de siempre: que lo encontró cuando los técnicos del ayuntamiento desmantelaban la última cabina del barrio. Necesita el dinero para comprar las medicinas y algo de comida así que aceptará lo que le ofrezca. Cada vez es más difícil venderlos. La gente ya no cree en superhéroes, pero eso no se lo dirá nunca a su abuelo. Tampoco que este es el último traje que queda en el armario.

99. Viñetas en blanco

Xavier activa su capacidad telepática para compensar la visión borrosa, apoya bien los pies en la hierba y se concentra antes del lanzamiento.

¡BAMMM!

Nuestro héroe vuela por los aires y…

—¡Atrapa la pelota!

—Buah, ya está el friki con sus películas.

—Pues ahora le debes cinco euros a este friki. Venga, os damos la revancha, perdedores.

—Imposible, que es de noche y nuestra vieja nos la va a montar.

—Bueno, Santi, pues echamos tú y yo un uno contra uno.

—Yo tampoco puedo, tío, que todavía no he empezado con el trabajo de Tecnología. ¡Y cuídate ese ojo, que tiene mala pinta!

—Igual me pongo un parche como el de Nick Furia. Va, pírate si quieres, mañana nos vemos.

Entonces Xavier se queda en el parque chutando contra el muro mientras los gemelos y Santi se alejan de allí. Y así, en la soledad propia de los mutantes…

—De los superhéroes, voz en off.

…en la soledad propia de los superhéroes, con cada nuevo disparo, ve el rostro encendido de su archienemigo que lo acecha en casa. Puede percibirlo.

98. Clark

Se deshace de la capa, se saca las botas pisando primero con la puntera los talones y se baja la cremallera del traje de licra después de quitarse los calzoncillos rojos. ¿Qué coño licra?, me suelta en un tono hasta hace nada inhabitual en él. Me disculpo tímidamente y le ruego que continúe. Como si yo no estuviera. Se pone una camisa sucia y unos pantalones viejos que ata a su cintura con un cordel. Se pimpla un cartón de vino malísimo de un supertrago, se limpia con la bocamanga el hilo de vinacho que le cae por la barbilla sin afeitar y sale de la caja de cartón donde ahora acostumbra a cambiarse después de cada aventura. Da un traspié y eructa.

¿Te crees que si fuera licra habría sobrevivido al incendio del petrolero del que vengo, subnormal?, retoma su indignación, de pronto, y vuelve a arremeter contra mí con boca pastosa. Le pido mil excusas recordándole mi calidad de reportero primerizo aunque sospecho que lo que no puede perdonarme, en realidad, es que los propietarios del Daily Planet pensaran en mí para sustituirlo cuando, hace ya cuatro meses, tomaron la decisión de ponerlo de patitas en la calle.

97. Híbrido

Mi padre emprendió su particular viaje por el hiperespacio aprovechando «la hora floja», un concepto tan simple como difícil de explicar. Estuvo sólo una semana aquí, en la Tierra, pero cuando se fue, desvaneciéndose a la vista del pueblo entero, ya se había ganado la admiración de todos, aparte de dejar embarazada a mi madre.

Durante los veinte meses siguientes, al tiempo que se gestaba la leyenda sobre su deslumbrante figura, en el interior de mamá también lo hacía yo, bajo enormes expectativas. Fue ella la primera persona a la que decepcioné, al ser colocados en sus brazos los seis kilos, fofos y sin gracia, de mi cuerpo. Crecí sintiendo siempre aquella misma mirada por parte de todos, entre acusadora y compasiva, e incluso hoy, cincuenta años después, mi andar pesado y torpe hace suspirar resignadamente a quienes lo contemplan.

Me alimento del aire y nunca duermo. Solo en casa desde que mamá murió, paso las noches sentado en el porche, observando el firmamento. En la hora floja yo controlo órbitas y regulo el clima; deshago conflictos, frustro ataques; equilibro fuerzas, prevengo hambrunas, evito cataclismos…; mientras esta noble gente, a la que tanto amo, duerme a salvo y en paz.

96. Heroínas de tierra y cielo – María Rojas

En los amaneceres mira el diseño de la geometría celeste mientras piensa en su linda nieta Galarina, la primera niña nacida en una estación espacial.
Luego, ordeña a Blanquita. A las vacas, dice, hay que hablarles, acariciarles el lomo. Así, la leche brota espumosa y animada a dar buena nata.
Por más que le expliquen la vida de Galarina en la cosmología universal, le resulta incomprensible y enmarañada. Lo que sí le queda claro es que su niñita se deleita con las tortas de queso que ella le envía.
Hoy, el firmamento clareó con una figura nueva de sorprendente luminosidad.
Al mediodía, Blanquita se puso de parto. Lleva horas lanzando bramidos sin hallar sosiego.
En la tarde, la madre de Galarina, vino a contarle que esta, seducida por movimientos a años luz de distancia, se dispersó en el espacio en un cucurucho de luz cósmica.
Blanquita lame con ternura a la recién nacida olorosa a boñiga.
Esa noche, mientras la abuela teje su mortaja, las lágrimas van trenzándose entre las naguas de las estrellas.

95. Superlópez (Anna López Artiaga / Relatos de Arena)

Mamá lloraba, sentada en el borde de la cama. Yo tenía siete años. Me acerqué, interrogándola en silencio, y ella me abrazó muy fuerte. Papá se ha ido, dijo.

Después supe que aquel se ha ido no significaba lo mismo que el de seis meses atrás, cuando el abuelito murió. Papá no estaba muerto, nos había abandonado. Mamá decía que no me preocupase, que papá volvería para llevarnos a Chitón. Yo creía que Chitón era el pueblo de mis abuelos y lo estuve buscando en el atlas, pero no lo encontré.

Pasaba las tardes mirando las fotos de los momentos felices. Papá vestido con traje y corbata. Papá entrando en una cabina telefónica… Recuerdo aquella vez que me llevó al estadio para ver al Parchelona y,  a la salida, me llenó los bolsillos de petisos de goma de varios sabores. Yo estaba muy contento, pero mamá se enfadó porque no me comí la cena.

Crecí. Las cabinas desparecieron. Él nunca regresó. Aún conservo algunas de sus cosas: una pajarita de papel, un traje con una “S” y una capa roja. Antes de marcharme, se las enseño a mi hijo que exclama: ¡El abuelo era Superman!

Se equivoca,  nosotros somos López.

94. Consecuencias

Me sentía como cuando salí del cine Terraza de ver Superman, con ansias de encontrar una cabina vacía para ponerme el disfraz y dar vueltas alrededor de la Tierra con intención de invertir el ciclo del tiempo. Tantos fueron los errores cometidos.

Cuando acabé de ver Spiderman quise subirme por las paredes. Ahora lo sigo haciendo al oírla vociferar.

Me rompí la camisa no a lo Camarón sino a lo Lou Ferrigno. Otra vez me puso verde con toda la razón.

Al juzgado fui ataviado con las vendas que me recubrían el cuerpo, un sombrero tipo gánster y unas gafas oscuras que ocultaban las cuencas inexistentes. En casa siempre quise parecer visible.

93. LAS BUENAS INTENCIONES (Toribios)

En cuanto vio que unos maleantes atacaban a la chica, corrió a buscar una cabina de teléfonos. Con los nervios, los cordones se le enredaron y tuvo que sacar los zapatos de un tirón. Los pantalones no se deslizaban bien por los muslos enfundados en la malla y le costó un triunfo librarse de ellos. En cuanto a la gabardina, la americana y la corbata, se convirtieron casi en la pesadilla que narra Cortázar en su famoso cuento del pulóver. Cuando por fin se vio libre y quedó a la vista su flamante traje rojo fuego, empezó a pensar donde guardar la cartera, optando  por dejarla bajo la ropa bien doblada. Salió por fin dispuesto a todo, pero la policía ya había detenido a los malos. Lo peor fue que, cuando regresó, se encontró con que toda su ropa había desaparecido, incluida la cartera. Tuvo que volver a casa de aquella extraña guisa y para colmo le persiguió un enjambre de mozalbetes que no cesaron de lanzarle improperios. Trató de impulsarse con sus zapatos gravitatorios y desaparecer volando, pero se había olvidado de cargar las baterías la noche antes, así que tuvo que soportar aquello hasta el mismo portal.

 

92. Los héroes no nacen, las circunstancias los hacen

Nunca fue Supermán, ni vistió ridículas mayas, ni voló por los aires a menos que lo hiciera dentro de un avión, tampoco aspiraba a lanzar hilos de seda para atrapar a los malos como un vulgar Spiderman. Solo era un hombre, sin SUPER por delante, pero aquel día se encontró con los villanos y la adrenalina de los SUPERHÉROES recorrió su cuerpo.
¿Su arma? Un monopatín.
¿Su meta? Salvar a una víctima de los matones.
¿El precio? Su vida.
Para todos, en nuestro recuerdo: Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín.

91. SUPERPODEROSOS (Beto Monte Ros)

El día que la metrópoli se tornó gris los periódicos reseñaron que los héroes que cuidaban de ella habían sido vencidos, dejando a sus ciudadanos atrapados en un halo de pesadumbre. Con su identidad descubierta los álter egos, desempleados y con el poder menguado, eran obligados a hacer largas filas para que el nuevo régimen pudiera humillarlos, mientras se ensayaban nuevos controles.

Ocurrió que los regentes de la ciudad, sobornados por los villanos, también conspiraron y ayudaron a ocultar el laboratorio donde se creó la fórmula del virus aniquilador de poderes, el cual fue esparcido por un grupo élite de malvados, los integrantes de La Liga de la Injusticia.

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