Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

05. SUPERHÉROE (EDUARDO MARTÍN ZURITA)

Veo caer un trocito de cielo azul y lo agarro antes de que el otro mendigo llegue siquiera a parpadear. Se acabó la mano alargada sentado en el suelo poniendo cara de pena. Adiós a las ropas mugrientas y a los hurtos. Mi superhéroe, providencial, me arde sin embargo en la mano. Lo suelto, me tuerzo el tobillo y me doy de bruces contra la gravilla del parque donde malvivo. El compañero de penurias me supone jugando, y me pide que le cambie, a cielito, por el azulenco trozo de cristal que termina de sacar del bolsillo y frota brioso contra el pantalón. Cielito suelta doce diabólicos exabruptos, tal vez alguno más, mi oído no es ahora sutil, encapotándose hasta volverse marengo. Hubiera querido ser mirlo, con su trotecillo, para poder refugiarme en un seto. Se me han roto los pantalones y la chaqueta y no encuentro el sombrero de pedir. El diluvio me traspasa: voy a coger una pulmonía doble. Agarro de nuevo ese trocito de cielo y lo tiro a la papelera. Lo de los superhéroes no pasa de engaña muchachos. Terminan jugándotela. Yo sí que soy un superhéroe. Un superhéroe sin poderes.

04. GENARO (MARÍA JOSÉ VIZ)

Genaro era el mejor en todo. Se podría decir que tenía un don mágico, como el de los clásicos superhéroes. En el barrio lo conocían muy bien, aunque muchos desearían no tener un trato tan cercano con él. Era un experto en “birlar”, un verdadero artista del hurto. Desbordaba simpatía y esa era el arma poderosa que poseía para conseguir sus fines. Siempre trabajaba en solitario. Solía decir que más de uno eran multitud, sobre todo a la hora de repartir el botín.

Han pasado los años. Aquel niño travieso ha crecido y ha mejorado sus técnicas de apoderamiento de lo ajeno. Un séquito de niños lo rodea cada vez que sale a la calle. Para ellos es su héroe; mucho mejor que Superman, sin duda.

Genaro se siente viejo. Ha devuelto la cartera que se le había caído a una anciana, ante testigos. Sus poderes especiales parecen haberse esfumado.

03. Y, al fin, voló (Jesús Garabato)

¿Por qué dudabas? ¿Ves cómo desde lo alto de esta muralla todo parece diferente, a pesar de la oscuridad? Sé que, muchas veces, deseaste tener la fuerza de Hulk y que soñabas con desaparecer, como el Hombre invisible. Pero lo que más te hubiera gustado sería conseguir los poderes de Superman. Y volar. Si así fuera, cogerías de nuevo tu bici y remontarías, incansable, hacia aquellas nubes que ahora se apartan, dejando paso al amanecer. Allí, ya erguido y protegido del mundo, nadie se atrevería a insultarte ni a pegarte, como hacen cada día. Por qué a mí, te preguntabas, si solo quiero ser libre. Ser libre y que mis ojos sigan aunque paren mis pies, pensabas. Ser libre, Jokin… Y volar.

02. Ángel de metal

La cámara captura el instante en el que una pluma blanca flota hasta la superficie del charco viscoso, se vuelve rosa, se apelmaza y forma un coágulo irreconocible.

Un final impactante.

El gentío, enajenado, inconsciente, teledirigido, inhumano, manipulado, insensato, aplaude por inercia la victoria definitiva del Megarobot L1-83R4 sobre el  incómodo rastro de los últimos héroes desconocidos y los salvadores tradicionales. El mundo está, por fin, desangelado.

Nadie sabe aún, ni se pregunta, contra qué enemigos van a programarlo en su próxima misión redentora.

01. PODEROSAS (JAMS)

El nuevo traje de grafeno y los refuerzos de codos, rodillas y muñecas. El pectoral electromagnético, los guantes de titanio y el cinturón multiple con toda la munición explosiva revisada. Pero necesito las gafas zoomer-X sin las que me es imposible la visión alejada y a través de los objetos. Sin ellas estoy perdido en una misión como la de hoy.

Oigo pasos al fondo del pasillo y puedo intuir su sonrisa con el gesto de quien se cree superior. Conoce todas mis armas y sabe neutralizarlas sin esfuerzo. Aparece en medio de la puerta como si fuera un gran poster al natural, con sus mallas de lycra y su camiseta traspirable de tirantes, y ese implacable poder de la telequinesia y telepatía que la hacen aún más poderosa.

-Están en el tercer cajón, con las manoplas adherentes y las ventosas que ya no usas.

-Gracias mamá -le digo, sabiendo a ciencia cierta que, aunque ya haya revisado el armario diez veces, aparecerán allí.

Y siento de nuevo que la paz en el mundo es posible.

134. MAL MENOR

Desea que él desaparezca. Perderlo de vista. Y ser libre para decidir su propia vida.
Pero sabe que de nada le serviría esconderse, replegarse en una esquina y descansar de su constante vigilancia, de su poder y de sus deseos.
Y es consciente que si la abandona, si se cansa de ella, si por desgracia él muere, su existencia quedará también truncada.
Así que se resigna a ponerse de nuevo en sus manos, vivir lo que él le deparé y seguir siendo la sufrida protagonista de la historia en ciernes del escritor.

133. Musa espectral

Cuando acepté la propuesta de Nicolle de escribir su truculenta historia, nunca pensé que la muerte podía ser contagiosa. Sus apariciones se fueron tornando más frecuentes e intempestivas a medida que avanzaba el libro, y al poco tiempo yo también me veía como un fantasma. Noche a noche su presencia seductora me quitaba el sueño, y la cordura. Acabé por encerrarme en aquella habitación que albergaba su atormentado espíritu, con el afán de transcribir palabras sórdidas que hablaban de sexo, prostitución, traiciones, y un sangriento final.

Al principio la anciana dueña de la pensión me traía la comida y, mientras sacudía las sábanas, me contaba lo bien que había cuidado siempre de los escritores que habían pasado por allí. Aunque, cercano ya al desenlace de la novela, dejó de hacerlo. Yo continué escribiendo hasta desfallecer.

Días después la antigua Madame entró en el cuarto con un pañuelo en la nariz, protegiéndose del olor que emanaba mi cuerpo. Apartó mi cabeza, que reposaba sobre las últimas páginas, y recogió con mimo el manuscrito. Antes de llevárselo cambió mi firma por la de Mort Farragan, el famoso escritor de novela negra.

 

 

132. SIN FUTURO

Hace ya meses que se encuentra vagando por las calles. Cada día ve a cientos de personas que caminan por ellas. Todos parecen saber a dónde van. Entran en tiendas, en portales, en oficinas, pero él no tiene rumbo. Recuerda donde estuvo un tiempo atrás. Tenía un piso en el edificio más alto de la ciudad, trabajaba en un despacho de abogados, solía quedar con los amigos y celebraba los cumpleaños y otras fiestas con María —su mujer—. Y ahora está estancado en una avenida principal, tal vez deba ir a la estación, o entrar en un bar. Pero no lo sabe. Se siente desamparado. El autor ha decidido abandonar su novela.

131. ESTRO

La libreta de Alicia permanecía en blanco, dentro de su pequeña mochila, mientras atravesaba, sola y ensimismada, verdes paisajes septentrionales  que observaba con atención. Ambulaba por aquellos senderos con la esperanza de rescatar los mundos que otrora se dibujaban en su cabeza. Cansada y algo sedienta, avistó una roca grande, que le sirvió para apoyarse, beber algo y recolocar la maltrecha plantilla de su bota. Pasados unos minutos, se incorporó, y aún con sus enseres en el suelo, oteó el horizonte, con el ceño fruncido  y una débil mueca a causa de la claridad que acechaba sus pupilas.  Lentamente, permitió que  su gesto sobrio  se transformara en una resplandeciente sonrisa. Se sintió parte de un microcosmos, en un pequeño universo creado por la inspiración de otro ser que la observaba y transcribía aquel momento en alguna obra que posteriormente sería compartida a su vez con otros. Con la sensación de formar parte de una realidad que le trascendía, retomó su camino, sin ser consciente de que de las páginas de su cuaderno brotaba una  tinta de color azul que, como la lluvia en aquel campo, engendraba color y vida.

130. La cita (Recordando a Pablo)

Solos, en el punto más aislado de la colina, hablábamos de poesía y debo confesar que me excitaba escuchar hablar a aquel poeta. Su fascinante historia comenzó, según decía, cuando se le apareció Erato, musa de la lírica amorosa, quien dejando a un lado su lira, lo envolvió con una  llama mortal y lo marcó con cruces de fuego, para luego poseerlo como solo una musa sabe hacer, en medio de «una vastedad de pinos y del rumor de las olas quebrándose». Desde aquel instante, «su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos»,  nutrieron los versos alejandrinos que brotaban espontáneamente, mientras ellos, «ebrios de trementina y largos besos»,  jugaban sin parar con la luz del universo. Para su corazón, bastaba apenas con su pecho. Pero una tarde sin crepúsculo, aquel «cuerpo de mujer de blancas colinas y muslos blancos» se disipó y él quedó desesperado, enredando sombras y escribiendo los versos más tristes…

 Huelga decir que en la colina, aquel poeta y yo acabamos amándonos desenfrenadamente.

Al despedirnos, él, sonriente, convencido de haberme engatusado con frases de Neruda, no daba crédito cuando comenté que «la noche era estrellada, y tiritaban, azules, los astros, a lo lejos»…

Cosas de la poesía.

129. Cupcakes de plátano y chocolate negro

De una web de cocina, de ahí he copiado el título. Se acabó el crear ni una frase más para el arriba firmante, ¿o se habían creído que todos esos microrrelatos los había escrito “él”? Pues que sepan que no sabe hacer la o con un canuto. El susodicho, con ínfulas de gran escritor, me contrató hará eso de dos años para que adornara su triste vida con un blog. Que era de ciencias y tenía poco tiempo libre, me dijo. Claro. Y cierto es que he podido ir capeando el temporal (un guionista de cine en paro no puede aspirar a mucho más hoy en día) y, al menos, escribía, aunque el contador de palabras me tenga frito. Pero ahora, que no se abonen mis servicios, las largas cada vez que le llamo… no, por ahí no paso. Cuatro finalistas de Wonderland me debe. Así que, si alguno de ustedes está buscando un negro discreto, eficaz, con facturación a éxito, les dejo mis datos de contacto más abajo. A su entera disposición mientras —la verdad por delante— no me salga algo de lo mío.

Zacarías Esnaola (z.esnaola@hotmail.com)

128. ESPERANZA (MARÍA ORDÓÑEZ)

La mujer toma la pluma y la niña escribe: «De nuevo estoy partida, rota, deshecha. Por mí, por ustedes, por la vida, como siempre, me rehago momentáneamente aunque no logro mantenerme en pie con la firmeza requerida. No puedo. Basta escuchar otra vez lo mismo: ¡mi corazón…! moriré, me iré lejos, mañana mismo parto, desapareceré… y los demonios se desatan. Reaparecen. No importa que hayan pasado cincuenta años. No importa. Las amenazas producen el mismo tormento.»

De su avejentado cuerpo escapa despavorida la criatura y todo empieza de nuevo: la espalda punza, la mente entorpece y los demonios nocturnos reanudan su danza mortífera con la misma saña. Un humo negro sirve de telón. La muerte misma hace su espantosa entrada. Ataviada con toda clase de máscaras y fétidos atuendos, en sus negras garras carga con todo aquél a quien la niña ama: su madre, su marido y uno a uno le arrebata a sus hijos… La niña quiere gritar y no puede; quiere luchar y no puede; quiere implorar piedad y proteger a quien más que a nadie envenena el nauseabundo hedor de este tormento: su hijita, la más pequeña, pero no puede… Hoy no puede. Tal vez algún día…

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