Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

108. El coleccionista.

La última vez que hablé con él estaba en Angola, o quizá en Uganda, no me acuerdo bien.

Nuestra tierra se le había quedado pequeña hace mucho, y se ahogaba en la cotidianidad.

Siempre nos decía que quería viajar; que apenas conocía una milésima parte de todo lo que el mundo podía ofrecerle. Y se pasó el resto de su vida descubriéndolo. Coleccionando amaneceres, como solía decir. Porque se hizo coleccionista. De matices de verde y azul; de sonrisas; de reflejos de felicidad sincera, de las miles de formas de decir cualquier cosa.

Dejó que el mundo le mostrara toda su belleza, y tardó en reparar en esa otra cara que suele estar escondida a simple vista; la del rojo mas vivo, la de las lágrimas que no cesan, la de la crueldad como forma de gobierno; la de la indiferencia cómplice ante el sufrimiento extremo.

Nunca llegó a entender esa cara oscura. Y se reveló contra ella.

La última vez que hablé con él me dijo que no le encontraba sentido a la vida; que lamentaba haber salido de su tierra, y que no sabía si volveríamos a hablar.

107. Regreso al sur

Últimamente le ha dado por pensar si la cama donde duerme será en la que muera. Esa idea le incomoda y hace que cada día se levante con más rapidez de la que su edad aconseja. Son muchos años en Alemania y ella ya no está. Ni siquiera recuerda las fragancias y los sudores de aquellas sàbanas, y piensa con frecuencia en la casa del pueblo de España, de donde vino, donde murieron sus abuelos y su padre. Hasta el verano no podrá regresar y, mientras, ahuyenta la idea de morirse en aquel lecho.

Pero hoy el objetivo es otro: una concentración a favor de quienes llegan de lejos como vino él. Fátima, la argelina que le ayuda en casa, vendrá a recogerlo y le acompañará. Al principio no hacían buenas migas, aunque la necesidad de ambos pudo más y se llevan mejor desde que ha desistido en convencerla para que se quite el hiyab.

Por la otra acera, unos jóvenes se dirigen al mismo sitio con otro propósito y súbitamente una piedra vuela sobre la calzada. Fátima pide auxilio tratando de tapar como puede la sangre de la brecha, mientras él sonríe emprendiendo su viaje hacia el sur.

 

106. ¡Adiós mamá y papá!

            Era una tarde calurosa a mediados de septiembre que apuntaba hacia el final del verano. El tren hacía parada en su andén correspondiente. El chirrido de las ruedas produjo un escalofrío propio de quien llega por primera vez a un lugar desconocido. El temor a lo nuevo. El miedo a defraudar las expectativas que tu familia deposita en ti cuando comienzas una vida de independencia y alejado de ellos.

          Cargado con dos grandes maletas, arrastraba esa pesada carga bajo un calor insolente y despiadado. Me dirigí a la parada de taxis más cercana. En ciertos momentos, la proximidad se convierte en un concepto relativo.

           Una parada de taxis desierta. Tocaba esperar. A lo lejos vi aparecer un Toyota Prius, uno de esos coches híbridos con un motor mixto a gasolina y otro eléctrico. El conductor me saludó y se dirigió a abrirme amablemente la puerta del maletero. Pero antes de abrirse, me llamó fuertemente la atención una frase que tenía inscrita en la parte trasera, justo por encima de la placa de matrícula. Con grandes letras de color verde agua podía leerse: en la vida hay que aprender del pasado, soñar con el futuro y vivir el presente.

105. Ni libre de pecado

Llegaba Damián al portal cuando su octogenario oído se congestionó con el ruido procedente del interior. Nadie se percató de su presencia, enfrascados como estaban en intentar hacerse oír por encima de los demás. Él sí vio, en un rincón, a una pareja con dos chiquillos aferrados a sus ropas y el miedo pegado a sus pupilas.

La cachava de Damián golpeó el suelo:” ¿Qué ocurre aquí?”

El desordenado coro lo inundó, pillando retazos únicamente: “de fuera”, “quitarnos el trabajo”, “unos guarros”…

Dos bastonazos se impusieron de nuevo.

—Miguel —señaló— ¿dónde naciste?

— ¿Y tú? —Y mirando uno a uno, fue repitiendo la acusación

—No somos oriundos de aquí —explicó Damián—Yo nací aquí por casualidad, mis padres hubieran ido a China para conseguir alimentarnos.

Mientras el discurso empezaba a calar, entró el cartero, que se detuvo sorprendido. A punto de irse sin dejar la correspondencia, se vio retenido por Damián:

—Buen hombre, ¿nacieron sus abuelos aquí?

—Sí señor, la familia vive aquí desde siempre.

—Mírenos, por favor.  ¿Creería Ud. que es mejor, o peor que nosotros?

— ¡Dios me libre creer semejante necedad!  —Y salió corriendo del portal; ¡no fuera que le contagiaran la tontería!

104. El significado de las palabras

El día de reyes David y yo salimos a jugar con nuestros patinetes nuevos y brillantes por el parque. Nos cruzamos con los vecinos senegaleses que tienen dos niños de nuestra edad. Nos miraron alucinados como si nunca hubieran visto un juguete como aquel. Parece que los negritos no habían tenido regalos aquellas navidades.

Para variar mi hermano y yo aquel día señalado en el calendario también nos peleamos y como siempre nos insultamos diciendo barbaridades. Al llegar a casa nuestra madre nos miró con enfado al comprobar lo sucios que veníamos y que nuestros vehículos recién estrenados habían salido mal parados.
-¡No os merecéis nada, sois unos atorrantes! –se lamentó nuestra madre
-Es que Jorge me ha insultado mamá, me ha dicho que era “adoptado”-traté de darle una explicación.
-Y tú, ¿qué? – me gritó mi hermano- me has llamado “inmigrante”.

Mi madre nos pegó una bofetada a cada uno, y luego sentenció que las próximas navidades encargaría un diccionario a los reyes magos.

103. Viaje de novios

Lo conoció minutos antes de abordar La Bestia. Era su marido de conveniencia. Él prometió cuidarla durante el viaje en tren, y ella ser su mujer. La ayudó a subir por la escalerilla hasta el techo del convoy y le ofreció su regazo para protegerla del resto de inmigrantes y del abismo que se abría a ambos lados de La Bestia. Sobre los muslos del hombre, ella sentía crecer el nido de excitación bajo sus caderas. Pasaron la primera noche en un vagón con barandillas. Enhebraron sus cuerpos y objetivos en una promesa: lograr juntos el sueño americano. Él trabajaría en la construcción y ella de niñera. El tren desaceleró justo en el momento de atravesar el territorio de los Zetas. El maquinista los había vendido a las maras. Corrieron sobre los vagones perseguidos por los pandilleros.  Un mal salto, y la pareja cayó en los engranajes hidráulicos. Las “muelas” de La Bestia prensaron la carne  y escupieron el sobrante en los rieles.

Cuando los encontraron a un lado de la vía, los llamaron “la pareja de novios”. Estaban cubiertos del blanco arrocillo de  las pupas sin eclosionar. Y aún seguían unidos por un abrazo amputado de esperanzas.

102. Agur, Nati! (Marta Trutxuelo)

(En homenaje a Natividad Martínez Rello, niña de la guerra de Andoain exiliada en Rusia, fallecida el 20 de diciembre de este año)

Aquella Navidad nos trajo como regalo a Nati. Nati vivía encima de una escuela. Con seis años vio desde su ventana un juego siniestro llamado guerra civil. Pero sus padres la pusieron a salvo en un barco. Nati y sus hermanas llegaron a un país muy lejano donde hacía mucho frío, pero fueron acogidas por cálidos brazos. Nati aprendió a leer y escribir en otra lengua, conoció a gentes extranjeras como ella. Nati creció y llegó a ser muy grande: fue seleccionada como gimnasta olímpica, estudió tanto que se convirtió en ingeniera agrícola, y pudo disfrutar de teatros y espectáculos. Nati se enamoró y tuvo una niña. Pero Nati echaba de menos su hogar, y aunque sabía que ya no sería el mismo, quería volver a su casa encima de la escuela. Nati regresó con su nueva familia. Pero todo había cambiado. Ella ya no era una ingeniera agrícola, sólo un ama de casa. Ya no disfrutó de teatros, sólo del cine parroquial. Durante veinte años Nati fue «la española» en Rusia y cuando regresó lo hizo como Nati, «la rusa».

Nati se ha ido antes de celebrar esta Navidad, antes de apagar las velas de su 87 cumpleaños.

101. Predicciones

Cómo ha cambiado el mundo… Recuerdo otras épocas en que mi estirpe era respetada en la vieja Europa, se aceptaba como necesaria y hasta otorgaba prestigio. Ninguna nación poderosa podía presumir de serlo si alguno de los míos no habitaba en ella.

Ahora se nos relega a países de tercera, pero manejados por manos poderosas que pretenden enriquecerse a nuestra costa. Ellos viven bien, alejados de conflictos y miserias, mientras se aprovechan de nuestra presencia en otros lugares donde generamos el infierno en la tierra para que, de manera espuria, puedan demostrar su superioridad.

Pero ya no nos quieren dentro de sus fronteras: ponen controles  y ejercen acciones policiales para que no crucemos sus alambradas de espino, ¡qué ilusos! No saben que, tarde o temprano, volveremos a habitar su territorio, como emigrantes que regresan a la maldita tierra que los vio nacer.

Dicen que ya no me quieren, pero fabrican armas y las venden para alimentarme; hacen el símbolo de la paz en pomposas reuniones, mientras miles de inocentes mueren sin que a nadie les importe. Yo no tengo la culpa de que millones de refugiados clamen por un mundo diferente; ellos me crearon así.

Me llaman guerra.

100. LA FIESTA DE LA PUREZA (towanda)

Nací en el desierto de Somalia algún día de 1967. En el desierto no hacen falta papeles ni inscripciones en registros.

El año que cumplía cinco, madre me engalanó de manera especial y almorcé doble ración de arroz. Era mi gran fiesta. Bailamos, reímos y, llegado el momento, me acomodaron en una estera de colores. Olía rico. Madre aferró mi cabeza mientras entonaba un dulce canto. Dos mujeres sujetaron mis brazos y mis piernas abiertas. Creí que el cielo me guiñaba un ojo. Luego, un frío seco de cuchilla y el aullido de mi sangre… El desierto es más negro cuando eres mujer.

El año que cumplía trece, huí de un casamiento amañado. Acumulaba demasiadas heridas que cicatrizaban mal. Trabajé. Enfermé. Trabajaba y enfermaba sin pausas, arañando monedas al sueño y al hambre. Viví como indigente. Dormí con los sintecho y me alimenté de lo que Europa arrojaba a sus basuras.

El año que cumplía dieciocho, un fotógrafo reparó en mí. Dijo que era preciosa… Suena extraño cuando lo escuchas por primera vez. Me propuso trabajar a su lado. Era un seis de febrero de 1985, el mejor día de entre todos los vividos, para empezar a celebrar mi cumpleaños.

99. Desiertos

dedicado a La España vacía, de Sergio del Molino

 

Con la certeza de tener que enfrentarse a otro larguísimo y triste invierno, y antes de que el tedio, el desencanto o el aislamiento acabase por sepultarlos, los vecinos —apenas quedaba ya una veintena de familias empadronadas— decidieron trasladar su pueblo, enclavado en el corazón de la meseta castellana, hasta una comarca cercana a la costa. Aunque nadie quería reconocerlo, más que pretender los beneficios del clima o el fin de la soledad, buscaban sobre todo evitar su desaparición, que en dos o tres generaciones parecía inevitable.

Empaquetaron sus raíces, tradiciones, recuerdos, nostalgias, fiestas y mitos. Cargaron con la plaza, la iglesia, el ayuntamiento, el bar, la fuente; con la carretera que les servía de calle; con sus casas y las eras que las rodeaban; con la ermita, el cementerio, los cipreses, los olmos, las encinas. Y dibujaron contra el azul del cielo diferente en su nuevo emplazamiento el mismo horizonte que veían desde su lugar de origen, para engañar a la melancolía que adivinaban incurable.

La mudanza de estos pioneros, narrada en periódicos y en reportajes emitidos por televisión, inspiró a otros pueblos que también se resignaban a quedar abandonados. Así fue como empezó el último éxodo. El definitivo.

98. in MEMORIAN…

 

(Él) Supuso que todo iría bien… Desconocía la fanfarria de pegar patadas a un balón, de presumir por sus ojos claros, de vender cartas al destino,  de volver sin más… Y en su cabecita, siempre soñadora, la amenaza de no poder escapar al terror malhumorado de endémicas guerras, queriendo desdibujar la sinrazón de su huidizo caminar, sintiéndose cautivo en un universo por descubrir… ¿A dónde vas?

+

(Ella) Nunca lo supo, por tatuaje un corazón marcado en soledad, por estandarte la bandera de quien no cree en banderas, y por filosofía no cavilar sobre un pasado estigmatizando el futuro… Afear al que cambia el terruño donde pisar no era su modo de vida, sólo prejuicios, sólo desidia… ¿Cómo te llamas?

=

Y (juntos) en cada rincón de mundo una noche perdida en esos brazos ajenos, unas cervezas a medias, una leve carantoña, un compaginar de ideas, unas lágrimas al despedir, otra sonrisa al regresar… Te quiero

 

Y, cabalgando los lustros, una duda en sus blancas sienes, las de él (y las de ella), con sus articulaciones de herencia nómada parcialmente enmohecidas, sus mentes tornándose nubladas… Una única duda:

¿Dónde aparcar esos huesos que se debe comer el tiempo?

 

 

97. «Despertar del Sueño»

Caída al vacío (aaaaaaaa); silbido como de viento (ssssssss), silencio […]; azote (¡tas!).

Para los ojos que sí ven, todo estuvo cuidado por bucles de ricos colores, uno específico de cada espectro y para cada dimensión, desde las más sutiles a las más densas.

El alma que en ese precioso instante nacía, lo había hecho otras muchas veces, demasiadas si se cuentan con números finitos, ninguna cuando no se necesita contar.

Un alma hace un gesto antes de nacer con el significado de: «ya estoy preparada para migrar». Deja atrás su forma divina y se convierte en carne. ¡Y tiene todo lo que necesita!, un manual que está escrito en su código genético y que deberá interpretar según se vaya desarrollando como individuo y creciendo hasta completar su experiencia. Parece fácil así visto, pero todo juego tiene su truco. El de éste es que, una vez que el giro inteligente se detiene, la conexión se pierde y todo se olvida, o casi todo.

El tiempo que transurre entre cada migración ha de servir para iluminar a un mundo dormido. Se trata de conseguir encender las luces necesarias para poder despertar del Sueño de Amor en la Tierra.

Así Sea.

 

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