Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

101. RADIO GRIFO (Beatriz C.E)

—Busco una radio de baño antideslizante a prueba de salpicaduras —dijo Valeria al dependiente.

—Tenemos un modelo con forma de grifo que incluye ventosa para adherir a los azulejos —señaló el joven—. Por supuesto totalmente impermeable. Ofrece una calidad de sonido inmejorable, incluso con la cabeza bajo el agua.

Valeria echó a la bañera una generosa cantidad de gel. Encendió radio grifo y sintonizó el programa nocturno. Esperó a que la espuma le vistiera los hombros. Esperó mientras el agua se desbordaba por el suelo. Esperó pacientemente a que la primera llamada fuera atendida por el locutor. Tras escuchar el saludo de rigor, Desahógate conmigo, estimado oyente, se sumergió en las ondas. Y toda ella se hizo agua.

100. El HILO INVISIBLE, María Sergia Martín (towanda)

Un hombre, mapeado de cicatrices, aguarda a que la voluntaria le sirva café con un terrón de azúcar moreno. Detesta esas bolsas donde lo guardan blanco y desmenuzado. Aunque le ponen cuatro galletas, solo comerá tres. Una rosa corona el ojal de su gabán. La olisquea, balbuceando palabras confusas, mientras se arrulla al cobijo de una sintonía radiofónica que suena de fondo. Conserva un retrato en sepia de una muchacha. En el revés reza “para Adrián”. Por eso decidieron llamarle así. Dicen que lo encontraron una tarde en la estación, ovillado bajo una herrumbre de niebla que nadie supo desenmarañar. Pero de eso hace ya varios lustros.

A tía Antoñina le gusta madrugar. Cada mañana, antes de que toquen las ocho en el reloj parroquial, se toma un café con su terroncito de azúcar moreno y tres pastas de la tahona. Los paisanos dicen que sonroja sus labios y sombrea sus ojos de bruma; que abre el balcón, coloca allí su mecedora, una rosa fresca y enciende su radio. Dicen en el pueblo que sigue esperando el regreso de su esposo y que la melodía viajera del viejo aparato será el hilo invisible que le ayude a encontrar el camino.

99. SILENCIO (MIREIA GRAU)

El crepitar de la radio le despertó anunciándole la finalización de la emisión y como cada noche desde hacia tres meses se levantó del sofá y encamino sus pesados pasos hacia su habitación donde las pesadillas le consumirían hasta la llegada del amanecer.

La llegada de la tarde y el fin del horario de oficina le anunciaban de nuevo el inicio de su tormento, al traspasar el umbral de su casa los fantasmas le acuciaban, el vacío y el silencio de las estancias se le hacia insoportable.

Había retirado todas las fotografías de «ella» de la casa y por las calles evitaba los carteles de «se busca» porque no soportaba enfrentarse a su mirada, en los noticieros aún se hacían eco de la desaparición y la policía seguía sus pesquisas.

Sólo él y su cómplice la radio sabían la verdad: el volumen del aparato al máximo acalló las peleas a voz en grito, los continuos reproches de ella que hicieron que la odiará tanto, hasta aquella funesta noche en que decidió acallarla para siempre pensando encontrar sosiego y sin embargo lo único que consiguió fue vivir ahora en un infierno de silencios y secretos…

98. Recuerdos encerrados

Del salón en el ángulo oscuro veíase… La Radio. Disculpe, Sr. Bécquer, por apropiarme de su famoso verso. En efecto, el  enorme aparato me observa desde su privilegiada posición, hierático y majestuoso. Sin embargo, está ya cansado, avejentado.

Siendo niña, me devanaba los sesos intentando comprender cómo podían salir voces y música de ese mágico trasto. “Los Porreta” marcaban el final de mi desayuno; “el Ángelus” anunciaba que eran las 12 en punto. Llegadas las dos de la tarde, el silencio se hacía para escuchar las Noticias –para mi padre: “el Parte”-. Esperaba la llegada de la noche, ansiosa, pues el capítulo de la novela me hacía vivir sensaciones maravillosas, aunque, al finalizar, no me dejasen saber nunca quién era el asesino…

Ahora, Mi Querida Amiga, duermes la noche de los tiempos.  No quiero perturbar tu sueño, pero no puedo evitar preguntarte: ¿sigues  guardando mis recuerdos y vivencias de juventud dentro de ti, como me habías prometido que harías, antes de enmudecer para siempre?

97. De la vieja escuela

Durante más cuarenta años pone la voz al programa nocturno con mayor audiencia de la radio. No entiende de páginas web, redes sociales ni webcams. Por eso ignora que en los últimos cinco se le puede ver delante del micrófono en pijama.

96. APARTAMENTO FURTIVO (IsidroMoreno)

Apenas un día antes de su cita clandestina, entró en el minúsculo apartamento, encendió la radio para no sentirse tan solo y sobre un folio blanco, con el alma angustiada, vomitó en nota manuscrita sus sentimientos, pues sería incapaz de expresar ante ella, que el amor de antaño, ahora languidecía y pronto  sería una rutina y una ruina para ambos.

Sobre la mesa, quedó depositada la triste carta de despedida, abandonó raudo y sin mirar atrás, aquel apartamento que tantos recuerdos y desatadas pasiones le hacía evocar.

Horas antes de la cita, ella, en la puerta del apartamento, se detuvo al oír música proveniente de una radio. No era capaz de  entrar, pero pudo introducir bajo la puerta, una nota manuscrita en la que expresaba su sentimiento de desamor y la imposibilidad de seguir manteniendo una relación de ficticio cariño.

Al día siguiente, una emigrante marroquí empleada de limpieza, al entrar al apartamento, apaga la radio, abre ventanas,  recoge y tira a la bolsa de basura dos papeles abigarrados de una escritura completamente desconocida para ella, así como los sentimientos allí vertidos.

Había que dejar el apartamento impoluto para la siguiente ocasión.

 

95. Muchacha bonita (Izaskun Albéniz)

Echó un vistazo a través del espejo retrovisor. No veía su rostro, pero por el pequeño equipaje de mano y el suave olor a lavanda supo que era ella. Un día más aquella desconocida tomaba su taxi y, una vez más, su corazón galopaba a un ritmo enloquecido. Ella le indicó su destino y él asintió en tanto Los Sirex cantaban en la radio su último éxito:

«Muchacha bonita…bonita muchacha…divina muñeca.»

«¡Qué bien traído!», pensó sonriente al girar la llave en el contacto. Pero, cuando se disponía a salir, un hombre se interpuso en su camino. Tenía la boca apretada en un gesto afilado y se inclinaba sobre el capó del taxi mirando con fiereza hacia el interior en un ángulo que permitía ver la funda habitada de una pistola.
Luis parpadeó sorprendido y observó el asiento trasero donde, agarrada a la bolsa de lona, la desconocida trataba a duras penas de mantener las apariencias. No necesitó más motivo que sus pupilas asustadas para pisar a fondo el acelerador. Mientras, la radio, ponía nombre a su destino:

«Si es eso el amor…si es eso el amor…te juro mi bien que te amo ya».

94. ILUSIONADA

Como todas las tardes  se sentó en la mesa camilla y se visitó para la ocasión, quería estar radiante para él.

El día anterior, le había prometido llevarla a cenar y luego a bailar, pero ella era una mujer decente y sabía bien lo que tenía que hacer para frenar su ímpetu

Cuando escuchó su voz le temblaron las piernas.

¡Que voz tan varonil  !

La conversación continuó largo rato y ella atentamente afirmaba todo lo que él le proponía.

—Claro que iré contigo, ¿ me vendrás a buscar ?

La respuesta se hizo esperar y ella impaciente volvió a preguntar:

¿ Me vendrás a buscar?

—Claro que iré mujer, no te preocupes, todo está arreglado. Saldré en breve.

Ella nerviosa se levantó y fue al espejo para arreglarse el pelo recogiéndolo en un coqueto moño al que acompañó con un toque de laca, no quería que con la brisa se le alborotase el pelo. Aprovechó para ponerse los zapatos de tacón y cogió el bolso.

Cuando regresó a la salita para apagar la radio pudo escuchar:

—¿Irá Gabriel Fernando a buscar a Daniela , la llevará a cenar y luego a bailar?; no se pierdan el siguiente capítulo de…

93. La radio

María tiene que contárselo.

— Eduardo…

— ¿Qué?

— ¿Estás despierto?

— Pues digo yo que si te respondo…

— Es que ha pasado algo malo.

— ¿Qué has hecho?

— La he roto.

— ¿Cómo que la has roto?

— La radio.

— ¿La radio?

 

Eduardo enciende la luz y se incorpora.

— ¿Sabes lo que eso significa? Vivimos aquí por esa maldita radio. Mira si presumes tú de edificio histórico y buena zona. Sabes que mi abuela lo puso como condición en el testamento. Sabíamos a lo que nos ateníamos. Lo expuso claramente. No es algo que se elija, si optábamos por venir aquí, teníamos que tragar con ello. ¡Sabe Dios lo que nos pasará ahora!

— No podía soportarlo más. Fernandito lleva meses con pesadillas. Es inhumano. Todas las noches, a la misma hora… esas voces. El mismo programa. Es imposible dormir.

Dos campanadas interrumpen la acalorada discusión y un silencio tenso se adueña del dormitorio.

“Bienvenidos a la madrugada de este dos de noviembre de 1937 que nos ha dejado una mala noticia…”

Reconocen la voz, es la misma de siempre, pero proviene de la habitación de Fernandito.

María llora.

92. Un cuento en sepia

Hubo otro tipo de inviernos, los  del ayer, de pies fríos y colores sepia.

Yo era una modistilla de poca monta que llegaba a fin de mes a duras penas a base de subir bajos, volver abrigos y reconvertir prendas.

Pero todos tenemos un sueño,  el mío  era  una radio.  Bueno no, no una radio, si no aquella radio que admiraba cada tarde  con la nariz pegada al escaparate.

En ella podría oír  seriales,  noticias, incluso…  bailar.  No volvería a sentirme sóla porque formaría parte de un gran club, el de los “oyentes”.

En nochebuena ya había conseguido reunir el dinero para comprarla, pero ni un real más ¡Qué difícil decisión!  Podía comprarme la tan ansiada radio o el billete de autobús para ir al pueblo y pasar las navidades con los míos.

Cené sola, escuchando la programación navideña y dejando que unos gruesos lagrimones cayeran sobre los huevos fritos.

¡Eran otros tiempos!

91. BAJAS PRESIONES (Margarita del Brezo)

La lluvia caía obstinada desde hacía más de seis meses. La gente empezaba a perder la paciencia y miraba al cielo indignada y maldiciendo. Los meteorólogos, confusos, buscaban explicaciones plausibles en sus oxidados apuntes universitarios y trataban de explicar lo que ya se conocía como la anomalía climática del siglo: “Lo único que sabemos hasta ahora es que una masa de aire caliente se ha acoplado con un frente frío que la eleva hasta alturas estratosféricas e incrementa su nivel de humedad; la temperatura sube gradualmente produciendo un cambio de ritmo en la velocidad del viento que…”.

Apagó la radio asustada. Saltó de la cama y cubrió su desnudez con una delicada bata de flores. Todavía jadeante, la primavera le dijo al invierno que su relación tenía que acabar.

90. El parte de las tres (Esther Cuesta)

Cuando la sintonía anunciaba las noticias, ya estaban Carmen y Manuela en la mesa camilla del salón. Mientras aspiraba el olor del café, Carmen, la mayor, fingía oír con considerable atención, pero era Manuela quien, con grandes gestos y como si de una obra de teatro se tratara, le repetía más tarde cuanto salía por las ondas.

Una tarde, la voz de la radio se hizo eco de la inminente inauguración de una residencia municipal a muy bajos precios, pero con plazas limitadas. Manuela, que desde hacía meses andaba preocupada por la mala salud de su hermana, deteriorada día a día, y las continuas amenazas de desahucio por parte de la casera al pagar una renta antigua, simuló dolor de cabeza para retirarse a su habitación.

Al día siguiente, y sin dar explicaciones, se situó muy temprano en la cola de las oficinas del consistorio. Varias horas de espera más tarde, regresó a casa con una única plaza en el bolsillo y una determinación en el corazón. En el parte de las tres.

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