Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

89. NO ABRAS LA PUERTA (Belén Sáenz)

Interrumpimos nuestra emisión de Alma de Copla para ofrecerles un boletín urgente.

Un silencio hertziano paralizó la rutina de domingo en el entresuelo izquierda del número quince de Recoletos. Papá y yo abandonamos la reparación de la cometa. Mamá se asomó desde la cocina con una fuente de croquetas.

Autoridades militares confirman que decenas de platillos voladores están aterrizando en el Puerto de Navacerrada. Permanezcan atentos.

El inesperado timbrazo nos hizo dar un respingo. Sin escapatoria, papá se encontró entre sus brazos a una aterrorizada Doña Angustias que rezaba avemarías encadenadas. Con aquella bata guateada y los rulos no cabía imaginar un aspecto más marciano. Surcando las ondas, la Marcha de Granaderos preludiaba la conexión.

Les habla Fortunato García, corresponsal in situ. Un caos apocalíptico se ha apoderado de este idílico paraje. De las extrañas naves surge un ejército hostil de hombrecillos verdes. Nuestras gloriosas fuerzas armadas…

La aguafiestas se desplomó aferrada al transistor, que agonizaba en un crepitar de válvulas y bobinas. Fin de la diversión y una larga semana de espera hasta la siguiente entrega de La Derrota de Marte, nuestro serial favorito.

—Y no abriremos la puerta a nadie —dijo mamá.

Papá, riendo, me alborotó el pelo.

88. «La Mujer Más Fiel»

Hay una música que escucho de manera permanente en mi interior, es una vibración bella compuesta de varias notas que forman una pieza singular. Me gusta pensar que es como la radio que enciende mi madre al levantarse y crea la atmósfera sobre la que todo ocurre en casa.

Cuando regreso todo sigue igual; mi madre en sus labores y su radio con ella.
¡Qué magnífica compañera durante el día!
¡Qué agradable y manso compañero de sus noches en vela!
Yo alguna vez la imité, pero no soy mujer fiel y cambio a menudo de afición, como de compañero.
Me gusta contemplarla así, serena y sabia, cuando cose, pinta, cocina, limpia, teje, lee, duerme, … junto a su radio.
Mi madre es Mujer Árbol, de raíces robustas arraigadas a su tierra, con ramas grandes y poderosas para sujetar y proteger a sus vástagos y con una copa frondosa bajo la que guarecerse del frío, viento, lluvia y nieve.

No hay mujer más fiel.

87. Corrección al cuento: no era una lámpara

La cenicienta del mundo real es una chica de origen humilde. Trabaja sirviendo en casa de una familia acomodada. Un día, el matrimonio y sus dos hijas salen hacia la capital para asistir a un cóctel, mientras ella recibe el encargo de vaciar el desván. Allí arriba una espesa capa de polvo cubre los incontables objetos que le aguardan. Está agrupándolos para sacarlos, cuando uno le llama la atención. ¿Qué es aquel aparato? ¡Una radio antigua!
Con sumo cuidado empieza a limpiarla. Inesperadamente se enciende la luz del arco del dial y se escuchan zumbidos por el altavoz. Entrecortada por interferencias, como viniendo de muy lejos, se oye una voz:
-Gracias por rescatarme del olvido. Como premio te concederé tres deseos.
La muchacha duda un instante, pero piensa que nada pierde si contesta.
-Me gustaría poder volar -dice, por probar.
En un rincón un destello de luz ilumina un curioso paraguas mientras en la radio suena «Supercalifragilisticoespialidoso».
-También ser más alta.
Al momento ve relucir un frasco con una etiqueta “Bébeme” y escucha «Feliz, feliz no cumpleaños…».
-Y un buen chico para mí.
La radio esparce las notas de «Bésame, bésame mucho…» y oye un sonido a sus pies: croac.

86. EL ALMA BOCA ARRIBA

«¡Hola! Bienvenido a ‘Voces de cronopios’, tu rincón literario aquí, en Radio Onda. Hoy tenemos un programa cargado de sorpresas, y, con vuestro permiso —oyentes, compañeros también, dirección…—, la primera de ellas será de carácter personal. Unas palabras para alguien especial, único para mí. Alguien que eres tú, sin espacio o tiempo; te pienso y eres tú y no precisas nombre para suceder en mí y colmarme. Sé que me escuchas, porque sólo una verdad puede ser canal de otra, de tanto que me fluye y en cambio un dique y otro dique, por eso hoy me aferro a la voz y la distancia para decirte todo lo que no puedo con la piel ni con los ojos. Y tal vez este micrófono y tu imagen detrás sea lo único de ti que conozcan mis labios, pero así como hay palabras que quedan registradas en las ondas y no mueren, en el registro de mí misma también pervivirá algo de ti aun cuando me marche. Porque desde que te miré por dentro, desde aquel instante en que te escuché y supe que existías, ya sólo habré sabido llevarte siempre.»

«¿Laura? Perdona que te interrumpa; un minuto y vamos al aire.»

85. ONDAS NUNCA INTERRUMPIDAS

El equipo de salvamento calculó que el aparato de radio llevaba dos días roto. Sin embargo, aquella información no encajaba con lo que el único superviviente que encontraron a bordo les había dicho, apenas sin aliento, al verlos traspasar la carlinga del avión siniestrado. Según afirmaba aquel joven de algo más de veinte años, había estado escuchando música solo unos minutos antes, mientras esperaba su llegada.

Una melodía preciosa, como las que solía escuchar en la radio de casa justo antes de dormir… Y la voz de la locutora susurrándome entre canción y canción que no me preocupara… Me he librado por muy poco

Freddy se desmayó de agotamiento. No había comido ni bebido en 48 horas. Cuando recuperase fuerzas, tal vez pudiera contarles más cosas sobre aquel misterioso programa de radio que había estado escuchando sin receptor en alguna parte de su ser.

 

La lancha de salvamento se alejó del costado del avión accidentado, chapoteando estruendosamente. Mientras aquel amasijo de hierros iba hundiéndose poco a poco, se dejó oír en su interior una melodía de suaves cadencias. En la emisora de radio del puerto, los padres de Freddy Bonham recibían absortos las dulces palabras de ánimo de una locutora.

84. MEMORIAS SOBRE UN FENÓMENO (Óscar Quijada Reyes)

Mi rostro lo decía todo, estaba compungido, contrariado y ofuscado. No era el único, mis amigos salieron a las calles, la plaza principal se llenó de gente y cada quien reflejaba a su manera la molestia que lo invadía. Nadie encontraba forma de llenar el vacío, era domingo y todos habían cumplido con sus quehaceres y obligaciones. Algunos leyeron los diarios más de una vez y, hasta el prefecto, un hombre de pocas palabras, se detuvo en una esquina y no paraba de quejarse. Experimentamos en carne propia la magnitud de un fenómeno de la época.

A punto de convertirme en nonagenario tuve recuerdos funestos de aquel episodio de mi juventud. Me afectó tanto, que aún sufro sobresaltos cuando viene a mi mente. Ese día ocurrió una tragedia real para mis paisanos y para mí: la única emisora de radio de nuestro pequeño y apartado pueblo estuvo fuera del aire por varias horas, las mismas en las que se efectuaba el tan esperado derbi.

83. ESPERANZA (María Jesús Briones)

La navaja sobre las venas malva. Cartones de vino peleón agotados, bajo sus pies en el asfalto.
Como una catarata, la niebla envuelve los neones cegando la ciudad.
Resbala en filo por su piel. Fortunato Se detiene.
Surge «La voz del solitario».

– Mis queridos corazones despoblados…

El locutor pone especial énfasis, modulando cada palabra, por encima del «Nocturno» Chopiniano.

– Me llega vuestro silencio como un grito de socorro.

El cuchillo en sincronía con el piano inicia una danza loca por el escenario de la carne temblante.

– Aunque hayais sentido el abrazo traicionero en vuestros trabajos, hogares y de los que creíais amigos…

Brota la primera lágrima, lágrima de sangre que Fortunato dedica al mundo.

– Un teléfono os espera, para vuestra desesperanza. Si vuestro movil es…

El hombre, haciendo uso del exiguo saldo, lanza un último mensaje.

La niebla, cada vez más densa se cierne sobre la ambulancia, hasta la tercera vuelta de campana.

Los acordes musicales póstumos continúan surgiendo desde el humilde transistor.

82. A LAS SEIS HORAS, SEIS MINUTOS, SEIS SEGUNDOS…

En control, Paco con ágiles dedos sube la regleta. La sintonía suena como un centenar de caballos desbocados que corren sin aliento durante veinticinco segundos exactos para frenar de golpe ante un acantilado sin fondo, un abismo gigante, negro y silencioso. Ángel lo observa un instante y salta al vacío. Con el cuerpo tenso y sus músculos respondiendo a cada precisa solicitud dibuja una figura perfecta en el espacio para luego sumergirse en la honda obscuridad.

Y entonces habla.

Con los nervios encadenados al alma articula cada fonema, cada palabra, recreándola con una dicción estudiada. La entonación es precisa, la respiración acompasada. Las oraciones se suceden y las noticias son construidas con vertiginosa celeridad. Las verdades casi asépticas, empaquetadas con esmero, fluyen y se pierden para siempre en el éter.

Es el trabajo de un profesional meticuloso, curtido, sin rostro.

Al otro lado del aparato el oyente vive desamparado el estupor y la incredulidad; el dolor anónimo de quien entiende incomprensibles las razones de tanto sufrimiento, tanta hambre, tanta destrucción y tanta muerte.

El diablo hace sonar las trompetas que anuncian el horror. Ahora toca vivir en directo el fin del mundo y  descubrir que Dios no escucha la radio.

81. De mañana (Patricia Collazo)

Su voz es hoy más dulce que de costumbre. Me dejo arrullar por su cadencia tratando de interiorizar lo que dice. Todo me parece trascendental, incluso cuando repite aquello de una hora menos en Canarias.

Mientras conduzco, saluda a los oyentes que recién se incorporan. No me gusta que haga eso. La acompaño desde las cinco, y ella saluda a los remolones. No lo merecen.

Casi las nueve. Con el coche detenido cerca de la oficina, espero. Nuevamente llegaré tarde por quedarme a escuchar su hasta mañana amigos. Pero no dice hasta mañana, dice hasta siempre, dice que es su último programa y un montón de cosas que no entiendo.

Tengo la peregrina idea de retrasar el reloj como si estuviera en Canarias, y volver a escuchar la última hora. Seguro que no ha sido una despedida, seguro que no lo he entendido bien. Pero no consigo engañarme.

Los oídos me zumban.  Subo el volumen, golpeo la radio, el volante, los cristales. La señal horaria suena estridente en el momento en que bajo del coche, y me dejo atropellar.

80.- SINFONÍA ACUÁTICA Paloma Hidalgo

Yo en el borde del río, con los pantalones remangados y los bolsillos llenos de miedo. Venga hijo, tú puedes. Padre, desde el otro lado, instándome a vadearlo. Sin poder evitarlo, sigo atenazado, con los reteles a la espalda y la nasa con el cebo para los cangrejos en la mano derecha. Hijo, cruza, que no trae casi agua, que madre espera para hacer la cena. Padre, búsqueme la emisora. Él que enciende el transistor, saca la antena, y gira la ruedecilla hasta encontrarla con los muñones que le dejó la segadora del amo. Cierro los ojos, me preparo, pero durante unos segundos no escucho otra música que la que toca el agua. La misma sinfonía acuática, para un niño difunto, que ejecutaba el día que él quiso venir conmigo a pescar la cena, sin que yo pudiera hacer otra cosa que ver cómo se lo llevaba en su corriente crecida. Luego, los acordes musicales del programa vespertino que por fin sintoniza padre me pellizcan los tímpanos, y derrotado y triste, puedo cruzar para ayudarle a colocar en los reteles la carne macilenta que atraerá a nuestra cena.

79. Heridas que no sangran, pero duelen

Está sonando otra vez esa canción machacona en la radio. Bajo el volumen. Aún me molesta. La apago. Casi no puedo pensar de la rabia, me obsesiono con cualquier cosa. No sé cuándo me he convertido en esta persona desagradable, yo no quiero ser esto. Recuerdo cuando tú estabas,me esforzaba por ser mejor,por ser digno de ti, me incitabas a alcanzar mis sueños. Ahora qué más da, ya no importa. Soy la sombra de una ilusión, la cuarta parte de algo que nunca fue gran cosa. Me doy pena y es repugnante caer tan bajo.
Doy una calada al cigarro… El humo se escapa hacia arriba y mis ganas de todo se desintegran. Veo una caja con cosas tuyas, quizás sea un buen momento para hacer limpieza, no puedo estar más deprimido así que… Por qué no. Pongo otra vez la radio, ahora han acertado con la canción. Una caja de madera con adornos, un cenicero, algunas cartas… Tiro todo a la basura. Acabo de encontrar una foto… Dos personas se ríen abrazadas, nosotros… Ternura, ilusión, ganas de vivir… Vuelvo a meter todo otra vez en la caja.
Todavía no.

78. TELMO

Era la tercera vez que entraba en la tienda.
Destartalada, vieja. Atestada de centenares de desastrados aparatos.
El dueño, viejo sin edad, diminutas gafas caídas sobre la nariz, mirada de saber, de conocer sin preguntar; siempre atareado con su pequeño destornillador, enredando en inverosímiles cachivaches.
Le miró lentamente.
Esbozó esa sonrisa de las que hablan en la soledad del desierto, de las que iluminan las oscuridades del alma.
* Hola.
* Hola. Pasa. Ya sabes dónde está.
Telmo atravesó el diminuto local.
Con sus doce años, quería ser locutor de radio. Era su sueño.
Apartó la raída cortina. Penetró en el almacén. Estanterías a rebosar, casi a oscuras.
Continuó hasta el fondo. Apartando trastos, telarañas.
Se detuvo, mirando fijamente la balda.
Allí estaba.
El pequeño transistor. La diminuta radio creada por nadie sabe quién, nadie sabe cuándo.
Contuvo la respiración.
Esperó.
Un pequeño piloto rojo se encendió. Al igual que las dos veces anteriores.
Dio un paso atrás.
La radio habló:
* Hola Telmo. Te estaba esperando… Te ayudaré a ser el mejor locutor del mundo.
Telmo cogió la radio.
Salió.
Como única despedida, el viejo le guiñó el ojo.
Tal como hacen los magos justo antes de desaparecer.

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