Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

89. COMPAÑERO FIEL

Desde hace algún tiempo, lo ve parado, al otro lado de la ventana de su despacho, a un metro del cristal, con una mirada inexpresiva y, sin embargo, angustiosa, suplicante. Es su nuevo monstruo. El que lleva desde hace semanas rondándole, acechándole, presencia inoportuna e invisible para los demás, para su mujer y su hijo, sobre todo. Piensa en ellos. Son su vida y hará lo que esté en su mano para protegerlos. Sabe desde lo profundo por qué está ahí. Pero no se atreve a comentarlo con nadie y, además, aún puede controlarlo. Cuando se acerca, como ahora, al cristal transparente, casi se tocan con la cara y se miran desafiantes, hasta que el monstruo dobla la esquina del edificio y desaparece.

Recuerda las otras veces.

Luego, una mañana, al llegar a la oficina, no está al otro lado, pero siente y piensa distinto. Acaba temprano su jornada, y al abrir la puerta de su casa se dirige a la cocina y agarra el cuchillo más grande.

88. Emigrantes (Mel)

Freddy regresa al amanecer. Cuelga el sombrero y se deja caer en una banqueta de la cocina. Contempla a su esposa,  Peyton,  que mece la cuna del pequeño y azuza a los otros dos para que terminen los cereales con higadillos. Les regaña por afilar las garras en la mesa y les manda a cepillarse los colmillos. El retrae sus zarpas y acaricia las tres cabecitas. Al mediano están a punto de salirle los cuernos.

Cuando se quedan solos,  Freddy se encoge de hombros y saca del bolsillo dos ojos aún húmedos. Apenas un bocadito. Peyton le besa  la cara desfigurada y le tiende varios periódicos. En el Elm journal ha marcado alguna oferta de trabajo: asesinos en serie, matones a sueldo… El protesta «rutinarios, nada creativos». Ella se enfada «dan de comer,  tienen un horario mejor, no siempre de noches».

Peyton le abraza y le muestra un anuncio extranjero. La paga es muy buena, alojamiento incluido y total libertad. El suspira, piensa en la de gorros de lana que va a romper su niño; y promete pensárselo; y buscar en el diccionario a ver qué significa eso de tesorero y secretaria nacional.

87. SECRETOS DEL CORAZÓN

Un mes antes fue medalla de oro en triatlón y ahora, ahí estaba casi inerte, esperando un corazón.
Su marido, abatido, la acompañaba.
Casi habían perdido las esperanzas cuando el médico entró, nervioso, con la bata a medio abrochar, ajustándose las gafas.
Un día, paseando por la calle presenciaron una pelea entre dos hombres, ella se sintió extraña. Siempre había abominado los comportamientos violentos, sin embargo, ahora incluso gozaba, aunque pudiera parecer bochornoso, del espectáculo.
Tras cometer varios robos de pequeño calibre, en el metro y en el supermercado, quiso prescindir de la compañía de su marido, tenía la necesidad de vivir el riesgo, emborracharse de adrenalina.
Una noche salió de casa sin avisar, condujo hasta una joyería próxima y estrelló su coche contra el escaparate. Sus ojos brillaban excitados y se asustó de sí misma. Algo desconocido se estaba apoderando de ella.
Huyó del lugar y se dirigió al hospital donde logró, sin saber cómo, burlar la vigilancia y forzar la puerta de los archivos.
Estaba aterrada, ahora lo entendía, su nuevo corazón era fuerte, le permitía correr, pero antes que a ella, perteneció a Lucas Hunt, el monstruo de Ghatarec, que murió atropellado en una persecución policial.

86. OJALÁ SEA MAMÁ

Parece que alguien viene. Ojalá sea mamá, dice mi hermana mayor. Sin embargo, llegan los médicos forenses. ¿Qué hace un forense?, inquiero. Hacen autopsias. ¿Por qué?, pregunto, si en nuestros cuellos aún se ven las huellas de sus dedos. Quieren saber si nos hizo algo más. Creo que mamá se va a enfadar mucho cuando encuentren sus pastillas para dormir en nuestros estómagos, le digo, y eso me da miedo. No te preocupes, responde, ella ya no puede hacernos más daño. Suena la puerta de nuevo. Esta vez traen a alguien, una mujer según explican. Ojalá sea ella, repite mi hermana, sé que en nuestros cuerpos van a encontrar pruebas suficientes, pero me quedaría mucho más tranquila sabiendo que el procedimiento para manipular la caldera que encontré en internet funcionó correctamente.

85. Barrio Sésamo (Arantza Portabales Santomé)

Mi favorito era el conde Drácula. Ese que siempre estaba contando hasta diez. Yo me dibujaba unos colmillos y me metía contigo. Te pellizcaba el brazo y contaba: “Un pequeño pellizco”. “Dos pequeños y maravillosos pellizcos…” Y seguía contando, hasta hacerte llorar. Generalmente, antes de llegar a ocho. A ti te gustaba el monstruo Triki. Tanto, que un día te pintaste la cara de azul con una cera Milán y te llenaste la boca de galletas. De las redondas. Te recuerdo gritando GA-LLE-TAAAAAAAAAAAAAAAS, y me entran ganas de reír. Pero no puedo. Mamá no lo entendería. Ni tu mujer.
Está guapa. Incluso ahora. Qué cabrón. Sabías que me gustaba. Y aún así, no te cortaste. Fuiste a por ella. Y te la llevaste. No te preocupes. Eso no importa ahora. Ya no. Por cierto, Espinete era un erizo, pero nunca descubrimos qué era Don Pimpón. Siempre lo preguntabas ¿No lo ves? Solo pienso en chorradas. Me da la risa de nuevo. Tu mujer me mira, enfadada.
Enfadado estoy yo, hermanito. Porque no respondes. Porque ya no somos niños. Ni lo seremos más. Me acerco al féretro y pienso cuánto me gustaría darte un pellizco. Un pequeño y maravilloso pellizco.

84. Despertar sobresaltado

Desperté en la noche sobresaltado, era un sonido de pasos. Me levanté, tome algo contundente y fui a investigar sin encender la luz.

Allí estaba, enorme, grotesco. Como siempre buscando bebida en el refrigerador. Me miró desafiante, sabe que le temo, se abalanzó hacia mí trastabillando con una silla mientras que aterrorizado huía.

Tomó una gran cuchilla que estaba sobre la mesada de la cocina, vio que tenía algo en mi mano, eso la enfureció.

Corrí hacia mi dormitorio cerrando la puerta con llave tras de mí. Sus golpes despertaron a mi esposa que se sentó en la cama preguntando que pasaba.

Balbuceando señalé la puerta: — Un monstruo— me miró sin comprender— Perdón, tu madre…

83. La espera (Mar González)

No voy a decir nada. Juré que nunca hablaría de ello. “En boca cerrada…”, decía mi madre. “Son cosas que pasan”, mascullaba entre dientes mi abuela cuando, tras los primeros encuentros, le pregunté con restos todavía de inocencia.

No puedo contarlo. Por mas vueltas que le doy en mi cabeza, su presencia no tiene sentido. Su ser, su estar, su hacer, su modo de atemorizarme. Y todos callados. Nadie ha hablado nunca de ello y yo no voy a hacerlo ahora. 

No quiero. Dicen que este es el lugar adecuado, que todos me entenderéis, que nadie va a juzgarme ni dudar de mi palabra, pero no, no pienso decir nada. 

Todo lo que pasó, lo que pasa, porque seguro que sigue pasando cada noche, me lo guardaré para mi. En esta tumba sin ventanas y con paredes acolchadas espero estar segura. Mañana lo sabre. Mañana. Si llego a mañana.

82. La pintora y el barbero (Rosy Val)

Hoy se levanta excitada, con deseos de pintar un cuadro. Se despereza asomada a la ventana y milagrosamente lo ve entrar. Presurosa baja y cuelga el cartel de “cerrado” en la puerta.
Sube a su cuarto emocionada, se quita la ropa interior, se ciñe un vestido y unas sandalias rojas. Antes de salir admira en las paredes sus retratos, ¡son su única pasión! Acaricia el último; lo pintó apenas hace un mes. Le gusta la fuerza que imprime su color favorito, un toque de vida casi real, a sus protagonistas.

Armada de pinceles, paleta y lienzo, se sienta frente al espejo. Clava sus ojos en el atractivo y desconocido joven. Cruza las piernas, con un impúdico movimiento las separa, despaciosamente las vuelve a cruzar. Él la mira nervioso y traga saliva. Su marido, celoso y herido en su agravio, al que no se le escapa uno, no tarda en deslizar la tajante navaja…
Eufórica y rauda, va a por la palangana; aguarda inspirada a que la glutinosa y caliente pintura del modelo, cuaje…

 

 

81. QUERIDOS MONSTRUOS

Mis Queridos Monstruos.

Los tengo de todos los colores:

Guapos, Feos, Altos, Bajos, Interesantes, Aburridos, Sosos, Escuálidos, Gruesos, Lindos, Divertidos, Anónimos, Sugerentes, Atractivos, Cansaalmas, Sobrados, Tímidos, Elegantes, Variopintos, Inauditos, Vinagres, Locuaces, Cuentacuentos, Trotamundos, Veteranosdeguerrasdiversas, Heridos, Sanosysalvos, Inmortales, Desaparecidos, Intermitentes, Guadianas, Permanentes, Perennes, Incondicionales, Nostálgicos, Enamorados, Suspicaces, Enérgicos, Positivos, Botellasmediollenas, Botellasmediovacías, Inconsistentes, Seguros, Arrebatadores, Rompedores, Clásicos, Tozudos, Livianos, Eternos, Etéreos, Rompecorazones, Amigosdesusamigos, Corazonesdemelón, Suspirantes, Anhelantes, Radiantes, Rabiosos, Coriáceos, Constantes, Constructivos, Convalecientes, Complacientes, Rapaces, Voladores, Ensoñadores, Poetas, Históricos, Excesivos, Experimentadores, Nuevos, Intrépidos, Lunáticos, Absortos, Increibles, Creibles, Crédulos, Incrédulos, Investigadores, Cultos, Sabiosdelanaturaleza, Sencillos, Complicados, Muycomplicados, Vigilantes, Hijosdemorfeo, Insomnes, Sobrenaturales, Elevados, Ascéticos, Ateos, Renovadores, Deningúnsitio, Hijosdelmundo, Sufridores, Sofistas, Epicúreos, Filósofosdebarradebar, Filósofosdeplatón, Mediofondistas, Escaladores, Veloces, Audaces, Sinvergüenzas, Enloquecedores, Engañadores, Sobrios, Ositosdepeluche, Cándidos, Cachondos, Almasdedios, Sedientos, Abstractos, Concretos, Sonrisasylágrimas, Ciclotímicos, Equilibrados, Absurdos, Aplastantes, Imanes, Embrujadores, Magos, Brujos, Inexcrutables, Amorcitos, Abrazadores, Besadores, Bestiales, Subterráneos, Sumisos, Poderosos, Pretenciosos, Políticamentecorrectos, Quedabienes, Osados, Oscuros, Clarividentes, Ojosdeluzlimpia, Energíasdesbordantes, Contagiososdealegría, Corales, Fieles, Fidedignos, Filibusteros, Piratasdelcaribe, Siempreaquienesrecurrir, Soberbios y Biennacidos.

Pero todos tenemos predilección por uno en concreto.

El que más loco nos vuelve.

El que nos proporciona las peores pesadillas…

…y alguna que otra alegría.

No podemos vivir sin él.

El más Mónstruo de todos:

“Tú”

80. Pacto de silencio (Luisa Rodríguez)

Aunque solo éramos tres, nos gustaba jugar a Los Cinco. A mí me llamaban el Monstruo de las Galletas. Mi hermana, alegre y cándida, estuvo encantada de ser Heidi hasta que la pubertad asomó a su cuerpo y empezó a renegar de todo lo que tuviese un tufo infantil. Sin embargo, a nuestro primo Adrián siempre le enfureció que lo rebautizasen como Pipi Calzaslargas, a pesar de que nadie tenía la culpa de que fuera el único pelirrojo del colegio. Nosotros, por si acaso,  nos cuidábamos mucho de provocarlo.

Decidimos ampliar el grupo cuando nos prendamos del san bernardo del nuevo vecino de los abuelos. Adrián, con la autoridad que le daba ser el mayor, lo planificó todo. Pero no tuvo en cuenta que el perro, por más que nos empeñásemos, no atendía al nombre de Niebla, que la puerta del cobertizo se quedaría bloqueada con los cuatro dentro y, menos aún, que yo iba a atascar la claraboya, nuestra única vía de escape.

Peor fue cuando, después de una interminable noche allí encerrados, un chirrido de bisagras anunció la entrada de aquel hombre. Heidi, fiel a nuestro pacto, respondió a su siniestra mirada:

―Pipi no fue.

 

 

 

79. No-monstruo

Su mujer no estaba bien, eso lo veía con claridad. Pero los hijos seguían llegando en un torrente sin fin. Él acompañaba al amanecer de cada día, para buscarse la vida recogiendo el caucho en las plantaciones. Y cada atardecer la luz selvática le devolvía a sus niños desatendidos, a veces desaparecidos, mugrientos, con hambre. Fue entonces cuando llegó al poblado una periodista muy joven, con ese brillo en los ojos de quien aún cree en la vida y te  deja ver a su través. Paulo acababa de nacer. Se lo dejaba relimpio en su hamaca al atardecer. Ella lo devolvía con su sonrisa transparente. Se lo colocaba en su regazo cuando desayunaba a la puerta de la cabaña, para que su aroma dulce impregnara sus instintos de hembra protectora. De nuevo ella volvía con el bebé y su sonrisa. Desesperado y en el intento último llegó corriendo al pequeño muelle justo antes de que zarpara su embarcación. Ella le miró con sus ojos brillantes, esta vez también húmedos.

78. CON LOS CINCO SENTIDOS (Yolanda Nava)

Nadie sabe quererla como yo que paso horas escuchando su respiración mientras duerme y me deleito olfateando su ropa interior, tan llena de ella. Sólo faltan dos noches para el estúpido viaje de sus padres, me la confiarán y será entonces cuando podré, por fin, quererla del todo; estrenaré las correas y la contemplaré desnuda, sin sobresaltos, y podré hacerla mía, mía, saboreando hasta el desmayo su piel sonrosada, sellando con mis manos todo su cuerpo.

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