Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
2
horas
1
6
minutos
1
1
Segundos
5
0
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

74. SIN MUNICIÓN (Jes Lavado)

Tras años de asedio, no queda nada que arrojar al enemigo a las puertas. Se acabó el aceite hirviendo, las ballestas languidecen y los cañones bostezan oxidados. Ya no se ven gatos ni perros por las calles y la población deambula famélica. El Estado Mayor ha enviado los planos para fabricar un arma nueva. Nuestra última esperanza, al parecer. Yo soy el encargado de construir esa artillería definitiva, altamente confidencial. Tan secreta que ni siquiera parece un arma. He debido acolchar el interior del tubo de plomo y perfumar la pólvora con talco; colocar globos en la boca del cañón y glasear el enorme artefacto con azúcar y galleta molida, seguramente por razones de camuflaje. Pronto llegará la munición especial. Me pregunto qué clase de balas me traerán, pues apenas queda metal que fundir. Pero dicen que no me preocupe, que han descubierto una fuente inagotable. Ya casi está. Remato los últimos detalles mientras silbo una animada marcha militar, in crescendo, para concentrarme y acallar así los molestos gimoteos, esos llantos infantiles que, desde hace un rato, llegan desde el almacén de proyectiles, amortiguados por gritos desesperados de mujeres, que (desconozco el motivo) entran como cuchillos por la ventana.

73. ASÍ DE SENCILLO

Aquellas palabras tan claras y diáfanas “ no te quiero”, salidas del cañón de su boca como proyectiles inyectados en rencor , la despertaron a la realidad, ya no hacía falta fingir más.

Se le había acabado la munición al cerrar por completo todo posible acceso al diálogo, sus labios se sellaron pero no con un beso, sino con un adiós .

72. IMPOSIBLE MORIR DOS VECES (Concha García Ros)

Esta vez sí. Ni el arsénico con su desagradable sabor ni esa soga tan áspera, tampoco aquella cuchilla oxidada. El cañón apuntando fuerte a mi sien y la cuenta atrás. Tres, dos, uno, ¡ya!

¿Ya? Qué decepción. Aquí sigo vagando aburrido por toda la eternidad y, para colmo, no lo notas.

71. Tiempo atrás

Cerca de la verja de entrada a la finca quedó un cañón, mohoso e invadido por el verdín, sitio favorito de descanso de las gaviotas en sus rutas hacia el Norte.
Dentro de los almacenes otros noventa y nueve cañones, idénticos al de afuera, de tubo largo y patas cortas, quedaron como excedente de la última guerra que mucho tiempo atrás se libró en el Mundo.

A veces pasa algún caminante por los senderos que bordean la finca, donde aún se mantiene en pie la fábrica de armas, ruinosa y desvencijada, con las ventanas melladas, la pintura desconchada, como un fantasma de un pasado tenebroso. Aceleran el paso cuando creen escuchar el eco de los motores de la fábrica en movimiento.
Los niños del lugar que sólo han conocido la paz, intrigados, preguntan a sus mayores por el significado del cañón. A todos les encantaría salirse del sendero para descubrir lo que hay dentro del viejo edificio.
Los adultos se estremecen, rememorando terribles imágenes e historias de muerte, odio y destrucción vividas por sus antepasados.

Mientras, la curiosidad y la inocencia de los niños siguen intentando adivinar qué fantásticos tesoros se ocultan ahí dentro.

70. Habanera (Lola Pacheco)

En Cádiz, los cañones no mueren. Como veteranos de guerra, encontraron su retiro protegiendo las esquinas del maltrato de los carros.

Los que atormentan a Eladio flanqueaban la casa del indiano. Entregaba allí diariamente el pedido de ultramarinos, que recogía una cubana llegada con el último barco tabaquero.

Eladio se anunció:

– ¡Chicucooo…!

Una voz dulzona manó del fondo del patio:

– Chicuco, entra.

Acudió indeciso al penumbroso almacén y la encontró rulando sobre su muslo desnudo un cigarro.

– Mi mamá los liaba así…

Eladio la miraba atónito.

– ¿De dónde viniste tú, niño?

– Del norte -balbuceó.

– ¿Y qué edad tienes?

– Catorce.

– Yo, diecisiete -añadió tras meditarlo.

Después le contó que robaba cigarros al patrón para irse a Sevilla.

– Si encontrara quien me los colocase… -susurró ofreciéndole el que fumaba.

El habano jugueteó de boca en boca, y Eladio, embriagado, acabó perdido entre sus muslos, duros, negros, brillantes de sudor.

La cubana fue descubierta pronto, el chicuco llegó a regentar la tienda, y los cañones siguieron flanqueando la casa del indiano. A veces, a pleno sol, se ve a don Eladio con su puro apoyado en uno de ellos, negro, brillante, candente… Solo reanuda la marcha cuando siente el metal abrasándole la mano.

69. Maldito Cañon, maldito seas por toda la eternidad

El gran cañón de nueve metros de longitud presentaba un aspecto monstruoso. Durante un mes bombardeaba las hasta entonces impenetrables murallas de Constantinopla, destrozándolas y formando una enorme brecha. Giovanni, con sus soldados bizantinos, resguardaba la gran ciudad voceando:

—Por el nombre de Cristo defenderemos con nuestra propia sangre  la cuna del cristianismo.

En el cielo los ángeles, mártires, santos… contemplaban consternados con sus ojos espirituales la espeluznante batalla. La tristeza se había apoderado de todos y afligidos lloraban. San Constantino y santa Elena se acercaron al trono del Señor y se arrodillaron suplicando clemencia para Constantinopla.

—Los imperios son como las personas, nacen, crecen, envejecen y mueren. Esta es la ley de mi padre y hay que acatarla—dijo Cristo con aire compungido.

Los turcos atacaron con todas sus tropas, los cristianos se defendieron como pudieron, pero al final sucumbieron. Mientras ellos asediaban la ciudad, en el cielo con el corazón desbocado la desolación se apoderó de todos los seres de luz. Dos lágrimas hirvientes se deslizaron por las mejillas del señor. Al unísono en el cielo lamentando susurraban:

¡¡¡ Ha caído la gran ciudad, la gran ciudad ha caído!!!

¡Maldito cañón, maldito seas por toda la eternidad!

 

68. Donna Cannone (La Marca Amarilla)

Todos en la Organización sabían que aquella humilde MUJER de campo había sido una infalible MUJER bala utilizada para matar: disfrazada de MUJER fatal, eliminaba la presa que le señalaban. La reclutaron cuando era una MUJER de la vida para convertirla en la MUJER florero de los capos, abusando de ella cuando y como querían, bajo amenazas. Cansada de ser MUJER objeto, empleó sus armas de MUJER para obtener poder y respeto. Lo consiguió con el paso de los años demostrando ser una MUJER coraje, pero ahora, perseguida y acorralada por la justicia, se encuentra abandonada por aquellos que en su día la consideraron la MUJER cañón de la Organización.
Es cierto que nunca ha sido MUJER de suerte, Donna Cannone.
Ella, que solo desea que la quieran como MUJER, MUJER a secas.

67. Desalojadas (María José Escudero)

Cuando el inspector Turing regresó a Waterloo aquella tarde de marzo, las calles olían a chocolate y leña, pero el cielo estaba nublado y el invierno se mantenía imbatible.
Refugiado en las solapas de su vieja gabardina, atravesó la solitaria Plaza del Cañón y se dirigió, apresurado, al lugar de la tragedia.  Mandó retirar el sello de la puerta y entró cauteloso en la alcoba donde las dos mujeres, pálidas y serenas, yacían, cogidas de la mano, sobre una cama limpia y estrecha.
En la mesita reposaban las cajas de barbitúricos y la botella de ginebra que aplastaba, implacable, una carta para el juez. Algunos discos y libros apoyados en hilera se enfrentaban, descaradamente, al voto manifiesto de pobreza y, aunque no se apreciaba signo alguno de atropello ni violencia, todo en aquel insignificante y austero apartamento, estaba ordenado con desesperación, con temor a que la verdad se desvaneciera.
Antes de partir, se asomó a la ventana que miraba hacia la Colina del León y, mientras sonaban furiosas las campanas de la torre del Convento de Fichermont, en las cuerdas del tendal, dos túnicas de novicia se enredaban con el viento y trataban, en vano, de volar hasta las nubes.

66. La última estrofa

El aullido de la bocina anunciando el apagón le obligó a concluir la lectura de su poeta predilecto. Enseguida asimiló que mañana no podría. Cabal, rumió cómo el futuro no existía, tampoco las clases, ni sus alumnos.

Antes de entornar los ojos se le escapó una sonrisa, mientras auscultaba con detenimiento sonidos malintencionados, provocados por los soldados desde el cuerpo de guardia. El tintineo férreo con las baquetas, rebañándole el alma a los cañones de los fusiles, y el clic metálico de los percutores, reproducidos una vez tras otra contra sus tímpanos, apenas si turbaron al maestro.

Entre sombras, a velocidad de vértigo, repasó aquella relación escueta de nombres que atesoraba en su memoria. Hacía tiempo que había perdido interés por caer en el error. El poeta, los dos banderilleros, y el suyo, ocupaban un lugar preferente de la lista.

Abrazado a la oscuridad, sereno, estrechó contra su pecho el manoseado cuaderno de poesía, e imaginándoselo atemorizado al otro lado del muro, sólo lamentó no haber podido disfrutarlo cara a cara con él, antes de recitar de memoria un verso aprendido para la ocasión:

-Con la frente en el suelo

y el pensamiento arriba

iba yo andando, andando…

 

65. Bruma aislante

Asesinos,ladrones,caníbales, barcos con centenares de cañones a cada banda, volcanes furiosos, crueles abismos y demás peligros acechaban tras las paredes de su hogar, o eso era lo que le había contado su anciana madre todos los días antes de que muriese de un derrame cerebral, eso sí, causado por su longevidad, de todas formas decidió creerla y seguir su ejemplo. Amuralló todas las paredes de la choza donde vivía y su miedo crecía día a día, de tal forma que ya no era sólo al desconocido exterior sino al interior también, lo que provocó que poco a poco se deshiciese de sus escasas pertenencias, olvidando una. Pasaron los años encerrado en aquella pequeña choza, pero, eso sí, con todo tipo de confor, y su miedo se multiplicó con ellos, sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, sus oídos al silencio y su alma a la soledad. Un día se acordó de su última pertenencia, un cuchillo de hojalata con pequeñas gemas incrustadas que antaño perteneció a su madre y antes de esta a su abuelo, lo desenterró del suelo donde estaba olvidado y se lo clavó en el pecho.

Entre tantos miedos olvidó lo importante, el miedo a sí mismo.

64. EN EL AMOR Y EN LA GUERRA (Rafa Heredero)

CAZA

El jeep se ha detenido tras cruzar el puente del desfiladero que vigilamos. Sus cuatro ocupantes descienden del vehículo y consultan el GPS al desplegar un mapa. Quizá no haya otra oportunidad como esta. Desde que empezó la guerra no hemos tenido ocasión de disparar ni un solo tiro. El silencio de mis hombres me pide una respuesta. Asiento. Al instante, tres de los soldados caen abatidos.

TROFEO

El cuarto miembro del grupo está en nuestro cuartel, frente a nosotros. Todos quieren ver cómo es y le ordeno en su idioma que se desnude, con un tono de amenaza que no necesita ninguna explicación. Cierra los ojos. Se quita hasta la última prenda. Tiene el cabello dorado y la piel más blanca que haya visto nunca. Le digo que ponga las manos sobre la cabeza, que se dé la vuelta, despacio, y celebramos la exhibición entre risas, gritos obscenos y sus lágrimas de rabia e impotencia.

PRESA

Por mi jerarquía voy a ser el primero en disfrutar de su piel. Desde la habitación que hemos preparado oigo a los demás establecer los turnos diarios. Confío en que logren una buena organización. La guerra, bendita guerra, puede ser muy larga.

 

63. A PROPÓSITO DE CAÑONES (MARÍA ORDÓÑEZ)

-Tú échale nomás compa- dice Chui, el camionero.  -Falta que’l güey no llegue- resopla el cargador.  -¿Cómo no, pues? ¡Cómo no!-   Canturrea Chui empujando las estatuillas de la Virgen de Guadalupe rellenas de cocaína, que anocheciendo, pasará por la frontera del río Bravo.

–Segurito que llega, compa. Ya parece que va’dejar el negocito. ¿Cuántos cristianos tendrá rezando a nuestras Lupitas? Gringo suertudo, compa. Hasta dicen que ya se hizo su casota pa’lao del santuario- carcajea  con estruendo el hombre, terminando de acomodar el cargamento.

El río brama agitado y oscuro mientras el camión se acerca a la garita. –Sus documentos mister- pide el oficial de aduanas mirando directamente a los ojos del camionero. – ¡Ya me llevó la chingá!- piensa Chui, al ver que el oficial no es el que calladito, franquea a sus virgencitas. Con las manos sudorosas saca los documentos pasando rápidamente al riesgoso plan B.

Al poco rato, ya del “otro lado”, marca su celular y temblando aún, casi grita: -¡Nos’taba el pinche gringo, compa!  No’staba…  -¿¿¿Qué???- le contestan. -¡¡¡No la chin…!!!-.  -Pero ¡pasé compa! ¡Claro que pasé! Como decía mi general presidente Álvaro Obregón: No hay quien resista un cañonazo de cincuenta mil verdes, güey.-

Nuestras publicaciones