Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

57. DEAMBULANTE (Beto Monte Ros)

Los recuerdos de la infancia me alientan para que me vaya de la ciudad, que regrese a la casita donde mi abuelo ordeñaba a las vacas, pero soy prisionero del asfalto. Es imposible huir: a pesar de que he guardado, dentro de mi cabeza, los mapas que muestran el laberinto de esquinas que debo doblar o los callejones que conducen a la salida.

Una noche que la luna se ocultó entre las nubes, resguardado por la oscuridad, intenté escabullirme, y estuve a punto de lograrlo, pero fui atrapado por el monstruo noctámbulo que habita en los bares y se alimenta de la carne de los desesperados. Desde entonces siento que la muerte me carga en sus brazos, haciéndome creer que soy libre. Como no existe disputa por mi alma, entre el cielo y el infierno, la muy astuta me obliga a renunciar a mi intento de escapar, pero no se queda con las manos vacías: a cambio, me permite existir, invisible, como un espectro en el entorno, dejando que cada día me despierte, resucitado, en el banco de algún parque.

56. ESPIRALES DE ARAÑA (towanda)

Hace tres meses que los destinos de Emma y Adrián se cruzaron. Él, motero; ella anhelaba ser actriz. Llovía…
Deambulan juntos buscando el camino de vuelta. Cada noche se detienen frente a una cafetería donde Fabián, muchacho de ojos tristes, recoge la barra antes del cierre. Emma le observa con ternura; muerde sus labios y contiene el llanto. Adrián la abraza.

Fabián acude al hospital. Lleva un libro. Leerá a su madre hasta que el sueño le atrape. La mira. Besa sus mejillas y ata un hilo a su dedo. Emma muequea. Él cree que sonríe. Sufrió un atropello. Llovía…
Siempre amó las candilejas, pero lo más cerca que estuvo fue en su taquilla del teatro. Allí soñaba que era una renombrada dama de la escena…

En la habitación contigua, una anciana se dirige al control de enfermeras. Su hijo Adrián necesita un nuevo suero. Ha vestido el cuarto con posters de motos. Tuvo un accidente. Atropelló a una mujer. Llovía…
Quiere que cuando despierte encuentre todo como en casa. Está cansada. Besa sus manos y, entre marañas de hilos, repite hasta quedar dormida: «Malditas motos, mi niño…»

«Irreversible», dictaminaron los médicos.
«Perdidos en espirales de araña», sentencian ellos.

54. LABERINTO DE PASIÓN (Ángel Saiz Mora)

Mi amigo había excusado su presencia con una llamada. Pedí una copa antes de aprovechar la noche para dormir. Acostumbrado a beber en compañía, sentí como si el mundo me señalase, incluida una hermosa mujer que no dejaba de mirarme. Quedé muy sorprendido cuando se sentó a mi lado, a mí no me pasan esas cosas. Nunca antes fui tan locuaz. De mi boca, volcán incontrolable, brotaba un torrente de palabras, alimentado por su risa cautivadora tras cada una de mis ocurrencias.

Paseamos hasta su portal. Acepté la invitación a subir. Quiso que brindásemos por nuestra recién iniciada relación, pero no tenía con qué hacerlo; caballeroso, me ofrecí a comprar una botella. La orientación es algo de lo que carezco, si encontré el establecimiento que me indicó fue por la ayuda de un mendigo, lo que no pude hallar de nuevo fue su vivienda en ese barrio desconocido para mí. El cava se calentaba al tiempo que, extraviado sin remedio en esa maraña de calles idénticas, caía en picado la temperatura de mi ánimo. Desconocía su teléfono, ni siquiera nos dijimos el nombre.

Las primeras luces descubrieron a un tipo patético y ojeroso compartiendo una botella con un indigente.

51. LA GRUTA

La oscuridad de la gruta no era completa. De algún lugar provenía la tenue luz que guiaba mis pasos  sobre el  borde de un laberinto de piedra oscura. Las paredes estaban cubiertas de rocas verdinegras, del techo pendían estalactitas goteantes como trompas de mamuts  petrificados,  y allá abajo, de un profundo lago emergían estalagmitas parecidas a monstruos amenazantes.

El silencio, la penumbra del entorno, el misterio, y la posibilidad de caer en las profundas aguas del lago me paralizaban. Por mi cuerpo goteaba el sudor, frío como las gotas que rezumaba el techo. Pero ya estaba allí, sobre el precipicio, sobre un laberinto de rocas resbaladizas, sin principio ni fin, sin salida y sin poder avanzar ni retroceder. Si resbalaba, si fallaba mi pie, caería al fondo  del lago. Arrojé una piedra para comprobar  su profundidad. La piedra tardó en llegar. Minutos que parecieron horas. Chac. Por fin. ¿Cuánto tiempo? El eco del chasquido se repitió en las paredes.

Ha pasado el tiempo. No sé cuánto. pero sigo aquí, verdinegra,  como una estalagmita con figura de mujer…

49. El gato

El gato se sintió encerrado. Una chispa cósmica que vivía en su interior se encendió para avisarle que era libre de viajar por los tejados de todo el país y conquistar gatas, comer ratones y dormir en cualquier sitio bajo el cielo. Miró a su alrededor, todo estaba calmo y calentito. Por la ventana sentía el aire del invierno entrar suavemente.

Después de todo, pensó, la libertad no está hecha para eunucos. Se acurrucó en su almohadón y soñó que soñaba un sueño de otro.

48. ME PERDÍ (Concha García Ros)

Primera bifurcación: mi cuarto aún lleno de peluches, tu habitación repleta de sensaciones nuevas. Camino con el tacto de tus sábanas en mi piel.

Segunda bifurcación: la ciudad conocida que me abraza cálida sin querer soltarme, el lugar de destino que me llama impaciente, sin  espera. Con las dudas mordiéndome los talones sigo avanzando.

Tercera bifurcación: el azar confabula sigiloso, la inocencia perdida como yo. Alguien que se asemeja a mí consigue seguir a través del pasadizo.

Y así, una y otra, olvidando la cuenta, el sentido, el tiempo. Hasta que hoy, agotada y diferente,  giro sobre mis pasos y busco el rastro de pan que me lleve de nuevo a ti.

47. Maze models agency (Asunción Buendía)

— No aceptes.

Se volvió dando un respingo y con la sorpresa dibujada en su cara, los ojos abiertos de par en par.

— ¿Perdón?

Todavía se notaba las mejillas arreboladas y la voz temblorosa. Todo había salido bien, el casting había terminado y el puesto era suyo.

Había escuchado en cinco minutos más elogios, aplausos, sonrisas y palabras envolventes que en toda su vida. Se había sentido flotar, y aún lo estaba haciendo, tenía la sensación de estar a muchos metros por encima del suelo.

Las últimas caras que se veían en portadas habían salido de esta agencia y ahora él  podía ser una de ellas.

Sólo le pareció un poco extraña la urgencia por firmar el contrato, pero claro el primer desfile era al día siguiente. Antes de poner su nombre al final de la ansiada página, pidió ir al cuarto de baño, necesitaba respirar un poco de aire fresco.

Y allí en el reflejo de la enorme luna de espejo, el representante de los modelos y jurado de las pruebas,  le decía:

— No aceptes, te meterás en el laberinto y créeme, tú no eres Teseo.

 

46. Geometría sentimental, por Javier Ximens

¡Buagh!, vomito, un kilómetro de pasillos, decenas de puertas y siempre os cruzáis en esta, con ese roce de carpetas y el falso saludo de colegas, como si no supieran todos que te acuestas con él, como si yo no oyera por la noche el navegar de sábanas. Te ha dejado la pizarra llena de dibujos, hoy son los tipos de laberintos: el de mazes, el de caminos alternativos, igual que las amigas que se ha traído a casa, pero nunca para quedarse, se las comió en una noche; el univiario, el clásico, el más sencillo y no encuentras la salida, ¿estás secuestrada?. En la anterior clase dibujó las curvas de una mujer, el rubor te brotó al reconocerte y lo borraste de inmediato. Hoy los dejas, nos aburres con la civilización minoica, con tus dedos caminas por el encerado desde la Puerta de los Leones hasta el centro del laberinto, y allí paras. En tus ojos veo el toro y el deseo.

Tantos planos, papá, y no sabes que la línea recta es la distancia más corta entre tú y yo.

45. Laberintos abiertos

En ocasiones, cuando encuentra su reflejo en la ventanilla con el cielo estrellado de fondo, no puede evitar viajar unos años atrás y verse a sí mismo en alguno de los puertos señalados en el mapa de sus recuerdos.

En el de hoy corretea con la libreta en la mano, calle abajo, hasta la casa del abuelo. Tiene que hacer los deberes, y la presencia de aquel rumiante de cejas pobladas, siempre dispuesto a derrochar su característica sabiduría, es un punto a favor que no puede desaprovechar para un trabajo de Humanidades.

Al solicitarle ayuda con los laberintos mitológicos y reales más conocidos, el viejo se queda pensativo y sentencia:

— Sin duda alguna, los laberintos abiertos. El desierto, el mar, el cielo y la vida.

El suspenso de entonces le dibuja una leve sonrisa, mientras vuelve a lanzar una señal a la espera de respuesta desde el cuadro de mandos del primer módulo espacial tripulado oficialmente perdido en el espacio.

44. La persistencia de la memoria

Poseedor no solo de fuerza inmensa, sino también de una memoria prodigiosa, el Minotauro se nutre tanto de los jóvenes condenados a muerte como de sus recuerdos junto a Ariadna. Por eso reconoce al instante, entre las sombras, el ovillo purpúreo que trae el varón ateniense: es el hilo favorito de su amada hermanastra, con el que tejía sus peplos de adolescencia. Al ser preguntado, el joven de paso incierto contesta que su amada se lo ha entregado para salir felizmente del intrincado laberinto. Conmovido, definitivamente traicionado, el monstruo renuncia a su innata crueldad y se deja golpear una y otra vez por aquel alfeñique, mientras le arroja a la cara esta verdad: «En el laberinto uno no se pierde, se encuentra».

43. Buscando una salida

Había llegado en su vida al final de un laberinto, en el que no encontraba salida. La vida una vez más se le había mostrado cuesta arriba, casi diríase, que canalla.
Los últimos cinco años habían sido para él una deriva sin fin.
La pérdida de sus padres en aquel accidente sin sentido, la enfermedad de su esposa- ese cáncer que le iba carcomiendo lentamente, dejándola en los huesos y sin esperanza- y la situación del paro que afectaba desde hacía dos años a su hijo, le habían llevado a una profunda depresión.
Finalmente, por si sus males no fueran suficientes, le llegó la noticia del ERE impuesto por su empresa, que le abocó a una prejubilación obligatoria, escasa, y por supuesto, no deseada.
Ahora con todo el tiempo del mundo por delante, sólo podía darle vueltas a ese laberinto sin fin en el que se encontraba perdido.
Sabía que debía intentar encontrar una salida, que por fin diera un sentido a su vida.

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