Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

69. De vuelta al laberinto.

Toda Creta se hallaba en alerta tras conocer la noticia de que el Minotauro había escapado del laberinto y campaba a sus anchas, sembrando el terror en todos y cada uno de los rincones de la isla. El joven Artenipo, de fornido torso y poderosa espada, acudió a su encuentro en un desesperado intento de poner fin a la terrible masacre que la abominable bestia estaba provocando. Artenipo, encomendándose a los Olímpicos, pidió que le dieran fuerzas para acometer con éxito la hazaña de derrotar al Minotauro y, sin causarle la muerte, devolverlo al enmarañado lugar donde la locura cobra forma de interminable y tortuoso camino. Tras desencadenarse una feroz batalla en la que Artenipo llegó a temer seriamente por su vida, logró asestar un certero golpe que dio con el cuerpo de aquel monstruoso ser en la árida tierra a los pies del monte Ida. Desde la cima, envuelta en nubes, Zeus le insufló el vigor suficiente para poder arrastrar al Minotauro hasta la mismísima puerta del laberinto y de un formidable mandoble enviar los huesos de la alimaña al más oscuro rincón de aquel lugar de pesadilla.

68. Rastreando el olvido

Desde aquella cama de hospital pasea incansable por su mente buscando resquicios de una vida que probablemente tuvo y que añora a cada minuto.

Se recuerda vagamente en lugares que no conoce, con personas que estima sin saberlo, y en situaciones en las que no es más que un extraño o un observador casual.

Son secuencias de momentos inconexos e inacabados con las que convive a diario, y que poco a poco le van robando su identidad, y sin identidad nada tiene sentido.

Pero aquella noche, en otro de sus paseos por ese laberinto en el que se había convertido su memoria, alguien se dirigió a él. No sabía quién era, aunque algo le decía que la conocía desde siempre.

Pronunciando un nombre que aceptó como suyo, aquella mujer cogió su mano y fue guiándolo entre sus recuerdos, mostrándole la única salida que conocía. Entonces le pidió que aguardase ante ella, atravesándola ella misma a continuación.

Apenas un instante después, todos sus recuerdos fueron hilándose para devolverle la esencia de aquella vida perdida. Ahora todo tenía sentido para él, tenía consciencia de sí mismo, y de su mujer, que años después, aguardaba a tan solo un paso de él.

67. Laberinto

Estirada en el suelo, percibo la crudeza de las piedras y la lejanía del cielo estrellado. Sin brazos ni piernas que me permitan moverme, resto a la espera que aquel que me trajo hasta aquí, me devuelva al lugar de dónde provengo. Me envuelven verdes muros de una naturaleza tan artificial como mis palabras. Recorro, con mi cuerpo dolorido, los caminos de este extraño lugar. Caminos envolventes de secretos perdidos en el tiempo. De otros cuerpos inertes que fallecieron en él.

No escucho los gritos del combate, la sangre que surge del cuerpo, el metal que quiebra una vida. Siento la agonía del que perece, la alegría del que permanece. Y me pregunto qué hago aquí. Qué sentido tengo en una historia que jamás será la mía.

Me recogen unas manos ásperas, duras, heridas por los combates pasados. Se sujetan a mi inerte cuerpo como si fuera la única salida de éste lugar. Y me recogen, redondeando mi cuerpo y empequeñeciéndolo cada vez más. Y observo un arco que me impide ver el cielo. Y no escucho las olas pero sí siento como ellos se ven, se abrazan y, entre lágrimas, se besan desesperados, tras salir con vida del laberinto.

66. Ella y la bestia (Lorenzo Rubio)

Vestida de novia, cruza el umbral del laberinto en brazos de la bestia. Un hilo de miel los transporta a una velada bajo la luna. Cuando despierta, ella se pierde por los pasadizos.

Sigue el hilo, ahora de leche, hasta una puerta. Dentro, ella, sola, embarazada, con una escoba en una mano y una sartén en la otra.

Sale. Recorre los pasillos, que parecen infinitos. Desorientada, anda junto a un riachuelo de agua salada, que rastrea su desembocadura. En su reflejo ella arrulla a un bebé y lanza miradas al reloj.

Percibe el aroma de un sendero de colonia, que va mutando a un asfixiante olor a güisqui. Al final del camino, él, en un sofá, semiinconsciente; al lado, un niño manda mensajes con botellas vacías.

Un reguero de sangre la guía ante un espejo. Se mira y ve al monstruo, que amenaza con su puño. Apabullada, busca una vía de escape.

Corre. Asterión se desvela y, encolerizado, la persigue. Desesperada, encuentra un teléfono de solo tres teclas: 0, 1 y 6. Al fondo, él mueve su dedo índice por el cuello.

Acobardada, huye hasta toparse con las dos únicas salidas. Una lleva a la cárcel. La otra, al cementerio.

65. Malditas diferencias. (Rosy Val)

Ya queda menos. Te sumerges, a modo de despedida, en esa bañera, la más grande que habías soñado nunca. Tu piel contrasta con la espuma blanca. Tu cuerpo delgado se complace en el agua, tus manos intentan apresarla, te parece mentira ¡tanta! para ti sola. Desde la puerta, las dos hermanas llevan un rato observándote en tu empeño, animadas se desnudan y se meten contigo. Jugáis, os salpicáis, de repente, te detienes y lloras rompiendo ese mágico momento. La más pequeña te consuela… “no llores, tonta, si nosotras te queremos mucho”. La mayor, que sabe qué te pasa, llama a su madre…

“Cariño, si dentro de nada estarás otra vez aquí de nuevo, ya verás qué rápido pasa el tiempo”.

 

Te aferras a tu maleta ocupada de regalos, feliz, vas en busca de tu gente.

No quieres separarte de ellos. Les odias. Te arrepientes. No quieres volver la cabeza, ver sus lágrimas ni que vean las tuyas. Esta es la cuarta vez, te ocurre siempre que llega este momento: dudas si vivir los veranos en esa maravillosa casa y tener que volver de nuevo a la penuria… te compensan.

 

 

 

 

 

 

 

64. METROPOLITAN (Esperanza Tirado)

Una ciudad fascinante, enorme, con edificios altísimos que casi llegan al cielo. Miles de tiendas, coches, autobuses, teatros, cines… Anuncios luminosos de mil colores que vienen y van.

Después de verla y admirarla durante toda su vida en fotos, libros, películas, series, al verse en ella, le entró una sensación de vértigo, o claustrofobia, como si se hubiese metido en un laberinto con miles de caminos y señales confusas, en el que no era capaz de encontrar la salida. Se sintió asustada, perdida, diminuta como un ratoncillo. Con ganas de volver a casa, a la tranquilidad del hogar.

Caminando por aquella calle atestada, un cartel llamó su atención. Tenía el estilo de los establecimientos de principios de siglo XX.

METROPOLITAN. OLD BAKERY & COFFEE SHOP’,  se leía en grandes letras blancas de tipografía antigua sobre fondo marrón. En el escaparate cupcakes, tartas y otras dulces delicias. Al fondo, una barra decorada con antiguas latas de café y té, y las paredes llenas de anuncios enmarcados en un actual estilo vintage.

Abrió la puerta, sonó una campanilla de bienvenida y el aroma a café recién hecho la acogió. Y los miedos y angustias que la turbaban desaparecieron.

63. En el laberinto (Javier Ignacio Pérez Andrés)

Se sentía bien, tranquilo. Se imaginaba una vida indulgente. Respiraba la tarde, impregnándose de sensaciones, evadiéndose de la verdad.

Recordó un día, un momento, una situación. En un instante empequeñeció.Perdido en su infinito y complejo laberinto cerebral, entre miles de caminos, almacenes de experiencias, emociones, sentimientos. Caminaba por pasillos sin haber entrado en ellos. Allí donde miraba, se ocultaba oscuridad. Las sombras multiplicaban los caminos.
¿Qué me espera allí detrás? Fué empujado por los ecos del reproche, le perseguían con la sombra de la inmensa soledad. Agobiado corrió. No encontraba escapatoria. Le mascaba la ansiedad.

Imperceptibles pasadizos lo trasladaron a otros lugares donde llamativos brillos intentaban brotar como minúsculos relámpagos. Caminaba despacio.Revivía el pasado con distintos desenlaces. Revivía sus deseos convertidos en angustias. Y volvió la oscuridad.

Los pasillos se alargaron, se inundaron de nostalgia, de añoraranza..de un gran melancolía. Flotaba a media altura, no podía respirar. Tuvo un miedo intenso, intentaba gritar. Las paredes se hinchaban como para reventar y a través de sus fisuras vió la extraña luz. Todo terminaba. Se sintió desfallecer…
Postrado se encontró en una sala, era centro de mil caminos.

Exánime, vió en el fondo de uno de ellos rebosar el singular resplandor.

62. En el laberinto (Jesús Lara Vanegas)

Una vez en la escena del crimen, me preguntaba constantemente cual podría haber sido el motivo de tan atroz asesinato. Sus marcas me revelarían una clara intención de una futura carrera delictiva.

Los cuerpos se acumulaban y el terror se iba apoderando poco a poco de aquellas calles desgastadas y malolientes.

Su obsesión hacia las prostitutas me daba a entender un claro complejo de madre y unas carencias afectivas importantes.

Como buen poli que se precie en Nueva Orleans, me limitaba a buscar mis pruebas, ya sea una huella, una pisada, una mísera fibra de pelo o tan siquiera un pequeño rastro de su asqueroso semen.

Pero..¿De qué valía autoengañarme?He de reconocer, que a medida que avanzaba el tiempo sus técnicas se iban perfeccionando hasta tal punto de no dejar ni tan siquiera la posicón inicial de cadaver para así evitar que localizáramos la dirección previa a las setenta y tres puñaladas que le solía asestar a sus víctimas.

Hoy por hoy continúo deambulando en la penumbra de sus calles entrecruzadas, con la única intención de encontrar una salvación a esas chiquillas que por motivos desconocidos acabaron siendo asesinadas en el laberinto de sus calles.

61. En el laberinto (Manuel García García)

Le conoció una tarde calurosa en aquella playa solitaria. Era como una estrella caída del cielo, pura y brillante. Aquella tarde sus ojos brillaron como nunca antes lo habían hecho, sus sentidos lo abandonaron.
Ellos comenzaron su aventura de amor a escondidas de todo el mundo, así se lo había pedido ella. Su primer enamoramiento de verdad y ya participaba en el laberinto de una mujer algo extraña.
Su primera separación ocurrió a las dos semanas de comenzar la relación. Raquel lo había engañado con otro hombre. A los cinco días regresaron tras perdonarla Pedro.
Días después llegaría su segunda ruptura. Raquel se larga con otro hombre. Pedro desesperado por el amor de Raquel vuelve a perdonarla. A las dos semanas vuelve a su lado.
Dos meses después llega su tercera ruptura. Raquel se enamora de un marinero. Pedro, enloquecido de amor, perdona a Raquel de nuevo.
Así nueve años, cincuenta separaciones y engaños por parte de Raquel. Pedro siempre perdonándola por amor y ella sin tener en cuenta el dolor de Pedro.
Su última ruptura y aventura de Raquel, cambió el destino de Pedro.
Pedro se metió a cura, tras conocer el verdadero amor de Dios todopoderoso.

60. NAUFRAGO

Mi cabeza da vueltas miro hacia atrás y lo que era ya no es, intento avanzar y sólo veo ojos que me miran y no se atreven ni a señalarme. Sólo les oigo murmurar a la de unos metros. Intento entender lo que dicen pero no comprendo sus palabras.

Cuando llegué, primero sentí el sabor de la sal en mi lengua, luego trocitos de arena que intentaban romper mis dientes, después una sed desesperante. Me incorporé y comencé a caminar cojeando, pensando que en aquel lugar no podía haber nada peor a todo lo vivido. No podía haber hombres sin rostro ni corazón que irrumpiesen a la noche en tu casa para llevarse todo lo que quieres y dejarte roto. No, en aquel lugar ya no podían hacerme daño porque ya no tengo nada y a la nada nada le duele.

Sigo avanzando por este laberinto de calles en el que no puedo ver el sol aunque sé que se esconde detrás de estas eternas casas. La gente sigue mirando pero nadie me ayuda. Un policía se acerca, forcejeo, su mirada es como la de los hombres sin corazón, un golpe en la cabeza. No hay dolor.

 

59. Sin salida

Al no encontrar la salida del laberinto decidí volver hacia atrás sobre mis pasos. Salí por la entrada. Subí al coche y conduje marcha atrás hasta casa. Borré las palabras de despedida que había escrito. Abrí la habitación de mi hijo y le saqué la bala de la cabeza. Retrocedí por el pasillo y saqué también a mi mujer dos balas. Le quité mi mano de su cara una y otra vez hasta que la dejé marchar. No sabía donde parar y tomar otra dirección, por lo que me dejé ir atrás aún más allá. Llené cientos de botellas de alcohol. Volví a sacar todo mi dinero de los casinos. Quité el anillo de casado con un sí quiero. Volví a mi país de origen. Regresé al colegio. Me metieron en el vientre de mi madre. Y allí, tranquilo, tras varios meses meditando, decidí no nacer.

58. OCULTO. (ESTHER GOMEZ)

En las profundidades donde todo es oscuro y se respira un aire denso y pastoso, animales alados sobrevuelan tenebrosos cielos. El silencio se concentra, conformando un estruendo que hiela la sangre. Todos los seres que habitan tan escalofriantes parajes están acostumbrados a ver en la oscuridad, desconocen el poder de la luz.

Desde el principio de los tiempos llevan siendo los únicos pobladores del submundo. De milenio en milenio se reúnen en un laberinto de catacumbas. Allí comienzan a danzar en círculos concéntricos que van haciendo cada vez más y más grande, imitando las ondas en las aguas pantanosas. Una música incesante y machacona acompaña ese baile infinito donde solo quedarán los más fuertes.

Despojados de toda sabiduría, giran y giran hasta alcanzar grados de locura tan grandes que únicamente podrán escapar o morir. Aquellos que escapan seguirán ocultos en aquél mundo donde nada llega.

Un rayo de luz solar alcanzará al resto, dándoles la muerte.

 

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