Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

29. El náufrago y sus discípulas (María Elena Sánchez Álvarez)

La entrevista grupal se inició con las presentaciones, para continuar con una única pregunta: ¿Qué se llevarían a una isla habitada exclusivamente por mujeres?
Desconozco la respuesta del candidato, pero semanas más tarde Yael emprendía su viaje. Después aconteció el devenir.
Los que le conocían, jamás habrían imaginado que sus intenciones desembocarían en semejante desenlace.
Todo comenzó aquel amanecer, cuando decenas de mujeres, atónitas, vieron resurgir del mar a un náufrago que minutos más tarde cayó exhausto sobre la arena. Nunca habían contemplado semejante ejemplar. Se acercaron recelosamente, le quitaron la ropa para examinar minuciosamente su anatomía, preguntándose qué deriva le habría arrastrado hasta la Isla de las Mujeres. ¿A qué espécimen pertenecía aquel majestuoso animal, que entre sus piernas nacían exóticas prominencias.
Sin vacilar, las más osadas se prestaron a acariciarle, después a lamerle. Más tarde mordisquearon su cuello hasta encontrarse con el torso, para proseguir hasta perderse. El animal, estremeciéndose, empezó a sentirse a salvo. Parecía renacer, cuando el desuello acabó con el ritual, quedando el cuerpo inerte y cubierto con su propia piel.
Abandonado a la suerte de otras criaturas, las hojas de sus ya huérfanos manuales taxidérmicos encarroñaban al muerto.

28. IMAGINA

Flotan a la deriva sin fuerzas para llegar a la orilla, saben que no pueden salir del círculo y que sus cuerpecillos redondos y aromáticos son presa fácil de los depredadores. Algunas se arremolinan en torno a la roca buscando protección…
-Vale mamá, me como las judías pero el chorizo no.

27. ESTANCIAS DEFINITIVAS

…donde el cielo se une con el mar,
lejos de aquí.

Nino Bravo

“Los paraísos existen, pero no permiten nunca estancias definitivas”, decía la nota de Giovanna. En la puerta del frigorífico, hábitat natural de todas las notas de despedida.
Mi matrimonio empezó a torcerse el mismo día de la boda. Versado en las artes del machismo, quiso enseñarme donde estaba mi sitio. Si hace falta, a hostias, decía. Por eso lo del vecino, las primeras veces con carga de culpabilidad, después con un “que se joda” que le dedicaba tras cada polvo. Luego, su compañero de trabajo, para que doliese, y al final su hermano, para que doliese más. Hasta que apareció Giovanna, como una isla imposible en mitad de aquel desierto que era mi vida: risas, curvas, besos… Me habló de un lugar que algunos marinos de su costa juran haber visto en atardeceres tardíos, una isla que no está en el mapa, donde no han llegado nunca los hombres y de la que jamás regresan las mujeres.
Tengo ya la isla incrustada en mi memoria y la cabeza llena de maletas, el viaje hace tiempo que empezó. Tal vez sea cierto eso de que los paraísos existen.

25. Tú ( Natividad Arana )

Tumbado en una hamaca del garrafón, veía como tus manos dibujaban un boceto.

Cada día uno, uno diferente pero semejante. En ellos siempre bosquejabas el mismo rostro de mujer.

Con mi copa en la mano, oteaba nuestro satélite. Y sentía la necesidad de amarte.

Tú, tan femenina, tan fértil, tan siempre tú.

Y te soñaba, te soñaba nadando entre quelonios, en el caldo cristalino de aquella isla, con tu vello húmedo, fulgente y aceitunado.

24. CUATRO MUJERES

Mi madre, delgada, impetuosa, siempre apurada, hasta en  el  roce de labios a modo de beso.   Usaba el pelo atado, sin maquillaje ni vestidos bonitos, sólo cómodos.  Olía a jabón de tocador.  Tan urgida vivió, que no supo disfrutar ni su juventud, ni su matrimonio apremiado por otros apuros, diferentes a  las urgencias de mi padre,  quien la abandonó. Mi abuela, era el inverso.  Gustaba de la buena vida. El aroma de sus cremas, perfumaban su recorrido.  Nunca entró en la cocina ni la vi pasar la escoba. El cómodo sillón de su dormitorio, con un libro en las manos,  era su lugar. La madre, mi bisabuela, de cordura envidiable, administraba la casa. Un coronel de tropa responsable de que todo marchara como reloj suizo.  Anciana cariñosa, vestía de luto y conservaba abundante cabello de nieve.  Sus olores: tomillo, orégano y menta;  los de la cocina.    Nunca la vi ociosa, por las tardes tejía para sus menores,  apenaba que su ciclón se frenara suavemente. Las recuerdo sentada en el sillón centenario, mientras que, en mis manos suaves, la aguja se mueve dando forma a la lana, extrañando el remolino, que heredé de aquellas matronas.

23. Fermín Antonio Mundaca y Marecheaga (Ricardo González)

La rudeza que le forjaron sus turbios negocios de pirata y traficante proveedor de esclavos para las plantaciones de azúcar cubanas, no le sirvió para eludir la persecución del inglés que le arrinconó en la isla que imaginó como su cárcava.

Fermín eligió el extremo más oriental del Yucatán para enamorarse de quien no debía, una dama demasiado joven y de fuerte carácter que nunca cedió a las pretensiones del bermeano.

Fue dueño de todo en el lugar menos del corazón de “La Trigueña”, quien no quiso apreciar los costosos trabajos que le dedicara  su platónico enamorado  en la mansión para ella construida.

Debió sentirse muy solo al cincelar en su propia tumba tan alegórica dedicatoria “Lo que tú eres yo fui… Lo que yo soy luego serás”

Murió en tierra firme.

Jamás llegó a descansar en su ansiada Isla Mujeres.

21. Borrasca

Se perfiló sobre sobre el horizonte, él, marino solitario se dirigió hacia ella, se extrañó no encontrarla en las cartas náuticas. Altos acantilados y profusa vegetación lo recibieron por lo que decidió dar un rodeo en busca de una playa.

Ya estaba perdiendo la esperanza cuando divisó una pequeña caleta que podía navegar,  con mucho cuidado se internó en ella hasta encontrar un lago interior no muy profundo pero con mucha vida silvestre, era el lugar ideal para un descanso lejos de la borrasca que lo tuvo ocupado durante una semana.

Entonces la vio, cual sirena nadaba muy cerca de la playa, su belleza lo impactó,  al verlo se dirigió a la costa dando gritos de alerta. Muy pronto gran número de mujeres aparecieron portando armas. Saludo para mostrar que era inofensivo y nado hasta ellas. Lo recibieron con amabilidad guiándolo hasta las cabañas, le llamó la atención la ausencia de hombres, se detuvo alucinado al verla, alta etérea, su mirada lo paralizó, las demás se fueron dejándolos solos. Lo tomó de la mano y lo llevó hacia el interior, cual gata en celo comenzó a seducirlo, sus ojos no daban crédito a tal situación. En un arrebato de pasión lo empujo contra el camastro, su cabeza golpeó con estrépito contra un poste y perdió el conocimiento.

Al despertar la embarcación casi no se movía y el mar estaba calmo, todo era normal a excepción del extraño collar que llevaba…

20. AÑO 2050 (Purificación Rodríguez)

Nunca conocí a mis abuelos.

Hace algún tiempo, mientras visitaba un bello cementerio de tumbas numeradas en una remota isla del Pacífico Sur, recordé que mi abuela no figuraba en nuestro panteón familiar del pueblo.

Interrogué a mi padre pero, tras un penoso silencio, sólo me tendió un papel que extrajo de su billetera.

En aquel viejo documento pude leer lo siguiente:

-«Por la presente le notificamos que la reclusa Ana H. Dietz, condenada por homicidio, ha fallecido por causas naturales y se encuentra enterrada en la Isla de las Mujeres 610, sector 7, n° 16052010»-.

Fue en ese momento cuando mi padre me explicó que hacía mucho tiempo, el Gobierno Mundial había decidido recluir a las condenadas por algún delito, en unas recién creadas Islas de las Mujeres o cárceles al aire libre en medio de los océanos, sufragadas por todos los países del planeta. Allí, las presas trabajaban para su propio mantenimiento y cuando morían, eran enterradas con su fecha de nacimiento en islas-cementerio cercanas, por cuyos senderos transitan desde entonces miles de turistas con bono económico de visitas.

Así supe, por fin, que mi abuela yacía en una isla perdida por haber matado a su marido en defensa propia.

19. El cuarto de costura (Eva García)

   Las cortinas de encaje revolotearon traviesas y la floreada lámpara titiló, dándome la bienvenida, cuando atravesé el umbral. Todo seguía intacto en aquel santuario en el que, lejos del humo y los vozarrones de los hombres, nos refugiábamos las mujeres de la familia entre hilos y botones, susurros de confidencias, cintas métricas y risas.

   Enseguida sentí que la antigua complicidad me rozaba el alma  deshilachando mi desasosiego. Me acurruqué en el sillón de cretona, donde de niña vestía a mi muñeca con retales, y cerré los ojos. El tiempo se detuvo; las cortinas se desinflaron y la lámpara dejó de hacer guiños mientras mi corazón atribulado buscaba una respuesta dentro de aquellas paredes impregnadas de sabiduría femenina. Cuando los abrí, mi mirada se posó en el viejo arcón de caoba. Me dirigí hacia allí y la nube de aroma a lavanda que escapó al levantar la tapa acentuó mi nostalgia. En el fondo, un olvidado ajuar de bebé con iniciales primorosamente bordadas parecía haber estado esperándome todos esos años.

   Me pareció escuchar la antigua pianola del rincón desgranando notas triunfales. Fue entonces cuando decidí que Irene, o tal vez  Ismael, vendría al mundo a pesar del canalla de su padre.

18. LA ISLA DE LAS SIRENAS (Paloma Casado)

Cuando abrí los ojos en la orilla, no supe si había sobrevivido al inexplicable naufragio de la noche anterior o por el contrario, me encontraba en el Paraíso. Hermosas mujeres  me miraban con expectación mientras cuchicheaban en una extraña y gutural lengua. Más tarde volví a despertar sobre un lecho de hojas para descubrirlas curando con un emplasto mis heridas. Se sucedieron varias jornadas y poco a poco fui recuperando las fuerzas.

De día me alimentaban con frutos y pescados para luego acoplarse sobre mí como amazonas, hasta que quedaban preñadas y parían a mis hijas. De noche, tras amarrarme, desaparecían con alborotados chapoteos y más tarde se alcanzaban a oír, procedentes del mar, unos cánticos que anulaban la razón con su reclamo irresistible.

He comprendido la naturaleza de mis anfitrionas. Estoy al límite de mi resistencia, y sé que pronto voy a morir. He contribuido a perpetuar esta especie que es deseo y perdición desde el origen del hombre. Hoy he visto, sentado en la orilla, a un joven náufrago.

 

 

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