Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

59. Muñecas (Paloma Hidalgo)

Resultón, los años y el gimnasio le sientan bien, Ricardo también me reconoce. Aunque es difícil tras mi pelo, algo canoso y corto, las gafas de pasta, y la ropa holgada, me para en medio del parque para saludarme. Va con su mujer, la mejor cliente de alguna clínica de estética con toda seguridad, toda silicona. Yo, con mis hijos, que tatúan con helado de chocolate sus mejillas, y piden permiso para ir a los columpios. Mis interlocutores, sacando un kleenex, acceden a continuar hablando sentados en un barco cercano, en este octavo mes de embarazo se me hinchan mucho los pies. No tarda en decirme, le siguen tintineando los ojos cuando dice la verdad, cuánto me envidia. Han intentado la adopción, que Selene, así se llama la Barbie, no puede tener hijos, pero que tampoco eso ha funcionado. Niños demasiado grandes, demasiado problemáticos, demasiados demasiado. Y que ya han tirado la toalla. No sé si me ve sonreír. Yo, le veo ensimismado mirando cómo se mueve mi barriga. Pensará que esta simple muñeca de trapo que soy podría haberle convertido en padre. Recordará que la dejó cuando empezaron a tensársele las costuras. Y me alegro al verle tan abatido.

57. BUENAS AMIGAS

Un solo instituto de bachiller en el pueblo, ubicado algo alejado del centro entre una vaquería y el estadio de fútbol municipal, en una larguísima calle desierta hasta llegar a las vías del tren que atravesábamos la mayoría aun con las barreras bajadas; pues bien, entre toda esa jauría de adolescentes caminaba yo charlando animadamente con mis amigas cuando otra desde atrás llamó mi atención y sin abandonar el paso giré la cabeza y me estampé contra la farola, creí que el pómulo se me había deshecho de tal modo que no habría cirugía estética que pudiera salvar mi cara, recuerdo que fui deslizándome farola abajo medio inconsciente y en esa nebulosa oía a mis amigas reír y a algunos chicos de la acera de enfrente: “¡Cogerla!, ¿no veis que se está cayendo?”

Llegó el fin de semana y nos fuimos a la discoteca, la única también, Isabel se sentó sin mirar y su trasero cayó de pleno en la mano de un chico que no conocíamos y fue tal el respingo que dio y lo colorada que se puso que no paramos de reírnos en toda la noche, ahí estaba el karma.

También nuevas amistades…y quizá el amor…..

56. El ascensor (Rosy Val)

Peldaño a peldaño, su floreado vestido se va pegando a su cuerpo como una segunda piel. Cuando alcanza el portal lanza un profundo suspiro y se derrumba. No tanto por el agotamiento como por acordarse que hoy habrá reunión y de sobra sabe cómo actuarán sus vecinos.    

—Si nosotros apenas llegamos a fin de mes. Alegarán los del primero C.

La propietaria del segundo A, desde que echó a su marido de casa, ni olvida ni claudica…

—Maldita seas, por deshacer camas ajenas. Cuánto me alegra que tú también te quedaras sin el tuyo.

—¡Vaya, vaya!, cómo han cambiado las tornas —comentarán los del bajo izquierda— ya no te ríes de los que no tenemos vistas tan buenas, ahora te jodes, por haber apuntado tan alto.

Pero Josito cada día pesa más.   

A veces sueña que su madre ya no puede con él —antes era su padre quien le llevaba al colegio—. Y se imagina contemplando la vida desde las ventanas de su cuarto piso. Y llora. Y odia su silla de ruedas. Sus trece años no entienden que salir a la calle sea una cuestión de venganza, chanza y dinero. 

55. Perros del infierno

Hoy ha caído uno de ellos. Ha metido el hocico por una madriguera de arriba y, al vernos, se ha lanzado al vacío. Con su collar brillante, esas orejas tan limpias y los ojos vivos, ansiosos. «Qué ingenuo, no imagina lo que le espera», he pensado al verlo descender.

Los chuchos muertos habitamos en las tripas de la Tierra, y entre nosotros sobrevuela una obligación: la de fingir que aquí abajo nos va mejor que en nuestra vida.

Pero no es así; en este inframundo solo hay galerías interminables, pasadizos malolientes por los que a veces intento perderme. Hoy, mientras los demás rodeaban al perro de raza como sombras siniestras, mientras lo olían, lamían y mordisqueaban hasta devorar su alma, yo he preferido largarme. No es que me dé lástima. Ni tampoco odio a mis hermanos (mis ojos de hielo son un calco de los suyos). Solo es que… me aburre tanta sed de venganza. Ese ardor que jamás se apaga.

Por eso he preferido vagar por los túneles, sin rumbo, hasta que he llegado a esta ventana, que comunica con el fondo del mar.

Al otro lado, mirándome, hay unos ojos humanos. También de hielo, como los nuestros.

54. El número

Lo que a ras de suelo se percibía como una brisa fresca, sobre el rascacielos era una desapacible ventolera que atravesaba su traje de licra helándole hasta los huesos. Ya había comprobado la correcta alineación de sus alas de poliestireno, el ajuste de la hebilla del casco, la temperatura y presión atmosféricas, la dirección y velocidad del viento. Visualizó la trayectoria a seguir: los tramos en los que tendría que aletear con brío, aquellos en los que bastaría con planear, los obstáculos contra los que se estrellaría de no maniobrar a tiempo. Abrió finalmente los brazos, anunciando el comienzo del vuelo, y recibió los primeros aplausos de la multitud.

No era lo mismo, sin embargo, que al principio. Algunos empezaban a criticar la parsimonia con que cada tarde ejecutaba el ritual. Que lo hacía para dar emoción, opinaban unos, que se repetía demasiado, reprochaban otros. Y miraban hacia arriba con cierto interés todavía, aunque pensando también en lo tarde que se les estaba haciendo. Sólo parte de los congregados aguardaban expectantes, y lo hacían con la esperanza puesta, según cada uno, en desenlaces contrarios. Las adversas condiciones meteorológicas habían hecho que hoy fueran más los que apostaran por el fracaso.

53. UNA MENOS

Parecían dos amigas charlando en aquella abarrotada sala de aburridos rostros y sofocante calor. Llevaban dos horas largas y el aire desprendía un olor a sudor agrio.  Ya faltaba poco. Cada una de ellas sumida en sus pensamientos ocultaba, tras una fingida sonrisa y conversación insulsa, el deseo de que sucediera algo antes de que la pantalla escupiera el número de la otra.

No pasaron ni cinco minutos cuando notó un peso sobre sus pies: la compañera de al lado se había desplomado justo en el momento en que aparecía en la pantalla su número: perdería el turno. Nadie se movió, todos pendientes de aquella luz en la pantalla que les daría  la oportunidad de mejorar sus vidas, o no.

Saltó su número, se desprendió suavemente de aquel “bulto” y con paso decidido atravesó el oscuro pasillo. Un rostro sin gestos la observaba al otro lado de la mesa, depositó su carpeta llena de futuro y esperó.

No habían transcurrido ni cinco minutos y antes de que abandonara el lugar escuchó tres míseras palabras: Ya la llamaremos.

52. NO SIEMPRE UN 13 ES MARTES

Madre suspira, mira, recose la enagua, la puntilla de ese camisón rosa, apaga la radio, bebe a sorbos la tila, traga la pastilla blanca recetada por el médico.

Padre aplasta el cigarrillo en el cenicero, apura el bourbon, cambia de canal, respira, vuelve a respirar, reza en silencio.

Mi hermana solloza entre los pliegues de la almohada, sonríe ante tanta incertidumbre, se abraza a las sábanas, busca mi mano.

Siempre hemos dormido juntas, siempre nuestros calcetines han estado emparejados incluso cuando Juan bebía los vientos por hilvanar su cuerpo con el mío, por traspasar los límites de la decencia, por pasar por alto a mis sobrinas, por traspasar los muros de la ética.

Fue un trece de marzo, ese accidente fortuito nos unió más que nunca en el extrarradio de la vida, en la sombra de luz a mi familia. Un coche embistió al nuestro, la sangre recorrió las venas de la calle, nuestro portal, la realidad, la clandestinidad de la huida.

Madre suspira, padre cambia de canal, mi hermana sonríe, mis sobrinas duermen, yo me amparo en la felicidad y descanso que ahora habita en mi casa.

 

Juan busca entre mis enaguas volver a esa realidad desterrada por nosotros.

 

51. LA REINA DEL MAMBO (Rosalía Guerrero Jordán)

Durante mucho tiempo disfrutó del privilegio de ser la mano derecha del jefe: conseguía las mejores vacaciones y los puentes más largos; elegía los trabajos livianos escapando de los pesados; se adjudicaba méritos ajenos con una sonrisa y eludía la responsabilidad por sus errores con un mohín.

Era la reina del mambo.

Pero el jefe se jubiló, y el nuevo ya tenía otra mano derecha.

Cuando quiso darse cuenta, había perdido su trono.

Entonces buscó un lugar donde volver a reinar, y usando sus contactos se trasladó a otro departamento. Pero allí solo era una diva sin corona que asumía las tareas y las vacaciones que los demás repudiaban. Un infierno donde no podía esquivar el trabajo pesado ni las consecuencias de sus errores.

Y se volvió a trasladar. Con el mismo resultado.

Mírala, cómo ha cambiado. Ya no parece la misma.

A veces me la encuentro en la máquina del café y le pregunto qué tal le va y me dice que bien. Pero yo sé que es mentira y ella sabe que lo sé.

Que no soporta haber dejado de ser el ama del corral.

Que disfruto al saber que nunca lo volverá a ser.

50. NO DOY CREDITO A LO QUE VEN MIS OJOS

Para mi hoy ha sido un dia muy triste .Como las personas pueden llegar a ser tan despiadadas tienen sentimientos macabros e indeseables. Puede parecer demasiado sensible para ciertas personas,   otras dirían “Esta mujer es una noña” .    No doy crédito , «ay dios» lo ha tirado por la ventana de su coche, ,Intento  quitármelo de la cabeza cada vez que cierro mis ojos veo las imágenes ,me taladran   .es que no entiendo como un ser tan despreciable que con anterioridad había atropellado a un gato ,le llevaba tiempo observando en su asiento, con risa burlona tubo el cuajo de mirar a esos ojitos que pedían y suplicaban que cesara su agonía, pero a él ya le daba igual como gemía . Pobre gato   se revolvía, peleaba por sobrevivir ,  , yacía inmóvil  inerte sin vida ,cayó al suelo cerca de mis pies ,sin yo poder hacer nada por él .         Yo tratabade asustarlo e insultándolo a ese sujeto  diciendo “hijo de mala madre…” para que parara su coche y de haberlo hecho le hubiese dado una somanta de palos para que sintiera en sus propias carnes como le desgarraba por dentro de la misma manera.

 

49. El éxtasis

Le tiró el ramo de rosas a la cara, luego se dio la media vuelta y comenzó a alejarse. Caminaba de esa manera tan sensual que ella sabía hacer y que encandilaba a los hombres.

De nada sirvieron las súplicas de que no le abandonase, que no podía vivir sin ella, que cometería alguna locura si no volvía con él. Eso no hizo más que aumentar la satisfacción que Ángela sentía. Que llorasen o se peleasen por ella era un placer indescriptible; ya lo había experimentado más veces en anteriores relaciones.

Escuchó los gritos de las personas que paseaban por el puente, luego el golpe. Entonces fue consciente de lo que acababa de suceder.

En ese momento llegó al clímax de la satisfacción. Nunca antes había alcanzado el éxtasis.

48. ANIMACIÓN NOCTURNA (Jesús Alcañiz García)

         La música del vestíbulo, a todo volumen, atruena en su habitación del hotel. Harto de dar vueltas y más vueltas sin conciliar el sueño, desea, en un arrebato, que el cantante se trague la maldita lengua. De inmediato, el silencio. Después, los gritos. Más tarde, la sirena de la ambulancia. 

        Sin el menor remordimiento, no ve la hora de que amanezca para buscarlo en el periódico de la mañana.

47. LOS COLORES DEL DESTINO

Remedios teje y suspira. Suspira y teje. Las agujas avanzan a buen ritmo, menguando el ovillo celeste que está al fondo de la cesta de costura. Azules, los patucos son azules, porque es niño y ella sigue la tradición, no va a llevar el rorro unos patucos de niña…, así que el ovillo rosa queda entero, sin encetar.

El destino toma de su paleta los colores que él decide. Tal vez sea por algo. Todo pasa por algo, dicen. El chocar de las agujas va cantando su canción mientras Reme las mueve cada vez más deprisa, con una rabia que amenaza con dejar los puntos más apretados de lo que conviene. No todo está perdido, piensa. Tal vez algo se tuerza, como acaba de torcerse la lana en un punto que ha de deshacer.

Acaban de llegar, su hermana lleva las manos sobre el abultado vientre. Sonríe agradecida. Remedios fuerza el gesto para corresponderla. Rosa, tenía que haber sido ese el color. Debería ser su vientre el que creciese con la semilla que habría puesto él, el que acaba de posar un beso en el cuello de su hermana.

Y los puntos se aprietan más y más cada vez.

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