Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

63. En el laberinto (Javier Ignacio Pérez Andrés)

Se sentía bien, tranquilo. Se imaginaba una vida indulgente. Respiraba la tarde, impregnándose de sensaciones, evadiéndose de la verdad.

Recordó un día, un momento, una situación. En un instante empequeñeció.Perdido en su infinito y complejo laberinto cerebral, entre miles de caminos, almacenes de experiencias, emociones, sentimientos. Caminaba por pasillos sin haber entrado en ellos. Allí donde miraba, se ocultaba oscuridad. Las sombras multiplicaban los caminos.
¿Qué me espera allí detrás? Fué empujado por los ecos del reproche, le perseguían con la sombra de la inmensa soledad. Agobiado corrió. No encontraba escapatoria. Le mascaba la ansiedad.

Imperceptibles pasadizos lo trasladaron a otros lugares donde llamativos brillos intentaban brotar como minúsculos relámpagos. Caminaba despacio.Revivía el pasado con distintos desenlaces. Revivía sus deseos convertidos en angustias. Y volvió la oscuridad.

Los pasillos se alargaron, se inundaron de nostalgia, de añoraranza..de un gran melancolía. Flotaba a media altura, no podía respirar. Tuvo un miedo intenso, intentaba gritar. Las paredes se hinchaban como para reventar y a través de sus fisuras vió la extraña luz. Todo terminaba. Se sintió desfallecer…
Postrado se encontró en una sala, era centro de mil caminos.

Exánime, vió en el fondo de uno de ellos rebosar el singular resplandor.

62. En el laberinto (Jesús Lara Vanegas)

Una vez en la escena del crimen, me preguntaba constantemente cual podría haber sido el motivo de tan atroz asesinato. Sus marcas me revelarían una clara intención de una futura carrera delictiva.

Los cuerpos se acumulaban y el terror se iba apoderando poco a poco de aquellas calles desgastadas y malolientes.

Su obsesión hacia las prostitutas me daba a entender un claro complejo de madre y unas carencias afectivas importantes.

Como buen poli que se precie en Nueva Orleans, me limitaba a buscar mis pruebas, ya sea una huella, una pisada, una mísera fibra de pelo o tan siquiera un pequeño rastro de su asqueroso semen.

Pero..¿De qué valía autoengañarme?He de reconocer, que a medida que avanzaba el tiempo sus técnicas se iban perfeccionando hasta tal punto de no dejar ni tan siquiera la posicón inicial de cadaver para así evitar que localizáramos la dirección previa a las setenta y tres puñaladas que le solía asestar a sus víctimas.

Hoy por hoy continúo deambulando en la penumbra de sus calles entrecruzadas, con la única intención de encontrar una salvación a esas chiquillas que por motivos desconocidos acabaron siendo asesinadas en el laberinto de sus calles.

61. En el laberinto (Manuel García García)

Le conoció una tarde calurosa en aquella playa solitaria. Era como una estrella caída del cielo, pura y brillante. Aquella tarde sus ojos brillaron como nunca antes lo habían hecho, sus sentidos lo abandonaron.
Ellos comenzaron su aventura de amor a escondidas de todo el mundo, así se lo había pedido ella. Su primer enamoramiento de verdad y ya participaba en el laberinto de una mujer algo extraña.
Su primera separación ocurrió a las dos semanas de comenzar la relación. Raquel lo había engañado con otro hombre. A los cinco días regresaron tras perdonarla Pedro.
Días después llegaría su segunda ruptura. Raquel se larga con otro hombre. Pedro desesperado por el amor de Raquel vuelve a perdonarla. A las dos semanas vuelve a su lado.
Dos meses después llega su tercera ruptura. Raquel se enamora de un marinero. Pedro, enloquecido de amor, perdona a Raquel de nuevo.
Así nueve años, cincuenta separaciones y engaños por parte de Raquel. Pedro siempre perdonándola por amor y ella sin tener en cuenta el dolor de Pedro.
Su última ruptura y aventura de Raquel, cambió el destino de Pedro.
Pedro se metió a cura, tras conocer el verdadero amor de Dios todopoderoso.

60. NAUFRAGO

Mi cabeza da vueltas miro hacia atrás y lo que era ya no es, intento avanzar y sólo veo ojos que me miran y no se atreven ni a señalarme. Sólo les oigo murmurar a la de unos metros. Intento entender lo que dicen pero no comprendo sus palabras.

Cuando llegué, primero sentí el sabor de la sal en mi lengua, luego trocitos de arena que intentaban romper mis dientes, después una sed desesperante. Me incorporé y comencé a caminar cojeando, pensando que en aquel lugar no podía haber nada peor a todo lo vivido. No podía haber hombres sin rostro ni corazón que irrumpiesen a la noche en tu casa para llevarse todo lo que quieres y dejarte roto. No, en aquel lugar ya no podían hacerme daño porque ya no tengo nada y a la nada nada le duele.

Sigo avanzando por este laberinto de calles en el que no puedo ver el sol aunque sé que se esconde detrás de estas eternas casas. La gente sigue mirando pero nadie me ayuda. Un policía se acerca, forcejeo, su mirada es como la de los hombres sin corazón, un golpe en la cabeza. No hay dolor.

 

59. Sin salida

Al no encontrar la salida del laberinto decidí volver hacia atrás sobre mis pasos. Salí por la entrada. Subí al coche y conduje marcha atrás hasta casa. Borré las palabras de despedida que había escrito. Abrí la habitación de mi hijo y le saqué la bala de la cabeza. Retrocedí por el pasillo y saqué también a mi mujer dos balas. Le quité mi mano de su cara una y otra vez hasta que la dejé marchar. No sabía donde parar y tomar otra dirección, por lo que me dejé ir atrás aún más allá. Llené cientos de botellas de alcohol. Volví a sacar todo mi dinero de los casinos. Quité el anillo de casado con un sí quiero. Volví a mi país de origen. Regresé al colegio. Me metieron en el vientre de mi madre. Y allí, tranquilo, tras varios meses meditando, decidí no nacer.

58. OCULTO. (ESTHER GOMEZ)

En las profundidades donde todo es oscuro y se respira un aire denso y pastoso, animales alados sobrevuelan tenebrosos cielos. El silencio se concentra, conformando un estruendo que hiela la sangre. Todos los seres que habitan tan escalofriantes parajes están acostumbrados a ver en la oscuridad, desconocen el poder de la luz.

Desde el principio de los tiempos llevan siendo los únicos pobladores del submundo. De milenio en milenio se reúnen en un laberinto de catacumbas. Allí comienzan a danzar en círculos concéntricos que van haciendo cada vez más y más grande, imitando las ondas en las aguas pantanosas. Una música incesante y machacona acompaña ese baile infinito donde solo quedarán los más fuertes.

Despojados de toda sabiduría, giran y giran hasta alcanzar grados de locura tan grandes que únicamente podrán escapar o morir. Aquellos que escapan seguirán ocultos en aquél mundo donde nada llega.

Un rayo de luz solar alcanzará al resto, dándoles la muerte.

 

57. DEAMBULANTE (Beto Monte Ros)

Los recuerdos de la infancia me alientan para que me vaya de la ciudad, que regrese a la casita donde mi abuelo ordeñaba a las vacas, pero soy prisionero del asfalto. Es imposible huir: a pesar de que he guardado, dentro de mi cabeza, los mapas que muestran el laberinto de esquinas que debo doblar o los callejones que conducen a la salida.

Una noche que la luna se ocultó entre las nubes, resguardado por la oscuridad, intenté escabullirme, y estuve a punto de lograrlo, pero fui atrapado por el monstruo noctámbulo que habita en los bares y se alimenta de la carne de los desesperados. Desde entonces siento que la muerte me carga en sus brazos, haciéndome creer que soy libre. Como no existe disputa por mi alma, entre el cielo y el infierno, la muy astuta me obliga a renunciar a mi intento de escapar, pero no se queda con las manos vacías: a cambio, me permite existir, invisible, como un espectro en el entorno, dejando que cada día me despierte, resucitado, en el banco de algún parque.

56. ESPIRALES DE ARAÑA (towanda)

Hace tres meses que los destinos de Emma y Adrián se cruzaron. Él, motero; ella anhelaba ser actriz. Llovía…
Deambulan juntos buscando el camino de vuelta. Cada noche se detienen frente a una cafetería donde Fabián, muchacho de ojos tristes, recoge la barra antes del cierre. Emma le observa con ternura; muerde sus labios y contiene el llanto. Adrián la abraza.

Fabián acude al hospital. Lleva un libro. Leerá a su madre hasta que el sueño le atrape. La mira. Besa sus mejillas y ata un hilo a su dedo. Emma muequea. Él cree que sonríe. Sufrió un atropello. Llovía…
Siempre amó las candilejas, pero lo más cerca que estuvo fue en su taquilla del teatro. Allí soñaba que era una renombrada dama de la escena…

En la habitación contigua, una anciana se dirige al control de enfermeras. Su hijo Adrián necesita un nuevo suero. Ha vestido el cuarto con posters de motos. Tuvo un accidente. Atropelló a una mujer. Llovía…
Quiere que cuando despierte encuentre todo como en casa. Está cansada. Besa sus manos y, entre marañas de hilos, repite hasta quedar dormida: «Malditas motos, mi niño…»

«Irreversible», dictaminaron los médicos.
«Perdidos en espirales de araña», sentencian ellos.

54. LABERINTO DE PASIÓN (Ángel Saiz Mora)

Mi amigo había excusado su presencia con una llamada. Pedí una copa antes de aprovechar la noche para dormir. Acostumbrado a beber en compañía, sentí como si el mundo me señalase, incluida una hermosa mujer que no dejaba de mirarme. Quedé muy sorprendido cuando se sentó a mi lado, a mí no me pasan esas cosas. Nunca antes fui tan locuaz. De mi boca, volcán incontrolable, brotaba un torrente de palabras, alimentado por su risa cautivadora tras cada una de mis ocurrencias.

Paseamos hasta su portal. Acepté la invitación a subir. Quiso que brindásemos por nuestra recién iniciada relación, pero no tenía con qué hacerlo; caballeroso, me ofrecí a comprar una botella. La orientación es algo de lo que carezco, si encontré el establecimiento que me indicó fue por la ayuda de un mendigo, lo que no pude hallar de nuevo fue su vivienda en ese barrio desconocido para mí. El cava se calentaba al tiempo que, extraviado sin remedio en esa maraña de calles idénticas, caía en picado la temperatura de mi ánimo. Desconocía su teléfono, ni siquiera nos dijimos el nombre.

Las primeras luces descubrieron a un tipo patético y ojeroso compartiendo una botella con un indigente.

51. LA GRUTA

La oscuridad de la gruta no era completa. De algún lugar provenía la tenue luz que guiaba mis pasos  sobre el  borde de un laberinto de piedra oscura. Las paredes estaban cubiertas de rocas verdinegras, del techo pendían estalactitas goteantes como trompas de mamuts  petrificados,  y allá abajo, de un profundo lago emergían estalagmitas parecidas a monstruos amenazantes.

El silencio, la penumbra del entorno, el misterio, y la posibilidad de caer en las profundas aguas del lago me paralizaban. Por mi cuerpo goteaba el sudor, frío como las gotas que rezumaba el techo. Pero ya estaba allí, sobre el precipicio, sobre un laberinto de rocas resbaladizas, sin principio ni fin, sin salida y sin poder avanzar ni retroceder. Si resbalaba, si fallaba mi pie, caería al fondo  del lago. Arrojé una piedra para comprobar  su profundidad. La piedra tardó en llegar. Minutos que parecieron horas. Chac. Por fin. ¿Cuánto tiempo? El eco del chasquido se repitió en las paredes.

Ha pasado el tiempo. No sé cuánto. pero sigo aquí, verdinegra,  como una estalagmita con figura de mujer…

49. El gato

El gato se sintió encerrado. Una chispa cósmica que vivía en su interior se encendió para avisarle que era libre de viajar por los tejados de todo el país y conquistar gatas, comer ratones y dormir en cualquier sitio bajo el cielo. Miró a su alrededor, todo estaba calmo y calentito. Por la ventana sentía el aire del invierno entrar suavemente.

Después de todo, pensó, la libertad no está hecha para eunucos. Se acurrucó en su almohadón y soñó que soñaba un sueño de otro.

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