Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
2
horas
1
9
minutos
3
2
Segundos
5
5
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

NOV42. ¿CÓMO TE LLAMAS?, de Silvia Ginesta

La oscuridad tragaba lo que rodeaba a Mimí, que aplastada por escombros volvió en sí con ese desconcierto de no saber si el sueño continuaba o había despertado. Tenía frio, un viento helado acompañado de estruendos invadía el lugar. La manito apretaba aún la muñeca de barro que la abuela le había regalado cuando se fue. -¿Quién es, abuela?. La anciana sólo hablaba palabras sin sonido. Sin embargo, la niña oyó el esfuerzo ronco antes del fin: “ella te va a cuidar”. Desde entonces no la soltó y ahí estaban las dos, enterradas vivas. Mimí recordó que la abuela le pedía cosas a ese pedazo de barro con forma, agradeciendo cuando la mujer celeste le resolvía los problemas. -Si supiera como llamarla podría decirle que quiero salir de aquí- musitaba Mimí y comenzó a recitar nombres conocidos primero, inventados después. Las explosiones se escuchaban más cerca. Ella seguía susurrando… Dulanira, Amanxore, Gracinda … Otro movimiento sacudió lo que apretaba. La mano se abrió y la niña lloró al ver que la señora se había roto. Con fervor besó la cabeza destrozada. -Yo te ayudaré, Madrecita. En ese instante, una vos preguntaba. – ¿Hay alguien ahí abajo?

NOV41. PALABROJAS DE AMOR, de Lorena Jiménez Justicia

Cuando lo vide se me enjursuciaron los frenas. Sentí gran glicitería en mi timó.
– Me gustan mucho tus oftalculos- me dijo
– Y a mí tus capilotrijas.
– Puedo beligiarte
– Beligiame ciecientasmiles de veces
– ¡Qué bien saben tus jelibros!
– Gracias, eres oreopentísimo
– Ado tus pala ro brojas
– A mí me encantan tus milonjoncias
– ¡Aj, bichiriño, me duele el hepar de tanto amor!
– Yo te lo guariñaré
Entonces le acaricié las brisbicias, los omoplines, las cataurias y él pasó sus jelibros por mis sonas, mi pescurillizo, mis jeras.
– Se zelo
– Yo también se zelo
– ¡Aj, que jubilicidad!

NOV40. EL IMPOSTOR, de Izaskun A. Alvarez de Eulate

Amor a primera vista, lo nuestro fue un flechazo en toda regla. Se enamoró de mi aspecto sólido y yo caí rendida a sus encantos de escritor. Durante años vivimos un noviazgo contínuo, pero inesperadamente llegaron malos tiempos y lo que fue mi ruina es ahora su tesoro.

Le llaman el Inventor de Palabras, y como tal lo elogian. Nos visitan desde los más insospechados lugares para ver dónde y cómo trabaja. Él, henchido de orgullo, se regodea en su interpretación de pretendido creador. Les recibe con cortesía y cierta vanidad contestando a sus preguntas con elaboradas teorías ofreciéndoles así cuanto esperan. Siempre el perfecto anfitrión que, antes de abrir la puerta, me encierra bajo llave en el arcón labrado que custodia su despacho por si alguien descubre su secreto.

¡Si yo pudiera hablar! Le delataría; declararía que es un impostor engreído. Un escritor farsante que un día de furia me estrelló contra el suelo desportillando mis ilusiones y mis teclas esmaltadas sumiendo mis letras y caracteres en un galimatías.
Desde entonces ni una sola palabra que se ajuste a lo conocido sale de mis teclas. Y él, impune, saca provecho del caos paranoico de mis letras desordenadas.

NOV39. LA NIÑA POETA, de Lorenzo Rubio Martínez

—Tenemos que hacer algo con la niña. Su actitud me hace sentir culpable a cada momento.
—No pases pena. No somos culpables de nada. Nuestra pasión no es menos leal, porque nos hayamos enamorado a estas alturas de la vida. Hay veces que el fin justifica los medios.
—Tienes razón, pero echo de menos a mi niña, esa que encandilaba a todo aquel que la escuchaba recitar sus propios poemas; a esa risueña, encantadora, alegre y llena de vida. Ahora, justo desde el día que el amor nos abrió sus brazos, se le ha apagado la voz; el autismo le ha absorbido el espíritu.
—No te fustigues más, no sabe nada de lo nuestro.
—No puedo quedarme impasible, algo me carcome por dentro. Voy a hablar con ella, voy a decirle que la necesito, que quiero que vuelva a ser la que era.

—Mi niña, ¿por qué no hablas? Sé fuerte, despierta. Quiero oír de nuevo esa preciosa voz. Dime algo, por favor. Invéntate una palabra, aunque sea.
—¡Uxoricida! —le contestó enérgicamente su hija, quien desde aquel día empezó a componer las más bellas elegías que su difunta madre se merecía.

NOV38. RECREACIÓN, de Eduardo Iáñez

El rey Nabu-naid contemplaba desde su palacio los jardines colgantes. Hastiado de tanta belleza, su añoranza de los tiempos en que solo se ocupaba en conspirar le llevó a idear un plan apropiado a su usurpación. Convocó a sus magos y les conminó, entre amenazas y promesas, a encontrar el conjuro que crease la más bella obra del mundo.
Durante siete años los sabios caldeos fueron muriendo entre palabras nefandas, hasta que el último de ellos regresó a la corte. El rey comprobó que lo acompañaba uno de esos israelíes cautivos, llorosos como mujeres por la pérdida de su patria. Se llamaba Daniel y dijo ser oráculo de la palabra hecha acto. La expectación y la curiosidad iluminaron el rostro del monarca:
—Te cubriré de oro —aseguró— si tu conjuro alza ante mis ojos una belleza superior a la que nos rodea.
—Una sola palabra basta —replicó el judío, que entreabrió sus labios y profirió una voz antigua como el mundo.
Generaciones nacieron, amaron, murieron mientras el velo del salón se desplomaba; civilizaciones se enfrentaron, triunfaron, fracasaron al paso del shamal enterrando el imperio; y cuando sobre las aguas del Eúfrates aleteó el espíritu, la creación entera contuvo el aliento.

NOV37. PALETA DE PALABRAS, de José Ángel Gozalo Molina

Hay palabras que nunca nos atreveríamos a confesar a nadie, pero que en cambio, cuando otros nos las entregan para que las custodiemos, escapan libres, rompiendo secretos que un día encerramos en otras. Juramentos vanos, palabras huecas que sabemos que no cumpliremos.
Hay palabras que hieren certeramente de muerte los corazones, mejor que el más afilado de los puñales.
Hay palabras de amor, que sólo significan algo para quién la escucha.
Palabras cobardes, que mueren en nuestros labios temerosos antes siquiera de cobrar vida, pero que nunca sabremos cuanto anhelan ser escuchadas por la persona amada en silencio.
También hay quién muere por defender sus propias palabras. Siempre ha sido así y siempre lo será.
Hay palabras que guardamos dentro, y por no ser pronunciadas, se hacen cada día más pesadas creciendo hasta corromper nuestra alma.
Hay quién con palabras erradas, teje a lo largo de los años su prisión, pues el hombre es inevitablemente esclavo de cuanto dice.
Hay cosas en el mundo que no se pueden expresar con palabras, y otras en cambio, que caben en una sola.
Habiendo tal variedad de palabras, ¿por qué yo ya no soy capaz de plasmarlas en este papel blanco?

NOV36. ¿ADIÓS?, de Inés Z. López

Te lo pedí una noche, después de hacer el amor. Exigí, desafiante, una sola palabra. No hubo respuesta. Me clavaste los ojos ajustando el blanco de tu cuello; pero los labios que antes besaron ahora callaban.
Si no encuentras la palabra, invéntala, te dije, inventa una palabra que defina lo imposible de nuestro amor. Tu mano me bendijo mientras te marchabas, dejando un oleaje de prendas negras a tu paso. Y mientras mi mirada naufragaba en la nada, las velas extinguieron su luz, dejándome envuelta en una oscuridad ominosa.
Aquel domingo acudí al templo para escuchar tu sermón: hablaste de la belleza del Amor; del dolor del Deseo; de la Intolerancia de muchos y del valor de afrontar el Olvido con Serenidad. Mi herido corazón rebosó de adioses ya inventados. Adioses cubiertos de despecho y dolor. No podía permitirlo.
Al anochecer te increpé furiosa. Contaría lo nuestro si me dejabas. Aquello te crispó. Sentí tu miedo en mis tripas y, aunque no pude verlo, casi presentí aquel golpe.
Ahora, ante la visión horrorizada de mi espectro, escucho cómo afloran a tus labios todas las oraciones aprendidas. Ingenuo. No es suficiente. He vuelto para quedarme, y…, no me marcharé sin ti.

NOV35. EL CREADOR DE PALABRAS, de Ginette Gilart (Amélie)

En su choza el Bará-mot prepara la pócima: vierte en la olla humeante los ingredientes necesarios, mientras recita una sarta de palabras inconexas, como una triste letanía. Cuando llegue el momento en que la Luna esté en su fase creciente, los más antiguos del poblado le rodearán y le entregarán un nuevo objeto. Después de observarlo detenidamente, el Bará-mot beberá del brebaje, entrará en trance y desde su garganta emitirá un sonido que formará una nueva palabra. Luego, el más sabio reunirá los habitantes del pueblo y, alzando el objeto, pronunciará varias veces el nuevo vocablo que, como un eco, los asistentes repetirán hasta grabarlo en la memoria.
Cualquier día no lejano, con ayuda de un cayado, trazará en el suelo algo semejante a un símbolo. Habrá descubierto la escritura.

NOV34. HACIENDO GÁRGARAS A LA VIDA, de Ana Belén Rodríguez Piqueras

Cansada de engarrupiar su mente con la crónica divorcista de quien se niega a seguir sin continuar soñando, una tarde se prescribió echar el cerrojo ahorcando a sus ojos. La primera caída de párpados sonó estrepitosa, la segunda suave y acompasada.
Como cada tarde, el espectáculo simbiótico que aparecía en su mente le hacía sonreir. Sentía de nuevo como su marido rozaba con su mano las amargas horas de soledad que brizanaban con ella cada noche, como criaba con su voz espantando los augurios y marrupiana con su dentadura las nueces que recogían del campo, pero al segundo “crach” uno de sus hijos asustado la desterró a gritos de su sueño, sin entender que determinados éxtasis recetados, en su puntito de sal, le permiten ser feliz gorgogeando aún una vida con su fallecido marido. Tras la retirada de pastillas , se sumió de nuevo en su ipólita realidad.

NOV33. TOLLE EUM, de Fernando da Casa de Cantos

–¡Me cago en la ostia, joder! ¡Ojalá se pudra la concha de la puta virgen de su madre! ¡Así se mueran envenenados los gusanos que corroen su corrompida alma condenada al malebolge!

Álvaro propinó un sonoro remoquete sobre el bufete. Los cajones se asustaron y acabaron por desordenarse. Ante el galimatías generado por las amenazas y exabruptos exhalados por su cliente, Mateo decidió templar los ánimos y ofrecerle una dosis de resiliencia.

–¿Drogarme yo? Eso solo lo hago en privado, no delante de mi abogado.

Semejante derroche de estulticia provocó que Mateo se encogiera de hombros. Se limitó a suicidar sus pensamientos. No merecía la pena sacrificar ni una neurona más en ese caso.

–No pienso pagarle ni un céntimo, ¿sabe? Si considera que la mierda de su trabajo merece algo, apañados vamos…

Un portazo de alivio ajustició aquella relación. La reproducción del Cristo manchado de Dalí, humilde adorno decorador de la pared del pequeño despacho, se removió dentro de su marco. “Tolle, tolle, crucifige eum”, pensó Mateo. Se juró a sí mismo no volver a aceptar ningún asunto de quien no comprendiera el significado de la palabra tolerancia.

NOV32. EL DESOZONADOR, de Estíbaliz Dilla Muñoz

Martín, cuando no está estudiando, ni jugando con sus amigos en el parque , ni ejercitando los pulgares con la Psp, se dedica a quitar trocitos de cielo con las tijeras que usa para hacer manualidades. Después, coge una cubeta, la llena de agua y deja en remojo los pedazos durante quince minutos. Cuando el azul celeste se ha diluído, empapa un pincel en la solución, y con mucho cuidado para no salpicar, se coloca en frente del espejo y comienza a tintar su iris, con exquisito temple para no azular el blanco de sus ojos.
Al atardecer ha quedado con su amor. Cuando se encuentran en el bosque, Margarita se abalanza entre sus brazos, y se zambulle en el océano iridiscente que la hipnotiza cuando él la mira. El, hunde su nariz en la melena recién alisada de ella, y aspira todo el aroma que hace un rato ha impregnado por todo su cuerpo, con el vapor del cocido de pétalos de rosa que ha elaborado vespertinamente. Embriagados por la mezcla de los sentidos van despojándose de sus armaduras textiles, hasta quedar solapados piel sobre piel, poniendo en peligro los polos terráqueos que comienzan a derretirse con tanta fogosidad.

 http://yamilet8068.blogspot.com.es/

NOV31. PALABRAS NECESARIAS PARA UN MUNDO ROTO, de Juan M. Sánchez

Cuando la sacaron de aquel infierno, Severina Couto se quedó paralizada ante los dos generosos ciudadanos que, arriesgando su vida, le devolvieron la suya. Ellos tampoco parecieron esperar más que esa mirada de desconcierto. Era así, o al menos venía siendo así desde que la palabra que se usaba para reconocer los favores, tras ser catalogada como americanismo y luego como arcaísmo, cayó en desuso.

Nuestras publicaciones