Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
5
horas
2
1
minutos
1
8
Segundos
4
0
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

61. Al otro lado (Esther Cuesta)

El día que traspasó aquellos muros supo que se quedaría para siempre.  Agradecida, se sumó a las mujeres en las tareas diarias. Lo mismo le daba el huerto, los cerdos que las cocinas. Aprendió a leer, a cantar y a dejarlo todo para Laudes, Ángelus, Nonas, Vísperas y Completas. Si se cansaba o desfallecía, recordaba los ojos vidriosos de su padre antes de deslomar a su madre, y las manos largas que se acercaban a ella justo antes de escapar.

Cuando la abadesa murió, ella tomó el mando, colocó un letrero donde se leía “CLAUSURA” y selló  las puertas.

59. Programa del Partido Hominista

In memoriam JOG

Hay un hecho que, para mal, es el más importante de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las mujeres al pleno poderío. Como las mujeres, por definición, no pueden (ni deben) dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, Estados, naciones, cabe padecer. Una crisis así jamás había sobrevenido en la historia. Su fisonomía y sus consecuencias son desconocidas. Sólo se conoce su nombre. Se llama la rebelión de las mujeres.

58. EL AMOR Y LA IRA ( Modes Lobato Marcos)

 

 

 

 

 

 

Te quiero                                                                                                                    Te quiero

…                                                                                                                                          …

Necesito besarte                                                                                                        Y yo a ti

Acércate                                                                                                                                 Sí

Un poco más                                                                               Sí

Un poco                                                   Sí

Casi…                                                                                                            No puedo. Duele

…                                                                                                                                             …

Lo siento                                                                                                                              …

…                                                                                               Voy a intentarlo otra vez

Loca mía                                                                                       Sí

Te quiero                                                 Sí

Te quiero                              Bésame

Te quiero               Bésame

Bésame Bésame

Y NO DEJEMOS DE BESARNOS

 

Somos una isla, un refugio, un espejo.

Y quizá, algún día, el viento susurrará nuestra historia.

Y hasta el rincón más recóndito de esta tierra, yerma y enferma,  sabrá lo sincero, puro e inmenso que fue nuestro amor.

 

Segundos después, alguien arroja la primera piedra contra los cuerpos semienterrados de las dos adúlteras.

57. EL GUERRERO (DavidRubio)

Jamás dudó de sus palabras. Le prometieron una isla con cien mujeres, y allí estaban: todas para él.

Al poner pie en la arena, miró al cielo y abrió los brazos como muestra de agradecimiento. A continuación, comenzó a correr al encuentro de aquellas diosas desnudas que, con una sonrisa complaciente, lo esperaban en la playa.

Enloqueció de lujuria al verse rodeado de tanta belleza, joven y virginal. ¿Con cuál pasaría la noche? ¿Tal vez con una de cabellos de oro? ¿O, tal vez, con la de piel de ébano? Finalmente, distinguió una hermosa morena, parecida a un antiguo amor que le abandonó. Sin duda, sería la primera.

Se abalanzó sobre ella con ansiedad, pero observó horrorizado como sus brazos la atravesaban, igual que a un pensamiento. Desconcertado, se volvió hacia las demás y, con un braceo nervioso, buscó el contacto de sus cuerpos, pero sus manos, etéreas, fueron incapaces de sentir la suavidad de su piel ni el calor de sus carnes.

Abatido, se arrodilló y, por primera vez, se cuestionó su sacrificio.

Y seguiría haciéndolo.

Eternamente.

56. Suspiros de Violeta (María José Escudero)

Desde que murió el abuelo ya nadie sale a esperarla cuando vuelve cada tarde de la escuela. Lánguida y desganada, se acerca despacio por el sendero de piedras y abre con sigilo el portón de la vieja casona. Luego entra de puntillas en la isla de las mujeres solas, coge la merienda y se sienta en el banco de la impaciencia.

Las tres mujeres escuchan con ansiedad la novela y prosiguen, silenciosas, con su faena: la abuela enlutada amasa la harina, la madre abandonada teje con agujas de punto su pena, y la más joven, la soltera, hilvana pantalones para los hombres con los que sueña.

Pasa el tiempo y Violeta crece pero no vuela. Un día se escuchará un portazo -piensa. Y ese día llega.Un viento seco cierra la puerta y abre la cancela. Sale en busca del mar y toma el primer barco que la aleja.

Después de correr con las nubes, regresa con la marea. Trae un sueño engarzado en el vientre y un séquito de gaviotas reidoras.

La abuela le ofrece suspiros de mantequilla y miel, la madre, unos patucos de angora, y la que fue joven, la pantalonera, desea escapar de la escena.

 

55. El juego del espejo (J.Antonio Vázquez)

Juan, poco pelo, todo para atrás; gomina: abundante; le vale cualquier traje mientras le haga parecer; reloj de oro en la muñeca, que se vea, que las impresione. Al pasar por el parque camino del burdel calcula cuánto se puede gastar y denosta de una ojeada a todas las madres: dejadas, ignorantes, chabacanas mal encaradas que han olvidado cómo vestirse para que un hombre las mire. Llega y en la entrada su imaginación vuela cuando contempla el cartel. Se siente pirata llegando a la isla del tesoro: solo mujeres, que le esperan, solo para él. 

María, naricilla respingona, cuerpazo de escándalo. Desde el escenario tira de tablas y busca buen paño: un reloj caro lo tiene cualquiera.  Seleccionaba a la presa. Entre semana cambiará tacones de aguja y purpurina por tejanos oscuros con los que camuflarse entre los anodinos grises de la ciudad. Se consagrará al pequeño de ojos verdes que le recuerda quién es el único amor de su vida, y entrada la noche retomará dedo a dedo la historia con la que sueña mudarse del cartelón de la entrada  a una contraportada como la de los libros que suele devorar en el autobús camino del club donde trabaja. 

54. LA ALQUIMIA DE LOS SANTOS

Despierta la mañana y los primeros rayos de sol calientan la isla de Lupe. La mujer se mueve con soltura alrededor de ese espacio revestido de blanco y, antes que el amanecer se colara por las ventanas, ya había encendido el fuego y rezado a sus santos.

Ha enseñado a sus hijas que el pan cuece en su punto cuando Santa Isabel roza la masa; que la carne más sabrosa requiere una invocación a San Lorenzo y que a San Morand no deben faltarle las uvas.

Todas saben del fervor de su madre por las figuras que presiden los fogones. Tan solo Amalia, joven y alocada, le gasta alguna broma escondiendo a San Pascual entre las cazuelas; pero Lupe parece tener un don para encontrarlo: unas palabras murmuradas hacia dentro y el santo aparece.

El viejo reloj da las doce y las chicas cruzan el umbral de la cocina. Una a una se colocan en torno a esa isla blanca que preside la estancia. Junto a Lupe una silla vacía. Ella asegura que los susurros a los santos elevan el aroma de sus guisos hasta el mundo espiritual. Sus hijas no dudan que su difunto padre come junto a ellas.

53. «Ida» (Isabel López Soriano)

El planeta Ida nació de una chispa en el Universo, una isla de amor en medio de un mar de estrellas.
Sus habitantes germinaron de múltiples semillas estelares que cayeron durante evos de tiempo.
La evolución quiso que rozasen la perfección y de ese impulso vital nació la necesidad de compleción.
«Necesitamos otro yo, un ser diferente pero que comparta nuestra misma esencia y posea, al mismo tiempo, la capacidad de fundirse en nosotras para generar un nuevo ser, un nuevo ciclo, como lo hace la naturaleza»
Nadie supo el momento exacto, pero el cambio de conciencia que permitió esa reflexión y petición provocó un pequeño temblor, un rumor de la tierra, una ligera fluctuación en la brisa tibia y una mezcla de tonos en el cielo que duró el tiempo suficiente para que sobre Ida empezará a llover de una manera diferente.
Después de nueve meses de espera, la isla entera se volcó en los nuevos seres que iban naciendo. Muchos eran como ellas y otros eran diferentes.
Sólo en parte diferentes…

52. LA ISLA DEL SILENCIO

Despierta de pronto en mitad de la oscuridad, notando sobre su pecho y su cara una presión  que le resulta   insoportable. Intenta moverse, pero no lo consigue,  busca el aire  que le falta  para  respirar y se le llena la boca de tierra.

<< El infeliz  ni siquiera se ha molestado en utilizar un ataúd>> piensa, a punto de perder la conciencia otra vez.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano,  consigue mover un poco una de sus manos y, utilizándola a modo de pala,  comienza a apartar la tierra que la separa de la vida.

Por fin, logra levantarse  y tambaleándose,  se aleja unos pasos de su improvisada  tumba.

Es noche cerrada. Mientras  una lluvia fina se cierne sobre  ella limpiando los restos de sangre reseca de su cara, le asalta la terrible  certeza de que bajo sus pies, hay más mujeres enterradas.

Con la clarividencia que otorga el haber  estado tan  cerca de la muerte,  todo encaja en su mente:

La falsa apariencia de hombre perfecto, la proposición de matrimonio al poco tiempo de conocerse,  y aquella obstinación por pasar la luna de miel en aquella isla paradisíaca sin habitantes, perdida en los confines del mundo.

¿Cómo escapar de allí?

50. En la Isla de las Mujeres (Petter Frank)

Ese punto lejano era mi salvación. Remé con fuerza, los brazos me pesaban como cuando hice una mudanza y en el edificio no había ascensor.

Agaché la cabeza y solo tenía un objetivo: aquel punto lejano, sin saber que me esperaba, pero era una de esas decisiones en la que esperas sin saber qué o reaccionas buscando algo.

Dicen que el destino es un cúmulo de decisiones que toma uno a lo largo de su vida y mi destino dió de bruces contra el coral.

Aturdido y sin fuerzas para arrastrarme hasta la arena, alzé la mirada y según se aclaraba el día me nublaba yo. Puede escuchar un murmullo antes de perder el sentido, tal vez del agotamiento o del golpe.

Cuando desperté pensé que de un sueño se tratara, el murmullo continuaba sin cesar. Pero ahora les ponía caras..caras de mujeres sorprendidas tanto o mas que yo.

Todas ellas tenían la piel tatuada y dientes afilados. Ahora sí que estaba asustado. Me arrastré como una lagartija y los murmullos no cesaban.

Una de ellas me agarró fuertemente del tobillo y suavemente intentó tranquilizarme con unas palabras que no entendía, pero por su forma tan suave y aterradora…

49. En la isla de las mujeres (Eder Fabio Morales Guayara)

Yo podría desprenderme de todo y ahora mismo, renunciar a la vida…pero a quererte no.
Puedes irte sin decirme nada y vivir en la isla de las mujeres, podrás arrebatármelo todo..mas lo que siento no.
Sé que nada de lo que diga valdrá y que mi llanto no te importará, que te fastidia lo que ayer te dolió, porque yo no te valoré.
Lo cierto es que tu amor me destruye y si te marchas a vivir a la isla de las mujeres te vas arrastrando mi alma, pero este amor jamas lo arrancarás.
Y te vas sin importarte nada, ni yo, que te necesito más que al aire para respirar, ni yo,que me quedaré solo sin ti. Pensándote día a día.
Pero tu hundiste mi vida en el lodo. Te fuiste y no creo que en la isla de las mujeres encuentres un amor tan grande como el mío.
En esa isla tan lejana…lejana como yo te siento hoy aquí.
No estaré yo, el que te amó con toda su vida, alma y corazón.
Te llevarás todo…pero lo que siento por ti nunca podrás.

48. En a isla de las mujeres (Manuel García García)

Cuando llegamos a la isla solo escuchábamos cánticos que sobrepasaban la dulzura. Quedamos enmorados al instante, como embrujados.

Recuerdo aquellos acantilados como si los tuviese ahora mismo en frente. Aquella isla de ensueño la habitaban dulces mujeres. Parecían sirenas de las más profundas aguas del mar.

Una de ellas me embrujó, me enloqueció, era una divina hechicera. Con tan solo su presencia mi mente enloquecía.

Al día siguiente partí de aquella lujuria, pero ella no me lo permitió. A toda mi tripulación les convirtió en seres inútiles, ninguno pudo hacer nada contra su encantamiento.

Al final partimos, pero la marea nos devolvió a la isla, de nuevo sufrimos esa lujuria incontrolable, hasta el día en que logramos escapar.

Aún duele el corazón de aquel amor tan profundo que nos hicieron compartir sin quererlo hacer. Oh! mi dulce Penélope, como te añoré todos estos años, como he recordado tus besos y abrazos con locura.

Mi amado Ulises, debiendo y no queriendo, jamás te olvidé, nunca perdía la esperanza de volverte a ver entre mis brazos ¿Sigo siendo la que más amor te dio? o ¿Quizás aquella sirena encantada robó tu amor para siempre? Dime Ulises…¿Ella te enloqueció tanto como yo…?

Jamás.

Nuestras publicaciones