Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

OCT185. OLIMPO, de Rubén Rojas Yedra

—Mira ese hombre, papá. Se está acercando, ¿verdad?
El hombre no supo qué responder. Examinó a su hijo de reojo: sentado con los pies colgando, la mirada tendida sobre el fabuloso terraplén. No dejaba de ser un niño normal que pasaría desapercibido ahí abajo, se dijo, si no fuera por esa mirada inmensa, de siglos, y una paciencia impropia. Desde aquella altura olímpica, observaban los puntitos con la misma humanidad que se siente ante un tullido o un ciego. Y sin embargo eran cuerpos enteros. Mortales.
—Pronto lo sabremos —resolvió.
En algunas páginas mitológicas se representa el umbral de los tiempos; limen de acceso al panteón, en la cima del monte, en el que ciertos dioses, de dos en dos, esperan para ayudar a subir solamente a los salvados.

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OCT184.VISITA MOLESTA, de Ana Rosa de Artíñano Comin

No era el momento adecuado para irme pero pensándolo bien nunca lo sería.
Podía estrujar entre mis dedos la tensión que circulaba por el aposento y el silencio que se paseaba a sus anchas llenando el ambiente de interrogantes sin respuesta.
Tu cara blanquecina, tu nariz afilada, tus manos largas y huesudas y esa mirada tan perdida..me hacía estremecerme.
Estaba harta de verte tanto en los últimos días, aunque me encontrase mal no eras bien recibida, te expliqué cuidadosamente que tenía la casa desordenada, los cristales sucios después de un invierno de lluvias, los deberes del trabajo a medio hacer, tenía que cancelar visitas ya programadas, una sensación horrible de trabajo inacabado, tantas cosas en el tintero que me resultaba imposible, tanto amor por entregar y así de esta \»guisa\» no podía acompañarte y abandonar este mundo.
De momento tendrias que aguantarte.

OCT183. COMO ALMA QUE LLEVA EL DIABLO, de Mercedes C. Velázquez Manuel

Postrado sobre el suelo húmedo y con la mitad de su cuerpo paralizado, oía asustado el sonido metálico de unas firmes pisadas acercándose. Se revolvió todo lo que pudo sobre aquellas losetas hidráulicas diseñadas con motivos geométricos y florales. Sus brillantes ojos negros parecían saltarse de sus órbitas, al tiempo que esperaba la llegada inminente de aquellos pasos desconocidos. Mientras, su corazón menudo aparentaba salirse por cualquier resquicio de su cuerpo, a poco que hiciera el más mínimo esfuerzo de querer salirse con la suya.
Y la suya no era ni más ni menos que permanecer atrapado en una pinza plástica, en cuyo interior estaba estratégicamente colocado el oloroso cebo. A la primera de cambio, y con solo rozarla levemente, quedó capturado para siempre como si de una gran mandíbula acerada se tratara. La agonía mortal le vendría lentamente por inanición y por su lucha desesperada.
La portadora de los tacones de aguja de considerable altura, nada más llegar a la puerta y vislumbrar el diminuto cuerpo retorciéndose, tendido e inmovilizado; saltando y gritando de miedo, huyó despavorida como alma que lleva el diablo, dejando uno de los tacones al lado del hocico empurrado del pequeño roedor peludo y desmadejado.

OCT182. EL LADO OSCURO DEL HONOR, de Alfonso Carabias Antúnez.

Mientras ajusto yelmo y me enfundo los guanteletes escucho de fondo la algarabía del pueblo, mancillando un silencio engañoso en el que ella me mira mientras me armo.

Intento que no note que la estoy abrazando más fuerte que otras veces; mantengo el tono solemne al despedirme de mis hijos y monto al caballo comandando el ejército que defenderá la ciudadela.

Saludo obligado ante el rey y luego en las calles ante el pueblo, que nos despide con admiración y esperanza. Atravesamos las murallas ante la atenta mirada de los grajos que, apostados en las almenas, nos ven partir al campo de batalla.

Tras las montañas un relámpago ilumina las huestes enemigas, que se extienden hasta donde alcanza la vista. La desventaja ante ellos es de veinte a uno.

Algunos de los míos dejan escapar lágrimas ante lo que será el final de su camino. Si pudiera, yo también lo haría, pero eso es algo que el maldito honor tampoco me tiene permitido.

OCT181. LA NEGRA SEÑORA, de Mateo Alonso Ferrera

Pámpero conocía bien aquella mujer que se le acercaba corriendo desde un extremo del puente, exhausta, con la cojera metálica y las negras facciones desencajadas bajo los negros ropajes. La había visto en los pasillos del Comarcal, cuando su esposa llegó a ponerse tan enferma; junto a los pozos, momentos antes de los derrumbes o donde los Pocielo, cuando todos menos ellos consiguieron dejar el fuego atrás. La mujer llegó a su altura y abrió la boca como para tomar aire, pero todo lo que hizo fue sacar por ella un humo negro que sonaba a montaña y tierra.
-¿Y el niño? –preguntó, mirando en derredor.
-Esta vez llega tarde, Señora –contestó Pámpero, esbozando una sonrisa mientras contemplaba cómo, muchos metros más abajo, dos hombres sacaban a la orilla el joven cuerpo de entre las revueltas aguas. El muchacho tosió agua, tosió aire y agradeció que en la escuela hoy les dejaran salir un poco antes.

OCT180. CITA A LAS CINCO, de Ignacio Feito

Ven esta noche, está escrito en tinta corinto en el billetito perfumado que el maestro le mandó coser al Zayitas con hilo madreselva justo en el pliegue de la taleguilla.

Y el ven esta noche le está latiendo al maestro en el lado de la carne cuando mira al Cabileño, quinientos cincuenta, zahíno, bizco, avisado. Y como no quiere llegar tarde a su cita con la bella, le espeta, le grita, lo cita de veras con palabras de cita, ven, vente, venme, y le tiende la alfombra franela escarlata para que no se manche los pies en la arena espléndida.

Ya estamos viendo, maldita sea, estamos viendo que el maestro se va a confundir de cita y de este modo ocurre en verdad la vuelta de rueda, la larga cambiada, que por desear tanto la noche y quedar tanto del día, al abrazo de la bestia se entrega el valiente y de la fantástica cópula solo nos queda el rugido cuajarón arruinando de sangre el billetito y el tendido de sol mirando al tendido en la sombra, sombra y capucha, en la ingle el pitón y adentro la muerte.

OCT179. EL FINAL, de Nicoleta Ionescu

Entró y cerró la puerta. El cuarto alquilado le pareció desierto. Ningun cuadro en las paredes, ninguna ventana. Una mesa, una silla, una cama, un armario. Pobreza. Y soledad.
Colocó en la mesa la caja del violín, el único equipaje que había traído con él. Acarició con sus largos dedos el cuero envejecido, pero todavía reluciente. Surgieron imágenes casi olvidadas. Sonidos confusos, aplausos frenéticos, caras transfiguradas. La emoción voló un breve rato antes de caer, vencida, en el suelo. El silencio, hambriento, la tragó.
Cuidadosamente, abrió la caja. Desplegó el frágil esqueleto agachado en ella y lo colgó en el armario.
Ya no era solo. La eternidad podía empezar.

OCT178. PESADILLA, de Miguel Angel Molina

Cada mañana se levantaba recordando ese sueño incomprensible que le acompañaba los últimos meses. En él se veía como una persona querida por todos, rodeado de felicidad y paz, en un mundo en el que nadie era más que nadie.
En cuanto ponía los pies en el suelo se vestía con su uniforme, mandaba que le prepararan un café bien cargado y se marchaba a su despacho. Le bastaba con empapar de tinta su pluma y firmar un par de sentencias de muerte para conseguir que esas pesadillas recurrentes, que tanto le atormentaban, desaparecieran al instante de su cabeza.

OCT177. DOBLE CITA, de Javier Palanca

– Lo ves ¿verdad? hay que matarla.
– Sí, pero no me resulta fácil, es nuestra madre.
– Las madres mueren, así es y así ha sido siempre.
– No a manos de sus hijos, normalmente.
– Tampoco la mayoría de ellos han vivido en la esclavitud de sus ocurrencias.
– ¡Necesitamos la libertad! -gritó Tuppence.
Sonó la frase como un inmenso eco en el amplio salón. Tanto, que todos escudriñaron por si alguien les escuchaba.
– ¿Pero creéis de verdad que la tendremos sin ella?
– Lo que es seguro es que mientras viva seremos sus marionetas.
– ¿Y si cuando ella muera no nos queda mas que el pasado?
– Pues mas vale malo conocido que bueno por conocer.
– Mal refrán, el riesgo forma parte de la vida.
En esos momentos entró un mayordomo al salón para decirles que la cena estaba lista.
Se dirigieron al comedor mirándose unos a otros como buscando respuestas. Luego, durante la cena, solo Poirot habló: Mañana, cuando volvamos de Petra, tomaremos una decisión. ¡Consultad vuestras almohadas!
Al día siguiente, tras la excursión, la encontraron muerta.
…………………………………………………………..
Tras estas últimas palabras, Agatha, soltó la pluma y el cuaderno, y se dejó ir.

OCT176. HASTA QUE LA MUERTE LES SEPARE, de Luis Miguel Moreno Rodríguez

-Ya voy, ya voy pelmazo- le digo mientras se me va la mano con el cianuro en su café del desayuno.
Pero que estará haciendo esta pesada. No veo el momento de que se vaya a trabajar, lo único que siento es el coche, lástima que acabe así. Fue una suerte que a ella le gustara tanto vivir en lo más alto de la colina.
-Querido aquí está tu café, disfruta de tu desayuno. Yo me voy que se me hace tarde.
-Muy bien amor, ten cuidado con el coche…
-*-*-*-*-
Uy que se me escapa la bruja de la esposa de mi padre, y tengo que darle el camibazo de coche, mi cari ha “tuneado” los frenos del mío para acabar con ella.
-Espera, si no te importa te cambio el coche, que tengo que traer material y no me cabe en el mío.
-No cariño, espeeeeraaaaa, no le cambies el coche- le digo a mi hija dando el último trago de café y sin que me haga ningún caso.

OCT175. VIDA BAJO TIERRA, de Yolanda Muñoz

Mientras mi cuerpo permanece tumbado, oigo voces. No alcanzo a reconocer ninguna. Apenas me puedo mover, siento frio. Intento arropar mis piernas, pero mis manos no tienen suficiente fuerza para hacerlo. Siento mis labios como si estuviesen sellados, intento abrirlos poco a poco. No veo nada, está demasiado oscuro. Quiero salir de aquí, no sé donde estoy. Empiezo a tocar a mí alrededor, subo los brazos hacia arriba sin poder ver nada. Percibo que estoy atrapada y respiro lentamente, estoy agobiada.
Mi única salida es gritar, dar golpes con manos y pies. Será la única manera de que me puedan oír.
-¡Socorro!, ¡Socorro!
– ¿Alguien me oye? Una y otra vez, apenas me quedan fuerzas para seguir gritando. Tras unos segundos callada oigo pisadas muy cerca de mí, y de nuevo vuelvo a gritar con todas mis fuerzas.
– ¡Socorro!, ¡Socorro!, estoy aquí…
Alguien se acerca. -¡Aquí!, ¡Aquí! Creo que me han escuchado, las pisadas se detienen. – ¡No se vaya por favor!
-Tranquilícese no me voy a marchar, intentaré sacarla- replico en voz alta.
-¡Dios!, esto es un milagro ¡está viva!, ¡está viva! – dijo echándose las manos a la cabeza.

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