Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

35. TIEMPO DE BRUMAS (Mª Belén Mateos)

Las nubes se derrumbaron en látigos de recuerdos y lluvia de llanto. La arena se hizo espesa y las olas fueron ganado la orilla de su isla. Cuando la noche invadió su estancia se estableció el silencio que ella tanto odiaba.

Su cabello se iba tornando azul a juego con el fondo de sus ojos, ávidos de esperanza y vida. Una fusión de deseo y lívido enmarcaba sus curvas, tantas veces deseada en los encantos de la bruma y ahora perdida en la tormenta de la nostalgia. Las pequeñas partículas que en su día fueron cuarzo, coral o roca, se sublevaban en una tramontana de desdichas, y ella, fuerte y guerrera, luchaba contra viento y marea por conservar la belleza que un día le fue regalada y hoy la abandonaba en la resaca del tiempo.

Cerró los ojos imaginando su locura y recorrió su cuerpo con la habilidad que los últimos años le había acompañado. Un suspiro le llevo al sueño y este al arrecife contra el que chocaba cada poro de su piel. Esa noche aprovecharon las ánimas de las amazonas para arrastrar su cuerpo hasta el último atolón, donde las almas sin dueño por fin descasan sin  temor.

34. Vida

La he perdido y en mi interior nace el vacío más oscuro. Mis lágrimas se pierden, ahogando los recuerdos de un futuro que no fue.

E imagino:

Un lugar dónde las lágrimas vertidas se encuentran y enlazan ilusión y ahora. Un lugar de difícil acceso, rodeado de esas lágrimas saladas que dan vida a un espacio sin esquinas que no se halla en ningún mapa. Un lugar en el que se encuentran las causas de esas lágrimas correteando, recreando la vida como cuando el mar besa a la roca, o la luna  intenta cazar a las estrellas.

Como si nada hubiera pasado y sólo hubiera sido el recuerdo de una pesadilla.

Un lugar sin rencor ni odio, un lugar repleto de magia, la magia de la que se nutren los sueños, las sonrisas y los abrazos. Una isla donde pasado y futuro jamás serán acogidos. Un lugar repleto de arenoso presente.

Abrazo lo que no existe e imagino su rostro, su sonrisa.

Y la veo,

en ese lugar, en esa isla repleta de cánticos, de risas, de abrazos y de amor. Esa isla repleta de lágrimas derramadas y que sólo existe en los sueños que provoca la esperanza.

31. Instinto (Lorenzo Rubio)

Una salvaje tormenta obliga al camionero a pernoctar en la primera posada que encuentre. Vislumbra unas luces verdes, que permiten leer La Isla. Se dirige hacia allí. Le llama la atención la tétrica fachada, más propia de una mansión encantada que de una fonda. Recela, pero entra.

Lo recibe una señora inexpresiva. “Debe de estar enferma”, piensa a tenor del extraño pigmento de su piel. La casera le ofrece una habitación con compañía. Él asiente. “No me vendrá mal un relax”, dice. Ella le da la llave y suelta una carcajada histriónica, que lo desconcierta. Cuando abre su aposento, una bella y joven mujer, desnuda, aguarda en la cama.

Sin rodeos, el macho comienza el apareamiento. Absorto de placer, siente atrapado su miembro, mientras la hembra se deshace del camuflaje; muta su epidermis a un verde clorofila; sus brazos crecen y nacen de ellos afiladas espinas; su cabeza toma forma alienígena, provista de enormes ojos y un par de espigadas antenas; sus omóplatos son ahora dos imponentes alas. Sin dejarle escapatoria, devora la cabeza de su presa, que aún copula, plácida, con su segundo cerebro erecto.

Al alba, no queda rastro del macho y los montes camuflan La Isla.

30. GEOGRAFÍA E HISTORIA (Eduardo Iáñez)

Lo encontré olvidado en un cajón, donde sus páginas amarilleaban y trasminaban su perfume a polvo añejo. Con mis manecitas recorrí los trazos de conquistadores con armaduras rutilantes, nativos entre estatuas fabulosas y naves sobre la línea del horizonte. Y me vi, muchos siglos después, desempolvando en sus arenas secretas maravillas, entre la admiración de la comunidad científica.
Llegada la furiosa adolescencia, mis manos nervudas repasaron las litografías, dibujando morosamente los generosos cuerpos de las indígenas, sus pieles turgentes, sus actitudes procaces. Y mientras unas noches arrasaba poblados, sometía caciques y violaba mujeres, otras gobernaba con tal sabiduría e indulgencia, que las isleñas se me ofrecían para engendrar mestizos innúmeros.
Olvidado ya el libro y su tacto, en mi juventud me demoré en el mapa de otros valles, decidido a explorarlos hasta su conquista. Descendí a las simas y escalé los montes, recorrí amplios collados y descubrí lagunas saladas que anegaban los sentidos. Doblé tantas veces el mapa de tu piel, que la isla de tu cuerpo fue archipiélago, península y continente.
Y ahora que organizamos este viaje, tú también ríes cuando descubrimos que Isla Mujeres es solo un destino turístico más frente a las costas de la Riviera Maya.

29. El náufrago y sus discípulas (María Elena Sánchez Álvarez)

La entrevista grupal se inició con las presentaciones, para continuar con una única pregunta: ¿Qué se llevarían a una isla habitada exclusivamente por mujeres?
Desconozco la respuesta del candidato, pero semanas más tarde Yael emprendía su viaje. Después aconteció el devenir.
Los que le conocían, jamás habrían imaginado que sus intenciones desembocarían en semejante desenlace.
Todo comenzó aquel amanecer, cuando decenas de mujeres, atónitas, vieron resurgir del mar a un náufrago que minutos más tarde cayó exhausto sobre la arena. Nunca habían contemplado semejante ejemplar. Se acercaron recelosamente, le quitaron la ropa para examinar minuciosamente su anatomía, preguntándose qué deriva le habría arrastrado hasta la Isla de las Mujeres. ¿A qué espécimen pertenecía aquel majestuoso animal, que entre sus piernas nacían exóticas prominencias.
Sin vacilar, las más osadas se prestaron a acariciarle, después a lamerle. Más tarde mordisquearon su cuello hasta encontrarse con el torso, para proseguir hasta perderse. El animal, estremeciéndose, empezó a sentirse a salvo. Parecía renacer, cuando el desuello acabó con el ritual, quedando el cuerpo inerte y cubierto con su propia piel.
Abandonado a la suerte de otras criaturas, las hojas de sus ya huérfanos manuales taxidérmicos encarroñaban al muerto.

28. IMAGINA

Flotan a la deriva sin fuerzas para llegar a la orilla, saben que no pueden salir del círculo y que sus cuerpecillos redondos y aromáticos son presa fácil de los depredadores. Algunas se arremolinan en torno a la roca buscando protección…
-Vale mamá, me como las judías pero el chorizo no.

27. ESTANCIAS DEFINITIVAS

…donde el cielo se une con el mar,
lejos de aquí.

Nino Bravo

“Los paraísos existen, pero no permiten nunca estancias definitivas”, decía la nota de Giovanna. En la puerta del frigorífico, hábitat natural de todas las notas de despedida.
Mi matrimonio empezó a torcerse el mismo día de la boda. Versado en las artes del machismo, quiso enseñarme donde estaba mi sitio. Si hace falta, a hostias, decía. Por eso lo del vecino, las primeras veces con carga de culpabilidad, después con un “que se joda” que le dedicaba tras cada polvo. Luego, su compañero de trabajo, para que doliese, y al final su hermano, para que doliese más. Hasta que apareció Giovanna, como una isla imposible en mitad de aquel desierto que era mi vida: risas, curvas, besos… Me habló de un lugar que algunos marinos de su costa juran haber visto en atardeceres tardíos, una isla que no está en el mapa, donde no han llegado nunca los hombres y de la que jamás regresan las mujeres.
Tengo ya la isla incrustada en mi memoria y la cabeza llena de maletas, el viaje hace tiempo que empezó. Tal vez sea cierto eso de que los paraísos existen.

25. Tú ( Natividad Arana )

Tumbado en una hamaca del garrafón, veía como tus manos dibujaban un boceto.

Cada día uno, uno diferente pero semejante. En ellos siempre bosquejabas el mismo rostro de mujer.

Con mi copa en la mano, oteaba nuestro satélite. Y sentía la necesidad de amarte.

Tú, tan femenina, tan fértil, tan siempre tú.

Y te soñaba, te soñaba nadando entre quelonios, en el caldo cristalino de aquella isla, con tu vello húmedo, fulgente y aceitunado.

24. CUATRO MUJERES

Mi madre, delgada, impetuosa, siempre apurada, hasta en  el  roce de labios a modo de beso.   Usaba el pelo atado, sin maquillaje ni vestidos bonitos, sólo cómodos.  Olía a jabón de tocador.  Tan urgida vivió, que no supo disfrutar ni su juventud, ni su matrimonio apremiado por otros apuros, diferentes a  las urgencias de mi padre,  quien la abandonó. Mi abuela, era el inverso.  Gustaba de la buena vida. El aroma de sus cremas, perfumaban su recorrido.  Nunca entró en la cocina ni la vi pasar la escoba. El cómodo sillón de su dormitorio, con un libro en las manos,  era su lugar. La madre, mi bisabuela, de cordura envidiable, administraba la casa. Un coronel de tropa responsable de que todo marchara como reloj suizo.  Anciana cariñosa, vestía de luto y conservaba abundante cabello de nieve.  Sus olores: tomillo, orégano y menta;  los de la cocina.    Nunca la vi ociosa, por las tardes tejía para sus menores,  apenaba que su ciclón se frenara suavemente. Las recuerdo sentada en el sillón centenario, mientras que, en mis manos suaves, la aguja se mueve dando forma a la lana, extrañando el remolino, que heredé de aquellas matronas.

23. Fermín Antonio Mundaca y Marecheaga (Ricardo González)

La rudeza que le forjaron sus turbios negocios de pirata y traficante proveedor de esclavos para las plantaciones de azúcar cubanas, no le sirvió para eludir la persecución del inglés que le arrinconó en la isla que imaginó como su cárcava.

Fermín eligió el extremo más oriental del Yucatán para enamorarse de quien no debía, una dama demasiado joven y de fuerte carácter que nunca cedió a las pretensiones del bermeano.

Fue dueño de todo en el lugar menos del corazón de “La Trigueña”, quien no quiso apreciar los costosos trabajos que le dedicara  su platónico enamorado  en la mansión para ella construida.

Debió sentirse muy solo al cincelar en su propia tumba tan alegórica dedicatoria “Lo que tú eres yo fui… Lo que yo soy luego serás”

Murió en tierra firme.

Jamás llegó a descansar en su ansiada Isla Mujeres.

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